Los Siete Magn¨ªficos de Londres
Como un anillo alrededor de la capital brit¨¢nica, los cementerios londinenses son parques llenos de sosiego, naturaleza y vida
Los ¨²nicos lugares tranquilos que hay en toda la ciudad quiz¨¢ sean esos viejos cementerios transformados en jardines o peque?os parques infantiles¡±, escribe Virginia Woolf (1882 -1941) en Abad¨ªas y catedrales, uno de sus relatos londinenses. ¡°Aqu¨ª, las madres y las ni?eras parlotean, los ni?os juegan, y el viejo mendigo, despu¨¦s de consumir el almuerzo que lleva en una bolsa de papel, arroja migas a los gorriones. Estos cementerios-jard¨ªn son los m¨¢s apacibles refugios de Londres, y sus muertos son los m¨¢s silenciosos¡±.
Los cementerios de los que habla Virginia Woolf bien pueden ser los Siete Magn¨ªficos, siete camposantos que fueron creados en la periferia de la antigua ciudad en la d¨¦cada de 1830, cuando la poblaci¨®n de Londres, que casi se hab¨ªa duplicado, necesitaba m¨¢s lugares donde caerse muerta. Esos cementerios son Highgate (al norte), Kensal Green y Brompton (al oeste), Abney Park y Tower Hamlets (al este), y West Norwood y Nunhead (al sur, debajo del T¨¢mesis en el mapa).
Aunque son muy diferentes, todos comparten ese aire apacible, silencioso y amable que describ¨ªa Woolf. M¨¢s que cementerios, parecen parques o peque?os bosques en los que esconderse por un momento del bullicio de la ciudad. En todos ellos me encuentro a alg¨²n turista que pasea, pero sobre todo me encuentro a j¨®venes leyendo en un banco, a ancianos disfrutando del sosiego vespertino o a individuos que caminan con su perro o meriendan sobre el c¨¦sped. En dos de ellos, incluso, en Abney y en Nunhead, me cruzo con grupos de actores aficionados ensayando al aire libre.
A diferencia de otros cementerios hist¨®ricos c¨¦lebres, como el P¨¨re-Lachaise de Par¨ªs, el San Michele de Venecia o el Tikhvin de San Peters?burgo, en los Siete Magn¨ªficos de Londres apenas reposan hombres ilustres. En el de Kensal Green fueron incinerados ¡ªaunque no queda en ellos rastro¡ª Ingrid Bergman y Freddie Mercury. En una zona privada de Highgate que no se puede visitar est¨¢ enterrado George Michael. Y en ese mismo cementerio ¡ªel ¨²nico en el que hay que pagar entrada¡ª se pueden encontrar las dos tumbas del muerto m¨¢s famoso de todo Londres: Karl Marx. Se conserva en primer lugar la sepultura original donde fue inhumado en 1883, a su muerte, y en la que tambi¨¦n fueron enterrados su esposa, su nieto y Helena Demuth, su ama de llaves. En 1954, los tres fueron trasladados a una sepultura cercana mucho m¨¢s aparatosa y deslucida, rematada con un busto gigante del fil¨®sofo y llena permanentemente de flores frescas. En la l¨¢pida de la primera tumba, ahora vac¨ªa, encuentro ofrendas mucho m¨¢s desconcertantes y emotivas: una mir¨ªada de monedas de distintos lugares (se distingue a primera vista la efigie del Che Guevara en un peso cubano) y una hoja manuscrita sujeta con cuatro piedras para evitar que la mueva el viento. ¡°Ten¨ªa una flor para traerte, pero la olvid¨¦ y ya es demasiado tarde. Tu ideolog¨ªa, sin embargo, sigue viva y la revoluci¨®n llegar¨¢¡±, leo en la caligraf¨ªa desordenada.
Turistas extraviados
Algunos de los magn¨ªficos no tienen ya actividad desde hace a?os, pero otros, como Kensal Green, West Norwood o Nunhead, siguen acogiendo muertos en sus praderas. El d¨ªa en que los visito, Nunhead est¨¢ lleno de coronas florales junto a la capilla, y en Kensal Green hay seis oficios f¨²nebres. A pesar de ello, a pesar de que algunos de los muertos conservan a¨²n el olor reciente de la vida, no hay en ninguno de los Siete Magn¨ªficos un aire siniestro o tenebroso. Los visito en verano a plena luz del d¨ªa, con paseantes y turistas extraviados; probablemente en la oscuridad del invierno la aprensi¨®n sea mayor. En todos hay zonas de tumbas cinematogr¨¢ficas: esas tumbas medio hundidas, con la l¨¢pida vertical ladeada y las inscripciones desgastadas por el paso del tiempo, devoradas a veces por la vegetaci¨®n de peque?as enredaderas. La mayor¨ªa son muertos a los que ya nadie recuerda, pero de los que se puede saber algo. Paseando en Tower Hamlets, uno de los m¨¢s boscosos, me doy cuenta de una obviedad: la gente, antes, mor¨ªa muy joven. Hay muchos difuntos que apenas han llegado a la treintena y muchos ni?os que no llegaron a conocer realmente el mundo.
Gu¨ªa
- Highgate, metro Archway.
- Kensal Green, metro Kensal Green.
- Brompton, metro Fulham Broadway o Earls Court.
- Abney Park, estaci¨®n Stoke Newington.
- Tower Hamlets, metro Bow Road o Mile End.
- West Norwood, estaci¨®n West Norwood.
- Nunhead, estaci¨®n Nunhead.
- Oficina de turismo de Londres.
En West Norwood me sale al paso un zorro. Cruza uno de los caminos, se queda parado entre las tumbas y me observa. Ardillas se ven en todos los cementerios, sobre todo en los m¨¢s tupidos. Los cuervos graznan y aparecen sobre las tumbas. Los Siete Magn¨ªficos, son, entre otras cosas, peque?as reservas naturales en las que la fauna y la flora se exhiben como una conquista. En Abney o en Tower Hamlets, por ejemplo, hay paneles explicativos de las especies que se pueden encontrar en el paseo: bulbos, mariposas, p¨¢jaros carpinteros o incluso cern¨ªcalos.
Inevitablemente, hay algo metaf¨ªsico en la visita a cualquier cementerio: la vida de aquellos que ya no est¨¢n, que vieron tiempos lejanos, que tuvieron peripecias que nos fascinan sin conocerlas. Los huesos que, como al pr¨ªncipe Hamlet, nos recuerdan tantos enigmas. Pero los Siete Magn¨ªficos de Londres, con sus diferencias, consienten que esa metaf¨ªsica se pueda convertir en placidez. Est¨¢n llenos de muertos, pero son jardines. Desde su n¨²cleo no se escucha el ruido de Londres, una ciudad llena de parques m¨¢s limpios y esplendorosos pero al mismo tiempo ¡ªaunque sea una paradoja¡ª menos vivos.
Luisg¨¦ Mart¨ªn es autor de la novela El amor del rev¨¦s (Anagrama).
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