Diez momentos para enamorarse de Italia
Una piscina termal al aire libre en la Toscana, la ruta de Borromini en Roma y el jard¨ªn de Capri que florece sobre las ruinas de un palacio de Tiberio. La 'bellezza' italiana, en un viaje muy personal
"En Italia la l¨ªnea m¨¢s breve entre dos puntos es el arabesco". Lo dijo Ennio Flaiano, el gran l¨²cido de los sesenta, y fue lo primero que pens¨¦ cuando me puse a escribir un viaje sobre lugares de Italia que hubieran resonado en mi interior, sobre esos espacios hermosos, altivos, crudos ¡ªa veces siniestramente hermosos¡ª que, como dicen ellos, nos tocaron el cuore. Dos peque?as advertencias previas. Lo primero, la emoci¨®n tiene como condici¨®n necesaria la intimidad. Para que me entiendan, ninguno de estos destinos puede ser la Capilla Sixtina o la plaza de San Marcos la mayor parte del a?o. Tambi¨¦n, por peque?a que sea, hay una historia personal detr¨¢s. Se trata de compartir la estancia en alguno de esos recintos que contienen capacidades qu¨ªmicas para producir la alteraci¨®n. ?Recuerdan los s¨ªntomas, todos leves y medio inad?vertidos? Alzarse sobre la punta de los pies, sentir crecer el pecho, la sonrisa algo bobalicona¡ Y una idea, me parece adecuado salir de casa, como dec¨ªan los antiguos, con un leitmotiv, aunque tampoco es preciso ser muy ambicioso. Por ejemplo, hacer una visita a tus pintores favoritos, Piero o Mantegna, y, en el camino, detenerse en ciertos espacios; si fuera posible, a ciertas horas.
1 El pueblo?
Bagno Vignoni (Toscana)
La primera etapa ser¨¢ Bagno Vignoni, en el valle de Orcia, sobre un paisaje que condensa todo el imaginario de la Toscana. Ya saben, cielo moteado con tenues nubecillas, colinas cubiertas de vegetaci¨®n y caminos bordeados de cipreses que desembocan en casitas color albaricoque. Llegamos al anochecer por la iluminaci¨®n. La plaza central est¨¢ enteramente ocupada por una piscina con agua termal a 50??C de temperatura, y las brumas humeantes envuelven los edificios. P¨ªo II, el papa que construy¨® y dio nombre a la vecina Pienza, la primera ciudad con urbanismo a la medida del hombre, fue tambi¨¦n responsable del palacio y la iglesia que est¨¢n encima de la alberca.
En uno de los soportales de la entrada a Santa Catalina los versos que escribi¨® el poeta Lattanzio Tolomeo saludan a las ninfas de las aguas desde una tabla de m¨¢rmol. Hay algo m¨¢s. En este espacio horadado se desarroll¨® una pel¨ªcula legendaria para quienes amamos ciertos mitos, Nostalgia, de Tarkovski, gran premio de creaci¨®n del Festival de Cannes de 1983. Una pel¨ªcula sobre los recuerdos, sobre la idea misma del transcurso del tiempo, en cuya escena central ¡ªtan bella como angustiosa¡ª un hombre azotado por el viento recorre la piscina con una vela encendida en la mano.
2 La calle ?
Ercole I (Ferrara)
De la mano del primer Renacimiento, continuamos hasta Ferrara para recorrer el Corso Ercole I, la calle m¨¢s elegante de Italia, si tal calificaci¨®n fuera imaginable. Es una v¨ªa recta, no muy ancha, en suave descenso, cubierta de adoquines, a cuyos lados se alinean delicados palacios del Renacimiento construidos con ladrillos rojizos, rematados con pilastras y cantoneras de m¨¢rmol blanco. Fue realizada como parte de un proyecto que convirti¨® a Ferrara en la primera ciudad moderna de Europa. La financi¨® Ercole d¡¯Este (casado con Isabel de Arag¨®n), a quien llamaban diamante por su car¨¢cter altanero.
Hoy sigue igual, excepto por una m¨ªnima concesi¨®n a la modernidad: las bicicletas. Cientos de bicicletas ocupadas por se?ores distinguidos, con pinta de profesores, y muchachas impasibles, serias, de un rubio discreto, enfundadas en capas y bufandas, que pedalean con parsimonia. Sorprende la cadencia, no puede ser cierta ¡ªte dices¡ª, tan un¨¢nime armon¨ªa, sin caer en la cuenta de que estos italianos del norte llevan siglos combinando los ingredientes del estilo, aunque eso les haya supuesto prestar menos atenci¨®n a otros principios.
3 El pintor ?
Andrea Mantegna (C¨¢mara de los Esposos). Palacio Ducal de Mantua
Hab¨ªamos salido de Roma con la idea de visitar los frescos de nuestros artistas favoritos. Muchos grandes pintores son directos, fotografiables, muestran su manera de percibir con nitidez. Los de la clase de Piero y Mantegna, no. Exigen paciencia, son irreproducibles por medios t¨¦cnicos y solo te permiten atisbar su punto de vista cuando los has visto cara a cara, con calma. Puesto que Tarkovski, en su pel¨ªcula Nostalgia, nos permiti¨® evocar la Virgen del parto, de Piero, en su ubicaci¨®n original, vayamos a la C¨¢mara de los Esposos de Mantegna. Es una joya. Una peque?a estancia en la que represent¨® al marqu¨¦s de Gonzaga, Ludovico, y a su esposa, B¨¢rbara, con varios cortesanos y miembros de su familia. Seres reales, en tensi¨®n, asociados con un paisaje natural reconocible. Est¨¢n representados de pie, ordenados en grupos, y sobre ellos hay medallones con bustos de los c¨¦sares para emparentarlos con el Imperio Romano.
La iluminaci¨®n es sutil, resalta la volumetr¨ªa de los personajes, consigue que parezcan suspendidos en sus propios movimientos. Al detenerte en los detalles se dir¨ªa que los rostros y las joyas est¨¢n modelados con un material dotado de luz propia. Mantegna pint¨® sus figuras para que se contemplaran, como dicen en Italia, sotto in s¨², de abajo arriba. Con ello se acent¨²a la nobleza de lo representado y se obtiene una visi¨®n en profundidad de las b¨®vedas y del paisaje. Hasta Orson Welles nadie supo desarrollar esta idea.
4 La tumba?
De Francesco Borromini, iglesia de San Giovanni Battista dei Fiorentini (Roma)
Entre todas las Romas de Roma, mi favorita es la Roma barroca. La mejor manera de conocerla es recorrer la rivalidad entre dos tipos geniales, Bernini y Borromini. Dos personalidades incompatibles y complementarias. Borromini fue un hombre atormentado, muy religioso, m¨¢s bien arisco. Un revolucionario empe?ado en crear un nuevo lenguaje arquitect¨®nico en el que lo espiritual trascendiera las limitaciones de los materiales y el espacio real pudiera convertirse en una ilusi¨®n. La vida es sue?o, escrib¨ªa su contempor¨¢neo Calder¨®n. Tambi¨¦n fue un artesano, un operario que verificaba sus dise?os y se manchaba las manos de barro. Justo lo contrario del brillante Bernini, el guapo, el autor de ¨¦xito global, cuyos edificios y esculturas conforman la renovaci¨®n del car¨¢cter de Roma a pesar de no haberse ni planteado salir del sendero de la tradici¨®n. Si quieren comparar sus talentos, vayan a visitar San Carlino (Borromini) y San Andrea (Bernini). Est¨¢n a 100 metros de distancia, en la misma calle, al lado del palacio del Quirinal. Entender¨¢n el Barroco.
Yo tuve la fortuna de la vecindad con una iglesia de Borromini y debo reconocer que me cae mejor. Atrae m¨¢s lo oscuro. Un momento de emoci¨®n especial fue ir a rendirle homenaje en su tumba de la Via Giulia. Borromini pas¨® sus ¨²ltimos d¨ªas en medio de una profunda depresi¨®n. Estaba harto del conflicto con Bernini. En julio de 1667, tras enterarse de que hab¨ªan encargado a su adversario la construcci¨®n de la tumba del papa Inocencio X, quem¨® todos sus escritos y se encerr¨® en su casa. El 1 de agosto, al anochecer, plant¨® una espada en el suelo y se tir¨® encima, con tal mala suerte que tard¨® 48 horas en fallecer. Hasta le dio tiempo a hacer testamento. Pidi¨® que le enterraran junto a su maestro Maderno, en el suelo de la iglesia de San Giovanni Battista dei Fiorentini. Pero se trataba de un suicida, la Iglesia no bromea con estos asuntos. Le enterraron all¨ª sin poner su nombre, de inc¨®gnito.
En 1956 intentaron arreglar el desaguisado y ahora se reconoce qui¨¦n est¨¢ bajo la l¨¢pida, aunque basta comparar el tama?o de las letras dedicadas a Maderno y a Borromini para deducir que no le han perdonado. Delante del sepulcro est¨¢ el altar mayor. Y tras ¨¦l, la entrada a una cripta. Borromini dise?¨® ambos recintos como un todo. La cripta ¡ªuna maravilla invisible si no se sabe que existe¡ª se llama Falconieri por la familia que pag¨® la construcci¨®n, cuyo emblema (los halcones) se abalanza sobre ti 100 metros antes en el palacio que tambi¨¦n les hizo Borromini. La puerta para acceder al pasaje subterr¨¢neo suele estar abierta. Si est¨¢ cerrada hay que buscar al p¨¢rroco o a la sacristana, que se turnan. Es un lugar ¨²nico, de una sencillez sobrecogedora. Los ¨®valos que coronan las cubiertas sintetizan el ideario arquitect¨®nico de Borromini. Luego pongan la vista en el pavimento, una fuente ovalada lo ocupa casi por entero, y el reflejo sobre la superficie acu¨¢tica hace vibrar levemente las pilastras, las columnas y las b¨®vedas.
5 El caf¨¦
Santo Eustachio o Vitti (Roma)
Los mejores caf¨¦s de Italia, los m¨¢s cultos, los m¨¢s historiados, est¨¢n en Tur¨ªn o Trieste, pero yo viv¨ªa al lado del Santo Eustachio de Roma y a menudo me deten¨ªa en esa barra m¨ªtica a tomar un gran caff¨¦ ¡ªs¨ª, con doble efe¡ª. Empecemos por el principio. Un gran caff¨¦ contiene una fin¨ªsima capa de crema y debajo un brebaje denso y oscuro que, seg¨²n Woody Allen, los italianos toman con cuchillo y tenedor. La mezcla de ingredientes del de Santo Eustachio es secreta y se tuesta a le?a a la vista de todos al fondo del bar. El sabor es semidulce, arom¨¢tico, no invasivo. Viene en una taza c¨®nica ¡ªnunca cil¨ªndrica¡ª de porcelana blanca, y se toma de pie, un sorbo, m¨¢ximo dos. Una buena cafeter¨ªa suele ser estrecha y profunda, con mesas en la calle para tomar el aperitivo de la una releyendo La Repubblica. Un aperitivo es un analcolico (sin alcohol) o un Negroni, un Pirlo o un Spritz. Una vez hechas estas precisiones, d¨¦jenme llevarles al Vitti, el caf¨¦ al que ¨ªbamos a desayunar todas las ma?anas desde el trabajo. Est¨¢ en el Campo de Marte, en la plaza de San Lorenzo en Lucina, ninguna tonter¨ªa, fue el lugar que eligi¨® Poussin para ser enterrado.
All¨ª me ocurri¨® algo notable. La cajera, una cuarentona dotada de una de esas narices importantes que ostentan las italianas de tron¨ªo ¡ªla Mangano, la Magnani, la Vitti¡ª, me regal¨® un detalle de estilo con el que a veces te seduc¨ªa esta ciudad. El d¨ªa que me tocaba pagar, me aproxim¨¦ a la caja y le di un billete de 10 euros. Ella lo tom¨®, lo insert¨® en el compartimento adecuado y, con total parsimonia, fue extrayendo y depositando sobre mi mano el cambio: un billete de cinco euros, dos monedas de dos euros y una de uno. Al caer en la cuenta, levant¨¦ la vista y me encontr¨¦ con su mirada. La misma de siempre. Bueno, los ojos y los labios sonre¨ªan, pero de su boca no sali¨® una s¨ªlaba. Por fortuna no comet¨ª el error de romper el silencio. Sostuve el gesto y recog¨ª las vueltas tratando de estar a la altura de la sonrisa. Ninguno del grupo se enter¨®. En cinco a?os me invit¨® con el mismo procedimiento en dos o tres ocasiones. Convers¨¢bamos relativamente a menudo. Jam¨¢s hizo la menor alusi¨®n.
6 La antig¨¹edad?
La Piscina Mirabilis (N¨¢poles)
A veces, para disfrutar de Roma, conviene salir de Roma. El lugar al que estamos llegando es poco conocido, hay que pedirle la llave a una vecina. Es una especie de nave industrial, la Piscina Mirabilis, en las afueras de N¨¢poles. Tiene unos 2.000 a?os. Fue el dep¨®sito de agua dulce de la flota romana del Mediterr¨¢neo. Algo as¨ª como una catedral g¨®tica vac¨ªa y la cosa m¨¢s moderna imaginable. Tiene 70 metros de largo por 25 de ancho y una altura de 15 metros. Sigue impecable. Pavimento de tierra, cinco largas naves separadas por columnas y peque?os lucernarios en las b¨®vedas. Caminar en silencio por ese espacio de penumbras, bajo haces de luz que cortaban diagonalmente el aire, ha sido uno de los momentos emocionantes de Italia.
Por si fuera poco, la cisterna se encuentra a cinco minutos de un parque arqueol¨®gico sumergido. El de Baia. ¡°Ning¨²n golfo del mundo es tan maravilloso como el de Baia¡±, escribi¨® el poeta Horacio en el siglo I antes de Cristo, cuando la costa estaba atestada de villas de millonarios romanos. Hace 300 a?os, un terremoto precipit¨® al mar la mayor¨ªa de las ruinas. Hoy, a muy poca profundidad, con unas simples gafas de bucear, puede hacerse submarinismo entre los m¨¢rmoles, las columnas y los mosaicos.
7 El jard¨ªn ?
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Turismo de Italia (www.italia.it/es)
? Turismo de Ferrara (www.ferraraterraeacqua.it/es)
? Turismo de N¨¢poles (www.inaples.it)
? Turismo de Roma (www.turismoroma.it)
? Termas de Bagno Vignoni (www.bagnovignoni-terme.net)
? Palacio de Mantua (www.mantovaducale.beniculturali.it)
? Caf¨¦ Sant Eustachio (www.santeustachioilcaffe.it/es)
? Villa San Michele (www.villasanmichele.eu)
? Restaurante La Chigliaria (www.laconchigliaristorante.com)
La Villa San Michele (Capri)
Hay muchos jardines extraordinarios en Italia. Si bien mi favorito es Ninfa, d¨¦jenme proponerles uno que construy¨® Axel Munthe, un escritor hoy medio olvidado, a principios del siglo XX. Se encuentra en la cumbre de la isla de Capri, sobre los restos de un palacio del emperador Tiberio. Actualmente es propiedad del Estado sueco y se usa como alojamiento de algunos afortunados artistas. El interior es estupendo, con delicadas antig¨¹edades, bronces y esfinges, pero los jardines, ah, esos jardines circulares, ?van m¨¢s all¨¢ de lo imaginable!
Ver¨¢n, la disposici¨®n del terreno les impide contenerse en los lindes. La naturaleza ignora los l¨ªmites y se abalanza, fundiendo las ramas y las flores con el resto de la vegetaci¨®n de la monta?a de Capri, desbord¨¢ndose sobre los barrancos, y un poco por debajo, en las laderas de las colinas, y todav¨ªa m¨¢s, en la llanura; y m¨¢s all¨¢, sobre las aguas espejadas del Mediterr¨¢neo, y a¨²n m¨¢s all¨¢, contra las islas de Ischia, Procida y el resto de farallones del archipi¨¦lago. Como ellos dir¨ªan, al di l¨¤ di l¨¤.
8 El plato
¡®Pezzogna all¡¯acqua pazza¡¯. Ristorante La Conchiglia (Procida)
Tanta informaci¨®n ha abierto el apetito. Habr¨¢ que pensar en comer. Algo sencillo. La gastronom¨ªa se est¨¢ transformando en un asunto sobre el que resulta m¨¢s importante mirar, leer, fotografiar y discutir que el ejercicio cotidiano de comer, y algunos nos estamos poniendo un poco nerviosos. Tras visitar bastantes restaurantes famosos cuyos platos soy incapaz de recordar, me he puesto este list¨®n: si transcurrido un tiempo razonable he olvidado lo que com¨ª, tachado. Me acuerdo muy bien de este. Est¨¢bamos de vacaciones con unos amigos en Ischia y contratamos una barca para dar un paseo alrededor de la isla. El pescador nos hablaba de sitios apetecibles y le preguntamos por algo especial. Ah¨ª se par¨®, asinti¨® con el ment¨®n y empez¨® a hablar de una especie de besugo que se pesca en las profundidades del golfo de N¨¢poles. Entre 180 y 200 metros. La pezzogna. ¡°Pues no s¨¦ qu¨¦ estamos esperando¡±, le dije. ¡°Ah, no¡±, contest¨®. ¡°Primero, no puedo asegurarles nada, y despu¨¦s, tendr¨ªamos que cambiar toda la excursi¨®n. El sitio que yo le digo est¨¢ en Procida, la isla de enfrente¡±. ¡°Y qu¨¦¡±, dijimos todos. Llam¨® y encontr¨® lugar. Al llegar nos quer¨ªan discutir la pezzogna, pero nuestras risas les hicieron claudicar. La cocinaron al acqua pazza, o sea, hervida con unos pocos tomatitos, perejil, ajo y aceite de oliva. No la olvidar¨¦ en mi vida. Al restaurante se acced¨ªa desde el mar. Est¨¢ en una bah¨ªa, ligeramente en alto, encima de una playa estrecha, poco ocupada. Se llama la Conchiglia. En Procida. ?Necesitan m¨¢s detalles?
9 El Cuadro
L¡¯Annunciatta, de Antonello de Messina. Palermo (Sicilia)
El trayecto m¨¢s divertido de Italia es un tren que enlaza la pen¨ªnsula con Sicilia y salva el estrecho de Mesina subi¨¦ndose al carguero del capit¨¢n Haddock. El tren no es m¨¢s moderno, compartimentos para seis, literas a la antigua, orinal de porcelana con resorte en la pared. En la madrugada, cuando los vagones quedan anclados en la bodega, se sale al puente para asomarse por la borda y ver pasar una inmensa escultura en la entrada de Sicilia. Una especie de Virgen dorada con ese punto hortera que tambi¨¦n s¨®lo tiene Italia para lo feo. Para compensar, en Palermo vamos a rendir tributo a uno de los retratos m¨¢s fascinantes del Renacimiento, un peque?o cuadro de Antonello de Messina ¡ªL¡¯Annunciatta¡ª, medio escondido en la Galer¨ªa Regional de Sicilia que la ¨²ltima vez que visitamos casi origin¨® un incidente, ya que est¨¢ custodiado por presidiarios de Cosa Nostra, la mafia local, redimiendo sus penas. Grande Sicilia.
10. El castillo m¨¢gico
Castell del Monte (Puglia)
Cruzamos la pen¨ªnsula en sentido transversal hasta un lugar m¨¢gico, cuyos adoquines parecen contener el polvo del universo, Castell del Monte, en medio de la llanura de la Puglia. Fue la casa de Federico II Hohenstaufen, emperador del Sacro Imperio Germ¨¢nico durante el siglo XIII. Un contempor¨¢neo de nuestro Alfonso X ¡°El Sabio¡±, a quien llamaban ¡°stupor mundi¡±, por su dominio de diversos saberes, entre otros, nueve lenguas ¡ªescrib¨ªa en siete¡ª, en una ¨¦poca de monarcas analfabetos. Todo gira en torno al 8, el n¨²mero perfecto. La planta del castillo, dibujada por ¨¦l, tiene la misma forma octogonal de la corona de Aquisgr¨¢n donde fue coronado. Sobre cada v¨¦rtice hizo levantar ocho torres de ocho lados alrededor de un patio octogonal con 8 habitaciones en cada piso.
El castillo no tiene foso, ni puente levadizo, ni espacio para la guarnici¨®n, ni siquiera hornos o comedores. Entonces, ?para qu¨¦ serv¨ªa? La hip¨®tesis m¨¢s aceptada sostiene que fue un observatorio astron¨®mico, un recinto para el estudio de los saberes gn¨®sticos, la astrolog¨ªa, la matem¨¢tica y el misticismo. El contorno tiene las mismas medidas que la pir¨¢mide de Gizeh, en Egipto (232,92 metros por cada lado) y la arquitectura se dise?¨® en funci¨®n de la luz. En el solsticio de invierno, el amanecer y la puesta del sol marcan cuatro puntos en la piedra que delinean un rect¨¢ngulo cuya relaci¨®n entre el lado mayor y el menor es de 1,618, es decir, el n¨²mero de oro.
La propina. El instante final.
Nuestro viaje culmina en Roma una tarde de octubre. Hemos subido al Aventino y estamos apoyados sobre la baranda del jard¨ªn de los Naranjos con la vista puesta en la colina de enfrente. El espect¨¢culo se repite cada hora u hora y media. Suele iniciarse desde el ¨¢ngulo superior derecho, cruzar el firmamento, dar la vuelta y perderse en el fondo del horizonte. En c¨¢mara lenta. Es un movimiento que fluye, marca un rumbo, se interrumpe y vuelve a construirse. Una mancha movediza que se desliza err¨¢tica y acrob¨¢ticamente sobre las torres y las c¨²pulas. Una mancha org¨¢nica. Miles, millones de estorninos. Como si un enorme pincel trazara una trayectoria liquida en el aire. En un instante, delante de tus ojos, el pincel se detiene y la bandada empieza a dispersarse. Ahora son puntos de una l¨ªnea imaginaria dibujados con un carboncillo imaginario. La ilusi¨®n ha durado un momento. El tiempo que dura la felicidad.
Pedro Jes¨²s Fern¨¢ndez es autor de la novela Pe¨®n de rey.
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