Palacio Ico, sue?os en la Lanzarote de C¨¦sar Manrique

Seguramente, el genial C¨¦sar Manrique imaginaba que en cuanto incluyera el palacio m¨¢s se?ero de la villa de Teguise en su libro Lanzarote, arquitectura in¨¦dita, miles de artistas de todos los continentes se lo estar¨ªan rifando. Y as¨ª fue, m¨¢s o menos. Heidi Bucher, una pintora suiza amante de la buena arquitectura, lo adquiri¨® para utilizar sus 800 metros cuadrados de salones con dos patios interiores y unas airosas balconadas de madera como sede permanente de su obra, surtidor caudaloso de sus otras exposiciones temporales en el MOMA neoyorquino, el Pompidou parisiense o la Bienal veneciana.

Pero ah¨ª no ir¨ªa a terminar el favor manrique?o, que a fuerza de imaginaci¨®n y muchas reivindicaciones logr¨® convertir la isla entera en un colosal im¨¢n tur¨ªstico. El palacio de la princesa Ico, originario de 1690, ha acabado transform¨¢ndose en un hotel por iniciativa del abogado madrile?o Eduardo Riestra, que, con la ayuda de su mujer, Sonsoles L¨®pez, convencieron a la artista suiza para que se lo alquilara a cambio de preservar una suite con su obra y su esp¨ªritu indomable.

El edificio, como se dice en el archivo municipal, ¡°consta de dos plantas y un torre¨®n esquinero que conforman un patio central con aljibe, cuadra y capacidad suficiente¡±. A la sombra de unas palmeras se han instalado unas mesas con butacones que invitan al aperitivo meridiano. Un jardincito de plantas subtropicales acinturan el aljibe cuadrangular, entre la terraza, la recepci¨®n y las antiguas cuadras.

Las habitaciones se alinean, arriba y abajo, ambientadas en la econom¨ªa menesterosa del siglo XVII con la frescura tecnol¨®gica del microcemento en los ba?os y unas dimensiones principescas. Algunas hacen so?ar por sus artesonados a cuatro metros de altura, como la suite 09. Otras recogen el esp¨ªritu monacal de la antigua villa, como la suite 07. La 06 (la nupcial) ofrece dos estancias diferenciadas con suelos originales de madera del siglo XVIII y balcones privados, uno al interior y otro a la calle. La 04 se recoge en s¨ª misma desde un jard¨ªn privado henchido de buganvillas. Mientras que la suite 05, la de mayor tama?o, recuerda la sala de exposiciones que Heidi Bucher alberg¨® aqu¨ª durante a?os.

En su sencillez, la propuesta gastron¨®mica a¨²n tiene recorrido desde el merecimiento de un comedor apacible de madera que invita a no salir jam¨¢s del hotel.