24 horas en Santo Domingo, m¨¢s all¨¢ de las playas
Las laber¨ªnticas Casas Reales, el Palacio Nacional, la primera catedral de Am¨¦rica y el fuerte Ozama. Historia y ritmos caribe?os en una ciudad vital y sorprendente
Dice alguien Rep¨²blica Dominicana, y a cualquiera le viene a las mientes una estampa de playas lechosas, palmeras indolentes y aguas turquesa en Punta Cana, B¨¢varo, Puerto Plata, y tal vez tambi¨¦n Bah¨ªa de las ?guilas o la pol¨ªcroma Saman¨¢. La capital, Santo Domingo, es la convidada de piedra en ese imaginario, la gran ausente. Para muchos es la mera puerta de entrada al pa¨ªs ¡ªo ni siquiera, si se llega en vuelo ch¨¢rter¡ª. Y sin embargo Santo Domingo debe figurar entre las m¨¢s ilustres ciudades coloniales de Am¨¦rica. Por delante de todas las dem¨¢s, incluso. Porque fue la primera en todo. Primera en obtener rango de ciudad (1498), en tener el primer fort¨ªn de piedra, primera catedral de Am¨¦rica, primera Audiencia, primera Universidad, primer hospital¡
Los enredos pol¨ªticos del pa¨ªs desde el siglo XIX han empolvado un tanto su legado, reconocido por la Unesco en diciembre de 1990 como patrimonio mundial. A esa herencia, en feliz y constante recuperaci¨®n, se suma ahora una vitalidad extraordinaria, que deja perplejos a muchos visitantes.
09.00 Casitas de colores
La ciudad engloba los primeros hitos espa?oles en Am¨¦rica. Habr¨ªa que empezar en el Fuerte Ozama (1), que vigila la confluencia del r¨ªo de mismo nombre con el mar Caribe. Desde lo alto de su recia atalaya se tiene a los pies, rendida, la ciudad colonial, con la catedral (2) justo enfrente. Esta fue la primera (y primada) de Am¨¦rica. Bajo sus b¨®vedas isabelinas estuvo enterrado Crist¨®bal Col¨®n, hasta que sus huesos fueron llevados a Sevilla; el cenotafio de aqu¨ª se traslad¨® en 1992 a un complejo mamotr¨¦tico, al otro lado del r¨ªo, conocido como Faro de Col¨®n (3), donde se exhiben adem¨¢s cartularios, mapas y chismes relacionados con el Descubrimiento (1492). Queda al lado de la catedral la barroca iglesia de Santo Domingo, donde estuvo la primera universidad americana. Por la calle de Hostos se llega a las ruinas de San Nicol¨¢s (4), donde estuvo el primer hospital del Nuevo Mundo. Y subiendo un repecho con casitas de colores se alcanzan las ruinas de San Francisco (5), manzana de la discordia. El Ayuntamiento convoc¨® un concurso para hacer algo en ellas, lo gan¨® el arquitecto espa?ol Rafael Moneo con un proyecto colosal, que convertir¨ªa aquel polvo de ladrillos en centro cultural vanguardista, capaz de galvanizar y resucitar al barrio entero. Habl¨® el pueblo soberano, dijo que era algo muy atrevido, y San Francisco se ha quedado en el limbo.
12.00 Una farmacia del siglo XVIII
Bajando ese altozano se llega enseguida a la inmensa plaza de Espa?a, verdadero ombligo c¨ªvico y tur¨ªstico de la ciudad. Sirve de alfombra al edificio m¨¢s ic¨®nico de Santo Domingo, el Alc¨¢zar de Col¨®n (6) (Diego, el hijo). Dentro se respira una atm¨®sfera virreinal¡ casi de cine. Y es que todo es puro atrezo, aunque las piezas sean legales y valiosas; el Alc¨¢zar, en grabados no tan antiguos, se ve como pura ruina. M¨¢s inter¨¦s si cabe tienen las vecinas Casas Reales (7), complejo que requiere tiempo, pues aquello parece un laberinto de patios, galer¨ªas, salas, todo lleno de piezas de valor, incluyendo una farmacia del siglo XVIII y un ostentoso sal¨®n de trono. Las calles en derredor no pueden ser m¨¢s evocadoras, con casitas bajas y alegres, calesas tiradas por caballos, buganvillas escalando las tapias, farolas en muros desconchados, helechos y colores tropicales.
14.00 Sancocho y m¨²sica
La m¨¢s emblem¨¢tica (y primera del Nuevo Mundo) es la calle de las Damas (8), orillada de casas nobles ¡ª?algunas convertidas en hoteles con encanto¡ª. A esta calle se abre el Pante¨®n de la Patria, en la antigua iglesia de los jesuitas. A unos pasos, en la misma acera, otra mansi¨®n aloja la Kah Kow Experience, un escaparate interactivo sobre el mundo del cacao. ?nica es tambi¨¦n la peatonal calle del Conde (9); parece un jard¨ªn, a un lado y otro se alinean terrazas y restaurantes tentadores como el Caf¨¦ Segafredo, un cl¨¢sico, o el Jalao, cita obligada para for¨¢neos que quieran probar sabores isle?os (mofongo, sancocho, chimichurri, chivo criollo¡), aderezados por la noche con m¨²sica y espect¨¢culos. Algunos locales, como La Alpargater¨ªa (10), donde Ricardo y C¨¦sar siguen la tradici¨®n de sus abuelos ma?os confeccionando alpargatas sofisticadas, sirven tambi¨¦n comida ligera para tomarse un respiro en patios hondos y frescos como pozos.
17.00 ¡®La fiesta del Chivo¡¯
El centro hist¨®rico atrapa a los turistas; los dominicanos en cambio prefieren hacer vida en los malls, grandes almacenes que lo son todo: all¨ª se puede comer, hacer gestiones bancarias o ir de compras, ver una pel¨ªcula en el cine, tomarse un caf¨¦ o unas copas¡ Entre los m¨¢s veteranos y populares figuran?gora, Blue Mall, Galer¨ªa 360, Acr¨®polis Center, Downtown Center¡
Estos malls suelen estar en los ¡°ensanches¡± o barrios que arropan a la ciudad colonial, y son los centros de gravedad de la vida moderna, como el Ensanche Naco - Piantini. Por all¨ª est¨¢ el Palacio Nacional (11), sede presidencial ce?ida de jardines que luce espl¨¦ndida en la pel¨ªcu?la La fiesta del Chivo (2006), basada en la novela hom¨®nima de Mario Vargas Llosa que narra la ca¨ªda del dictador Le¨®nidas Trujillo. Volviendo al casco hist¨®rico, sus placetas son aut¨¦nticos ¡°salones¡± de convivencia, como la plaza-parque de Billini (12), donde destacan dos locales de moda, Lul¨² y Double¡¯s. A solo unos pasos, Dise?o Local Store (13) brinda artesan¨ªa isle?a y patios sombreados donde picar algo o tomar un refresco.
20.00 Noches de bachata
Otro atractivo recomendable en esa calle de Padre Billini, en el n¨²mero 52, es la multipremiada 4D Experience (14), donde se proyecta, entre otras, una pel¨ªcula sobre el ataque del pirata Drake en 1586. En la Casa de Teatro (15), casi al lado, aparte de exposiciones y espect¨¢culos, se puede escuchar m¨²sica en vivo o tomar una copa nocturna. Para espect¨¢culos a mayor escala, habr¨¢ que ir hasta la plaza de la Cultura, donde se encuentran el Teatro Nacional (16) y el hermoso (y enorme) Palacio de Bellas Artes (17).
M¨²sica para bailar merengue, bachata, salsa o son, en sitios de moda como El Sart¨¦n, Parada 77, Sabina Bar (18) (del ¡°flaco del bomb¨ªn y voz quebrada¡±)¡ Y para recogerse, un hotel hist¨®rico: El Embajador (avenida de Sarasota, 65) (19); por aqu¨ª han pasado y pasan pr¨®ceres, y se han rodado pel¨ªculas como El Padrino II, Lost City, La fiesta del Chivo y muchas otras. Remozado y gestionado por el grupo espa?ol Barcel¨®, brinda un oasis de lujo y, sin embargo, accesible.
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