Nochevieja a la napolitana
De las calles del centro hist¨®rico de N¨¢poles a la cercana Pompeya, pasando por museos maravillosos y por el palpitante barrio de Sanit¨¤
Muy probablemente, si va a viajar a N¨¢poles, no dejen de llegar a sus o¨ªdos diversas recomendaciones contradictorias. Por un lado, le dir¨¢n que es una ciudad de una belleza sin igual, declarada patrimonio mundial por la Unesco en 1995, un santuario gastron¨®mico y un criadero de gentes de lo m¨¢s fascinante. Por otro lado, le advertir¨¢n que se trata de la cuna de la Camorra, que debe andar con mucho cuidado para que no lo atropellen y que las calles de esta ciudad al sur de Italia est¨¢n llenas de basura. De las virtudes de N¨¢poles puedo dar fe de primera mano; en cuanto a sus defectos, los matizar¨ªa mucho.
Es verdad que al caminar por la Via dei Tribunali, por Benedetto Croce o por las estrechas callejuelas del centro hist¨®rico uno corre el peligro de que lo atropelle una moto, una furgoneta de reparto o un se?or con prisa, pero aun as¨ª el espect¨¢culo de una ciudad tan viva y plet¨®rica es apabullante. En cualquiera de esos capilares, o en la formidable plaza de la iglesia del Ges¨´ Nuovo, pueden encontrarse varios de esos centelleantes motorinos que pasan bufando entre el gent¨ªo, conducidos por una anciana, un par de ni?os que apenas llegan a los pedales o un pescador con un at¨²n enorme cruzado sobre el manillar. Fui a N¨¢poles una Nochevieja con la idea de comprobar si era verdad que los napolitanos tiraban los muebles viejos por la ventana, como dice la tradici¨®n, y vi que no era cierto: por la cantidad de ellos que se acumulan en la calzada deben de arrojarlos todos los d¨ªas del a?o.
Para ver la obra maestra Cristo Velato, en la capilla de Sansevero, mejor reservar online y evitar as¨ª largas colas
Aqu¨ª el pasado se entremezcla con el presente como en pocos lugares del planeta. Una hornacina con la estatua de una matrona romana descansa bajo un pedestal decorado con un pato y, debajo, una Vespa verde. Como si la matrona fuese a bajarse en cualquier momento y subirse a ella. Una Virgen incrustada en una fachada convive con un altar dedicado a Maradona, el dios del f¨²tbol que regal¨® dos scudetti al N¨¢poles. El barrio de Sanit¨¤, donde nos hab¨ªan advertido que era mejor no aventurarse, palpita con el bullicio de una vieja comedia italiana, donde en cualquier momento parece que fuese a salir a la calle Sophia Loren del brazo de Marcello Mastroianni. All¨ª por las ma?anas da la impresi¨®n de que nadie est¨¢ en su casa. La pared de una pescader¨ªa est¨¢ atiborrada de santos. La efigie ir¨®nica de Tot¨°, el c¨®mico por excelencia de la ciudad, aparece pintada en cualquier parte ¡ªen las esquinas, en las fachadas, en los sem¨¢foros¡ª festoneada con alguna de sus frases inconfundibles: ¡°Todos los d¨ªas trabajo honradamente para incumplir la ley¡±.
Tesoros art¨ªsticos
El amante del arte tiene en N¨¢poles para elegir entre varias colecciones de primer orden: la del Museo Archeologico Nazionale, con los trofeos incomparables de las esculturas H¨¦rcules Farnese y el Toro Farnese; la del Museo de Capodimonte, con el impresionante Judit decapitando a Holofernes (1613), de la pintora Artemisia Gentileschi; la del Pio Monte della Misericordia, cuya capilla alberga un caravaggio para caer de rodillas. Menci¨®n aparte merece el Museo Cappella Sansevero ¡ªse aconseja pedir cita online con semanas de antelaci¨®n porque la cola callejera puede llegar a durar horas¡ª, donde, entre otras maravillas, puede admirarse el Cristo Velato (1753), una obra maestra ante la que se agotan los adjetivos. Su autor, Giuseppe Sanmartino, logr¨® el milagro de esculpir en un solo bloque de m¨¢rmol un sudario cubriendo un cad¨¢ver yacente: bajo los pliegues de la tela de m¨¢rmol se adivinan venas, tendones, m¨²sculos, llagas y heridas. Antonio Canova dijo que dar¨ªa diez a?os de su vida por tallar algo semejante.
El patr¨®n san Genaro
Con todo, los milagros m¨¢s famosos de N¨¢poles se atribuyen al santo patr¨®n de la ciudad, san Genaro, el m¨¢rtir que ha librado a la localidad de terremotos, erupciones y cat¨¢strofes. Desde 1631, a?o en que no se produjo la c¨¦lebre licuefacci¨®n de la sangre del santo con el consiguiente enfado del Vesubio, se le ha asociado con la salvaguarda de la ciudad. Excepto en 1799, cuando uno de los generales de Napole¨®n entr¨® victorioso en N¨¢poles y, decepcionados, los fieles arrojaron la estatua del santo al mar. Lo cuenta Norman Lewis en N¨¢poles 1944, un libro donde narra su estancia en la regi¨®n como oficial de inteligencia brit¨¢nica durante la Segunda Guerra Mundial. Muchas de las anotaciones del periodista y escritor siguen siendo v¨¢lidas; por ejemplo, su observaci¨®n de que N¨¢poles es la menos occidental de las ciudades europeas. De hecho, ni siquiera parece europea, ni siquiera occidental. Entre el bullicio del tr¨¢fico, las fachadas decadentes y el hervidero de s¨¢banas y camisas colgando de las ventanas, flameando sobre las calles hirvientes de transe¨²ntes, da la impresi¨®n de ser una ciudad lejana, quiz¨¢s africana, trasplantada al empeine de la bota de Italia.
A 25 kil¨®metros
A unos 25 kil¨®metros al sur de N¨¢poles (una hora de tren) se encuentran las ruinas de Pompeya (visitarpompeya.com), uno de los m¨¢s imponentes f¨®siles arqueol¨®gicos de la Antig¨¹edad, ciudad romana que pereci¨® bajo la lava en el a?o 79 y que advierte de la amenaza que pende a todos los pueblos que proliferan bajo las faldas del Vesubio.
De momento, los napolitanos no se dan por advertidos. En Nochevieja, cambiaron las erupciones por tracas de estruendosos petardos que dejaron las calles cuajadas de una neblina de p¨®lvora. Podr¨ªa decirse que lo de Pompeya fue una Nochevieja que se les fue de las manos.
David Torres es autor de la novela Palos de ciego (editorial C¨ªrculo de Tiza).
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