Cuatro ciudades para alucinar en Jap¨®n
Rascacielos en la electrizante Tokio, templos en Kamakura, jardines zen en Kioto y el parque de Nara. Un viaje inici¨¢tico por un destino de moda
Si vamos a emprender nuestro primer viaje a Jap¨®n, lo mejor es limitarse. El primer dato a tener en cuenta es que se trata de un archipi¨¦lago de m¨¢s de 6.800 islas que, en total, ocupa una superficie de 378.000 kil¨®metros cuadrados. En esos territorios dispersos, en los que conviven ca¨®ticas megal¨®polis con barrios o aldeas que parecen anclados en el pasado, viven 130 millones de personas con creencias, costumbres, gastronom¨ªas y culturas locales muy diversas, lo que implica que el viajero prudente debe renunciar a priori a toda pretensi¨®n de exhaustividad. Eso sin contar con el choque cultural que experimenta inevitablemente el visitante occidental ante los comportamientos cotidianos, desde el protocolo t¨¢cito de inclinaci¨®n que adoptan para las reverencias con las que los japoneses saludan o expresan respeto (leve ¡ª?eshaku¡ª entre amigos, mayor ¡ªkeirei¡ª para los mayores o jefes y a¨²n m¨¢s inclinada ¡ªsaikeirei¡ª para disculparse o agradecer) hasta el elaborado uso del lenguaje corporal, el gusto por la utilizaci¨®n de uniformes o la sofisticada tecnolog¨ªa de los retretes. A pesar de que la globalizaci¨®n ha propiciado un mundo m¨¢s homog¨¦neo, lo cierto es que en Jap¨®n el viajero no cesa de sorprenderse nunca.
La mayor parte de la poblaci¨®n se concentra en las grandes ciudades de las cuatro islas principales: Hokkaido, Honshu, Shikoku y Kyushu. En Honshu, la m¨¢s extensa, se encuentran algunas de las ciudades que m¨¢s nos suenan: Tokio, Kioto, Yokohama, Osaka e Hiroshima. En un primer viaje vamos a limitarnos a un periplo abarcable en 10 o 12 d¨ªas y f¨¢cilmente realizable utilizando trenes (es fundamental conseguir el Japan Rail Pass antes de emprender ruta) y transporte p¨²blico. Visitaremos Tokio, la megal¨®polis que cada d¨ªa atrae a m¨¢s viajeros de todo el mundo; Kioto, la aut¨¦ntica capital cultural del Jap¨®n, y dos ciudades monumentales distantes a menos de una hora en tren de cada una de ellas: Kamakura y Nara. Y una recomendaci¨®n: en la estupenda p¨¢gina web japonismo.com y en muchos de los foros japonistas creados y mantenidos por expertos viajeros encontrar¨¢n todo tipo de informaciones pr¨¢cticas contrastables, as¨ª como indicaciones ¨²tiles sobre costumbres, alojamientos, gastronom¨ªa y otros aspectos importantes.
Tokio
Levantada en la llanura de Kanto, regada por el r¨ªo Sumida, y bordeando la bah¨ªa que lleva su nombre, Tokio no es una capital antigua. Su verdadera fundaci¨®n se remonta a finales del siglo XVI, cuando el shogun Tokugawa Ieyasu decidi¨® construirse una fortaleza en la antigua aldea de pescadores conocida por el nombre de Edo. Desde entonces, Tokio ha soportado asedios, incendios, terremotos (el de 1923 fue el peor), tifones y destrucciones de barrios enteros a cargo de los bombarderos B-29 durante la Segunda Guerra Mundial. Todo lo cual no ha impedido que en la actualidad su monstruosa ¨¢rea metropolitana ¡ªservida por una de las redes de metro y ferrocarril m¨¢s densas del planeta¡ª albergue a m¨¢s de 30 millones de personas, y su centro, a m¨¢s de 13 millones. Es ese centro, dividido en 23 barrios, cada uno con su propia personalidad, el que atrae a los viajeros de todo el mundo.
En Tokio lo viejo y lo nuevo conviven incluso en los mismos barrios: no es nada extra?o que a la vuelta de las rutilantes y bulliciosas avenidas de Shibuya se escondan peque?os templos budistas, o que tras los rascacielos de Shinjuku ¡ªconstruidos sobre suelos m¨¢s resistentes a los se¨ªsmos¡ª se extiendan callejuelas (como en el distrito de Golden Gai) con peque?as tabernas (izakayas) y bares de copas en los que, a la salida del trabajo, se mezclan salarymen (ejecutivos) y turistas. Una magn¨ªfica panor¨¢mica de la ciudad puede obtenerse en observatorios como el del impresionante edificio del Ayuntamiento (T?ch?) en Shinjuku, desde el que en los d¨ªas claros puede verse el monte Fuji, o por medio de un crucero por el Sumida, en un trayecto que conduce desde el popular distrito de Asakusa (en el que es imprescindible la visita al templo Senso-ji y al d¨¦dalo de calles repletas de puestos que lo rodean) hasta Odaiba, un barrio ultramoderno ganado al mar. En la cercana isla de Toyosu estar¨¢, posiblemente a partir de octubre, la nueva sede del c¨¦lebre mercado de pescado de Tsukiji.
Mientras Tokio se lava la cara y modifica su perfil urbano con vistas a los Juegos Ol¨ªmpicos de 2020, un acontecimiento que atraer¨¢ a millones de visitantes, el viajero tiene donde elegir: docenas de importantes museos (imprescindible el Museo Nacional, en el Parque Ueno); centenares de templos budistas y santuarios sinto¨ªstas (como el de Meiji Jingu, en el soberbio parque Yoyogi); jardines y parques exquisitamente cuidados (como el del Palacio Imperial); barrios horizontales como Yanaka, donde se conserva una atm¨®sfera tranquila y algo pueblerina que contrasta con el frenes¨ª de Akihabara, la ¡°ciudad el¨¦ctrica¡± en la que se abastecen los otaku, obsesos de tecnolog¨ªa, mangas y mu?ecos de toda clase, o de Shibuya, un centro de consumo cuya agresiva iluminaci¨®n lo convierte en una especie de Times Square multiplicado por 10, y en el que, a horas punta, las multitudes parecen interpretar un enloquecido ballet humano.
Los barrios de la ciudad son tambi¨¦n museos vivos de la vida de los tokiotas y de sus distintas tribus urbanas. Ginza y Omotesando, dos de los distritos que albergan m¨¢s marcas de lujo (Issey Miyake, Shiseido, Herm¨¨s, Prada, Armani, Bulgari) y en los que el metro cuadrado cuesta una aut¨¦ntica fortuna, reciben cada d¨ªa a miles de curiosos dispuestos a besar escaparates de productos inasequibles para la inmensa mayor¨ªa. Nada que ver, por ejemplo, con Jimbocho, en cuyas calles se concentran las librer¨ªas de viejo, o con Roppongi, un barrio de negocios y rascacielos cuyos bares de copas atraen a los amantes de la noche. Hay un Tokio para cada gusto: calles m¨¢s bien canallas, como las de Kabuki-cho (un barrio rojo muy turistizado, en el que se acumulan las saunas er¨®ticas, las casas de masajes, los sex shops y los clubs de striptease) o Takeshita-dori, en el vibrante barrio de Harajuku, a la que los a?os han convertido en una especie de Carnaby Street venida a menos que sigue atrayendo a turistas deseosos de fotografiar a cosplays g¨®ticas ataviadas con trajes de hadas y hero¨ªnas de manga.
Kamakura
Despu¨¦s de la inmersi¨®n en Tokio, Kamakura, situada a 50 kil¨®metros al sur de la capital y a la que es f¨¢cil llegar en tren, supone un oasis de tranquilidad y recogimiento. Rodeada de colinas y ba?ada por el mar, entra de lleno en la historia en el siglo XII, cuando el cruel shogun Minamoto no Yoritomo la convierte en sede del primer Gobierno feudal de Jap¨®n. Kamakura conserva uno de los m¨¢s impresionantes conjuntos de templos y santuarios de todo el pa¨ªs, y sus playas de arena gris suelen verse repletas de ba?istas en verano. El viajero que acuda para pasar solo un d¨ªa deber¨¢ elegir entre la incre¨ªble oferta monumental. Entre lo m¨¢s destacable es preciso citar el gigantesco templo budista de Engaku-ji, fundado en el siglo XIII y reconstruido tras el terremoto de 1923. Se trata de un conjunto religioso que alberga diversos pabellones y edificios sagrados y que cuenta con un peque?o cementerio en el que est¨¢, casi escondida, la tumba del gran cineasta Yasujiro Ozu (1903-1963). Otros monumentos imprescindibles son el templo Kencho-ji, emplazado en un bosque de cedros, y el santuario sinto¨ªsta Tsurugaoka Hachimangu. Pero sin duda el lugar m¨¢s visitado en Kamakura es el Daibutsu o Gran Buda, la segunda mayor estatua que el fundador del budismo tiene en Jap¨®n. Construida en 1252, ha resistido a tifones, incendios y terremotos. La enorme estructura de bronce representa a Buda meditando, con una sonrisa enigm¨¢tica y, en medio de su frente, una especie de bucle de plata puntiagudo a modo de un tercer ojo con el que ilumina a la humanidad para sacarla de las tinieblas.
Kioto
Dos horas y 40 minutos en el tren bala (Shinkansen) separan Tokio de Kioto. Rodeada de monta?as que la han protegido de los tifones y terremotos que afectan al litoral, fue la capital imperial durante casi un milenio. Ese privilegio, unido al hecho de que fuera deliberadamente preservada de los devastadores bombardeos estadounidenses, ha concentrado en ella un patrimonio cultural tan rico y variado que la han convertido en la aut¨¦ntica capital cultural del pa¨ªs. Kioto, a la que intent¨® evangelizar (en vano) el jesuita Francisco Javier en el siglo XVI, es tambi¨¦n la ciudad de la tradici¨®n, de las geishas y maikos (aprendices de geisha), de las casas de t¨¦ tradicionales (ochaya), de los quimonos y de las recoletas callejas del barrio de Gion, en el que abundan las antiguas casas de madera (machiya) y acogedoras izakayas donde puede degustarse aut¨¦ntica gastronom¨ªa kaiseki. Pero Kioto es tambi¨¦n una ciudad moderna y vibrante, en la que se concentra buena parte de la industria cinematogr¨¢fica japonesa y el mayor museo de manga del mundo, y en cuyo centro, trazado en el siglo VIII seg¨²n un dise?o de cuadr¨ªcula, se levantan elegantes almacenes en bulliciosas avenidas comerciales, adem¨¢s de una enorme red de galer¨ªas cubiertas que albergan todo tipo de tiendas y el atiborrado mercado de comida Nishiki.
Cualquier ¨¦poca es buena para visitar Kioto, pero uno de sus grandes momentos tiene lugar durante la sakura, en primavera, cuando florecen los cerezos de las callejas y canales cercanos al r¨ªo Kamo o los que bordean el c¨¦lebre Camino de la Filosof¨ªa, y los japoneses acuden a la ciudad para la popular celebraci¨®n anual de la belleza y fugacidad de la vida.
Hacerse una idea de lo que Kioto ofrece requiere varios d¨ªas. Si lo que desea el viajero es limitarse a los monumentos declarados patrimonio mundial, tiene docenas para elegir. El palacio imperial y el castillo Nijo son los m¨¢s importantes monumentos civiles. En cuanto a los religiosos, los m¨¢s visitados son, adem¨¢s del Pabell¨®n Dorado (Kinkaku Ji) y el Pabell¨®n de Plata (Ginkaku Ji), los templos de Toji (con su pagoda de cinco pisos), de Nishi-Honganji, de Kiyomizu-dera, de Ryoanji ¡ªen el que puede admirarse uno de los m¨¢s hermosos jardines zen de grava y piedra¡ª y el complejo budista de Chion-in, con sus edificios construidos en lo alto de una colina. Entre los santuarios sinto¨ªstas destaca el de Shimogamo-jinja y, sobre todo, el c¨¦lebre Fushimi Inari-Taisha, con sus miles de toris de color rojo vivo formando un tupido pasillo a lo largo de una monta?a que recorren los peregrinos.
Nara
Nara, a 42 kil¨®metros al sur de Kioto, fue la primera capital de Jap¨®n y, al igual que Kamakura, sus monumentos principales pueden visitarse en un solo d¨ªa utilizando los autobuses que parten de las cercan¨ªas de la estaci¨®n. El templo Todai-ji, en pleno parque de Nara, es la sede religiosa de la rama budista Kegon, introducida en Jap¨®n en el siglo VIII por el bonzo chino Dosen; su pabell¨®n principal, al que se accede a trav¨¦s de la gigantesca puerta Nandaimon, es el mayor edificio de madera del mundo y en ¨¦l se aloja, adem¨¢s de otras estatuas, un Daibutsu (buda gigante) en bronce mayor que el de Kamakura. Entre los otros monumentos que merecen el viaje a Nara destacan el santuario de Kasuga Taisha y el templo Kofukuji, con su airosa pagoda de cinco pisos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.