La Posada Regia, noche en pleno centro hist¨®rico de Le¨®n

El ladrillo visto sobre los sillares de su restaurante Bodega Regia ha palidecido con el desgaste de los a?os despu¨¦s de la ¨²ltima reforma, hace ya m¨¢s de dos d¨¦cadas. Qui¨¦n lo dir¨ªa despu¨¦s de los 650 a?os que soporta el edificio, edificado sobre los restos de una muralla romana del siglo I despu¨¦s de Cristo, de camino hacia el castizo barrio H¨²medo y a cinco minutos a pie de la catedral de Le¨®n. Fue en 1998 cuando Marquitos Vidal y su mujer Ana estrenaron 36 habitaciones sobre una de las casas de comidas m¨¢s emblem¨¢ticas de la ciudad, la que abrieron sus padres y abuelos, y la que hoy regentan con el mismo car¨¢cter sus hijos Ra¨²l, Marcos y Mar¨ªa, esta gerente de la posada.

Desde la calle se adivina el interior, menos austero que la fachada, pero igualmente recio en su propuesta escenogr¨¢fica de vigas a la vista, ladrillos en espiga y siller¨ªa de piedra. Sobre los entramados de madera reposan unas gruesas alfombras de Astorga. Muebles de casa vieja decoran las estancias y dan utilidad a algunos rincones, realzados con caprichosas luminarias que matizan la calculada rusticidad ornamental. Apenas quedan espacios para el esparcimiento de los hu¨¦spedes, salvo la antesala de una sucinta biblioteca y las anta?onas escaleras de madera tocha. El plan consiste en ver escurrirse las horas de tapeo por el barrio H¨²medo y caer por el hotelito al anochecer.

El gran atractivo del alojamiento est¨¢ en la cocina, merecedora de numerosos premios internacionales y acreditada con la placa de la asociaci¨®n gastron¨®mica EuroToques. Ni por un momento habr¨ªa que desde?ar el morcillo de a?ojo estofado o el congrio al ajoarriero. Cuatro generaciones de Vidales se defienden por s¨ª mismas.

Los dormitorios se distribuyen en las tres plantas superiores. Aquellos situados bajo la cubierta parecen m¨¢s rom¨¢nticos por su abuhardillamiento, aunque todos definen su personalidad por el color con el que se han tintado sus paredes, rojizas, azules, verdes o amarillentas, seg¨²n sus alturas. Es cierto que los a?os no pasan en balde y conviene actualizarlos como hoy se le exige a un hotel con encanto. A la hora de reservar con criterio es m¨¢s f¨¢cil reconocerlos por su numeraci¨®n ordinal, pero a¨²n conservan los nombres originales que la familia propietaria les asign¨® como homenaje mesenterio a un r¨ªo leon¨¦s o alguna de las aves que habitan cerca de ¨¦l: Perdiz, Abubilla, Pito Real, Jilguero Tuerto, Petirrojo, Urogallo o Choch¨ªn Luna.