Bajamar, para¨ªso escondido
Tierra de folcloristas, piscinas naturales, olas para el surf y senderismo, este enclave del norte de Tenerife es un lugar para redescubrir
Dice una copla popular: ¡°Ay Bajamar, que tras de Anaga te escondes, d¨¦jame besar tu nombre con mi sentida canci¨®n¡±. Los versos son de Los Huaracheros, que los cantaron por primera vez hace m¨¢s de 60 a?os. Entonces fueron de amor, hoy son evidencias dram¨¢ticas. Bajamar, en el municipio tinerfe?o de La Laguna, es ahora un para¨ªso, en efecto, escondido tras las monta?as de Anaga.
Abordar desde Anaga este lugar bendecido por el buen tiempo de la prolongada primavera y por la neblina que atempera el calor del verano es un placer de senderistas. Quien quiera llegar ha de usar una carretera que solo avisa de que vas en direcci¨®n a Bajamar cuando ya est¨¢s al lado. El destino, en cualquier caso, es un mar majestuoso.
Los Sabande?os, el grupo folcl¨®rico m¨¢s importante de Canarias (ya cumpli¨® m¨¢s de medio siglo), se bautiz¨® por estos lares, en la finca de Sabanda. Uno de los grandes folcloristas isle?os, N¨¦stor ?lamo, les dedic¨® una copla (¡°D¨ªmelo t¨², lagunera, por d¨®nde se va a Sabanda, si es por la carretera o a trav¨¦s de la monta?a¡±). Si la lagunera tuviera que decir por d¨®nde ir a Sabanda (en la frontera entre Bajamar y Punta del Hidalgo) seguramente dir¨ªa que la mejor ruta es la del apetito por llegar. Pues lo que se esconde tras Anaga es un para¨ªso al que se va, si uno se atreve con la ruta del camino, por un agujero que es como la escultura de un ojo que la naturaleza dibuj¨® en lo alto de la imponente cordillera.
Bajamar es, pues, un para¨ªso escondido por la naturaleza y, al menos desde 1977, postergado por hoteleros y pol¨ªticos que dejaron de mirarlo como una alternativa o prolongaci¨®n de otros espacios tur¨ªsticos (como Puerto de la Cruz) que ya eran centro de atenci¨®n internacional. Adem¨¢s de la pujanza natural de sus piscinas y del buen clima, contaba entonces con hoteles, restaurantes, salas de fiesta y la afluencia tranquila de un turismo local o extranjero que acud¨ªa pensando en el sosiego de un lugar que parec¨ªa puesto ah¨ª para el reposo. Pero el estampido de la riada de aquel a?o empez¨® a cavar el destino que llev¨® a que aquellos edificios sean hoy esqueletos de una ilusi¨®n.
Lo primero que se ve al llegar por la carretera es el hueco que han dejado, en los viejos edificios pero tambi¨¦n en los m¨¢s recientes, las piquetas del tiempo, pues a?o tras a?o se han cerrado negocios. Ahora esas paredes son territorio de grafitis que, por otra parte, alegran un paisaje urbano que, desde hace m¨¢s de 40 a?os, muestra las sucesivas heridas del abandono. A esta figura de Bajamar hoy habr¨ªa que llamarla melancol¨ªa.
Y es un lugar parrandero, una capital de la alegr¨ªa del norte de la isla, cuyo epicentro durante a?os ha sido la facilidad con la que ha proporcionado folcloristas de leyenda, como la familia Ramos o los citados Sabande?os. Elfidio Alonso, que fund¨® este grupo en 1967 y sigue a su frente, recuerda cuando esa parranda que naci¨® en Sabanda cant¨® durante 28 horas y tres cuartos (¡°y alguno acab¨® con sangre en las manos¡±) para celebrar en Bajamar las fiestas del agosto de 1973¡ Exalcalde de La Laguna y periodista, rememora el posterior tir¨®n del sur, cuando hasta el entonces presidente del Cabildo, Jos¨¦ Miguel Galv¨¢n Bello, puso dinero para que se hiciera la autopista. Esa pujanza sure?a se llev¨® de Bajamar (y del Puerto de la Cruz) el capital y las ganas de hacer, adem¨¢s de turistas. ¡°As¨ª que decay¨® el Puerto, aunque hubo intentos fruct¨ªferos de reactivarlo¡±.
Bajamar es, dice Alonso, ¡°el mar que le falta a La Laguna¡±, pero ese turismo no da para impedir este paisaje de huecos que es ahora la muy menguada infraestructura tur¨ªstica de esta parte del litoral. ?Hay un sue?o para Bajamar? ¡°Que le pase como a El Hierro, que la gente lo redescubra como lugar de sosiego y de pesca, de sitio para el submarinismo y la gastronom¨ªa, que venga la gente por la puesta de sol, por ese espl¨¦ndido mar que separa Bajamar de Punta del Hidalgo. ?Que vengan los surfistas! ?Que la gente se fije en esa bandera azul que garantiza el agua limpia de sus piscinas!¡±.
Julia de Felipe, de Guardo (Palencia), vino aqu¨ª con su marido isle?o, Antonio Abad Padilla, recientemente fallecido, en 1962. Pusieron una farmacia en la que ella sigue con su hijo Andr¨¦s. Delante de negocio tan longevo, recuerda que en ese tiempo empezaron a construirse ¡°hoteles, bungalows y ven¨ªan guaguas con gente¡±. El atractivo era ¡°la tranquilidad, las piscinas naturales, el invierno c¨¢lido, hasta que¡¡±. Los puntos suspensivos aluden a la riada, el monstruo que mat¨® la estrella de Bajamar. ¡°?Y ahora? Tiene muchos elementos para triunfar: piscinas naturales adaptadas a cualquier edad o situaci¨®n f¨ªsica; el microclima m¨¢s agradable de la isla, senderos, olas para el surf y un atardecer que prende fuego al oc¨¦ano¡ Pero necesita que las administraciones recuperen la fe y le den el impulso que necesita¡±, a?ade Andr¨¦s Padilla, el presidente de los vecinos.
Ante Anaga, cerca del monumento que merecieron Los Sabande?os, subsiste otro negocio longevo, Melita, que ha resistido todos los temporales descritos. Lleva aqu¨ª medio siglo, y ahora tiene derivaciones en otras partes de Tenerife. Est¨¢ especializado en dulcer¨ªa alemana y, si esa fuera una especialidad, en sosiego. Desde Melita contemplo riscos, senderos, ese oc¨¦ano majestuoso que parece hecho para caminar sobre sus aguas color cobalto. Miles de palmeras y el viento en medio de espacios que, en los a?os sesenta, aspiraban a ser el lugar de asiento o destino del turismo que no ten¨ªa como ¨²nico objetivo las hamacas.
Para redescubrir este lugar acud¨ª a algunos viejos conocedores, que me llevaron a mirar. El escritor Julio Fajardo, su hermano Jos¨¦ Luis, pintor, y el catedr¨¢tico de Biolog¨ªa Juan Jos¨¦ (Checho) Bacallado (quien, como Julio, fue sabande?o). A Julio le gust¨® fijarse en ese agujero milagroso que corona la cordillera; a su hermano le pareci¨® un despilfarro del paisaje que ¡°las viejas plataneras sean ahora eriales amarillos¡±; y a Checho le gusta ver a Bajamar como un lugar que prolong¨® ¡°el esp¨ªritu caballeroso del Puerto de la Cruz¡±. Julio ve al visitante de esta zona ¡°como un turista de rocas, no viene a las piscinas, busca charcos para ponerlos en valor¡±. Bacallado encuentra que el lugar ¡°ha sido un aula al aire libre para la ciencia marina y para analizar la feracidad de la tierra¡ La avifauna canaria tiene aqu¨ª un espacio extraordinario¡±. La cordillera de Anaga, resalta Julio, ¡°es un camino que siempre tendr¨¢ senderos inexplorados, cuyo recorrido desde los roques al litoral de Punta del Hidalgo es tan atractivo como el Acantilado de los Gigantes¡±. ?Y qu¨¦ falta? ¡°Que la gente venga a patear¡±. A patear¡ y a surfear.
Me llevaron al estudio de Louis Lambert. 3ttman es el nombre de guerra de este franc¨¦s de Lille, 38 a?os, grafitero de relevancia mundial que un d¨ªa atra¨ªdo por su mujer tinerfe?a hall¨® aqu¨ª ¡°un lugar con energ¨ªa, cuya naturaleza, su cordillera, sus olas, lo convierten no solo en sitio privilegiado para vivir, sino para crear¡±. Aqu¨ª lleva ocho a?os, y sus grafitis proliferan por las paredes antes desvencijadas de Bajamar. ?Qu¨¦ espera? ¡°Que venga gente, pero no tanta como para estropear esta energ¨ªa sobre la que caminamos o nadamos quienes amamos este paisaje ¨²nico¡±. Le pregunt¨¦ por una palabra que definiera el estado de ¨¢nimo que le devuelve la tierra en la que renace: ¡°Felicidad, sin duda¡±.
Y ah¨ª est¨¢ Bajamar, escondido tras Anaga, como una obra de arte a la espera del redescubrimiento tranquilo.
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