El salvaje delta del Okavango
Tras 1.000 kil¨®metros de sinuoso recorrido por Angola, Namibia y Botsuana, el r¨ªo no va a morir al mar sino al desierto del Kalahari creando uno de los ecosistemas m¨¢s asombrosos del planeta
Casi cada d¨ªa desde hace 17 a?os, Frank Mashebe muestra su amor incondicional por este lugar del noroeste de Botsuana donde se desparraman a gusto las aguas llegadas de las tierras altas de Angola y Namibia, formando un delta m¨ªtico, el del Okavango. Al principio, cre¨ªmos que la prueba de tal pasi¨®n eran sus palabras, sus descripciones detallad¨ªsimas, como buen gu¨ªa, de este rinc¨®n de vida salvaje ¨²nico. Pero enseguida supimos que no. Son sus silencios.
Casi cada semana, como esta misma de junio, en el inicio del invierno (la ¨¦poca seca que se alarga hasta octubre), conduce a particulares o peque?os grupos llegados de todo el mundo en safaris a trav¨¦s de la sabana, esa suerte de bosque bajo, el bush, que tanto aprecian como residencia temporal los predadores. Y lo hace orient¨¢ndose por los c¨¢nticos de los p¨¢jaros, las huellas y excrementos de los mam¨ªferos, el olor de su presencia y hasta se dir¨ªa que por el roce del viento en los mopanes (el ¨¢rbol de las mariposas, aut¨®ctono), por el modo en que mira a lo alto, escrutando posibilidades insondables para los seres urbanos.
Cuando Frank Mashebe se detiene y calla, todos esperamos algo. Algo animal.
Y sucede. En solo un d¨ªa en la Moremi Game Reserve, en el coraz¨®n del delta del Okavango, admiramos cebras, elefantes, hipop¨®tamos, cocodrilos, kudus, cientos de aves¡ Los protagonistas de la pir¨¢mide alimenticia que mantiene este ecosistema en equilibrio. Aparece, pongamos, una cig¨¹e?a de pico abierto buscando caracolillos en una charca (lugar que es a la vida salvaje lo que el bar a todo pueblo espa?ol: antes o despu¨¦s todos los pobladores acuden, y localizar tales puntos de encuentro es fundamental para todo gu¨ªa que se precie) y Frank informa: ¡°Sus predadores [de la cig¨¹e?a] son peque?os mam¨ªferos, serbales, o incluso alguna pit¨®n que se las traga enteras¡¡±. Ah¨ª queda nuestra imaginaci¨®n desbocada.
Y contin¨²a con las descripciones de grandes y chicos. Con los paquidermos que nos miran de reojo; las cebras cansinas; el hipop¨®tamo suspicaz; con el ¨¢guila culebrera, el francol¨ªn, o con los estorninos de Burchell, que son como la portera de la aldea salvaje global: en cuanto un peligro de cuatro patas asoma por el horizonte, lanza un caracter¨ªstico SOS que advierte a todo el vecindario. Lo comprobaremos luego, bien entrada la noche y ya instalados en el campamento privado en Sable Alley, cuando una hiena cruza dos veces ante nuestras tiendas emitiendo un sonido helador. ¡°Las hienas son el gran peligro aqu¨ª; m¨¢s que los leones¡±, nos dir¨¢ nuestro gu¨ªa durante el desayuno. Abundan las narraciones de sus haza?as sangrientas. Las omitimos.
Meandros y lagunas
El delta del Okavango es de una belleza que no parece ya de este mundo. Tierra y agua abrazadas; un paisaje distinto cada estaci¨®n en funci¨®n de las lluvias, de los meandros y lagunas que se forman; de las corrientes migratorias de su fauna; de la vegetaci¨®n que oscila del verde oscuro al esmeralda y al amarillo de destellos puros. Nunca el delta luce igual, depende de mil factores, hasta de la voracidad de los elefantes, capaces de engullir hasta 300 kilos de follaje y rama de ¨¢rbol por d¨ªa y de beberse 200 litros en un suspiro. Un mapa policromado que se contempla desde las avionetas que lo sobrevuelan, procedentes del aeropuerto de Maun, la capital de la zona. Resultan el transporte m¨¢s adecuado y r¨¢pido para llegar a los lodges (alojamientos) y campamentos del interior, casi medio centenar.
Sorprende que el delta se mantenga intacto a pesar de la presi¨®n exterior, de la ganader¨ªa, las inundaciones (enormes en 2009 y 2011) o la agricultura. Su existencia es producto del empe?o pol¨ªtico por salvaguardarlo (desde 1994 existe un acuerdo de los pa¨ªses vecinos para garantizar agua en la cuenca) y, sobre todo, de los caprichos de un r¨ªo muy cabez¨®n, el Okavango, que en sus 1.000 kil¨®metros no busca el mar como otros, sino que prefiere ir a morir en un desierto, el Kalahari, y llegar hasta las mism¨ªsimas salinas de Makgadikgadi, alimentando m¨²ltiples vidas e impactando en 700.000 kil¨®metros cuadrados.
Tres ecosistemas conectados crea a su paso: Panhandle, en el norte, el m¨¢s fluvial y accesible, con aldeas y pescadores, sin grandes mam¨ªferos que avistar pero s¨ª aves. El delta mismo, expandi¨¦ndose en arterias plenas de vida animal. Y la sabana, abierta y camale¨®nica, por donde se mueven herb¨ªvoros y predadores, y de acceso limitado. En conjunto, cientos de especies de mam¨ªferos, 1.000 de aves, m¨¢s de 8.000 de insectos y 3.000 de plantas conviven y se expanden o desplazan por los corredores del Okavango y m¨¢s all¨¢, en los del r¨ªo Linyanti/Chobe, en el parque nacional del Chobe, que suma otros 11.000 kil¨®metros cuadrados y la mayor densidad de elefantes del continente. Hay adem¨¢s un proyecto multinacional desde 2006, llamado Kazatfca (Kavango Zambezi Transfrontier Conservation Area), que, con el acuerdo de los pa¨ªses vecinos, convertir¨¢ esta zona en la m¨¢s grande del mundo protegida, con m¨¢s de una docena de parques nacionales implicados.
¡°Esto ya no es mi trabajo, esto es mi vida¡±, nos hab¨ªa advertido Frank antes de saltar con su cuerpo oscuro y poderoso al volante del 4¡Á4 abierto, de color verde, t¨ªpico de los safaris fotogr¨¢ficos. Este es propiedad de la empresa con la que freelancea hoy, Elephant Trails, dirigida por el experto sudafricano Guy Symons, que tambi¨¦n nos acompa?a, y la espa?ola Edurne Mart¨ªnez, que le ha echado arrojo y ganas hasta montar su empresa Africa Pride y lleva ya dos d¨¦cadas en Botsuana. Todo un reto para una c¨¢ntabra: este pa¨ªs es tan grande como Francia, no conoce altura y la mitad de su superficie est¨¢ ocupada por el desierto del Kalahari, tierra bosquimana. Un mundo de espacios infinitos con id¨¦ntico paisaje y sin alma humana: tres habitantes por kil¨®metro cuadrado.
Son los animales los que reinan en Botsuana. Salvajes o en ganader¨ªa. Dos mercados rentables (turismo y carne). ¡°Hay m¨¢s que batswana [nosotros, el pueblo]; somos poco m¨¢s de dos millones frente a 170.000 elefantes, millones de monos y de cabezas de ganado¡±, nos cont¨® el ministro de Turismo, Tshekedi Khama, en su despacho de Gaborone, la capital de este pa¨ªs, anta?o protectorado brit¨¢nico, que en septiembre celebra su medio siglo de independencia y ha sido elegido destino de 2016 por la gu¨ªa Lonely Planet.
El turismo es la segunda fuente de ingresos del pa¨ªs, despu¨¦s de los diamantes. El aprecio de los batswana por sus riquezas naturales juega un papel relevante. Y tambi¨¦n su capacidad de di¨¢logo. Fue esto lo que hizo posible la protecci¨®n del coraz¨®n de esta ¨¢rea (Moremi) desde antes incluso de la independencia (1966). Por aquel entonces, tras numerosas reuniones de las distintas tribus (los tswana, bakalanga, herero, san¡) en las cortes populares, a las que llaman kgotla (all¨ª donde se resuelven conflictos), Moremi se convirti¨® en el primer santuario animal protegido por comunidades locales para resguardarlo del peligro de la caza incontrolada, un microcosmos de 5.000 kil¨®metros cuadrados que muestra la variedad del territorio. Con el tiempo la zona de protecci¨®n ha crecido. Y en 2014, el delta fue incluido con el n¨²mero 1.000 en la lista de lugares patrimonio mundial por la Unesco.
La presi¨®n del turismo en esta zona (especialmente de los sudafricanos) se regula al grito de high revenue, low volumen (alto precio, bajo volumen). As¨ª, el visitante tipo es alguien que suele haber desembolsado lo suyo para llegar hasta este punto del planeta donde, dicho con orgullo patrio por el propio ministro, la ¡°alta calidad y el poco volumen garantizan bajo impacto ambiental¡±. Y a?ade: ¡°?Sabe qu¨¦ nos diferencia del resto de lugares de safaris? En otros, 20 veh¨ªculos dan vueltas alrededor de un le¨®n. Aqu¨ª aparecen 20 leones alrededor de un veh¨ªculo¡±.
La isla de Bobo
No tenemos suerte y no vemos leones. Pero nuestra fascinaci¨®n es enorme al sobrevolar la Chief¡¯s Island y la Moremi Wildlife Reserve, hogar de los que llaman los big five, los cinco grandes (leones, leopardos, b¨²falos, elefantes y rinocerontes, estos desde su reintroducci¨®n en un programa en el que est¨¢n implicados varios pa¨ªses durante la ¨²ltima d¨¦cada). Al visitar los lodges lujosos de Bobo Island (el Eagle Island Lodge, reci¨¦n reformado e hiperlujoso, o el Khwai River Lodge, un mirador tan privilegiado sobre el r¨ªo que pr¨¢cticamente desayunas a la vera de los animales). Y al realizar el imprescindible viaje en mokoro (una canoa artesanal): la luz del sol, el silencio, los giros entre islas y recovecos donde se esconden los hipop¨®tamos, el arrullo del deslizamiento sobre el agua repleta de nen¨²fares o papiros y del remo, el runr¨²n de las aves. La paz de la desconexi¨®n total.
Al atardecer hay, naturalmente, como en todo safari m¨®vil, fuego de campamento y charla obligada. Se repasan detalles de lo visto y recorrido durante el d¨ªa. Se habla sobre el futuro del delta (¡°habr¨¢ m¨¢s restricciones para entrar y conservarlo¡±), la prohibici¨®n de la caza hace dos a?os en todo el pa¨ªs (solo se permite en reservas privadas, pero no en parques nacionales), las dificultades del pueblo san (bosquimanos), cazadores ancestrales, rastreadores ¨²nicos, para sobrevivir sin acceso a la carne y a tal actividad. Y sobre los elefantes. ¡°Es imposible conocer su n¨²mero exacto en esta zona de ?frica porque ellos no saben de fronteras¡¡±. Su horizonte es el agua y la comida. Se mueven de un parque a otro, de charca en charca, seg¨²n temporada, temperatura y circunstancias. Guy Symons puntualiza ante quienes opinan que hay que regular el n¨²mero excesivo de elefantes en el delta porque lo destrozan. ¡°Una cosa es cambiar el paisaje y otra destruirlo. Ahora se ven los ¨¢rboles pelados, los consumen, s¨ª, pero cuando llega el agua, todo cambia, la capacidad de recuperaci¨®n y transformaci¨®n de esta zona es inmensa; siempre ha sido as¨ª¡±.
Y surge inevitablemente la an¨¦cdota del rey Juan Carlos, pillado cazando en Botsuana en 2011. La prohibici¨®n de la caza en 2013 tuvo que ver con los desmanes del sector. Lo cuenta luego, en otra noche, en otra charla, Walter S¨¢nchez, uruguayo, 30 a?os por aqu¨ª, que lo vivi¨® de primera mano. ?l es director de Janala Tours?&?Safaris y del Water Lily Lodge, una parte en formato hotel en Kasane y otra en caba?as altas de madera en medio del Chobe, con charca propia para animales construida con sus propias manos. Frente a ella ha levantado un mirador donde al anochecer te aplastan las estrellas y el sonido coral de la sabana. Desde all¨ª, a salvo, se puede ver c¨®mo aparecen a beber los elefantes, los leones, las hienas¡
¡°Apetito de sangre y muerte¡±. Eso diferencia para Walter, que fue cazador antes que fraile, el turismo de caza del fotogr¨¢fico. Un d¨ªa se hart¨® de las conversaciones sobre recorridos de bala y modos de matar y abandon¨®. ¡°Un cuarto de mill¨®n de d¨®lares cuesta matar un elefante entre la cacer¨ªa misma, el trofeo oficial, los rastreadores y los expertos, pues el 90% de los que vienen a cazar no son buenos tiradores. Se sigue practicando en Tanzania, en Sud¨¢frica¡ La prohibici¨®n era necesaria, hab¨ªa muchas irregularidades que estaban afectando al turismo. As¨ª que el presidente, Ian Khama, cort¨® por lo sano. Este pa¨ªs siempre intent¨® alejarse de las corruptelas, frecuentes en pa¨ªses vecinos como Zimbabue¡±.
Nos vamos. Recorrer este territorio metro a metro en busca de animales salvajes y contemplarlos en libertad engancha. Acabas dominado por el deseo de ir m¨¢s y m¨¢s all¨¢, por encontrar al le¨®n, al cocodrilo o al rinoceronte. Por tenerlos cerca. Cada salida en el delta o el Chobe suele traer sorpresas. En nuestro viaje, corto y limitado, las tuvimos. Una ma?ana aparecimos sin quererlo entre una manada inmensa de b¨²falos que nos miraron sorprendidos. Una tarde, cuando cre¨ªmos haber visto ya bastante y nos retir¨¢bamos, dos leopardos, madre e hijo, se plantaron ante nosotros haci¨¦ndose arrumacos. En vivo y en directo. En exclusiva.
Y no solo Frank, todos quedamos mudos.
Gu¨ªa
Safaris
D¨®nde dormir
En el delta
M¨¢s informaci¨®n
? Elephant Trails Safari: Salida est¨¢ndar de 10 d¨ªas desde Maun a las cataratas Victoria, 420 d¨®lares por persona/d¨ªa, todo incluido (guy@elephanttrails.com; edurne@africapridebotswana.com).
? Capricorn Safari.
? Janala Tours&Safaris.
? Wilderness Safari.
? Gaborone Sun. Un cl¨¢sico de Gaborone. Habitaciones dobles desde 150 d¨®lares.? Kalahari Arms Hotel. Ghanzi. Caba?as con habitaciones desde 40 d¨®lares el d¨ªa.
? Sedia Hotel. Sir Seretse Khama Road. Maun.
? Chobe Marina Lodge, en la orilla del Chobe/Zambezi. Kasane. Precioso lugar y hotel. Lujo. Desde 300 euros noche.
? Water Lily Lodge y Chobe Bush Camp. Kasane. Desde 90 euros la habitaci¨®n. Organizan safaris.
? Eagle Island Camp y Khwai River Lodge. Exclusivos. A partir de 1.300 d¨®lares la noche.
? Los lodges m¨¢s econ¨®micos oscilan entre 300 y 700 d¨®lares por persona y noche (suelen incluir comida, actividades, alojamiento en lujosas tiendas y gu¨ªas).
? Zonas de acampada. Se puede entrar con coche propio para visitar el delta y los parques nacionales, pero conviene reservar a trav¨¦s de alguna agencia en Maun y solicitar con mucho tiempo el sitio a trav¨¦s de la web del DWNP (Department of Wildlife and National Parks).
? Botswana&Namibia, Lonely Planet, 2013.
? Botswana Safari Guide, Bradt, 2015.
? www.okavangodelta.co.bw.
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