La ¡®dolce vita¡¯ de Oscar Wilde
De su caf¨¦ favorito en N¨¢poles a su refugio en la isla de Capri, tras los pasos del escritor por el pa¨ªs en el que busc¨® la libertad sus ¨²ltimos a?os
Donde hay dolor, el suelo es sagrado¡±, escribi¨® Oscar Wilde mientras cumpl¨ªa condena en la c¨¢rcel de Reading (Reino Unido), donde fue encerrado al ser declarado culpable de sodom¨ªa. Su frase explica bastante bien por qu¨¦ la l¨²gubre habitaci¨®n de Par¨ªs en la que muri¨® al cabo de solo tres a?os, el 30 de noviembre de 1900, ahora es la suite presidencial de un hotel de cinco estrellas decorado con algunas de sus reliquias y llamado sencillamente L¡¯Hotel. Como si en toda la ciudad no existiera ning¨²n otro. En Oscar Wilde¡¯s Italian Dream, publicado recientemente por la editorial Damiani, el cr¨ªtico y comisario de arte Renato Miracco nos recuerda que el parisiense no fue el ¨²nico suelo por el que el autor de El retrato de Dorian Gray arrastr¨® su tragedia. Centrado en sus a?os de exilio, el libro reconstruye con cartas, fotograf¨ªas y recortes de prensa los viajes a Italia con los que Wilde altern¨® sus estancias en la capital francesa desde su salida de prisi¨®n hasta su muerte hace 120 a?os. Un enfoque que invita a seguir sus pasos por un pa¨ªs que, a diferencia de su Dubl¨ªn natal o el Londres de su ascenso y ca¨ªda, a¨²n no ha descubierto el fil¨®n de explotar su mito con hoteles de decoraci¨®n decadente, restaurantes caros o paseos guiados.
No existe una placa que distinga Villa Giudice (Via Posillipo, 37) del resto de casas de N¨¢poles, y eso que fue en ella donde el escritor termin¨® de componer La balada de la c¨¢rcel de Reading (1898), su ¨²ltima obra. Oscar Wilde vivi¨® all¨ª los tres ¨²ltimos meses de 1897, y no lo hizo solo. Al d¨ªa siguiente de salir de prisi¨®n y abandonar para siempre Inglaterra, intent¨® llevar una vida casi monacal en la costa de Normand¨ªa. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no pod¨ªa vivir ¡°sin la atm¨®sfera del amor¡± y decidi¨® retomar su tormentosa relaci¨®n con lord Alfred Douglas, Bosie, el joven arist¨®crata que hab¨ªa precipitado su tragedia al animarle a demandar a su padre por haberle llamado ¡°sodomita¡±: en el consecuente juicio, el marqu¨¦s de Queensberry logr¨® probar la homosexualidad de Wilde y este fue condenado a dos a?os de c¨¢rcel por ¡°grave indecencia¡±.
Renato Miracco explica que la pareja eligi¨® reunirse en N¨¢poles precisamente porque la ciudad era bastante m¨¢s permisiva con los homosexuales que la Inglaterra victoriana. Italia, adem¨¢s, ya hab¨ªa demostrado ser una musa eficaz para Wilde, decidido a acabar su balada y conseguir alg¨²n dinero. En 1875, el pa¨ªs hab¨ªa inspirado sus primeros poemas y reflexiones art¨ªsticas mientras lo recorr¨ªa con J.?P. Mahaffy, su mentor del Trinity College. De joven tambi¨¦n visit¨® Florencia, desde donde le mand¨® una carta a su padre describiendo la bas¨ªlica de San Lorenzo; admir¨® La Asunci¨®n de Tiziano en Venecia (¡°Sin duda, el mejor cuadro de Italia¡±), y cen¨® muy bien en el restaurante Biffi de Mil¨¢n (a¨²n abierto), aunque el Duomo le horroriz¨®. ¡°Por fuera el dise?o es monstruoso y poco art¨ªstico (¡) aunque como fracaso es imponente y gigantesco¡±, escribi¨® desde el lago Mag?giore. Dos a?os despu¨¦s, atraves¨® Italia de camino a Grecia, y la emoci¨®n de regresar al pa¨ªs fue tal que le sali¨® un poema: Soneto al acercarme a Italia.
Qui¨¦n iba a decirle que con los a?os ¨¦l mismo se convertir¨ªa en una atracci¨®n tur¨ªstica italiana m¨¢s, como sucedi¨® cuando los gu¨ªas de N¨¢poles descubrieron su mesa favorita en el Caff¨¨ Gambrinus (Via Chiaia, 1-2) y comenzaron a api?ar a sus grupos alrededor de aquella ruina de gloria literaria que intentaba pasar inadvertida haci¨¦ndose llamar Sebastian Melmoth, mientras su nombre era tan vilipendiado que los teatros del West End lo tachaban de los carteles de sus propias obras. Los periodistas se hab¨ªan enterado de su llegada a la ciudad, y aunque se dej¨® entrevistar por algunos, no tard¨® en hartarse. ¡°?Hay peri¨®dicos en Capri?¡±, pregunt¨® un d¨ªa. ¡°Entonces iremos a Capri¡±, resolvi¨® cuando supo que no.
La particular odisea de Oscar Wilde no se detuvo en esta isla. Al entrar con Bosie en el restaurante del Grand Hotel Quisisana, los hu¨¦spedes brit¨¢nicos se levantaron de sus mesas ofendidos por su presencia y el due?o tuvo que pedir a la pareja que se marchara. Con todo, Capri era famosa por tolerar a extranjeros de la sensibilidad de Wilde, y as¨ª quisieron demostr¨¢rselo dos de sus habitantes m¨¢s ilustres al enterarse del incidente. Mientras que el bar¨®n Fersen, un dandi exiliado como ¨¦l, le mand¨® flores, el m¨¦dico y humanista Axel Munthe les aloj¨® en su casa: Villa San Michele, hoy uno de los lugares m¨¢s visitados de la isla. Cuanto m¨¢s al sur del T¨¢mesis, m¨¢s libertad encontraba Wilde. En otra ocasi¨®n, tambi¨¦n se refugi¨® de los moralistas en la ciudad siciliana de Taormina como hu¨¦sped del fot¨®grafo er¨®tico Wilhelm von Gloeden.
Terminada su balada y concluido su romance con Bosie, a principios de 1898 se instal¨® en Par¨ªs. Un a?o despu¨¦s volvi¨® a Italia. Incapaz de escribir m¨¢s, se dedic¨® a recobrar una felicidad que muchos bi¨®grafos pasan por alto cuando resumen sus tr¨¢gicos a?os finales. Visit¨® sitios nuevos como Portofino, sedujo a un seminarista detr¨¢s del altar de la catedral de Palermo y en 1900 descubri¨® un inesperado don para la fotograf¨ªa al retratar unas vacas que pastaban en el parque romano de Villa Borghese. Era la ¨¦poca de Semana Santa, y el pecador m¨¢s famoso del siglo XIX hab¨ªa llegado a Roma dispuesto a encarnar una de esas paradojas que tanto le gustaban: ser m¨¢s papista que el Papa. Le gustaba admirar el retrato de Inocencio X que pint¨® Vel¨¢zquez (¡°El mejor retrato del mundo¡±) en el Palazzo Doria Pamphilj. Y, seg¨²n narr¨® en sus cartas, sol¨ªa comprar entradas para asistir a las audiencias papales, a veces con sus acompa?antes masculinos. Cuando en los jardines del Vaticano le dijeron que solo se admit¨ªan peregrinos checos y portugueses, us¨® su legendario ingenio para colarse: hablando ambos idiomas, Wilde explic¨® que la ropa inglesa que vest¨ªa era una forma de penitencia. Roma era la ciudad en la que planeaba pasar el invierno. Muri¨® ese oto?o en su hotel de Par¨ªs. El Hotel.
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