Heidelberg, en la primera universidad de Alemania
A una hora al sur de Fr¨¢ncfort, la ciudad de calles adoquinadas bulle de vida estudiantil e invita a descubrir sus cervecer¨ªas, su castillo y su bello entorno natural
Heidelberg juega con dos bazas a su favor para erigirse como atractivo tur¨ªstico del suroeste alem¨¢n: su fabulosa orograf¨ªa, rodeada de lomas suaves y atravesada por un serpenteante r¨ªo, y su car¨¢cter universitario. En esta poblaci¨®n de unas 150.000 personas, a una hora en coche al sur de Fr¨¢ncfort, el mundo acad¨¦mico se mezcla con el constante traj¨ªn de bicis en sus calles de adoquines y con las escapadas a espacios naturales pr¨®ximos que esconden desde monasterios hasta anfiteatros que en su d¨ªa acogieron m¨ªtines nazis. Un c¨®ctel de diversi¨®n, ox¨ªgeno y cultura. M¨¢s que suficiente para que sus aulas se hayan llenado de compositores, escritores o fil¨®sofos como Hegel, y sus bares hiervan con visitantes de diversa procedencia.
8.00 El gran barril del palacio
El castillo domina el valle del r¨ªo Neckar, y su historia, que comenz¨® en 1214, incluye incendios y reconstrucciones
El desayuno alem¨¢n se sirve pronto y conviene no estirarlo demasiado. Ascender temprano al castillo permite adelantarse a los autobuses que bloquean la cuesta en otros momentos. El Schloss Heidelberg (1) es un edificio m¨ªtico. Solemne, domina el valle del Neckar (que as¨ª se llama su r¨ªo) y re¨²ne desde su primera piedra, datada antes de 1214, una historia de incendios, huidas y reconstrucciones. En el exterior se pueden ver el patio renacentista, la fachada con elementos g¨®ticos o la torre de la P¨®lvora. Asomarse desde cualquier esquina es contemplar un paisaje digno de un cuadro del pintor ingl¨¦s William Turner. Entrando hay una estancia dedicada al Museo Alem¨¢n de Farmacolog¨ªa o el Grosses Fass, un tonel de vino con capacidad para 220.000 litros, fabricado con la madera de 130 robles y considerado uno de los m¨¢s grandes del mundo.
10.30 C¨¢rcel para estudiantes malos
No queda otra que bajar a la zona de Altstadt o casco antiguo (unos 20 minutos a pie). Hauptstrasse y Untere Strasse son las v¨ªas que encarrilan la almendra central, con la Markt?platz y la imponente presencia en ocre de la Heiliggeistkirche (2) o los edificios nuevos de la Ruprecht Karls Universit?t (3). Formada por 18 Facultades (la mayor¨ªa al otro lado del r¨ªo), es la universidad m¨¢s antigua de Alemania. Se fund¨® en 1386 y acoge hoy a unos 32.000 estudiantes. Por sus pasillos han caminado el pianista Robert Schumann o el excanciller Helmut Kohl. Se pueden ver dos ampliaciones de la instituci¨®n ¡ªla Neue y la Alte Universit?t, del siglo XVIII¡ª y el calabozo para estudiantes malos: la Studentenkarzer(4). Este habit¨¢cu?lo subterr¨¢neo es una c¨¢rcel donde confinaban, entre 1778 y 1914, a quienes no cumpl¨ªan con sus obligaciones acad¨¦micas. La pena m¨ªnima era de tres d¨ªas (con dieta de pan y agua) y se pod¨ªa salir por causa mayor, como un examen. Visitarlo con nociones del idioma favorece la comprensi¨®n de los grafitis en las paredes, medio de expresi¨®n de los reos. Lo complementa un paseo por la biblioteca: levantada entre 1901 y 1905, cuenta con una sala de exposiciones que atesora manuscritos e incunables de la zona.
12.30 Cien recetas teutonas
Toca relajarse despu¨¦s de tanta cita cultural. A mediod¨ªa ya es com¨²n ver rodar las jarras de cerveza y notar el vapor de las cazuelas. Para un tentempi¨¦, se puede optar por una inmersi¨®n en la gastronom¨ªa local. El Schnitzelhaus (5) (Neckarm¨¹nzgasse, 10) ofrece hasta 100 tipos de platos teutones, m¨¢s all¨¢ del codillo. Un centenar de recetas para saborear un schnitzel (filete de ternera o cerdo empanado) en mesas de madera. Otra posibilidad es el Schwarzer Peter (6) (R?merstrasse, 34) o dejar espacio para el Schiller¡¯s (7) (Heiliggeiststrasse, 5), un caf¨¦ dentro de una vivienda con aire bohemio y postres sin gluten.
14.30 El Camino de los Fil¨®sofos
Heidelberg est¨¢ partida por un tramo del r¨ªo Neckar que desciende tranquilo. Cruzar a la otra orilla es escapar de lo urbano y aventurarse a la naturaleza. De los escaparates y las cartas de comida con precios prohibitivos pasamos a los puestos de ropa y tentempi¨¦s en una acera ancha por donde se alternan carritos de beb¨¦ y pedales. Llegar a ese lado significa atravesar el puente de Karl-Theodor, popularmente conocido como Alte Br¨¹cke (8) (Puente Viejo). Se acab¨® en 1788, pero en la Segunda Guerra Mundial fue destruido en una huida del Ej¨¦rcito alem¨¢n ante el avance estadounidense. En 1947 se dej¨® m¨¢s o menos igual que ahora: faltaba la escultura de un mono sujetando un espejo, colocada en un extremo en 1979 como homenaje a un grabado original que pretend¨ªa atemorizar con este primate a quien irrumpiera en la ciudad. Hoy, tocarla augura que volver¨¢s.
Dejada atr¨¢s la ciudad, hay que decidirse. O encaminarse al norte por el Camino de los Fil¨®sofos (Philosophenweg) (9), o alargar un poco m¨¢s la caminata y tirar hacia el este. A unos 2,5 kil¨®metros se encuentran el monasterio Stift Neuburg (10) y la Brauerei Zum Klosterhof (11), una destiler¨ªa de cerveza en un antiguo monasterio con restaurante y terraza. Queda volver y enfilar unos dos kil¨®metros hasta Thingst?tte (12), en la cima de la colina de Heiligenberg. Este anfiteatro para 20.000 personas, ejemplo de la arquitectura nazi, fue inaugurado en 1935 por el ministro de propaganda Joseph Goebbels. Se ubic¨® entre higueras, olivos y almendros, siguiendo creencias m¨ªsticas.
18.00 El barrio alternativo
El regreso puede desembocar en Handschuhsheim (13), un barrio con aspecto de peque?a aldea con prestigio entre el circuito alternativo de Heidelberg. Su belleza medieval y sus callejuelas se estilan perfectas para reparar el cansancio. Un buen sitio es el restaurante Gilbert¡¯s Goldener Adler (14) (Handschuhsheimer Landstrasse, 96), refugio de lugare?os.
20.00 Noche de rock y jazz
A esta hora, y de nuevo en el casco antiguo, la ciudad se anima. El ¨¢rea empedrada congrega una ruta de bares. Merece la pena empezar por Vetter¡¯s Alt (15) (Steingasse, 9), cervecer¨ªa tranquila donde degustar una lager fr¨ªa. En H?rnchen (16) y Max Bar hay muy buena atm¨®sfera previa al club. El Sonder, m¨¢s nocturno, ofrece rock y tumulto. Como Cave 54 (17), con jazz y blues en vivo. Lo dej¨® escrito Mark Twain en Un vagabundo en el extranjero (1880): la embriaguez no es la ¨²nica, pero s¨ª una parte m¨¢s del alumno que pisa Heidelberg.
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