Geometr¨ªas encantadas en Jaca
La ciudad aragonesa, su gente, sus dulces, sus iglesias y el pent¨¢gono verde de su Ciudadela enamoran al viajero en pleno Camino de Santiago
Hay personas ¡ªespecialmente meteor¨®logos¡ª que coleccionan calles con nombres de fen¨®menos atmosf¨¦ricos. Cuando vamos a Jaca (Huesca), nosotros nos alojamos en la calle del Viento, y para saber si llover¨¢ hemos aprendido que hay que mirar hacia Pamplona. En la calle del Viento nos acoge una pareja amiga. Ella es c¨¢ntabra; ¨¦l es jaqu¨¦s y le gustan las palabras: colecciona esdr¨²julos y cuando sale a la calle ¡°hace capazos¡±, es decir, se para a conversar con vecinos que conoce de toda la vida o con amigos nuevos como Pedro, el librero de la bien nutrida Librer¨ªa General. Preguntamos a nuestro amigo: ¡°?Cu¨¢ntos capazos has hecho hoy?¡±. ?l responde: ¡°Tres¡±, ¡°Doce¡±, ¡°Veinticinco¡±¡
Aunque Jaca es una ciudad peque?a de 13.000 habitantes con sus rencillas y m¨ªticos agravios, tambi¨¦n es una ciudad de gente abierta y hospitalaria que entona esa variedad cantarina de nuestro idioma com¨²n. Dulce y recia. Irresistible. A nuestro amigo le gustan las palabras e intuye la diferencia entre los top¨®nimos jaqu¨¦s y jacetano: ¡°El primero se refiere a la ciudad; el segundo, a la comarca de la Jacetania¡±. La Jacetania revienta de misterios y preciosidades. Entre todos, me quedo con la decadente estaci¨®n de Canfranc, que contin¨²a su proceso de rehabilitaci¨®n, reminiscencia blanca y fantasmag¨®rica de un esplendor perdido y conexi¨®n europea en los periodos tristes de la historia de Espa?a; y con el monasterio de San Juan de la Pe?a, guarecido por la roca, como escondrijo habitado de animales fant¨¢sticos.
Las ciudades son tambi¨¦n sus gentes, y Jaca es el epicentro desde el que el escritor Francisco Ferrer Ler¨ªn estudia las costumbres de las aves y escribe historias tremebundas y alegremente carro?eras. Para este escritor heterodoxo, el n¨²cleo del que irradia todo en Jaca es la plaza de la Catedral, en un margen, huidiza, cuajada de bares resguardados en los porches. Bajo los soportales encontramos tambi¨¦n la confiter¨ªa Echeto, que, seg¨²n nuestra amiga, es fabulosa.
A los pies de la torre del Reloj, la estatua de Ramiro?I provoca hilaridad por la pose revistera de su pierna derecha
La catedral rom¨¢nica de San Pedro data del siglo XI. Se levant¨® por orden del rey Sancho Ram¨ªrez y, m¨¢s all¨¢ de sus peculiaridades arquitect¨®nicas ¡ªes muy original su p¨®rtico de entrada¡ª, sobresale por la luz oscura, el caracter¨ªstico ajedrezado jaqu¨¦s, la imagen de la violada m¨¢rtir santa Orosia y el Museo Diocesano, donde se recogen muestras espl¨¦ndidas de la pintura mural rom¨¢nica: las de la Sala Bag¨¹¨¦s o las de la iglesia parroquial de Navasa. La iglesia de Santiago, la del Carmen o el convento de las Benitas completan una posible ruta sacra.
Jaca forma parte del Camino de Santiago, fue la primera capital del reino de Arag¨®n y primera capital sublevada en favor de la Rep¨²blica. Aqu¨ª se acu?aron las primeras monedas que, en copia veros¨ªmil, adornan el pavimento de la bulliciosa y comercial calle Mayor. All¨ª est¨¢ el ayuntamiento, de fachada plateresca, que alberga una modernizad¨ªsima Sala del Consejo de Cientos, cuyo mecanismo gubernamental fue adoptado por Jaime?I para Barcelona. En la misma calle se encuentran algunos de los edificios singulares del modernismo jaqu¨¦s: el viajero vive el espejismo y la duda de si est¨¢ en la Alhambra o en el bajo Pirineo.
La nota dulce de la calle la da una apreciada pasteler¨ªa, La Suiza, con sus lazos y sus coloridos macarones. A m¨ª no me gusta el dulce, pero siempre menciono las confiter¨ªas porque me parecen bonitas y refitoleras.
Nuestro amigo nos gu¨ªa no solo a trav¨¦s del hito monumental o hist¨®rico, sino tambi¨¦n a trav¨¦s de los momentos cotidianos culminantes: el aperitivo, en la terraza del Ast¨²n; el caf¨¦, en el Fau, que tambi¨¦n tiene fama de servir buenas comidas; una ca?a antes de cenar, en El Secreto. La oferta gastron¨®mica jaquesa no es desde?able: disfrutamos del men¨² del Mes¨®n Serrablo ¡ªsu due?o se jubilar¨¢ pronto¡ª, de la agradable terraza de Las 3 Ranas y de las delicias de El Port¨®n, restaurante ubicado en la plaza del Marqu¨¦s de la Cadena, emplazamiento de la Torre del Reloj, airosa representante de g¨®tico civil, que fue c¨¢rcel y por culpa de la que hoy las siestas en Jaca revisten cierta dificultad: el reloj canta hasta los cuartos, y si uno no est¨¢ acostumbrado, primero se asusta, despu¨¦s maldice. A los pies de la Torre del Reloj, la estatua de Ramiro I provoca hilaridad por la pose revistera de su pierna derecha.
Pero Jaca a¨²n tiene mucha tela que cortar: la ermita de Sarsa que fue trasportada aqu¨ª piedra a piedra; el melanc¨®lico paseo de Invierno o de Oroel, con bell¨ªsimas panor¨¢micas de la imponente pe?a del mismo nombre; la moderna pista de hielo que nos recuerda que estamos en una ciudad deportiva pr¨®xima a excelentes estaciones de esqu¨ª: Ast¨²n, Candanch¨², Formigal¡
Tambi¨¦n, por su emplazamiento, Jaca es ciudad militar: el pent¨¢gono verde de la Ciudadela, por su dise?o, fosos y muros, tiene algo de legendario y mucho de defensivo. Pent¨¢gonos dentro de pent¨¢gonos. Cifra geom¨¦tricamente m¨¢gica entre la geometr¨ªa tal vez trapezoidal de la pe?a Oroel y la pir¨¢mide abstracta del fuerte del Rapit¨¢n. Jaca est¨¢ cuajada de leyendas que hay que escuchar en la boca cantarina de un jaqu¨¦s o jaquesa. Hay visitas guiadas para ver la Ciudadela y su museo de miniaturas. All¨ª aprendemos de d¨®nde proviene el dicho ¡°A buenas horas, mangas verdes¡±. ?Ustedes lo saben? Pues vayan a Jaca y que alguien se lo cuente.
Marta Sanz es autora de la novela Clav¨ªcula (Anagrama).
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