De Atenas a las playas del Peloponeso
Micenas y Epidauro, la fotog¨¦nica Monemvas¨ªa, la isla de Elafonisos y las tabernas de la capital girega. Una aventura en coche con sabor a aceite de oliva
Este verano he tenido una modesta revelaci¨®n. Una sensaci¨®n inconsciente se ha convertido en una certeza: los pa¨ªses que me colocan r¨¢pidamente una sonrisa en el rostro cuando los visito y en los que no me importar¨ªa demasiado vivir son Portugal, Italia y Grecia. Si a?adimos mi pa¨ªs, Espa?a, en el que resido ¡ªy que tambi¨¦n es capaz de hacerme sonre¨ªr e incluso, muy a menudo, re¨ªr hist¨¦ricamente¡ª, tenemos una lista de cuatro. Pero ?qu¨¦ tienen en com¨²n?, me preguntaba desde hace tiempo, sin lograr responder.
S¨ª, hablo de los PIGS, simp¨¢tico acr¨®nimo acu?ado por los brit¨¢nicos para denigrarlos, sin saber que, m¨¢s bien, los distingue para que podamos despu¨¦s ensalzarlos. Son pa¨ªses soleados y del sur de Europa, pero ni siquiera podr¨ªamos decir que sean mediterr¨¢neos, porque a Portugal lo ba?a el Atl¨¢ntico. ?Qu¨¦ tienen en com¨²n mis pa¨ªses predilectos, entonces, aparte de cierta propensi¨®n hacia la corrupci¨®n y el trabajo mal remunerado, y de ser el destino de numerosos turistas beodos y maleducados? Por primera vez en mi vida, una estad¨ªstica, en lugar de inquietarme, vino en mi ayuda. Los m¨ªos son los pa¨ªses donde se consume m¨¢s aceite de oliva por habitante. En cierto modo, los que guardan la llama del saber mediterr¨¢neo, de su dieta y de su cultura del buen vivir.
C¨®mo no, el olivo era la respuesta. Un ¨¢rbol generoso en frutos, con arrugas de sabio, que inspira respeto y habla en silencio. Un ¨¢rbol que no se mueve ni cuando hace viento, porque sabe cu¨¢l es su lugar. Y el lugar donde se consume m¨¢s aceite de oliva per capita no pod¨ªa ser otro que Grecia. El destino de mi siguiente viaje estaba muy claro.
Atenas es una de esas ciudades completas y que tienen la suerte de no ser muy bellas ni pretenderlo. Pese al tr¨¢fico o el ruido, seduce con armas sutiles. Una de ellas es la coherencia de su paisaje urbano. Los edificios raras veces son altos, no suelen destacar por su belleza ni por su fealdad, y su paleta de colores, de blancos, grises o p¨¢lidos ocres, permite dibujar una mancha tranquila. Me aloj¨¦ en el barrio de Plaka, que se desarrolla sobre una colina, bajo la Acr¨®polis y cerca de las mayores atracciones arqueol¨®gicas de la ciudad, del distrito comercial de Monastiraki y de la plaza Syntagma. Antiguo, din¨¢mico y casi peatonal, con sus empinadas cuestas, caf¨¦s, restaurantes t¨ªpicos y tiendas de souvenirs, me sorprendi¨® ver casas magn¨ªficas abandonadas. Una de ellas, de estilo neocl¨¢sico, pose¨ªa unos ¨¢rboles impresionantes en su descuidado jard¨ªn.
Atenas no dispone de muchos parques, pero el de los Jardines Nacionales merece una visita, sobre todo si se viaja en ¨¦poca de calor, cuando sombra, frescor y vegetaci¨®n son sin¨®nimos de felicidad. Est¨¢ cerca del lujoso barrio de Kolonaki y de las embajadas, y esconde un peque?o zoo, un estanque con aves acu¨¢ticas y rincones donde uno se puede sentar sobre fustes estriados o capiteles de ¨¦poca cl¨¢sica.
Una de las maravillas de la capital griega es que proliferan las terrazas verdes y refrescantes en casi todos sus edificios, y las plazas son arboladas y acogedoras. Est¨¢n pensadas para que la gente se re¨²na, charle y pase el rato. En realidad, as¨ª han sido siempre las plazas, hasta que a algunos psic¨®patas se les ocurri¨® convertirlas en explanadas, antip¨¢ticos eriales sin plantas ni bancos.
Cen¨¦, por ejemplo, en un restaurante cretense llamado El Refugio, situado en una agradable plaza del barrio de Dafni. All¨ª, bajo los pl¨¢tanos, con las bombillas colgando de un cable como en las verbenas, tomando con amigos una cerveza Mythos y flores de calabac¨ªn rellenas, oyendo las risas apagadas de los griegos de las mesas de alrededor, la vida parece f¨¢cil. La sensaci¨®n de recogimiento no es la de una gran ciudad, sino la de un pueblo.
De d¨ªa, con el calor, viene bien, al menos, ver agua, sobre todo si se ha visitado el marm¨®reo estadio de los primeros Juegos Ol¨ªmpicos modernos, donde la ¨²nica sombra la proyectas t¨² mismo. So?¨¦ con ba?arme en la piscina de la azotea del hotel Electra Palace, o en dirigirme hacia las playas de Glifada o al Divani Apollon Palace de Vouliagmeni, pero acab¨¦ en la popular calle Akti Themistokleous, en El Pireo.
All¨ª, dando al mar, hay numerosas tabernas que sirven pescado a buen precio. De camino, no muy lejos, vi otra cara de la realidad. En un muelle, achatadas por el sol, se levantaban las multicolores tiendas de campa?a de los refugiados sirios, y unos ni?os chillaban y re¨ªan tir¨¢ndose agua junto a un ba?o p¨²blico.
Tras Atenas, el plan fue alquilar un coche para conocer el Peloponeso, la m¨ªtica pen¨ªnsula donde se encuentran Esparta y Olimpia, unida al continente por el istmo de Corinto, y cuya forma recuerda a la de la palma de una mano a la que le falta el dedo me?ique.
La primera parada fue Micenas, la ciudad del m¨ªtico y calculador Agamen¨®n de la Il¨ªada. All¨ª realiz¨® excavaciones Heinrich Schliemann, millonario y pol¨ªglota alem¨¢n. Schliemann fue tambi¨¦n un arque¨®logo advenedizo, apasionado y, al parecer, algo tramposo, que irrit¨® a sus colegas pero se apunt¨® un tanto al considerar los escritos hom¨¦ricos fuentes fidedignas para localizar emplazamientos antiguos.
La tumba de Atreo impresiona por la rotundidad de los inmensos sillares y de la falsa b¨®veda, y seduce por el frescor que se disfruta en su interior. Frescor que no encontr¨¦ en las ruinas de la acr¨®polis, mientras ascend¨ªa por la empinada rampa al mediod¨ªa y sin una nube a la vista. La Puerta de los Leones es maravillosa, s¨ª, pero lo que pens¨¦ mientras me fustigaba por haber olvidado el sombrero es que el hombre es un ser, para bien y para mal, terriblemente tenaz y esforzado. El estilo de la muralla se denomina cicl¨®peo porque los griegos de ¨¦pocas posteriores a la de su construcci¨®n cre¨ªan que solo lo pod¨ªan haber levantado c¨ªclopes, aquellos gigantes de un solo ojo y malas pulgas.
En la costa, no lejos del yacimiento de Epidauro y de su conocido teatro, se encuentra Nauplia, primera capital griega al independizarse de los turcos, y una grata sorpresa. Los venecianos, durante su segunda etapa como gobernantes, entre finales del siglo XVII y mediados del XIX, dejaron una impronta de elegancia que hoy perdura. A nivel del mar, hay casas neocl¨¢sicas en tonos pastel que miran a calles pavimentadas de m¨¢rmol, vigiladas por el espectacular fuerte de Palamidi, encaramado sobre una colina. Nos tomamos un caf¨¦ en una de las cafeter¨ªas del paseo mar¨ªtimo, frente a otro fuerte, el de Bourtzi, que se eleva sobre un islote, mientras un pope regordete, de larga melena y barbas canas, charlaba con una familia. El pope subrayaba sus frases con sus pesadas manos, que luego posaba delicadamente sobre su panza cuando le tocaba escuchar.
Camino de Monemvas¨ªa
Decidimos hacer el recorrido entre Nauplia y Monemvas¨ªa, nuestro siguiente destino, tomando las carreteras de la costa, y fue un acierto. El Peloponeso es predominantemente monta?oso, y el espect¨¢culo de subir y bajar a poca velocidad por carreteras estrechas y con el mar casi siempre a la vista fue un lujo. A veces lo olvidamos, pero las v¨ªas m¨¢s domadas ¡ªy seguras¡ª impiden que nos metamos en el paisaje y hacen que nos perdamos su dramatismo. Al encontrarnos tras una curva con una cabra poco colaboradora en medio de la calzada o con una t¨ªmida tortuga marginata que trataba de cruzar penosamente, me acord¨¦ de los deliciosos libros de Gerald Durrell que transcurren en la isla de Corf¨².
El Monemvas¨ªa antiguo es un pueblo muy fotog¨¦nico. Se encuentra en un pe?¨®n alargado, unido a tierra por un puente. Amurallado, con casas de piedra cubiertas de teja, callejuelas empedradas, iglesias, tiendecitas, restaurantes y bares con atractivas terrazas, es el t¨ªpico pueblo tur¨ªstico bien conservado por el que las parejas pasean de la mano y te sonr¨ªen cuando te cruzas con ellas. Algo as¨ª como Pedraza a la griega y rodeado de mar.
Cerca del pueblo hay playas agradables, de estilo familiar. En una de ellas, Xifias ¡ªque significa pez espada¡ª, se nos estrope¨® el coche, y doy fe de que los griegos pueden ser muy eficientes. Adem¨¢s, aportan sus sonrisas, sus bromas, su paciencia y su buen talante.
Si apetece conocer una playa realmente espectacular, hay que hacer una excursi¨®n. Vuelta a las solitarias carreteras serpenteantes de la regi¨®n de Lakonia, a las colinas cubiertas de pinos que se alternan con otras m¨¢s ¨¢ridas, a las terrazas con frutales y olivos, al sonido de las chicharras, a las rapaces planeando sobre el coche, a los pueblos adormecidos por el calor estival, no tan bonitos como los blancos y azules de las C¨ªcladas, pero, al menos, discretos.
La diosa Artemisa
La llanura anuncia la cercan¨ªa del mar. El peque?o puerto de Pounta est¨¢ situado en el extremo sur de uno de los dedos de la pen¨ªnsula del Peloponeso, y ofrece una playa muy larga. Desde all¨ª salen unos ferris que tardan unos 10 minutos en cruzar los 600 metros que lo separan de la isla de Elafonisos, nuestro objetivo. En el siglo II antes de Cristo, en tiempos del viajero Pausanias, cuando por all¨ª correteaban venados rojos y hab¨ªa un santuario dedicado a la diosa Artemisa, estaba unida a tierra por un istmo.
Elafonisos es peque?a, de apenas 20 kil¨®metros cuadrados. Su tama?o es parte de su encanto, y de su perdici¨®n, porque en temporada alta la visitan diariamente miles de personas, en ferris que parten tambi¨¦n desde la maravillosa Kythira, su isla vecina del sur, mucho mayor y que dispone de aeropuerto. As¨ª que conviene elegir las fechas de la visita.
El puertecito del pueblo principal de la isla ya ofrece un bocado del ambiente que nos espera. Hay barcos de pesca de madera ¡ªdescendientes de los antiguos trirremes¡ª, una islita en la que se levanta la encalada iglesia de Agios Spiridon, y una bater¨ªa de tabernas, cada una con su estilo, pero todas apetecibles.
Las tabernas griegas se merecen un p¨¢rrafo, como poco. Resulta muy raro fallar al elegir una en Grecia. Ofrecen siempre un aspecto cuidado y una cocina tradicional y honesta. Hay un detalle que destaca una amiga cuando habla de ellas: sueles comer sobre un mantel de papel, pero, debajo, hay uno de tela y la calidez de la madera. El vino blanco, la taramasalata de huevas de pescado, la melitzanosalata de berenjena, la cl¨¢sica ensalada griega, las alb¨®ndigas especiadas, los souvlakis, el pulpo, los boquerones fritos o en vinagre, las aceitunas de Kalamata. Comemos reconociendo el aceite de oliva como nuestro, saboreamos las mismas recetas de estilo mediterr¨¢neo una y otra vez, y no nos cansamos. La cuenta, encima, no nos hace temblar.
El plato fuerte de la isla son sus aguas, que nos hicieron sonre¨ªr desde que nos subimos con el coche al ferri. El secreto de su color turquesa es la poca profundidad combinada con la luz y los bancos de arena fina y dorada.
Hay varias playas ¡ªuna accesible solo a pie y de guijarros, la de Aglyftis¡ª, pero la estrella es Simos, en el sureste. Podr¨ªa decirse que es una playa doble, porque se encuentra en un istmo y da a las recogidas bah¨ªas de Fragos por un lado y de Sarakiniko por el otro, en un festival de azules. Alquilamos unas hamacas bajo amplias sombrillas, nad¨¦, me tumb¨¦, ped¨ª una cerveza y me dej¨¦ envolver por los ambientes r¨²sticos de la Grecia otomana descritos en una novela de Nikos Kazantzakis. Sobra decir que es un plan que espero repetir otro d¨ªa.
Hubo m¨¢s excursiones por Mani, en tierras espartanas, recorriendo otro escarpado dedo del Peloponeso. Estuve en Gythion y su paseo mar¨ªtimo, me perd¨ª entre extensas plantaciones de naranjos y calcul¨¦ mirando el mapa cu¨¢nto tiempo iba a tardar en llegar a la aldea abandonada de Vithia. Cerca de Spartia, mir¨¦ desde lejos la ciudad fantasma bizantina de Mistr¨¢, con su palacio, iglesias, casas y monasterios envueltos por la calima que cubr¨ªa el monte.
Al d¨ªa siguiente, para no olvidar las im¨¢genes del viaje, compr¨¦ una botella de aceite de oliva de Koroneiki. Mientras el avi¨®n se alejaba de Atenas, mir¨¦ por la ventana y sonre¨ª.
? Nicol¨¢s Casariego es autor de la novela Ant¨®n Mallick quiere ser feliz (Destino).
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? La web de Turismo de Grecia ofrece un apartado dedicado al Peloponeso.
? www.visitnafplio.com.
? Oficina de Turismo de Atenas.
? Oficina de turismo de Monemvas¨ªa.
? Web de informaci¨®n tur¨ªstica del Peloponeso.
? Grecotour es una agencia de viajes especializada en Grecia con oficina en Madrid.
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