Salamanca, la gran ciudad universitaria
De la imponente plaza Mayor al puente romano, pasando por la Casa de las Conchas y las dependencias de la Universidad, que cumple este a?o ocho siglos
Salamanca tiene, tras Bolonia y Oxford, la universitas m¨¢s antigua de Europa. Fundada en 1218, cumple, pues, ocho siglos. Hombres tan ilustres como Fray Luis de Le¨®n, Francisco de Vitoria o Miguel de Unamuno han sido profesores en ella. De Vitoria, m¨¢xima figura de la Escuela de Salamanca, origen del derecho internacional moderno, sosten¨ªa, por ejemplo, que los indios no eran seres inferiores, ten¨ªan los mismos derechos que los europeos y eran due?os de sus tierras y bienes. En su siglo, el XVI, la universidad contaba con 6.500 estudiantes. Todo esto es motivo de orgullo e invita a visitar la ciudad.
10.00 Desayuno entre espejos?
Aunque Salamanca no sea ni mucho menos una ciudad cerrada a lo nuevo, lo que la hace ¨²nica es su clasicismo. El d¨ªa comienza en el caf¨¦ Novelty (1), inaugurado en 1905, en la plaza Mayor. Como todo lo que se diga de esta explanada es poco, no dir¨¦ nada, confiando en que eso sea mucho. El desayuno transcurre entre espejos, suelo ajedrezado de m¨¢rmol, columnas doradas de hierro fundido, sof¨¢s de cuero¡ Torrente Ballester, tambi¨¦n profesor en Salamanca, aunque no de la universidad, sino del instituto Torres Villarroel, fue uno de sus tertulianos. Falta su estatua, prestada para una exposici¨®n. ?Tambi¨¦n ellas viajan!
11.00 Subiendo escaleras
Por la R¨²a Mayor, peatonal, y en la que me hace gracia el nombre de una tienda de t¨¦, El Mot¨ªn del T¨¦, llego a la Clerec¨ªa (2). Desde sus torres, conectadas por una pasarela, tendr¨¦ una vista completa de la ciudad, sus tejas, su piedra dorada. A mis pies, la Casa de las Conchas (3), y al fondo, los campos de trigo. Mientras asciendo, crujen los escalones de madera. En lo alto aguardan cuatro campanas con una advertencia: ¡°No tocar¡±. Cuando bajo, entro en el patio de la Casa de las Conchas, magn¨ªfico palacio del XV, hoy biblioteca. Quiz¨¢ por eso me parece que, en la escalera, el le¨®n que sostiene un escudo est¨¢ en realidad abrazando un libro.
Me he aficionado a ascender y como las catedrales, la Nueva (4) pegada a la Vieja (5), est¨¢n muy cerca, subo a sus torres, veo la nave interior de la Vieja y me dejo impresionar por la cercan¨ªa de almenas y esculturas. Ya abajo, un grupo de franceses celebra con entusiastas olal¨¢s la ocurrencia del astronauta y el mono (?o es un drag¨®n?) que come un helado, tallados por los restauradores en 1992 en la fachada plateresca de la Puerta de Ramos. Estos anacronismos voluntarios no son ¨²nicos. Por ejemplo, en la catedral de Palencia, a principios del siglo pasado se tall¨® un fot¨®grafo en una g¨¢rgola.
Tras eso, busco algo m¨¢s serio: la Casa del Rector de la Universidad, convertida en la Casa Museo Unamuno (6), donde el escritor muri¨® en 1936, al poco de estallar la ¡°Guerra Incivil¡±, decepcionado por los ¡°hunos¡± y los ¡°hotros¡±. Veo fotograf¨ªas, muebles, dibujos, libros, manuscritos y la misma parra que Unamuno conoci¨®, hoy ya centenaria. Hay una peque?a baraja, regalo de una nieta, que el sabio (que estar¨¢ de nuevo en boca de todos cuando se estrene Mientras dure la guerra, la pel¨ªcula de Amen¨¢bar sobre su enfrentamiento con Mill¨¢n-Astray) llevaba al Novelty para hacer solitarios si le fallaban sus tertulianos.
14.00 Jam¨®n salmantino
En Salamanca, huelga decirlo, se come muy bien, as¨ª que no es dif¨ªcil acertar. Lo hago en Don Mauro (7), uno de sus restaurantes m¨¢s cl¨¢sicos, en la plaza Mayor. Tiene terraza, pero hace calor y almuerzo dentro. En mi dieta no falta el jam¨®n, otro de los orgullos de Salamanca.
16.00 ¡®El Lazarillo de Tormes¡¯
Tras comer, visito las Escuelas Mayores de la Universidad (8), otro edificio imponente. En el Aula Fray Luis de Le¨®n, que se conserva tal como estaba en el siglo XVI, con la c¨¢tedra y su tornavoz manierista, Carlos V asisti¨® a una lecci¨®n de Francisco de Vitoria, catedr¨¢tico de Teolog¨ªa, quien seguramente expuso su idea de que el Derecho tiene que estar por encima de la fuerza. Entro en las sucesivas aulas dispuestas alrededor del patio (Salinas, Alfonso X el Sabio¡), con sus arcos de piedra, sus bancos r¨²sticos, sus techos con vigas de madera. Aqu¨ª ¡ªy en M¨¦xico¡ª se form¨® Tom¨¢s de Mercado, autor de Tratos y contratos de mercaderes y tratantes, obra escrita por encargo de los mercaderes sevillanos, en la que defiende el inter¨¦s, que aplicado de forma ¨¦tica es muy distinto de la usura. Sus trabajos, en los que tambi¨¦n se preguntaba sobre la incidencia en los precios de la llegada de los metales preciosos de Am¨¦rica, se consideran los inicios de la econom¨ªa moderna. En el claustro alto tengo que contentarme con ver la maravillosa biblioteca a trav¨¦s de una puerta de cristal.
Bajo hacia el Tormes, que en Salamanca parece un gran r¨ªo, y en cuyas orillas la vegetaci¨®n crece enmara?ada. Descanso en el Huerto de Calisto y Melibea (9), un peque?o, umbr¨ªo y hermoso jard¨ªn. Llego al puente romano (10), donde en El Lazarillo de Tormes el ciego golpea la cabeza de su pupilo contra el verraco de piedra, ?hay diferentes formas de aleccionar! A lo largo del paseo fluvial, con carril bici, algunos hacen deporte, mientras una mujer, sentada a la orilla, medita. Y regreso por el puente de hierro, el de Enrique Estevan (11), en esa hora m¨¢gica en la que el atardecer ba?a todo con su luz anaranjada. Junto a su arranque hay una gasolinera con arquer¨ªas de piedra. Son las cosas de Salamanca¡
20.30 Tapas y cine en Van Dyck
Para cenar, como un estudiante m¨¢s, decido tapear por la calle de Van Dyck (12). En el n¨²mero 33, el Asador de Van Dyck es un bar que recuerda los de mi infancia; tomo una tosta de solomillo con salsa de ajo no apta para el paladar de Victoria Beckham, pero que hace las delicias del m¨ªo, y, quiz¨¢ guiado por mis ancestros asturianos, bebo sidra. En El Minutejo (13) (en el 55), de est¨¦tica m¨¢s actual, tomo un sabroso pincho moruno y una tosta de bacalao con mermelada de pimiento. Camino pensando en si rematar con una copa, cuando me encuentro con los cines Van Dyck (14). No en todas las ciudades hay salas de versi¨®n original. Descarto la copa y elijo una pel¨ªcula. Y mientras hago cola, recuerdo la frase de Cervantes en El licenciado Vidriera: ¡°Salamanca, que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado¡±. S¨ª, hay ciudades a las que ir no hace sino despertar las ganas de volver.
Mart¨ªn Casariego es autor de ¡®Con las suelas al viento¡¯ (La L¨ªnea del Horizonte).
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