Cild¨¢ , tertulias al calor de la chimenea

Qu¨¦ pod¨ªa hacer Raquel Rodr¨ªguez Alonso, una joven licenciada en Econ¨®micas, en su pedan¨ªa natal de 45 habitantes subsidiaria del ecosistema tur¨ªstico de la Monta?a Palentina? Pues construir un hotelito de seis habitaciones en dos plantas abuhardilladas justo enfrente de la casa de sus padres. Su armaz¨®n hueco le procura un atrio hogare?o desde el que prestar atenci¨®n a los hu¨¦spedes y asomarse a la casa familiar.

El hotel toma su nombre del cerro que se significa m¨¢s en el valle por los asentamientos neol¨ªticos e ib¨¦ricos embrionarios del importante pasado visigodo y romano que tuvo la comarca. De hecho, el vocablo es una desinencia c¨¢ntabra de civitas, ciudad. Su altitud de 975 metros ofrece unas estupendas vistas del ca?¨®n de la Horadada y un gran n¨²mero de senderos para recorrer tanto en invierno como en verano. Claro que hasta hoy la clientela mayoritaria del establecimiento llega por trabajo o reuniones corporativas en las muchas empresas galleteras que dan fama a Aguilar de Campoo, municipio al que pertenece este pueblo.

Raquel los trata a todos por igual. Conoce sus costumbres e incluso sus aspiraciones. El desayuno, desde el amanecer si hace falta, invita a deleitarse con la boller¨ªa casera que su madre ayuda a elaborar cada d¨ªa. No hay cenas en la casa, dada la nutrida oferta de restaurantes en la zona, empezando por el cercano El Convento de Mave, donde ella aprendi¨® los rudimentos de la profesi¨®n hostelera. Aunque no falta un platillo de quesos y embutidos como apa?o cuando el cuerpo pide cama y chimenea. Las tertulias nocturnas son, a veces, el mejor pretexto para quedarse despierto un rato m¨¢s.

Una claraboya central ilumina el pasillo que distribuye los dormitorios. Son todos sencillos y relucientes de nuevos, sin ninguna afectaci¨®n ornamental. Una cama, una silla, unos apliques de lectura y poco m¨¢s. Eso s¨ª, los colchones tienen buen apresto y unos cojines mullidos para tumbarse a leer o admirar el panorama exterior. Tres dormitorios proyectan una peque?a terraza con mesas y sillas. El primero, abajo, est¨¢ adaptado a personas con movilidad reducida. El tercero a?ade a lo esencial una zona de estar amueblada con un butac¨®n de ¨¦poca. El ¨²ltimo, m¨¢s al resguardo de la madera, depara como lujo principal una ba?era de patas.