Hedonismo y ¡®bellezza¡¯ en la Riviera italiana
Un recorrido por esta franja costera que concentra la esencia mediterr¨¢nea, con paradas en la pen¨ªnsula de Portofino y en Cinque Terre, para disfrutar de los mejores paisajes y placeres mundanos
La Riviera italiana es quiz¨¢ la franja costera m¨¢s fotog¨¦nica de todo el Mediterr¨¢neo. Con una extensi¨®n de m¨¢s de 300 kil¨®metros, se despliega al norte y al sur de la ciudad de G¨¦nova (en el noroeste del pa¨ªs) con sus lujosos centros de vacaciones, instalados en recodos sorprendentes de la costa, de esos que parecen de postal (o de foto en Instagram), anclados en el tiempo, como la pen¨ªnsula de Portofino o las legendarias Cinque Terre (Cinco Tierras): un rosario de pueblecitos pesqueros abrazados a bellos acantilados en la costa de Liguria. La Riviera, en definitiva, tiene una topograf¨ªa litoral impresionante, una arquitectura muy bien conservada y una de las gastronom¨ªas m¨¢s sobresalientes de Italia, con sus crujientes focaccias, su famosa salsa pesto, sus limoneros y sus buenas anchoas.
Camogli y Rapallo, pueblos acogedores y aut¨¦nticos
Los que quieran huir del traj¨ªn urbano de G¨¦nova, capital de la regi¨®n de Liguria, no tendr¨¢n complicado escaparse, en cuesti¨®n de minutos, a algunos de los centros tur¨ªsticos m¨¢s elitistas de Italia, como Portofino, meca de la jet set internacional durante muchas d¨¦cadas. La Riviera italiana es famosa por sus resorts de lujo instalados en una costa que va haci¨¦ndose, seg¨²n avanzamos hacia el sureste, cada vez m¨¢s accidentada.
Portofino es la grande bellezza, el punto ic¨®nico de la Riviera, pero antes de llegar por carretera a esta villa de casas de colores pastel hay otros lugares de gran atractivo donde hacer un alto. Entre ellos Camogli, un pueblo pesquero que rebosa autenticidad, con calles empedradas a diferentes alturas y decoradas con trampantojos bajo un dosel de pinos y olivos. Camogli significa literalmente ¡°casa de las esposas¡± porque, en otro tiempo, eran las mujeres las que se quedaban al mando de las familias mientras sus esposos trabajaban en la mar durante semanas. Esa fuerte tradici¨®n pesquera perdura y se traduce a diario en el excelente g¨¦nero que se sirve en sus restaurantes. Es verdad que carece del glamour de Portofino, pero a cambio es un reconfortante reducto de paz. A su casco historico se llega en barca o a pie. Una vez all¨ª, la protagonista absoluta es la Abbazia di San Fruttuoso di Capodimonte, una extraordinaria abad¨ªa benedictina construida en el siglo III? y reconstruida en el XIII por la familia Doria, una de las m¨¢s antiguas e ilustres de G¨¦nova.
A 10 kil¨®metros de all¨ª, Santa Margherita Ligure surge como un cuadro impresionista, tranquilo y apacible. Esta coqueta localidad cuenta con un fotog¨¦nico paseo mar¨ªtimo, hoteles elegantes con fachadas liberty (con motivos florales y vegetales) junto a yates car¨ªsimos. Se trata de un antiguo pueblo pesquero reconvertido en un retiro para ricos, pero a diferencia de Portofino no hace falta ser millonario para pasar aqu¨ª unos d¨ªas de vacaciones. Uno de sus rincones m¨¢s encantadores es Villa Durazzo, una mansi¨®n con jardines transformados de forma exquisita, que forman parte de un complejo de castillos del siglo XVI con vistas al mar. Su parterre es un lugar maravilloso para pasear entre limoneros y camelias.
Pero entre los pueblos de la Riviera, pocos han atrapado tanto a los escritores y artistas como Rapallo. Aqu¨ª se inspiraron William Butler Yeats, Max Beerbohm o Ezra Pound, entre otros grandes nombres de las letras universales. Con sus cabinas azules en la playa, sus palmeras junto a la arena y un diminuto castillo del siglo XVI en lo alto, esta poblaci¨®n envuelve a los viajeros en un ambiente refinado y nost¨¢lgico, pero tambi¨¦n acogedor. Su paseo mar¨ªtimo es un involuntario teatro callejero de gente guapa.
Portofino, para¨ªso de millonarios e 'instagramers'
El rinc¨®n m¨¢s famoso de la Riviera italiana es sin lugar a dudas Portofino, un sitio donde hasta los ¨¢rboles son bellos. Este peque?o pueblo costero, a 36 kil¨®metros de G¨¦nova y cuidado hasta la perfecci¨®n, est¨¢ instalado en una peque?a pen¨ªnsula que garantiza las buenas vistas al azul intenso del Mediterr¨¢neo. Dormir aqu¨ª no es barato, pero siempre nos quedar¨¢ el consuelo de tomarnos un capucchino en el puerto mientras curioseamos los yates o nos fijamos en los paseantes, entre los que se encuentran artistas, pol¨ªticos y arist¨®cratas.
Desde este magn¨ªfico puerto nacen unas escaleras, conocidas popularmente como la Salita di San Giorgio, que conducen al castillo de Portofino tras dejar atr¨¢s la iglesia de San Giorgio, de color amarillo intenso y reconstruida casi en su totalidad en 1950. El castillo fue levantado por los genoveses y durante su larga historia aguant¨® los ataques de venecianos, saboyanos, sardos y austr¨ªacos, hasta que sucumbi¨® a las tropas de Napole¨®n. En 1867 fue transformado en una mansi¨®n privada por el diplom¨¢tico brit¨¢nico Montague Yeats Brown. La fabulosa escalera de baldosas es uno de los elementos principales de su interior neog¨®tico, y desde el jard¨ªn hay unas vistas espl¨¦ndidas. Para disfrutar de una mejor panor¨¢mica, lo mejor es seguir unos 300 metros por el mismo camino hasta llegar al faro.
Pero uno de los grandes encantos de este elegante pueblo de la Riviera est¨¢ en sus alrededores: la pen¨ªnsula de Portofino est¨¢ surcada por 60 kil¨®metros de senderos estrechos para recorrer el Parco Naturale Regionale di Portofino. Una de las excursiones m¨¢s recomendables es la ruta costera de 18 kil¨®metros que abarca de Camogli a?Santa Margherita pasando por San Fruttuoso y Portofino.
Cinque Terre y sus senderos
Se conoce como Cinque Terre a unos pocos kil¨®metros incre¨ªbles en la costa de Liguria: una serie de pueblecitos pegados al mar, subidos a riscos inveros¨ªmiles, con un colorido de ensue?o, que conforman uno de los parajes litorales m¨¢s espectaculares del planeta. Patrimonio mundial desde 1997, Cinque Terre ya no es el para¨ªso desconocido que era hace tres o cuatro d¨¦cadas, pero sigue resultando un lugar sorprendente que nunca defrauda. Varios caminos sinuosos invitan a los trotamundos a recorrer acantilados que a simple vista parecen impenetrables, mientras que una l¨ªnea f¨¦rrea del siglo XIX, abierta a trav¨¦s de una serie de t¨²neles costeros, permite a los viajeros moverse de pueblo en pueblo.
Su belleza raya lo sublime pero esta es muy homog¨¦nea, es decir, los cinco pueblos se parecen mucho entre s¨ª, tanto en su est¨¦tica como en su historia en com¨²n. De origen medieval, fueron fundados en el siglo VII, cuando los habitantes de las colinas se trasladaron a la costa tras la invasi¨®n de los b¨¢rbaros. De esa ¨¦poca remota quedan castillos y una serie de ilustres iglesias parroquiales. Pero lo m¨¢s caracter¨ªstico de estas villas carism¨¢ticas son sus escarpados acantilados con terrazas y un complicado sistema de campos y jardines tallados, modelados, cincelados y estructurados durante dos milenios. Estas estructuras artificiales son tan llamativas que se ha llegado a comparar los largos muretti que aterrazan los acantilados con la Gran Muralla China.
Para apreciar esta original distribuci¨®n del terreno, una de las mejores experiencias que se pueden tener en Cinque Terre, que cuenta con 120 kil¨®metros de senderos, es hacer una ruta de trekking. El itinerario m¨¢s popular es el Sentiero Azurro (sendero azul), un antiguo camino de herradura de 12 kil¨®metros que une los cinco pueblos costeros a pie. Se abri¨® en los primeros tiempos de la Rep¨²blica de G¨¦nova (siglos XII y XIII) y, hasta que se inaugur¨® el ferrocarril en 1874, era la ¨²nica forma de moverse entre las poblaciones. El Azurro es un camino estrecho y escarpado, pero lo puede hacer todo el mundo sin muchos problemas, desde Riomaggiore a Monterosso, comenzando en la famosa Via dell¡¯Amore.
Con 38 kil¨®metros de recorrido, casi los mismos de una marat¨®n, el Sentiero Rosso (sendero Rosso) es otra alternativa un poco m¨¢s complicada: va de Porto Venere a Levanto y ofrece un desaf¨ªo a los senderistas con experiencia, que pueden tratar de completarlo en 9-12 horas. Asciende a las monta?as pero sin dar nunca la espalda al mar.
Monterosso al Mare, la playa de Cinque Terre
El pueblo m¨¢s al oeste de Cinque Terre, y el m¨¢s accesible en coche de los cinco, es Monterosso al Mare y tambi¨¦n el ¨²nico con una gran playa tur¨ªstica. Probablemente sea el menos pintoresco pero es de visita obligada. Conocido por sus limoneros y sus anchoas, se divide en dos barrios ¡ªantiguo y nuevo¡ª comunicados por un t¨²nel excavado bajo el promontorio de San Crist¨®foro. Sus atractivos son simples pero eficaces: una gran playa, una iglesia sobre una colina y varios restaurantes bien situados con vistas espl¨¦ndidas a la costa.
La visita cultural esencial es el Convento dei Cappuccine (una iglesia a rayas y un convento), que se levanta en la colina que separa el casco antiguo del nuevo y que lleva m¨¢s de 400 a?os sobre el promontonio, en lo alto del pueblo. La subida, corta pero empinada, nos ofrecer¨¢ unas vistas m¨¢gicas y en el interior, la oportunidad de apreciar obras de arte sacro sorprendentes, como un cuadro del pintor flamenco Anton van Dyck (1599-1641). No es este el ¨²nico templo que merece el esfuerzo del ascenso: un empinado sendero nos llevar¨¢ entre bosques hasta el Santuario di Nostra Signora di Soviore, el m¨¢s antiguo de Liguria.
Vernazza, un puerto y muchos 'caruggi'
El puerto de Vernazza (¨²nico punto de desembarco seguro en Cinque Terre) custodia el m¨¢s evocador y escarpado de los cinco pueblos. Posiblemente tambi¨¦n es el m¨¢s pintoresco, repleto de peque?os caf¨¦s y con una calle principal adoquinada (Via Roma) que conecta la Piazza Marconi con la estaci¨®n de tren, y un conjunto de estrechas callejuelas donde se ve el mar aparecer y desaparecer en cada esquina. Son los caracter¨ªsticos caruggi (callejones estrechos) al m¨¢s puro estilo genov¨¦s.
La orilla del mar est¨¢ enmarcada por una peque?a iglesia de estilo g¨®tico ligur, construida en 1318 a ra¨ªz del supuesto hallazgo de una caja de madera con los huesos de santa Margarita en una playa cercana. Y su Castello Doria es la fortificaci¨®n m¨¢s antigua que se conserva en Cinque Terre, del a?o 1000. Hoy es una ruina con vistas maravillosas.
Corniglia, las mejores visitas
Corniglia es el pueblo m¨¢s peque?o y tranquilo de Cinque Terre. Situado sobre un promontorio rocoso de 100 metros de altura rodeado de vi?edos, es el ¨²nico sin acceso directo al mar, aunque una escalinata condu?ce a una cala rocosa. Su casco antiguo es un d¨¦dalo de callejones estrechos y casas de colores de cuatro plantas, un paisaje urbano atemporal, presente en los cuentos del Decamer¨®n de Boccaccio (1351 - 1353). Para llegar al pueblo desde la estaci¨®n de tren hay que abordar los 377 escalones de la Lardarina.
Por su situaci¨®n central, Corniglia es el ¨²nico lugar donde pueden divisarse las cinco poblaciones a la vez, en una visi¨®n panor¨¢mica espectacular. El Belvedere di Santa Mar¨ªa permite disfrutar de la magn¨ªfica vista de estos pueblos desde el acantilado.
Manarola, entre vi?edos
Manarola es el pueblo con m¨¢s vides de Cinque Terre, y debe su fama al vino dulce Schiacchetr¨¤. Sus valiosas reliquias medievales hacen pensar que es el m¨¢s antiguo de los cinco enclaves. Sus habitantes hablan un curioso dialecto local llamado manarolense, que sorprende a los visitantes, muchos de los cuales suelen ser grupos de escolares italianos.
El mirador m¨¢s preciado de Manarola es el de Punta Buonfigio, un promontorio rocoso en el camino de salida hacia Corniglia (Sentiero Azurro), donde los caminantes se detienen para fotografiar el pueblo. Desde aqu¨ª se admira uno de los paisajes mas bellos de Italia.
El otro punto de inter¨¦s es el Piazzale Papa Innocenzo IV, una peque?a plaza dominada por un campanario utilizado como atalaya defensiva. Enfrente, la Chiesa di San Lorenzo, de 1338, alberga un pol¨ªptico (pintura dividida en m¨²ltiples secciones o paneles) del siglo XV. Si nos quedan ganas y fuerzas, podemos subir un sendero a trav¨¦s de los vi?edos hasta la cima de la monta?a.
Riomaggiore, 'capital' de Cinque Terre
El pueblo m¨¢s oriental y grande de Cinque Terre es tambi¨¦n su capital oficiosa. Sus desconchadas casas descienden por un barranco hasta un diminuto puerto ¡ªla imagen m¨¢s t¨ªpica de las postales de la regi¨®n¡ª y adquiere un sugerente brillo al ponerse el sol: una imagen rom¨¢ntica y muy fotografiada. Aqu¨ª empieza el famoso Sentiero Azurro y su primer tramo hasta Manarola, muy concurrido, es el conocido como Via dell¡¯Amore. La localidad cuenta con interesantes edificios y un arenal de guijarros y aguas cristalinas a las afueras, como la playa Fossola. Para tener una vista magn¨ªfica de la costa desde lo alto solo hay que subir al Santuario della Madonna di Montenero.
La Spezia, Porto Venere y el Golfo de los Poetas?
A pocos minutos al este de Cinque Terre, la ciudad portuaria y obrera de La Spezia se suele pasar de alto. Pero detenerse en ella nos dar¨¢ la oportunidad de pasear por los callejones del casco antiguo, con acogedoras trattorias donde sirven la cocina m¨¢s t¨ªpica de Liguria. Su mayor atractivo est¨¢ en el museo de Bellas Artes, el Museo Amedeo Lia, con una colecci¨®n de arte de los siglos XIII al XVIII y? obras de grandes maestros como Tintoretto, Montagna, Tiziano o Lorenzetti.
Si en Cinque Terre tuviesen que elegir un sexto miembro honor¨ªfico, probablemente este ser¨ªa la cercana Porto Venere. Encaramado al promontorio occidental del Golfo de los Poetas, es un puerto sinuoso rodeado de casas altas que forman una ciudadela casi inexpugnable en torno al robusto Castello Doria. Los romanos construyeron Portus Veneris como una base en la ruta de la Galia a Hispania y posteriormente pasaron por aqu¨ª bizantinos, lombardos, genoveses y el mism¨ªsimo Napole¨®n. Detr¨¢s del castillo comienza el Sentiero Rosso, el maratoniano camino que lleva hasta Levanto.
Por encima de todo, Porto Venere sigue siendo un lugar rom¨¢ntico y pintoresco para una excursi¨®n de un d¨ªa desde G¨¦nova o una base tranquila para explorar la costa. M¨¢s all¨¢ del muelle, se despliega una panor¨¢mica de Cinque Terre desde las terrazas rocosas de una cueva antiguamente conocida como Grotta Arpaia. El poeta brit¨¢nico Lord Byron (1788-1824) nad¨® una vez desde ella hasta Lerice para visitar a Percy Shelley. La cueva se ha derrumbado pero sus terrazas de roca transmiten gran belleza. Adem¨¢s, se han descubierto restos de un templo pagano dedicado a Venus en el lugar que podr¨ªa sugerir el nombre de ¡°Venere¡±. Desde el promontorio se pueden ver las peque?as islas Palmaria, Tino y Tinetto, con pocas viviendas privadas y algunos balnearios.
Lerici y San Terenzo
Magnolias, tejos y cedros crecen en los jardines p¨²blicos de Lerici, dise?ados en la d¨¦cada de 1930, un exclusivo lugar de retiro a base de villas con piscina sobre los acantilados de su playa en los que en otros tiempos Byron y Shelley encontraron aqu¨ª su inspiraci¨®n. Desde Lerici, un sendero panor¨¢mico de tres kil¨®metros discurre hasta San Terenzo, una aldea con una playa y un castillo genov¨¦s. A principios de la d¨¦cada de 1820, Percy y su esposa Mary Shelley (autora de la novela g¨®tica Frankenstein) se alojaron en la Villa Magni (hoy cerrada al p¨²blico), y Percy muri¨® en 1822 al hundirse su barco frente a la costa cuando regresaba de Livorno.
Otro paseo costero, cuatro kil¨®metros al sureste, lleva a trav¨¦s de magn¨ªficas bah¨ªas hasta Tellaro, una aldea de pescadores con casas de color rosa y naranja agrupadas en torno a estrechos callejones y plazuelas. El caminante puede sentarse en las rocas junto a la Chiesa San Giorgio e imaginarse un pulpo gigante tocando las campanas de la iglesia: seg¨²n la leyenda, lo hizo para avisar a los habitantes de un ataque sarraceno. Para disfrutar de la mejor vista hay que subir a pie y en ascensor al simb¨®lico castillo de Lerici, del siglo XII.
Comer a la italiana junto al mar
La Riviera italiana es famosa por su comida: grandes anchoas, arom¨¢ticos limones, focaccias y una salsa verde legada al mundo entero: el pesto. Sus campesinos cultivan con ingenio en los acantilados aterrazados, y los pueblos de pescadores, instalados en lugares casi imposibles, llevan siglos sac¨¢ndole partido al mar.
No se puede estar en G¨¦nova sin probar el pesto genovese. La famosa salsa de la ciudad (hecha a base de albahaca, pi?ones, aceite de oliva y, a veces, ajo) tiene mejor sabor (y aspecto) aqu¨ª que en cualquier otro sitio, gracias a la albahaca utilizada (hojas de plantas muy j¨®venes recogidas a diario en los invernaderos de la ciudad) y una t¨¦cnica mejorada durante generaciones.
Otra de las tradiciones gastron¨®micas de la zona es comer en los puestos callejeros que ofrecen focaccias, de muchos tipos, como la cl¨¢sica (¡°alla genovese¡±), un sencillo pan sin levadura al horno con sal y aceite de oliva, o la focaccia col formaggio, con cremoso queso suave, o la sardenara, una focaccia tipo pizza con tomate, cebolla, alcaparras y sardinas. En la calle se ofrecen otras delicias como los cucuruchos de pescadito frito, calamares o pulpo, y por supuesto, helados y granita (granizado de frutas).
Entre las opciones de comida m¨¢s formal, en restaurantes, podremos probar por ejemplo un magn¨ªfico marisco en Da Aristide, una joya elegante y desenfadada en Manterola, o en Gianni Franzi, un restaurante m¨ªtico frente al puerto de Vernazza.
Territorio ¨®ptimo para practicar el enoturismo
Cinque Terre es tambi¨¦n un buen destino de enoturismo: los vi?edos rodean muchos de sus pueblos y se extienden hasta el interior. Los vinos producidos en estos terrenos aterrazados sol¨ªan ser de calidad est¨¢ndar, pero han mejorado mucho en los ¨²ltimos a?os gracias a una nueva generaci¨®n de productores.
Los blancos son los m¨¢s famosos, con su cepa bosco, que se suele mezclar con albarola y vermentino. Entre los mejores bares de vinos podemos partir de la Cantine Matteotti, una peque?a joya en el coraz¨®n del casco hist¨®rico de G¨¦nova, o de A Pi¨¨ de Campu, que sirve vinos de alta gama y picoteo en Manarola. En la calle principal de Monterosso al Mare podremos iniciarnos a los vinos con denominaci¨®n de origen de la zona en la Enoteca Internazionale o en la Enoteca da Eliseo, un peque?o bar con terraza.
Para asegurarnos de que tomamos buen vino de la zona, podr¨ªamos buscar las etiquetas de Prima Terra (del conocido productor Walter de Batt¨¨), V¨¦tua (cultivado a las afueras de Vernazza) y Tobiolo (de las vi?as de Manarola). El Sciacchetr¨¤ es exclusivo de Cinque Terre: un vino de postre color ¨¢mbar en botellas de 375 mililitros.
Se pueden hacer catas de vinos guiadas y visitar las vi?as aterrazadas de Cinque Terre con un circuito disponible desde varios pueblos, que se completan con clases para hacer pesto o pasta. Uno de los mejores lugares para aprender y probar sobre los vinos de Cinque Terre es una diminuta tienda de Manarola: la Cantina Nessun Dorma. Y en Vernazza podemos visitar a la familia del sumiller Alessandro Villa, que lleva seis generaciones dedic¨¢ndose al vino en Vernazza Winexperience.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.