¡®Souvenirs¡¯ de un trotamundos
El mejor recuerdo posible de un viaje es la experiencia. Pero tambi¨¦n objetos tan ligados a esta que nos permiten revivirla despu¨¦s desde casa
Seamos o no conscientes de ello, cada viaje nos va llenando un imaginario ¨¢lbum de sentimientos y sensaciones que nunca terminaremos por completar, pero que nos impone el insaciable deseo de ampliarlo una y otra vez. Lo expresaba muy bien el novelista John Dos Passos cuando dec¨ªa: ¡°Viajar, como todas las drogas, requiere de un aumento constante de la dosis¡±. Aunque los mejores recuerdos que uno se puede traer de vuelta son sus vivencias, tambi¨¦n hay objetos materiales que se pueden guardar en la maleta para, un tiempo despu¨¦s, revivir lo vivido. Souvenirs que no tienen por qu¨¦ comprarse en una tienda.
El ¨¢rbol africano de la vida
Salimos de Harare (Zimbabue) en direcci¨®n a la selva de Mozambique a bordo de una avioneta algo destartalada. Despu¨¦s de un par de horas, y ya al l¨ªmite de la autonom¨ªa del bimotor, el piloto pareci¨® divisar, por fin, nuestro destino. Una diminuta l¨ªnea blanca en la enorme inmensidad verde. Descendemos con brusquedad buscando el claro selv¨¢tico. Entre vibraciones y carraspeos mec¨¢nicos, tocamos suelo a mitad de la angosta planicie, pero la avioneta no parece capaz de detenerse. Restan solo unos metros de pista. El horizonte se hace de un verde amenazador. Los motores se revolucionan. Dentro, silencio. En vista de que no podemos parar a tiempo, el piloto acelera estrepitosamente intentando levantar vuelo de nuevo. Notamos una fuerte sacudida. El tren de aterrizaje golpea las copas de los ¨¢rboles. El aparato pierde su trayectoria y capota cayendo hacia el fondo de un profundo barranco¡ Y esa es nuestra salvaci¨®n. Los 100 metros de ca¨ªda libre permiten al piloto controlar el aparato y elevarse. El recuerdo de esta experiencia es doble: la imborrable sensaci¨®n del momento y una peque?a rama recuperada del tren de aterrizaje que enmarqu¨¦ bajo el t¨ªtulo ¡°El ¨¢rbol de la vida¡±.
El molinillo de oraci¨®n tibetano
Pese a que en 1951 el T¨ªbet perdi¨® su autonom¨ªa para, por la fuerza, pasar a integrarse en la Rep¨²blica Popular de China, sigui¨® manteniendo su car¨¢cter milenario hasta que en 2006 el tren uni¨® Lhasa con Pek¨ªn. Desde entonces, con la masiva invasi¨®n demogr¨¢fica de los chinos, los tibetanos pasaron a ser minor¨ªa ¨¦tnica en su propio reino y con ello su identidad comenz¨® a diluirse. Pero en 2005 todo segu¨ªa siendo casi como hab¨ªa sido siempre, y los peregrinos llegados a Lhasa cumpl¨ªan, a miles, sus promesas de alcanzar el palacio Potala y dar vueltas y vueltas alrededor del templo de Jokhang orando en silencio. Mientras rezan, los tibetanos suelen hacer girar unos molinillos, generalmente met¨¢licos y de estructura cil¨ªndrica, que llevan grabado en su exterior o escrito en un pergamino interior el mantra ¡°Om mani padme hum¡± (Oh, joya en el loto). Tantas veces como se gira el molinillo se entiende que se repite la oraci¨®n. El recuerdo que me traje fueron molinillos de oraci¨®n que cambi¨¦ a un tibetano por un par de botas.
La jambiya yemen¨ª
Yemen es uno de los pa¨ªses m¨¢s fascinantes y desconocidos y hasta hace no mucho era la m¨¢s bella y casi intacta muestra de la Edad Media ¨¢rabe. Sus zocos te sumergen en el remoto y aut¨¦ntico mundo de los antiguos gremios a trav¨¦s de sus laber¨ªnticas calles y embrujadores rincones. Olores, colores, camellos¡, a cada parpadeo todo parece cambiar m¨¢gicamente. Por cuestiones hist¨®ricas, ¨¦tnicas, religiosas y culturales, la presencia de los poderes tribales y los conflictos, son consustanciales en Yemen; de ah¨ª que esta sea la naci¨®n individualmente m¨¢s armada del mundo. El souvenir fue precisamente un arma, una jambiya comprada en el zoco de la capital, San¨¢. Es una daga curvada que todo yemen¨ª incorpora en su atuendo tradicional y que, en funci¨®n de su importancia y adornos, habla de la posici¨®n social de quien la lleva.
La piedra de la tumba de Shackleton
En 2007 tuve la oportunidad de replicar el viaje odisea que realiz¨® Ernest Shackleton en 1916. El c¨¦lebre explorador dej¨® en la isla Elefante a la mayor¨ªa de la tripulaci¨®n con la que, durante un a?o y medio, hab¨ªa vagado por los desiertos ant¨¢rticos despu¨¦s de que su barco (el Endurance) fuese engullido por los hielos y parti¨® hacia Georgia del Sur, una isla perdida en el Atl¨¢ntico Sur. La heroica singladura, m¨¢s de 1.300 kil¨®metros cruzando las aguas m¨¢s turbulentas y g¨¦lidas del planeta ¡ªel mar de Scotia¡ª en un simple bote salvavidas, dur¨® 17 d¨ªas. Por su incomparable poblaci¨®n de aves y mam¨ªferos marinos, Georgia del Sur est¨¢ considerada como uno de los m¨¢s grandiosos escenarios naturales del mundo. En esta isla se encuentra Grytviken, que a principios del siglo XX fue el puerto ballenero m¨¢s importante de los mares australes. De aqu¨ª parti¨® Shackleton hacia la Ant¨¢rtida; all¨ª regres¨® tras su epopeya, y a Grytviken volvi¨® para organizar su ¨²ltima expedici¨®n y finalmente morir. En el cementerio del lugar hay una sencilla tumba presidida por un monolito en el que, junto a su nombre, figura solo una palabra: ¡°Explorador¡±. Mi recuerdo fueron dos peque?as piedrecitas de las muchas que hay en su tumba. Piedras de un granito de la misma dureza que su car¨¢cter e ind¨®mita tenacidad.
Los discos de los mursis
Los mursis son una de las m¨¢s de 50 tribus que pueblan las riberas del r¨ªo Omo, al sur de Etiop¨ªa. Todas ellas viven, o al menos viv¨ªan cuando viaj¨¦ a la zona en 2005, en un llamativo estado primigenio. Los mursis, por su parte, son los m¨¢s aficionados, sobre todo las mujeres, a pintar sus rostros y adornar sus cuerpos con toda clase de ornamentos. Ellas estiran, hasta la deformaci¨®n m¨¢s incre¨ªble, sus labios y los l¨®bulos de las orejas para insertar despu¨¦s en ellos aparatosos discos de barro decorados con grabados y coloridas geometr¨ªas. Despu¨¦s de negociar duramente con un par de mujeres de la tribu, consegu¨ª que me vendieran algunos de los discos que portaban.
Los tokis de isla de Pascua
Durante m¨¢s de 1.300 a?os, el ¨²nico mundo conocido por los pobladores de Rapa Nui fue su reducida isla. Un tri¨¢ngulo de apenas 24 kil¨®metros de largo por 12 de ancho y a 3.600 del continente americano. En este apartado cosmos, la civilizaci¨®n pascuense cre¨® durante siglos cientos de colosales y misteriosas figuras de rostro hier¨¢tico: los mo¨¢is. Cuesta creer que estas descomunales obras se esculpiesen en piedra sirvi¨¦ndose solo de tokis, unas primitivas herramientas de obsidiana o basalto con las que 12 o 15 artesanos trabajaban la roca, a lo largo de un a?o y medio, hasta concluir el mo¨¢i. El souvenir de la isla de Pascua fue, c¨®mo no, una de esas herramientas.
El icono del Karak¨®rum
En 2011 tuve la oportunidad de sumarme al que, seg¨²n los conocedores, es el trekking m¨¢s espectacular y duro que existe. Se trata del realizado a lo largo del glaciar Baltoro, en la cordillera del Karak¨®rum (?Pakist¨¢n). Diez d¨ªas de ruta ininterrumpida, caminando entre los 4.500 y los 5.000 metros de altura, por un itinerario flanqueado por la mayor concentraci¨®n de altas cumbres de la tierra: infinidad de seismiles; m¨¢s de 20 sietemiles; algunas de las monta?as m¨¢s m¨ªticas del alpinismo universal (las Torres del Trango o el Masherbrum), y 4 ochomiles, incluida la monta?a de las monta?as, el K2 (8.611 metros). Llegando a la base del Broad Peak (8.051 metros), camino de la del K2, la sobrecogedora y grandiosa visi¨®n te hace enmudecer. Y justo estando extasiado frente a la blanca y perfecta pir¨¢mide de la m¨ªtica monta?a, vi en el suelo una piedra que imitaba, casi a la perfecci¨®n, su forma. Un recuerdo que atesoro de aquella singular vivencia.
Ni im¨¢n, ni llavero; hay otras opciones
'Suiseki', las piedras paisaje de China. Un recuerdo curioso de un viaje a China puede ser traerse de vuelta una de estas piedras que recuerdan alg¨²n tipo de escenario natural sin haber sido manipuladas(generalmente paisajes monta?osos) y que, desde hace siglos, chinos y japoneses han convertido en una aut¨¦ntica manifestaci¨®n art¨ªstica. ?Otra opci¨®n curiosa? Un cartel del Libro Rojo de Mao.
'Scrimshaw', diente de cachalote tallado. En una visita a las Azores sorprende c¨®mo los antiguos balleneros grababan los dientes de este cet¨¢ceo con toda clase de escenas.
Juguetes de los arbores. Tras conocer a esta tribu del sur de Etiop¨ªa, para rememorarla quedan una pelota de trapo y una c¨¢mara de fotos de ca?a.
Un disco de oraci¨®n de Ir¨¢n. Otra idea es hacerse con la pieza utilizada para apoyar la frente en los rezos musulmanes en las mezquitas.
Flor p¨¦trea de sal. Un souvenir de Uyuni, en Bolivia, el mayor desierto de sal (12.000 kil¨®metros cuadrados).
Y mucho m¨¢s¡ En Kenia arrasan las figuras de ¨¦bano, del desierto jordano de Wadi Rum algunos se llevan arena o piedras y en Madagascar se vende el fruto del baobab.
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