Toulouse, ciudad a¨¦rea
Visita a la sede de Airbus que incluye un paseo entre aviones m¨ªticos, hist¨®ricos y modernos, en el Museo Aeroscopia
Para contemplar el aut¨¦ntico coraz¨®n de Toulouse hay que mirar al cielo. Cuando el viajero llega a la ciudad, resulta inevitable que su mirada se fascine con el encanto de las calles de Saint-?tienne, las vistas que regala la ribera del Garona o la uni¨®n de proeza t¨¦cnica y belleza que exhibe el Canal du Midi. Sin embargo, en ocasiones la belleza es una neblina que oculta lo esencial. Como en un sue?o de Italo Calvino, Toulouse, la ciudad de ladrillo, es en realidad una ciudad a¨¦rea.
A pesar de que el cielo de Toulouse no tiene gran atractivo ¨Cde noviembre a abril es una l¨¢pida de nubes a ras de tierra que desaparece en mayo¨C s¨ª cuenta con una llamativa y constante presencia: los aviones. Basta con levantar la vista, esperar unos instantes y all¨ª aparece una aeronave; y despu¨¦s otra, y otra m¨¢s. Como una fila de hormigas entrando y saliendo de su hormiguero. La raz¨®n es simple: Toulouse es sin¨®nimo de aeron¨¢utica.
Desde pioneros de la aviaci¨®n, como Cl¨¦ment Ader y Pierre-Georges Lat¨¦co¨¨re, fundador de la m¨ªtica Aeropostal, hasta los primeros vuelos del Concorde, la ciudad atesora m¨¢s de cien a?os de historia dedicados al arte de volar. Actual capital europea de la aviaci¨®n civil, para conocer su coraz¨®n a¨¦reo proponemos una visita a la sede central de Airbus (a trav¨¦s de la agencia Manatour; +33 5 34 39 42 02), que incluye contemplar las instalaciones de la factor¨ªa francesa, el Museo Aeroscopia y el recinto de Ailes Anciennes.
Donde se fabrican los aviones
El recorrido arranca con la recepci¨®n de los visitantes en el Museo Aeroscopia (al que se regresa posteriormente), para iniciar, acto seguido, un tour exterior por las instalaciones de Airbus. Desgraciadamente, el paseo se limita a un traslado de cinco minutos en autob¨²s (sin posibilidad de sacar fotos) mientras la gu¨ªa desgrana explicaciones y cifras sobre la disposici¨®n del complejo. El paso por la sala de telemetr¨ªa, una especie de r¨¦plica de un centro de comando, consiste en ver un v¨ªdeo sobre el primer vuelo de prueba del Airbus A380, con el ¨²nico atractivo de escuchar los comentarios que hicieron los pilotos en semejante trance, sin m¨¢s auxilio que dos alas y el paraca¨ªdas.
Despu¨¦s llega el momento m¨¢s interesante: contemplar desde un mirador el interior del hangar J. L. Lagard¨¨re. Desde sus ventanales se puede comprobar la descomunal extensi¨®n que tiene una f¨¢brica de aviones, con tres de ellos en proceso de acabado. La visita merece la pena solo por abarcar con la vista la magnitud de este paisaje industrial. La luz entra a raudales sobre un decorado de colores vivos ¨Cverde, amarillo, rojo, blanco¨C donde la palabra puerta, por ejemplo, resulta irrisoria para referirse a los portones que guardan la f¨¢brica. Las dimensiones son de tal calibre que cincelan una nueva perspectiva y, entre un ajedrez de gr¨²as, ra¨ªles y herramientas indescifrables, la talla de los aviones se humaniza como si fueran piezas expuestas en una vidriera. Durante milenios, solo el fervor religioso logr¨® que el ser humano construyera lugares de escala parecida, por lo que el viajero tiene la sensaci¨®n de contemplar una fabulosa catedral laica consagrada a la ¨²nica v¨ªa segura que, de momento, se conoce para surcar el cielo.
Y si la f¨¢brica J.L Lagard¨¨re asemeja una catedral, el Museo Aeroscopia (+33 5 34 39 42 00), siguiente parada en el recorrido, alcanza el grado de bas¨ªlica. De manera did¨¢ctica y l¨²dica, el centro expone los principales hitos de la aeron¨¢utica as¨ª como una importante colecci¨®n de aeronaves. El museo cuenta tambi¨¦n con un hangar de exhibici¨®n, al que se accede por un t¨²nel de embarque flanqueado por im¨¢genes que, desde la antig¨¹edad hasta la ¨¦poca contempor¨¢nea, ilustran el viejo anhelo humano por dominar el arte de volar. Dichas l¨¢minas preparan al viajero para una imagen que har¨¢ las delicias de cualquier amante del g¨¦nero: un mosaico de aviones de todas las ¨¦pocas, como un Bl¨¦riot XI, el desaparecido Concorde o un Mig-15 en el centro de esta enorme sala. Los acompa?an,?entre otras m¨¢quinas emblem¨¢ticas, un Caravelle, el F104 Starfighter o el Vought F-8 Crusader. Junto a la exhibici¨®n, una serie de paneles, maquetas y v¨ªdeos explican la historia de la aviaci¨®n francesa y, como regalo a?adido, se puede acceder al interior del Concorde.
Ponerse a los mandos
Para prolongar este paseo entre aviones, junto al museo se encuentra el recinto de Ailes Anciennes (+33 5 62 13 78 10), una asociaci¨®n dedicada a la preservaci¨®n y restauraci¨®n de aeronaves. All¨ª, en una atm¨®sfera de desguace postapocal¨ªptico, duermen una pareja de MIG-21, otra de Mirage, un Gloster Meteor y una cuarentena de aviones m¨¢s, tan decr¨¦pitos como bellos. En medio de todos destaca el m¨ªtico Douglas DC-3 Dakota, universalmente conocido ¨Cen su versi¨®n militar¨C como el C-47: el avi¨®n con el que los aliados inundaron de paracaidistas el cielo de Normand¨ªa el 6 de junio de 1944. Para aquellos cuya infancia transcurri¨® entre r¨¦plicas en miniatura de los Stuka, Mustang y Spitfire, el encuentro con el C-47 provoca un escalofr¨ªo de veneraci¨®n y respeto. A pesar de su mal estado, con el fuselaje carcomido por el oxido, aqu¨ª sigue resistiendo con el morro a¨²n apuntando al cielo.
Si la visita del viajero coincide con una de las anuales Visite Cockpit ¨Cjornada de cabinas abiertas; la pr¨®xima es el 7 de mayo¨C tendr¨¢ la oportunidad de ponerse a los mandos del avi¨®n que desee mientras un miembro de la asociaci¨®n le explica las caracter¨ªsticas del aparato. Observar c¨®mo los padres compiten con sus hijos por ser los primeros en trepar a los aviones no tiene precio. La oportunidad perfecta para contemplar c¨®mo las m¨¢quinas m¨¢s mort¨ªferas se convierten en simples juguetes para ni?os (y mayores).
M¨¢s planes para una escapada a Toulouse pinchando aqu¨ª
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