Elantxobe, el final del camino
?nicamente su valor como fondeadero puede explicar la loca idea de construir una villa en la empinada falda este del cabo Ogo?o
A Elantxobe hay que ir, no es un lugar al que se llegue por casualidad. Est¨¢ en la reserva de la biosfera de Urdaibai, a solo 50 kil¨®metros de Bilbao, pero el camino es por una carretera llena de curvas y tiene esp¨ªritu de fin de trayecto.
Elantxobe es un puerto con pueblo, m¨¢s que un pueblo con puerto. ?nicamente su valor como fondeadero puede explicar la loca idea de construir una villa en la empinada falda este del cabo Ogo?o. Un lugar en el que lo horizontal no existe, solo un abrupto desnivel sobre el que las casas se superponen a ambos lados de una cuesta rompepiernas. Pero el cabo Ogo?o protege al puerto de los vientos y las mareas m¨¢s fuertes, y sirve de abrigo para las peligrosas tormentas del fiero cant¨¢brico. Tambi¨¦n es un accidente geogr¨¢fico f¨¢cilmente reconocible desde alta mar. Virtudes que atrajeron a los balleneros guipuzcoanos que en el siglo XVI fueron los pioneros en el uso de Elantxobe como base. Nada hab¨ªa all¨ª antes de 1524. Al principio, cuando era poco m¨¢s que un dique, Elantxobe pertenec¨ªa a la parroquia de Ibarrangelua, en el interior. Y hasta que finalmente se segreg¨® como municipio a mediados del XIX las relaciones fueron tensas. Las continuas disputas por el tema m¨¢s viejo del mundo: qui¨¦n deb¨ªa gestionar los dineros, si las autoridades o aquel barrio de pescadores. Se mostraba as¨ª el tradicional conflicto entre dos formas de vida opuestas separadas por pocos kil¨®metros: la agr¨ªcola y la marinera.
Ahora en el muelle atracan boniteras o chipironeras y Elantxobe es el pueblo m¨¢s envejecido de Bizkaia. En 2017, un 33% de sus poco m¨¢s de 300 habitantes ten¨ªa m¨¢s de 65 a?os. Tambi¨¦n al pueblo le pesan los siglos. Su suelo se mueve, siempre lo ha hecho, y son visibles los da?os que han causado a las viviendas los deslizamientos de tierras. Corrimientos de una ladera a la que le cuesta soportar el peso de sus habitantes, a pesar de los muros de refuerzo que se han ido construyendo para apuntalar.
Elantxobe est¨¢ lleno de miradores. La ¨²ltima vez que pas¨¦ por all¨ª un vecino me asegur¨® que el m¨¢s alto es la misma atalaya en el que se apostaban los oteadores esperando ver, a lo lejos, el paso de una ballena. Daban el aviso y los arrantzales corr¨ªan a sus txalupas en busca de la preciada presa. Podr¨ªa ser verdad, se avistaron ballenas francas en el Golfo de Bizkaia hasta principios del XIX, aunque quiz¨¢s simplemente estaba vacilando a un turista. Ahora sirve para admirar el precario equilibrio de unas casas que parecen colgadas, esa estructura fr¨¢gil que serpentea rodeada de naturaleza y que finaliza en el mar. Los d¨ªas de buen tiempo se vislumbra la costa de Gipuzkoa, las aguas tranquilas cogen un color turquesa y todo cobra una apariencia m¨¢gica. Entonces se entiende la lucha de generaciones por mantenerse en un entorno tan hostil. Elantxobe es una vista ¨²nica al final del camino.
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