Visitamos Albarrac¨ªn, el pueblo m¨¢s bonito de Espa?a, con la actriz Ana Labordeta
La particular Casa de la Julianeta, vestigios del pasado en la catedral y una preciosa panor¨¢mica desde la torre de do?a Blanca. Un paseo por la villa turolense
Una intensa gama oto?al de amarillos, verdes y marrones copa los ¨¢rboles junto a la serpenteante carretera que conduce hasta Albarrac¨ªn. La llegada al destino ampl¨ªa la paleta de colores, y los tonos rojos y ocres se convierten en los protagonistas en cuanto aparece esta localidad de pasado bereber abrazada por el r¨ªo Guadalaviar. Elegido el pueblo m¨¢s bonito de Espa?a por los lectores de EL PA?S, como ya lo describi¨® Azor¨ªn (¡°Visite una de las ciudades m¨¢s bonitas de Espa?a, visite Albarrac¨ªn¡±), lo recorremos junto a la actriz Ana Labordeta, hija del fallecido cantautor, escritor y pol¨ªtico aragon¨¦s Jos¨¦ Antonio Labordeta.
¡°Cuando ven¨ªa de ni?a, para m¨ª era sobre todo un sitio muy misterioso. De repente te encontrabas con sus murallas, el castillo, con sus casas medievales, los incre¨ªbles llamadores de las puertas y leyendas como la de la princesa do?a Blanca¡±, recuerda Ana Labordeta (1965, Teruel) de sus primeras visitas a este pueblo a 35 kil¨®metros de Teruel. ¡°Es un sitio para perderte paseando, en el que lo que hay que hacer es abandonarte, dejarte llevar por el misterio, por la fantas¨ªa y por su belleza¡±.
Tras dejar el coche en el parking, que se encuentra a los pies del pueblo ¡ªcircular por sus estrechas y empedradas calles solo est¨¢ permitido a sus habilidosos vecinos (son poco m¨¢s de 1.100)¡ª, se escucha el apacible sonido de un caudaloso Guadalaviar. Una buena manera de ir al encuentro de las bellezas arquitect¨®nicas que esconde Albarrac¨ªn, monumento nacional desde junio de 1961, es adentrarse por la cuesta de Teruel.
Diez minutos despu¨¦s de emprender el paso aparece un edificio sorprendentemente irregular hecho de yeso rojo y madera, el m¨¢s emblem¨¢tico de la arquitectura popular del pueblo. ¡°?Madre m¨ªa! Es la casa de la Julianeta¡±, exclama Labordeta al verla. ¡°Es una casa muy medieval, sobria, humilde. Aqu¨ª jug¨¢bamos y corr¨ªamos¡±, recuerda. Pero hoy, tres d¨¦cadas despu¨¦s de los viajes familiares de los Labordeta, luce un aspecto rejuvenecido. Se ha convertido en una residencia para artistas tras la restauraci¨®n que llev¨® a cabo en 2005 la Fundaci¨®n Santa Mar¨ªa de Albarrac¨ªn.
Un punto de color
Nacida en 1996, sin el trabajo de recuperaci¨®n patrimonial que lleva a cabo esta organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro el paisaje de este m¨¢gico lugar no ser¨ªa el mismo. ¡°La fundaci¨®n se cre¨® con el objeto de hacer de Albarrac¨ªn una ciudad cultural. Es un proyecto de desarrollo integral del patrimonio: por un lado se restaura, y por otro se activa culturalmente lo restaurado y todo Albarrac¨ªn¡±, explica Antonio Jim¨¦nez, su director gerente, desde el mirador situado frente a la catedral del Salvador. La parte alta de su campanario aporta el ¨²nico punto de color en este rojizo horizonte turolense. El templo, del siglo XVI, fue restaurado durante seis a?os por la fundaci¨®n y su interior revela ahora vestigios del pasado. Han reaparecido restos de una primitiva edificaci¨®n que puede remontarse a la mezquita mayor de la primera medina isl¨¢mica de los Ibn-Racin (que dieron su nombre a la villa), restos arquitect¨®nicos y pict¨®ricos medievales y decoraciones coloristas del siglo XVIII, que vuelven a adornar su interior.
La catedral se comunica por el claustro con el antiguo palacio episcopal, que hoy alberga el Museo Diocesano y la sede de la fundaci¨®n. Aqu¨ª imparten sus talleres de conservaci¨®n y restauraci¨®n, en los que han participado unos 2.000 t¨¦cnicos desde 1998. Junto con el castillo ¡ªa menos de cinco minutos caminando por la calle de San Juan¡ª es el monumento m¨¢s importante de la localidad. ¡°Hemos puesto Albarrac¨ªn en el mapa y hoy es un lugar que sirve de referencia por lo que se ha hecho con el patrimonio¡±, afirma Jim¨¦nez, que habla con pasi¨®n del proyecto.
Albarrac¨ªn embriaga mientras se pasea junto a sus mansiones se?oriales (destaca la de los Monterde) o a pie de calle entre edificios que parecen abalanzarse los unos sobre los otros, como los de la calle de Azagra. Sorprende adem¨¢s a lo alto la Casa de la Comunidad, sobre todo cuando se observa el equilibrio con el que se superponen los pisos. Tambi¨¦n enamora desde las alturas, cuando el pueblo se observa desde la torre de Do?a Blanca. Aunque antes de subir sus 18 metros de altura quiz¨¢ sea el momento de picar algo en el bar La Taberna, con suerte sentado en una mesa al sol en la apacible plaza Mayor.
¡°Albarrac¨ªn tiene mucha armon¨ªa, el paisaje y la arquitectura se han encajado perfectamente¡±, dice la actriz de series como Vis a vis y premio Miguel Mihura 2003 por su interpretaci¨®n en la obra 23 cent¨ªmetros. Esto se confirma desde la torre Blanca, un antiguo castillo defensivo situado en el extremo sur y rehabilitado por la fundaci¨®n como espacio para exposiciones. Desde este perfecto mirador, los edificios se presentan api?ados y monocrom¨¢ticos, pues la gran mayor¨ªa est¨¢n construidos con madera de la sierra de Albarrac¨ªn y el caracter¨ªstico yeso rojo de las monta?as del Arrabal, que el Ayuntamiento proporciona cada vez que aprueba una licencia de obras. Solo una vivienda pone la nota discordante: la casa de los Navarro de Arzuriaga. En la provincia donde se vivi¨® la gran historia de amor de los amantes de Teruel, se cuenta que su color azul se debe a que un joven prometi¨® a su amada que nunca echar¨ªa de menos su tierra andaluza si se casaba con ¨¦l, y con ese objetivo pint¨® la fachada que mira a la calle de Azagra. Nada m¨¢s lejos de la realidad: fue la forma de esta familia de demostrar su gran poder econ¨®mico.
El esp¨ªritu de do?a Blanca
Se cuenta adem¨¢s que cada luna llena de los meses de verano se ve el esp¨ªritu de do?a Blanca, princesa de la Corona de Arag¨®n que se refugi¨® en Albarrac¨ªn camino del exilio, bajar de la torre que lleva su nombre. Leyendas aparte, desde esta atalaya tambi¨¦n se divisa una magn¨ªfica perspectiva de la esbelta muralla coronada por la torre del Andador, una construcci¨®n califal datada en el siglo X y el punto m¨¢s alto de Albarrac¨ªn, al que se puede subir en una excursi¨®n a pie siguiendo la muralla. Desde ambos extremos del pueblo uno entiende a los ¨¢rabes que vieron en este lugar una ubicaci¨®n privilegiada donde asentarse y construir su refugio, protegidos de cualquier amenaza a unos 1.170 metros sobre el nivel del mar y rodeados por el meandro de un r¨ªo que hac¨ªa las veces de foso natural.
¡°Creo que hoy hay dos amenazas, y una de ellas se llama masificaci¨®n tur¨ªstica¡±, sentencia Jim¨¦nez. De ah¨ª el objetivo de la fundaci¨®n: restaurar para regenerar y generar cultura para que este conjunto hist¨®rico siga siendo un lugar en el que vivir. Un ejemplo m¨¢s: la iglesia de Santa Mar¨ªa, del siglo XVI y atribuida al arquitecto Quinto Pierres Vedel, se usa ahora como auditorio. El otro peligro que se?ala Jim¨¦nez es la despoblaci¨®n, aunque, seg¨²n dice, por ahora Albarrac¨ªn se est¨¢ salvando porque el turismo y las actividades culturales generan empleo. En este peque?o enclave se concentran m¨¢s de una veintena de hoteles que absorben a los viajeros de fin de semana y una docena de bares y restaurantes donde probar los quesos y carnes de caza t¨ªpicos de la zona.
Pero a¨²n hay trabajo por hacer. La fundaci¨®n actualmente est¨¢ rehabilitando parte de la muralla de la zona sur y la Casa de la Comunidad, donde se prev¨¦ instalar el Museo del Territorio. Adem¨¢s, en su centro de restauraci¨®n, ubicado en el antiguo matadero, los ¡°m¨¦dicos del patrimonio¡±, como llama Jim¨¦nez a los restauradores, trabajan con mimo en el retablo del siglo XVI de San Cosme y San Dami¨¢n de la iglesia de San Pedro de Teruel.
Paisaje cultural
¡°Es un lujo despertarte y tener frente a ti uno de los paisajes culturales m¨¢s importantes de Europa¡±, dice orgulloso Antonio Jim¨¦nez. Tras la visita, Ana Labordeta mantiene que ¡°misterioso¡± sigue siendo el adjetivo fundamental que describe Albarrac¨ªn, para ella un lugar donde se viaja hasta la Edad Media. Ya lo dej¨® escrito su padre, Jos¨¦ Antonio Labordeta, en el poema Todos los santos en Albarrac¨ªn: ¡°Silenciosa la anciana?/ reza en tu cementerio. Corre la ni?a.?/ El cielo est¨¢ pendiente de la roca.?/ Aire sobre la muralla, / detenido,?/ como un lamento,?/ como una larga frase derrumbada.?/ Guadalaviar torcido, ausente,?/ lames, ceremonioso, la roca?/ que desciende.?/ Albarrac¨ªn,?/ quilla de piedra,?/ rojo penacho de cuestas y de arcadas,?/ sobre ti duerme el tiempo,?/ s¨®lo pervive el agua¡±.
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