La tumba m¨¢s acariciada de Par¨ªs
La escultura de Victor Noir, joven periodista asesinado por un sobrino de Napole¨®n, pas¨® de icono republicano a s¨ªmbolo de la fertilidad en el cementerio de P¨¨re-Lachaise
El desaparecido caf¨¦ Renaissance de Par¨ªs sirvi¨® como refugio republicano durante la segunda mitad del XIX. All¨ª se juntaban pol¨ªticos y periodistas conspiradores contra el Segundo Imperio y su emperador, Napole¨®n III. Sujetos vigilados de cerca por la gendarmer¨ªa del r¨¦gimen. Se trataba de un antro de dos plantas frente a la fuente Saint Michel donde sobresal¨ªa el olor a picadura barata y el martilleo de las bolas de billar, especialmente a la hora de la absenta y durante la noche. Entre los habituales se encontraba Yvan Salomon, m¨¢s conocido como Victor Noir, reportero bonach¨®n de abdomen holgado, que dej¨® marca en el grupo de disidentes por su forma de apaciguar el tono de los debates. Con un rugido profundo, conocido como el grito del hipop¨®tamo, transformaba los alaridos en carcajadas.
Victor Noir fue asesinado el 10 de enero de 1870. Luc¨ªa el primer y ¨²nico traje negro, corbata y camisa nueva que su ascenso dentro del diario socialista La Marseillaise le hab¨ªa permitido costearse. Ten¨ªa apenas 21 a?os. Su tumba, en la divisi¨®n 92 del cementerio P¨¨re-Lachaise, atrae tantos visitantes como la de Jim Morrison, Oscar Wilde o Chopin.
La escultura colocada sobre la l¨¢pida, realizada en bronce por el artista Jules Dalou, muestra, en estilo realista, al reportero como si hubiese sido abatido en plena calle. Originalmente, fue lugar de culto para los republicanos franceses, pero a partir de los a?os 60 se convirti¨® en fetiche para solteras de medio mundo que se acercan hasta la abultada bragueta del reportero para frotarla y depositar all¨ª sus mejores anhelos de fertilidad.
Cierta o no, la leyenda tiene su desenfadado ritual. Consiste en depositar una flor en el sombrero esculpido en un costado del conjunto escult¨®rico, besar los labios de este Noir de bronce, tocarle los pies y, por ¨²ltimo, frotar sin pudor su protuberante entrepierna. Seg¨²n la leyenda, el ¨ªntimo encuentro con la efigie propicia, adem¨¢s de la deseada fecundidad, una vida sexual plena e incluso la promesa de encontrar pareja entre los solteros. Supercher¨ªa o fiabilidad al margen, el caso es que las zonas m¨¢s acariciadas de la estatua de Victor Noir se han vuelto doradas por el roce.
?Qui¨¦n y por qu¨¦ asesin¨® a Victor Noir? El homicida fue Pierre Napole¨®n Bonaparte, miembro de la dinast¨ªa imperial. El pr¨ªncipe se enfrasc¨® en una pelea con un diario de C¨®rcega a ra¨ªz de cr¨ªticas publicadas contra los desatinos pol¨ªticos de su t¨ªo abuelo, Napole¨®n I. Los ecos de la disputa en la isla llegaron a Par¨ªs y el diario local La Marseillaise public¨® una nota de respaldo al peri¨®dico corso. El pr¨ªncipe Bonaparte encaj¨® mal la situaci¨®n y ret¨® a duelo al director del diario parisino. Acto seguido, el redactor jefe de La Marseillaise envi¨® a dos emisarios para esclarecer la situaci¨®n. Se trataba de Victor Noir y su colega Ulrich de Fonvielle, quienes llegaron pasado el mediod¨ªa al palacete del primo de Napole¨®n III, situado en el n¨²mero 59 de la rue d¡¯Auteuil, entonces una vereda al oeste de la capital.
Pierre Bonaparte, que entonces ten¨ªa 55 a?os, era de temperamento irascible, un Bonaparte d¨ªscolo aficionado a las armas desde joven. Luch¨® en su Italia natal junto a Garibaldi y en Colombia al mando del General Santander contra las tropas espa?olas. Se dec¨ªa de izquierdas pero sus posiciones pol¨ªticas basculaban de un lado a otro seg¨²n amaneciera el d¨ªa. Esa tarde de invierno, tras leer la carta, discuti¨® brevemente con los reporteros en t¨¦rminos que alg¨²n diario calific¨® de ¡°poco parlamentarios¡±. Noir, seg¨²n la versi¨®n del pr¨ªncipe, ech¨® el brazo hacia atr¨¢s y le estamp¨® un pu?o en la cara. Bonaparte respondi¨® abriendo fuego contra los visitantes. Noir muri¨® casi instant¨¢neamente de un balazo en el pecho. Su compa?ero logr¨® escapar ileso, con algunos orificios de bala en la gabardina. El pr¨ªncipe se entreg¨® a las autoridades ese mismo d¨ªa y fue encarcelado en la Conciergerie.
Cortejo f¨²nebre multitudinario
La cr¨®nica registr¨® el sentimiento de cataclismo social que recorri¨® Par¨ªs en los d¨ªas siguientes. La estabilidad del imperio qued¨® colgando de una puntilla. Los rumores de golpe de Estado no eran casualidad. Las luces en los salones de Las Tuller¨ªas estuvieron encendidas varias noches enteras. Unas 200.000 personas acompa?aron el cortejo f¨²nebre del desconocido reportero en una ¨¦poca donde las convocatorias populares no se propagaban por Facebook. La gente pagaba para ser subida a hombros y poder ver el paso del f¨¦retro. Una estampa de Noir en su lecho de muerte empez¨® a ser vendida como s¨ªmbolo contra la opresi¨®n. El r¨¦gimen no tard¨® en prohibir su difusi¨®n y el editor de L¡¯Eclipse fue arrestado y multado por publicarla el 16 de enero. Victor Hugo, por su parte, escribi¨® en la revista Le Monde Illustr¨¦: ¡°El feroz asesinato de Auteuil podr¨ªa y deber¨ªa ser el golpe de gracia contra el imperio. El 12 de enero (d¨ªa del entierro), una gran oportunidad ha sido desperdiciada¡±. Y Flaubert carte¨® a la escritora George Sand en la misma fecha: ¡°(¡)?No se habla de otra cosa que de la muerte de Noir! El sentimiento general es el Miedo, nada m¨¢s! ?En qu¨¦ tristes costumbres nos hemos enfangado!(¡)¡±.
Algunos testimonios dan fe de que Victor Noir era un tipo corpulento con manos de pugilista. Afable. Ten¨ªa un ligero aire a Vicente del Bosque cuando joven. Tuvo una infancia pobr¨ªsima en la regi¨®n monta?osa de los Vosgos. Lleg¨® a Par¨ªs siendo todav¨ªa ni?o para trabajar como asistente de florister¨ªa. Y los d¨ªas previos a su muerte le confes¨® a un redactor del liberal La Presse que se sent¨ªa feliz porque se casar¨ªa en pocos d¨ªas con una joven de 16 a?os. Por primera vez en la vida, adem¨¢s, ten¨ªa dinero para ¡°desayunar, comer y cenar¡ todo el d¨ªa si as¨ª lo quisiera!¡±. Hippolyte de Villemessant, director de Le Figaro, por donde pas¨® en sus inicios, lo recordaba en sus memorias como un buen chico, orgulloso de enfundarse en su gab¨¢n y de mostrar sus ¡°extra?os¡± botines de cuero que le rodeaban el pantal¨®n. Tambi¨¦n que era ¡°manso como un cordero¡±. Ingenuo. Y con ¡°ortograf¨ªa rebelde¡±.
Para amortiguar los ¨¢nimos, el juicio se traslad¨® de Par¨ªs a Tours en marzo de 1870, donde los reporteros de la oposici¨®n se negaron a compartir hotel con su colegas de medios oficialistas. Pierre Bonaparte fue absuelto. El tribunal consider¨® que actu¨® en defensa propia pero, en una decisi¨®n algo difusa, lo inst¨® a reparar con 25.000 francos a los padres de la v¨ªctima. La familia rechaz¨® el dinero. El director y el jefe de redacci¨®n fueron condenados a seis meses de c¨¢rcel por ¡°ultraje al emperador¡±. La Marseillaise sintetiz¨® en un titular del 26 de marzo de 1870 la sentencia de la Corte: ¡°El pr¨ªncipe Bonaparte es absuelto. Victor Noir est¨¢ en la tumba¡±. No pocos historiadores interpretan los hechos como el primer paso hacia la Comuna de Par¨ªs, el derrumbe del Segundo Imperio y el advenimiento de la Tercera Rep¨²blica francesa. Crisis sociales que se manifestaron con la misma fuerza que se esconde en el rugido profundo de un hipop¨®tamo.
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