10 autores celebran el n¨²mero 1.000 de ¡®El Viajero¡¯
La edici¨®n en papel del suplemento de viajes de 'El Pa¨ªs' alcanza las cuatro cifras y para festejarlo diez escritores recuerdan la experiencia viajera que m¨¢s les ha fascinado en su vida
Un emocionante paseo en barco en las cataratas del Iguaz¨², un encuentro con gorilas, la geograf¨ªa humana de Cuba y la efervescencia de C¨®rdoba, Viena y Shangh¨¢i. Diez colaboradores de 'El Viajero' recuerdan el viaje de sus vidas para conmemorar el n¨²mero 1.000 del suplemento.
1 Un piano entre icebergs, por Carlos Pascual
Bah¨ªa de Disko (Groenlandia)
No s¨¦ de d¨®nde ven¨ªamos ese d¨ªa, la verdad. Tal vez de caminar a lomos del mayor glaciar de la isla m¨¢s grande del planeta, el Ilulissat, o de vagar por Sisimiut, un poblado flotando como un iceberg de colorines, hasta dar, oh sorpresa, con un bareto que anunciaba ¡°tapas¡±, sic, en el fin del mundo. Tampoco puedo decir que me pillara de sorpresa el concierto.
En los ratos muertos de navegaci¨®n, a bordo del barco de Hurtigruten, hab¨ªa escuchado un piano en vivo en alguna parte. Era un pianista alem¨¢n que ensayaba para la fiesta final del crucero. Debussy, Liszt y Chopin. Lleg¨® el gran d¨ªa, o la gran noche, porque al ser verano la bah¨ªa de Disko flotaba en horas y luces imprecisas, irreales. Por las cristaleras del barco asomaban fiordos y picachos violetas, formidables; no creo que Roy, el replicante rubio de Blade Runner, viera cosa igual junto a la Puerta de Tannh?user. Con una diferencia: los momentos de Blade Runner se perder¨ªan en el tiempo como l¨¢grimas en la lluvia; nosotros, en cambio, guardar¨ªamos para siempre aquellos instantes navegando en la galaxia de la m¨²sica. ?O fue en Groenlandia?
Carlos Pascual es periodista y traductor de Viaje de Egeria (La L¨ªnea del Horizonte), un texto del siglo IV.
2 Mientras sorb¨ªa un mojito en la plaza, por Ana Esteban
Trinidad (Cuba)
Hay lugares que recuerdas por el impacto de su belleza, como si en su arquitectura o su paisaje todo se hubiera dispuesto en una imagen perfecta solo para que t¨² lo vieras. Pero otros lugares permanecen en ti porque establecen una conexi¨®n inmediata con lo que te conmueve, igual que cuando conoces a alguien que te dejar¨¢ huella. A Trinidad la llaman la Bella Durmiente, y tienen raz¨®n porque, como casi todo en Cuba, parece dormida, acostada en su lecho de calles empedradas y vestida con los colores de su arquitectura ruinosa. Bajo la luz caribe?a, su ajado rostro aparece deslumbrante, pero, como ocurre en toda Cuba, Trinidad no ser¨ªa m¨¢s que una postal pintoresca sin sus habitantes: el hombre que contaba lentejas en su zagu¨¢n y me ense?¨® su casa, los cr¨ªos que jugaban en los callejones o compraban guarapo, las mujeres con las que charl¨¦, los vendedores del mercado, los m¨²sicos, las parejas que por la noche bailaban son en la plaza mientras sentada en los escalones sorb¨ªa el mojito. Si como destino pudiera escoger la gente, entonces dir¨ªa que mi sitio favorito es la gente de Cuba, la gente de Cuba en Trinidad.y profunda despu¨¦s.
Ana Esteban es autora del libro de relatos Peces de charco (editorial Baile del Sol).
3 El ruido hac¨ªa retumbar el suelo, por Esther Garc¨ªa Llovet
Iguaz¨² (Argentina)
El viaje m¨¢s raro del mundo es el que te lleva a viajar en el tiempo, no en la historia sino en el tiempo a escala milenaria. Mi primer salto pleistoc¨¦nico fue a Iguaz¨². Hab¨ªa ido a Buenos Aires, en 1998, y viaj¨¦ por todo el pa¨ªs hasta el parque nacional. Recuerdo la tierra roja, oxidada, el contraste contra el verde jugoso de las hojas gigantescas de las 100.000 especies de plantas. Camin¨¦ cerca de tres horas por un camino sin tr¨¢fico hasta que llegu¨¦ a las cataratas. El ruido era tan fuerte que hac¨ªa retumbar el suelo. Hab¨ªa llegado entre dos turnos de visita y el gu¨ªa, un chaval muy joven, me pregunt¨® si fumaba. Le ofrec¨ª tabaco y entonces me dijo que si quer¨ªa me llevaba sola, antes de que llegaran los dem¨¢s. El barquito era apenas un fueraborda. Nos acercamos a no recuerdo cu¨¢l de las cataratas. Llegamos casi a los pies, mir¨¦ hacia arriba. Hab¨ªa p¨¢jaros que atravesaban la catarata, est¨¢bamos empapados, no pod¨ªa ni o¨ªrme pensar con el ruido, m¨¢s arriba se cruzaban dos arco¨ªris y m¨¢s arriba todav¨ªa estaba la cara de Dios.
Esther Garc¨ªa Llovet es autora de C¨®mo dejar de escribir (Anagrama).
4 En el tren inca de Tint¨ªn, por Ana Dom¨ªnguez Siemens
Laguna de Paca (Per¨²)
Un verano que pas¨¦ en Lima vinieron a visitarme dos amigos y decidimos emprender un viaje a Jauja. Nos motivaban ideas un poco peregrinas como el ir hasta Huancayo en un tren que sal¨ªa en el cuento Tint¨ªn en el pa¨ªs de los incas. Era el tren que m¨¢s altitud alcanzaba en toda Sudam¨¦rica y en ¨¦l un se?or con bata blanca circulaba con una rudimentaria bomba de ox¨ªgeno enchufando el pitorro a todos los que iban sufriendo de mal de altura. Los paisajes que vimos en aquel viaje de muchas horas merec¨ªan en s¨ª mismos la aventura. Una vez all¨ª, nos recomendaron un hotelito en la Laguna de Paca. Hicimos tiempo para ir a cenar y entonces nos enteramos de que no hab¨ªa nada de comer, el cocinero se hab¨ªa ido con la llave de la cocina. Adem¨¢s, nos dieron unas velas porque a las nueve quitaban la luz. Hambrientos nos levantamos al d¨ªa siguiente para descubrir esa laguna maravillosa y, a continuaci¨®n, Jauja, un pueblo con un alegre mercado. Aunque nunca supimos por qu¨¦ est¨¢ vinculada a este lugar la famosa expresi¨®n sobre un enclave m¨ªtico donde no hay que trabajar, siempre nos encant¨® repetir que hab¨ªamos ido a Jauja.
Ana Dom¨ªnguez Siemens es periodista y comisaria de exposiciones de dise?o.
5 Ret¨ªcula m¨¢gica bajo los pies, por Marta Sanz
C¨®rdoba (espa?a)
Quiero vivir lo maravilloso a la vuelta de la esquina. O lo vulgar dentro de lo maravilloso. Un mago de Oz funcionarial aparece en el camino de baldosas; el conejo blanco consulta su reloj. Me encantan esas ciudades que no puedo comprender mientras paseo. Ret¨ªcula m¨¢gica bajo los pies y una acumulaci¨®n de im¨¢genes que se quedar¨¢n dentro de m¨ª, como pinchazos, cuando pierda la memoria. No sabr¨¦ descifrarlas, pero me producir¨¢n bienestar: la plaza del Museo Arqueol¨®gico que nunca encuentro a la primera; la foto contra un muro blanco de la Juder¨ªa: parecemos los H¨¦roes del Silencio; Mezquita, templo pre?ado de templo, y patio de los Naranjos en agosto; lo siniestro religioso del Cristo de los Faroles y el secreto uterino de los patios; el potro y las mujeres de Romero de Torres; rendijas para llegar a lugares; el dentro del dentro; estatuas peque?as que huelen a jazmines; Alc¨¢zar de agua descendente; la Corredera y las cortinas de estampado opi¨¢ceo ¡ªamapolas¡ª en un hostal que ya no s¨¦ si existe; exquisiteces de la cocina moz¨¢rabe¡ Las historias en la piedra y las que se inventan en cada rinc¨®n. Soy muy feliz cada vez que vuelvo a C¨®rdoba.
Marta Sanz, premio Herralde de Novela de 2015 por Far¨¢ndula, es autora de Clav¨ªcula (Anagrama).
6 El volc¨¢n sagradode los bubis, por Javier Montes
Bioko (Guinea Ecuatorial)
La visi¨®n m¨¢s inolvidable de todos mis viajes fue el fondo del cr¨¢ter gigantesco de la Caldera de Luba, en la isla de Bioko, en Guinea Ecuatorial. Para escalar hasta su borde hab¨ªa que contratar a gu¨ªas y porteadores en una de las aldeas bubis de sus faldas y ascender durante todo un d¨ªa por la selva, abri¨¦ndose camino a machetazos.
Acampamos como pudimos en la cresta, ya de noche cerrada. A esa altura solo crec¨ªa la hierba y una especie de jaras arborescentes y fragantes. A la ma?ana siguiente nos despertaron los monos y el zumbido de millones de abejas silvestres. Durante media hora escasa el sol hizo ascender y evaporarse la niebla perpetua que cubre el circo perfecto del cr¨¢ter, y vimos all¨¢ abajo, entre la jungla impenetrable, los caminitos y los hilillos de humo (?o era vapor de agua?) del ¡°poblado de los esp¨ªritus¡±, donde seg¨²n los bubis viven despu¨¦s de morir sus h¨¦roes y guerreros. Luego las nubes, en un minuto, volvieron a esconderlo todo. Solo a?os m¨¢s tarde, en 2007, una expedici¨®n cient¨ªfica consigui¨® descolgarse por primera vez por las paredes verticales del cr¨¢ter. As¨ª que esa fue la ¨²nica vez (y ¨²ltima, supongo) en que vi de lejos un pedazo de la Tierra verdaderamente virgen.
Javier Montes es autor de la novela Varados en R¨ªo (Anagrama).
7?La casa de cristal en el bosque de aguacates,?por Anatxu Zabalbeascoa
S?o Paulo (Brasil)
En Morumbi, al sureste de S?o Paulo, hay una vivienda m¨ªtica que la arquitecta italiana Lina Bo Bardi se construy¨® al llegar a Brasil, en 1951. Se llama la Casa de Cristal y los libros de arquitectura alaban su integraci¨®n en un bosque de aguacates. En realidad no est¨¢ integrada. Sus vidrios y paredes blancas coronan la colina como un flamenco posado sobre sus patas/pilotis. La casa retrata a la joven Lina, que huy¨® no tanto del fascismo en Italia como de la pobreza de la posguerra, y delata una cultura europea muy poco dubitativa, m¨¢s basada en la teor¨ªa que atenta a la vida. Poco a poco, Bo Bardi conoci¨® Brasil, se alej¨® de teor¨ªas y se acerc¨® a lo que ve¨ªa. Su obra se transform¨®. En S?o Paulo, el edificio SESC Pomp¨¦ia explica ese cambio. Pero lo m¨¢s fascinante de Morumbi es que vas a visitar la m¨ªtica casa y te topas con la realidad de la favela de Parais¨®polis, una de las m¨¢s grandes de Brasil, convertida en barrio de clase media. El l¨ªmite entre ese vecindario y uno donde abundan los jacuzzis en las terrazas retrata nuestro tiempo. En menos de un siglo, los antiguos campos del introductor del cha (el t¨¦) en Brasil, John Rudge, se han convertido en un microcosmos del mundo.
Anatxu Zabalbeascoa es autora de varios libros sobre arquitectura y del blog Del tirador a la ciudad.
8 No mires a los ojos al gran gorila, por Isidoro Merino
Virunga (Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo)
Que cargue contra ti un gorila impone. Aunque antes te hayan instruido sobre lo que has de hacer: quedarte quietecito, con la cabeza gacha y en actitud sumisa, y sin mirarle a los ojos. Rugen, se golpean el pecho y parece que te van a descuartizar. Aparte del susto y de las hormigas que te comen vivo mientras est¨¢s agachado, el encuentro con un espalda plateada, como se conoce a los grandes machos de gorila, en su medio natural es una experiencia emocionante como pocas. Los gorilas son salvajes y misteriosos. Son enormes y melanc¨®licos. Son primates, como nosotros. Los ataques a humanos son raros. Yo tuve la inmensa suerte de compartir unas horas con ellos en el parque nacional de los Montes Virunga. Fue en el verano de 1984. La Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo a¨²n se llamaba Zaire y una compa?¨ªa a la que probablemente hoy no dejar¨ªan volar en Europa te llevaba, con una escala en Bruselas, hasta Kinsasa y de all¨ª a Goma, en la regi¨®n de los Grandes Lagos, donde los ni?os te llamaban ?mutsumbu (blanquito) y fabricaban juguetes de alambre antes de que la ciudad se convirtiese en un inmenso campo de refugiados. Un viaje ¨²nico a un mundo perdido.
Isidoro Merino es autor de Mil maneras est¨²pidas de morir por culpa de un animal y del blog El viajero astuto.
9 La bola dorada que lo cambi¨® todo, por?Mercedes Cebri¨¢n
Viena (Austria)
Demasiado palaciega¡±, ¡°Todo es muy rimbombante¡±. Estas frases me acompa?aron en mi primera visita a Viena en 2016. Cre¨ªa que mi viaje transcurrir¨ªa en un decorado rococ¨® poblado por serios Damen und Herren con abrigo Loden. Pero fue ver aparecer en Karlsplatz el Pabell¨®n de la Secesi¨®n, con esa bola dorada de hojarasca en la c¨²spide, y olvidarme de esos prejuicios; lo mismo me ocurri¨® al admirar por las calles c¨¦ntricas como Graben o Kohlmarkt la vestimenta de esa gente tan de negro, tan de abrigo de buen pa?o. Creo que no parpade¨¦ durante los cinco d¨ªas que pas¨¦ all¨ª para evitar perderme alg¨²n detalle de su museo Hofmobiliendepot, lleno de reclinatorios y orinales de la emperatriz Sissi, o para mirar La torre de Babel, de Brueghel, en el museo Kunsthistorisches y procesar la obra de Schiele en el Leopold. Y si he de elegir un caf¨¦, me decanto por el Jelinek, no solo porque su nombre coincida con el apellido de la premio Nobel Elfriede, sino por sus huevos pasados por agua y su estufa de hierro. Viena es para gente que ans¨ªa mantas de lana y un vasito de agua junto al caf¨¦ cortado; que gusta de hurgar en tiendas de cachivaches, y que venera al doctor Freud y peregrina a su casa de Berggasse.
Mercedes Cebri¨¢n es autora de la novela El genuino sabor (Random House).
10 Vor¨¢gine en el delta del r¨ªo Yangts¨¦, por Anna Borr¨¤s
Shangh¨¢i (china)
Shangh¨¢i puede aturdir o encandilar. Es una ciudad de contrastes bell¨ªsimos. A un lado del r¨ªo Huangpu se sit¨²a el flamante barrio de Pudong, con sus rascacielos y grandes avenidas ¡ªdominado por la acristalada estructura del Shanghai World Financial Center, con 492 metros de altura¡ª; del otro, el Bund, nost¨¢lgico con sus edificios de origen neog¨®tico, neorrom¨¢nico y neocl¨¢sico alrededor de los cuales se abre un d¨¦dalo de calles que invita al viaje por la historia de la urbe. Shangh¨¢i es una capital gastron¨®mica con una irresistible fusi¨®n de sabores, fruto de su intensa existencia a lo largo de los ¨²ltimos dos siglos. Fascinante arraigo de tradiciones que perviven en la vor¨¢gine de la contemporaneidad, donde los expats (los expatriados) han creado su propio universo de restaurantes, tiendas bio y helader¨ªas chic a pocas manzanas de donde las familias chinas siguen degustando sus guisos tradicionales y tomando como tentempi¨¦ patas de pollo aderezadas con soja. La gran ciudad del delta del r¨ªo Yangts¨¦, con su neblina perpetua, sus lluvias intensas, su t¨®rrido verano y su extensi¨®n inabarcable, ofrece, cual matrioshka, m¨²ltiples realidades y seduce. ?Y mucho!l skyline de una de las metr¨®polis m¨¢s impactantes del mundo aparece en el horizonte tras un trayecto en tren tan veloz -a m¨¢s de 400 kil¨®metros por hora?- que en apenas veinte minutos te acerca al coraz¨®n de esta urbe de infinitos matices. El espectacular Shangh¨¢i, gigante financiero y comercial, en la que a¨²n se respira el recuerdo de la no muy lejana ocupaci¨®n de las potencias occidentales en la Concesi¨®n Francesa, que se mezcla con algunos min¨²sculos recodos en los que se perciben vestigios de la milenaria cultura china.
Anna Borr¨¤s es periodista y fue directora de la revista Viajes National Geographic durante 11 a?os.
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