La Habana nueva ya est¨¢ aqu¨ª
Galer¨ªas, tiendas, restaurantes y alojamientos privados, noches de jazz y de salsa salvaje, paseos por el Malec¨®n o La Habana Vieja en niquelados coches americanos de los a?os cincuenta... Los habaneros reinventan la capital cubana, que transmite al viajero su irresistible energ¨ªa caribe?a
Un buen modo de comenzar a recorrer La Habana y de descubrir la nueva Cuba que rompe el cascar¨®n es visitar el antiguo palacio del Conde de Lombillo, en la plaza Vieja, donde funciona un peque?o hostal de lujo y una cafeter¨ªa-restaurante llamada Caf¨¦ Bohemia. Se trata de un lugar muy especial, con ventanas y puertas de madera pintadas de azul, patio interior blanco y aromas coloniales que rinden homenaje a Ricardo S¨¢enz, uno de los fundadores de Prensa Latina, la agencia de noticias creada por el periodista argentino Jorge Masetti y el Che Guevara tras el triunfo de la revoluci¨®n cubana. S¨¢enz trabaj¨® tambi¨¦n en la famosa revista Bohemia, de ah¨ª el nombre del lugar y su decoraci¨®n, con portadas de la publicaci¨®n colgadas en la pared por su hija Diana, el alma de este negocio privado abierto en 2014.
Ya son 10.000 los habaneros que alquilan habitaciones
Hasta hace solo unos a?os esta antigua residencia aristocr¨¢tica era una degradada cuarter¨ªa en la que viv¨ªan una docena de familias. La llegada de Diana a esta corrala transform¨® el lugar y lo convirti¨® en un sofisticado espacio que ahora cuenta con tres habitaciones con encanto, una de ellas una suite con muebles de caoba y s¨¢banas de hilo, y un bistr¨® en los bajos. S¨¢enz rehabilit¨® el edificio e implic¨® a las nueve familias que a¨²n viven en ¨¦l en un proyecto comunitario que cuenta con el apoyo de la Oficina del Historiador de la Ciudad, que dirige Eusebio Leal. Hace no demasiado tiempo esto hubiera sido impensable. Pero las cosas han cambiado lo suficiente en Cuba como para que hoy el visitante pueda disfrutar La Habana de un modo nuevo gracias a la iniciativa privada y a los trabajadores por cuenta propia (los aut¨®nomos), que ya son m¨¢s de medio mill¨®n de personas en todo el pa¨ªs.
Comenzada a construir en 1584 como alternativa a la plaza de Armas, la plaza Vieja es s¨ªmbolo del nuevo empuje de los negocios particulares y tambi¨¦n un laboratorio de la Cuba futura. Hace dos a?os, todas las cafeter¨ªas, bares y tiendas que hab¨ªa en esta plaza eran del Estado. Ahora, al lado del Caf¨¦ Bohemia uno puede darse un masaje en un sal¨®n puesto a todo lujo, o beberse un mojito en el Az¨²car, un moderno bar restaurante propiedad de una pareja hispano¨Ccubana. En el Az¨²car hay pinchos, c¨®cteles y una terracita con vistas privilegiadas a los soberbios palacetes y soportales de esta plaza que fue el espacio comercial m¨¢s importante de la capital en el siglo XVIII. En su misma cuadr¨ªcula, en la esquina de Muralla y San Ignacio, a un costado del palacio del Conde de Jaruco, funciona La Vitrola, establecimiento de comida criolla. El local est¨¢ ambientado con viejas neveras de Coca-Cola y anuncios de los a?os cincuenta, y atesora una maravillosa juke box americana con m¨²sica de Benny Mor¨¦ y Celia Cruz, mambos de P¨¦rez Prado y chachach¨¢s de la Orquesta Jorr¨ªn.
El casco hist¨®rico de La Habana Vieja es uno de los conjuntos coloniales mejores conservados de Am¨¦rica. De sus m¨¢s de 3.000 edificaciones, 550 son monumentos arquitect¨®nicos de alto valor patrimonial y cerca de un tercio han sido rehabilitados. Hoy pasear por cualquiera de las calles o plazas recuperadas, como la de San Francisco, llena de caleseros, terrazas y palomas, o la de Armas, tomada por los libreros de viejo y los voceadores de peri¨®dicos, es uno de los grandes placeres de La Habana.
Si uno es curioso y se sale de los circuitos m¨¢s trillados, descubrir¨¢ verdaderas joyas, como la plaza del Cristo, situada a medio camino de la plaza Vieja y el Capitolio, donde se encuentra la iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje, a la que tradicionalmente acud¨ªan los marinos al partir de la ciudad para solicitar protecci¨®n. El templo est¨¢ en proceso de restauraci¨®n, pero en sus alrededores los primeros negocios privados ya han empezado a florecer, como el restaurante El Chanchullero o la tienda de dise?o Clandestinas, en la vecina calle Villegas, abierta con vocaci¨®n alternativa y con una oferta de colecciones irreverentes, como la de fundas de almohadas Remedio para el insomnio, que en sus telas llevan estampados billetes de 100 d¨®lares o pasaportes, un gui?o a las cosas que les quita el sue?o a los cubanos.
Las noches de X Alfonso
La F¨¢brica de Arte Cubano es uno de los sitios m¨¢s interesantes y de moda de la noche habanera. Gestionada por el m¨²sico X Alfonso, este complejo cultural alternativo privado tiene salas de proyecci¨®n, galer¨ªa, bares y espacios para teatro y conciertos. Abre de jueves a domingo, de 20.00 a 4.00. La entrada cuesta 2 d¨®lares (1,85 euros) y lo que se consume se anota en una libreta de racionamiento (como la real que tienen todos los cubanos). Abri¨® hace menos de dos a?os.
Cerca est¨¢ el estudio de tatuaje La Marca, que tambi¨¦n es una galer¨ªa de arte, en Obrap¨ªa. O el restaurante O¡¯Reilly 304, abierto en la calle del mismo nombre, un sitio diminuto pero con mucho ambiente donde algunas noches uno puede disfrutar de un tr¨ªo de jazz tocando en las escaleras. Tambi¨¦n est¨¢ la calle de los peluqueros, en Aguiar, donde Gilberto Vald¨¦s, Papito, ha creado una escuela de peluquer¨ªa con el apoyo de la Oficina del Historiador. El Estado ha arreglado el peque?o pasaje y ha cedido locales donde hoy funcionan bares, tiendas, galer¨ªas y otros proyectos, todo de gesti¨®n privada.
Es cierto que uno sigue teniendo la sensaci¨®n de estar en un lugar donde el tiempo se ha detenido. Muchas fachadas de edificios de Centro Habana y de La Habana Vieja siguen en est¨¢tica milagrosa, esa incre¨ªble categor¨ªa creada por los arquitectos cubanos para designar las construcciones que uno ve a punto de desmoronarse, pero que ah¨ª contin¨²an. Del mismo modo, el parque automovil¨ªstico cubano sigue apoy¨¢ndose en la flota de viejos autom¨®viles norteamericanos de los a?os cuarenta y cincuenta que todav¨ªa perviven, muchos de los cuales hoy ruedan relucientes y vistosos. Oldsmobile naranjas, Mercury niquelados o Cadillac azul el¨¦ctrico arando las calles al servicio de los visitantes, que no resisten la tentaci¨®n de subirse a uno de estos cochazos descapotables (25 o 30 euros la hora) para recorrer la ciudad.
Sin duda, la arquitectura es uno de los grandes alicientes de La Habana. A la que uno sepa mirar, descubre que no hay una sola Habana, sino varias. La m¨¢s conocida y menos deteriorada es La Habana colonial, la de las cinco grandes plazas (de Armas, de San Francisco, Vieja, de la Catedral y del Cristo) y los baluartes militares de La Fuerza y La Caba?a. Pero m¨¢s all¨¢ de este centro hist¨®rico existe una fabulosa Habana ecl¨¦ctica, y una Habana d¨¦co, y tambi¨¦n una Habana moderna, de los a?os cincuenta, todas de gran inter¨¦s. Est¨¢ adem¨¢s la ciudad carpenteriana de las columnas y los soportales, La Habana de las grandes calzadas (la del Cerro, la de Monte, la de Infanta); La Habana se?orial de El Vedado, dividida y subdividida en cuadr¨ªculas regulares; La Habana exclusiva de las residencias de la Quinta Avenida y el Country Club, o la marinera de Regla y Casa Blanca.
Todo el mundo deber¨ªa probar los frijoles de do?a Eutimia
Antes era bastante com¨²n escuchar aquello de ¡°quiero ir a Cuba, pero antes de que aquello cambie¡±. Hoy se puede disfrutar de ambas cosas a la vez. La Cuba perezosa y de barricada sigue ah¨ª, con sus vallas de propaganda socialista y su andar sandunguero, patria o muerte, venceremos. Pero ya son 10.000 los habaneros que alquilan habitaciones, casas o apartamentos, algunos de lujo, y hay tambi¨¦n en la capital cientos de cafeter¨ªas y restaurantes privados.
No se puede pasar por La Habana sin cenar en La Guarida, la legendaria localizaci¨®n donde en 1993 se rod¨® la pel¨ªcula Fresa y chocolate, dirigida por Tom¨¢s Guti¨¦rrez Alea y Juan Carlos Tab¨ªo. Desde su apertura ¡ªtres a?os m¨¢s tarde¡ª, por esta paladar ha pasado todo el mundo: Jack Nicholson, la reina Sof¨ªa, Pedro Almod¨®var y hasta Rihanna y Beyonc¨¦. Sus platos de at¨²n a la ca?a de az¨²car y cherna compuesta a la caimanera son famosos. Igual que los garbanzos con langosta de Casa Pilar, uno de los sitios nuevos aparecidos en los ¨²ltimos tiempos en el barrio de Miramar. Pilar es una asturiana aplatanada en Cuba y en su casa de la calle 36 hasta se puede comer una buena fabada. En R¨ªo Mar, en la desembocadura del r¨ªo Almendares, son exquisitos los ceviches. Otra Manera, La Corte del Pr¨ªncipe (italiano) o Estar Bien son otras paladares (que as¨ª se denominan aqu¨ª los restaurantes privados) de punter¨ªa en las zonas de Playa o El Vedado, y de igual modo la noche habanera hoy est¨¢ llena de opciones privadas, como las discotecas Bolabana, M¨ªo & Tuyo, Sangri La o Up and Down. Tambi¨¦n hay clubes donde uno puede escuchar en directo a m¨²sicos como Kelvis Ochoa o Descemer Bueno (el Sarao o el Corner Club son algunos de ellos).
Y junto a esta oferta inconcebible hace muy poco, los valores s¨®lidos de siempre: una puesta de sol desde el barecito de La Divina Pastora, al otro lado de la bah¨ªa de La Habana; una vuelta por el Malec¨®n al caer la tarde, a poder ser desde el paseo del Prado hasta el parque Maceo; un d¨ªa de playa en pleno invierno europeo en la arena blanqu¨ªsima de Santa Mar¨ªa o de Guanabo; un sashimi de at¨²n rojo en la casa de pescadores del difunto Santi, en Jaimanitas, donde tambi¨¦n vivi¨® su padre, muerto de un infarto mientras luchaba contra un pez espada de 300 kilos en la corriente del Golfo. Tampoco se puede marchar uno de la capital cubana sin probar los daiquiris preparados en el Floridita por Alejandro y Nicolai; ni sin darse una vuelta por la Habana Vieja en el Buik descapotable de William, nieto de un general mamb¨ª que sin embargo naci¨® en Canarias; ni irse sin conocer la Calzada del Cerro, hoy en estado deplorable, pero a¨²n hermosa en su decadencia, donde se conserva buena parte de las casas-quinta del siglo XIX. Y entre las opciones nocturnas, hay que medirse con una descarga de salsa salvaje en el sal¨®n Rosado de la Tropical; o con una noche de jazz con Roberto Fonseca en el club La Zorra y El Cuervo, mejor despu¨¦s de un trago de ron (o dos, o tres) en los jardines del hotel Nacional, donde Frank Sinatra le cant¨® a Lucky Luciano en la Navidad de 1946; o un concierto de la Sinf¨®nica Nacional en el teatro Mart¨ª, reci¨¦n restaurado; o con el ca?onazo de las nueve de la noche desde la fortaleza de La Caba?a, a pesar de la marabunta de turistas; o una copa en el bar La Torre, en el piso 30? del edificio Focsa, con las mejores vistas de La Habana. Magia tambi¨¦n es caminar o correr por la Quinta Avenida al salir el sol, y sentarse en un banco bajo los jag¨¹eyes gigantes del parque Zapata, y dar cuenta de una raci¨®n de frijoles negros dormidos en Do?a Eutimia o vacilar la forma suave de hablar de la gente hasta cuando te rega?a, ¡°ay, mi amol, no te me ofusques¡±.
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