Historias de una ciudad americana

En pleno ¨¦xtasis electoral en Estados Unidos, revisitamos uno de los centros neur¨¢lgicos de la naci¨®n norteamericana, el Independence National Historic Park de Filadelfia, es decir, la milla hist¨®rica, con dos visitas imprescindibles: la llamada campana de la libertad ¨Cicono de la independencia americana¨C y el museo de la historia de la ciudad.

La campana de la libertad

Los amantes de la historia disfrutar¨¢n antes tan famosa campana. S¨ªmbolo de la libertad para la Revoluci¨®n estadounidense, el movimiento abolicionista, el sufragio femenino y la lucha por los derechos civiles, est¨¢ expuesta al final de una breve exhibici¨®n sobre su historia en el Liberty Bell Center, en las calles sexta y Market. Antes de llegar a la atracci¨®n principal ya se pueden ver a los grupos de ni?os en excursi¨®n escolar y a las familias de turistas esperando el turno para ver de cerca la fisura que la rasg¨® despu¨¦s de que fuera trasladada a Filadelfia en 1752.

Su importancia en Estados Unidos permanece tan vigente que cada 4 de julio se invita a los descendientes directos de los firmantes de la Declaraci¨®n de Independencia a darle ligeros golpeteos para conmemorar el aniversario de tan hist¨®rico documento. Es una exposici¨®n peque?a, as¨ª que no requiere mucho tiempo, y lo que es mejor: no se paga entrada.

Historia de las peque?as cosas

A una manzana del Liberty Bell Center, en la s¨¦ptima con Market, est¨¢ el museo de historia de Filadelfia. Si bien hay piezas que hablan de la gran historia de la ciudad, este centro prefiere compartir los objetos que usaron los habitantes de la urbe en su d¨ªa a d¨ªa, desde su fundaci¨®n en 1682 hasta el presente. La parafernalia es diversa: daguerrotipos, juguetes, gafas, antiguas fotos de prontuario. A trav¨¦s de ella los curadores han querido reconstruir los andares de la primera capital americana e invitan a los asistentes a escribir sobre su relaci¨®n con la ciudad en el libro de visitantes.

Los art¨ªculos van desde lo meramente decorativo y funcional ¨Cmuebles, platos de cer¨¢mica¨C hasta lo inquietante ¨Cun aparato de metal desde donde se exhib¨ªan los cuerpos de criminales¨C y lo peculiar, como un perro embalsamado que sirvi¨® en la ofensiva de Meuse-Argonne, durante la Primera Guerra Mundial. No es un museo de historia en el sentido tradicional. Las salas y sus contenidos son sumamente ecl¨¦cticos, hasta el punto de que resulta dif¨ªcil establecer un hilo conductor que vaya m¨¢s all¨¢ de la ciudad y sus cosas. Tanto que los puristas de la museograf¨ªa quiz¨¢ deber¨ªan abstenerse de visitarlo bajo riesgo de sufrir el equivalente a un pu?etazo a su sentido del orden.

El museo podr¨ªa definirse como una colecci¨®n de gui?os o peque?as instant¨¢neas del tiempo. Los objetos nos ponen en contacto con sus primeros due?os y reservan ¨Cen alg¨²n caso¨C la posibilidad de llevarse una sorpresa, como descubrir las pertenencias de alg¨²n antepasado acaparador. Su valor est¨¢ en lo que pueden decirnos del pasado y en todo lo que nos invitan a imaginar sobre otras ¨¦pocas.

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