Verano austral en C¨®rdoba
La segunda ciudad m¨¢s poblada de Argentina late con la vitalidad de los universitarios, sobre todo en el barrio de G¨¹emes, centro neur¨¢lgico del arte
Todas las ciudades universitarias del mundo ¡ªal igual que las familias felices de Tolst¨®i¡ª tienen algo en com¨²n. Ese es casi el primer pensamiento que a uno se le viene a la cabeza cuando comienza a pasear por las calles peatonales atestadas de estudiantes, peque?os comercios, parrillas, vendedores ambulantes y galer¨ªas comerciales que componen el centro hist¨®rico de la ciudad de C¨®rdoba ¡ª25 de Mayo, Rosario de Santa Fe, Rivera Indarte¡¡ª hasta llegar a la plaza del General San Mart¨ªn. No se trata solo de la juventud generalizada del ambiente, sino tambi¨¦n de esa condici¨®n el¨¢stica de las ciudades abiertas en las que muchos de sus habitantes provienen de ciudades m¨¢s peque?as de los alrededores. A orillas del r¨ªo Suqu¨ªa, C¨®rdoba es, despu¨¦s de Buenos Aires, la ciudad m¨¢s grande de Argentina y, a pesar de su extensi¨®n, no ha perdido a¨²n ni su escala humana ni tampoco su tranquilidad.
En el centro de la plaza de San Mart¨ªn ¡ªfrente al caballo alzado del triunfante libertador¡ª se yergue todav¨ªa la catedral dise?ada por los jesuitas a finales del XVI a imagen y semejanza de su pariente lejana el Ges¨², de Roma. C¨®rdoba es, de toda Argentina, la ciudad jesu¨ªtica por antonomasia. Basta dar un paseo por el centro ¡ªdeclarado patrimonio mundial por la Unesco en 2000¡ª para atestiguar que los siglos de esplendor que tuvo la ciudad desde su fundaci¨®n hasta bien entrado el siglo XIX tuvieron mucho que ver con la presencia de la Compa?¨ªa de Jes¨²s. Hoy la Manzana Jesu¨ªtica, en la que se encuentran monumentos de la historia de Am¨¦rica Latina como la iglesia de la Compa?¨ªa de Jes¨²s (1671), la Universidad de C¨®rdoba (1610) o el colegio de Nuestra Se?ora de Monserrat (1687), sigue siendo el epicentro de los must tur¨ªsticos por antonomasia de la ciudad. El problema de las joyas de la arquitectura colonial (al igual, de nuevo, que las familias felices de Tolst¨®i) es que tambi¨¦n tienen algo en com¨²n. C¨®rdoba, a diferencia de otras ciudades coloniales, consigue evitar la maldici¨®n de la ciudad decorado precisamente gracias a la vida y al uso de todos sus monumentos. Tanto la universidad como el colegio y las distintas iglesias del centro tienen una vida particularmente activa. Una vida, cabr¨ªa a?adir, no exenta de contradicciones. Nunca ha sido tan elocuente la connivencia de la Iglesia cat¨®lica argentina con las detenciones, desapariciones y torturas producidas durante la dictadura militar como en el pasaje de Santa Catalina (n¨²mero 64), en uno de los costados de la catedral y a apenas 10 metros de la entrada. Todav¨ªa hoy se puede visitar all¨ª el que en su momento fue el temible D2, o Departamento de Informaciones de la Polic¨ªa de C¨®rdoba, una visita escalofriante a la que no le falta un aire de familia con el pasado franquista, y que funciona hoy como uno de los centros m¨¢s importantes del Archivo Provincial de la Memoria.
El paseo de las artes
Gu¨ªa
C¨®mo ir
? C¨®rdoba se encuentra a 850 kil¨®metros en coche desde Buenos Aires. En avi¨®n se llega en hora y cuarto de vuelo; con Aerol¨ªneas ?Argentinas (aerolineas.com.ar), desde 180 euros ida y vuelta, precio final.
? Turismo de C¨®rdoba (www.cordobaturismo.gov.ar).
Desde la misma Manzana Jesu¨ªtica, y alej¨¢ndose de la catedral, se entra en uno de los barrios m¨¢s populares y a la vez m¨¢s j¨®venes de la ciudad, el de G¨¹emes. Creado a finales del XIX para albergar las enormes cantidades de inmigrantes espa?oles, italianos y de pa¨ªses de Oriente Pr¨®ximo, G¨¹emes ¡ªcomo San Telmo en Buenos Aires¡ª es uno de esos tradicionales barrios obreros que se convierten en centros neur¨¢lgicos de las artes. El Paseo de las Artes (en el cruce de Belgrano y Ach¨¢val Rodr¨ªguez) re¨²ne todos los fines de semana una feria de artesanos y el barrio tiene numerosas tiendas de antig¨¹edades (Pasaje Revol), librer¨ªas (Portaculturas, Belgrano 884), restaurantes (La Casa del Franc¨¦s, Independencia 508)¡ De nuevo la constante presencia de los estudiantes es la que ha revitalizado un barrio que de otro modo hubiera envejecido de manera natural. Ellos lo han llevado a un lugar distinto y siempre imprevisible.
C¨®rdoba es sin duda una ciudad de contrastes y de reconversiones. Subiendo por la avenida de Irigoyen puede verse una de las m¨¢s particulares y extravagantes construcciones de la ciudad, la del Paseo del Buen Pastor, ideada originalmente como un proyecto de caridad que se convirti¨® ya en 1906 en una c¨¢rcel de mujeres y permaneci¨® activa en pleno centro hasta la dictadura militar, en 1977. El extravagante conglomerado con pastiche neog¨®tico, reconvertido hoy en centro comercial (a¨²n se mantienen unos frescos de Emilio Caraffa ¡ªla estrella art¨ªstica local¡ª en una de las antiguas capillas del complejo que hoy se utiliza para eventos), es una buena muestra de hasta qu¨¦ punto C¨®rdoba se encuentra en un permanente estado de mutaci¨®n. De centro carcelario, pasando por lugar de tortura durante la dictadura, las fuentes con luces de colores del Paseo del Buen Pastor parecen optar m¨¢s bien por la desmemoria mientras reflejan los anuncios de Gucci al seguir subiendo por la avenida de Irigoyen hasta la plaza de Espa?a.
All¨ª, dos museos agradables y dom¨¦sticos: el Palacio Ferreyra (Irigoyen, 511), donde se puede ver la impresionante serie Manos an¨®nimas, de Carlos Alonso, y el Museo Emilio Caraffa, en la misma plaza de Espa?a. Es de una l¨®gica rigurosa y particularmente agradable: tras el museo, el parque. Hay uno particularmente bonito: el parque Sarmiento, justo detr¨¢s del Museo Caraffa. Todas las ciudades, dec¨ªa Cort¨¢zar, comienzan y terminan en un parque. Por algo lo dir¨ªa.
Andr¨¦s Barba es autor de la novela En presencia de un payaso (Anagrama)
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