Costa Rica: un delirio de la naturaleza para vivir mil y una aventuras
Cabalgar olas infinitas en las playas de Nicoya, avistar ballenas jorobadas en Uvita o sumergirse bajo las aguas de la remota isla del Coco. Una ruta alternativa por uno de los pa¨ªses con mayor biodiversidad
Costa Rica se ha convertido este 2021 en uno de los primeros destinos americanos seguros, y eso se ha traducido en una r¨¢pida recuperaci¨®n del turismo tras largos meses de pandemia. Este pac¨ªfico rinc¨®n de Am¨¦rica Central, donde el respeto a la naturaleza y las aventuras al aire libre son sus se?as de identidad, vuelve a abrirse al mundo con multitud de atractivos. Muchas son las cosas que se pueden hacer en Costa Rica: de subirse a una tabla de surf ¡ªes uno de los destinos m¨¢s cotizados para la pr¨¢ctica de este deporte¡ª a relajarse sobre una esterilla de yoga; bajar a cuevas llenas de murci¨¦lagos, escalar picos volc¨¢nicos, caminar, pedalear o deslizarse por tirolinas¡ Un sinf¨ªn de aventuras que incluso pasan por descubrir los encantos de una escala en su inadvertida capital, San Jos¨¦.
La mayor¨ªa de turistas acuden a Costa Rica a visitar los volcanes centrales (el Po¨¢s o el Arenal, por ejemplo) o los parques nacionales que nunca defraudan, como el de Manuel Antonio (el m¨¢s cercano a la capital), el de Tortuguero, el de Corcovado (en la pen¨ªnsula de Osa) o al fant¨¢stico Bosque Nuboso de Monteverde. Es casi obligado conocer tambi¨¦n alguno de los para¨ªsos del surf a lo largo de la costa del Pac¨ªfico o incluso hay quien se anima a explorar el otro extremo del pa¨ªs: la costa del Caribe. A continuaci¨®n, lanzamos algunas propuestas, varias de ellas fuera de las rutas m¨¢s habituales, para disfrutar como se merece de este prodigio de la naturaleza. Pura vida.
El Caribe tico con sabor jamaicano
La costa sur del Caribe es el coraz¨®n y el alma de la comunidad afrocaribe?a de Costa Rica. A mediados del siglo XIX llegaron muchos jamaicanos para construir el ferrocarril y se quedaron luego a trabajar para la empresa bananera estadounidense United Fruit. Tambi¨¦n en esta zona, pero m¨¢s hacia el interior, viven todav¨ªa algunos de los grupos ind¨ªgenas m¨¢s importantes del pa¨ªs: culturas que se han preservado intactas a pesar de siglos de incursiones, primero de los espa?oles, despu¨¦s de la industria bananera y hoy del turismo. Viven, sobre todo, en las zonas de Cocles, Talamanca y Bribri.
Pero esta no es una burbuja aislada: desde la d¨¦cada de los ochenta del pasado siglo, la costa sur ha recibido a surfistas, mochileros y familias de vacaciones, que en muchos casos han echado ra¨ªces y a?adido sabores italianos, alemanes y norteamericanos a este mosaico cultural. Para el visitante resulta siempre una experiencia diferente y muy gratificante, con preciosas playas de las que disfrutar de largas jornadas de sol y arena.
Cahuita, cerca de la frontera con Panam¨¢ y de relajado ambiente caribe?o, o Puerto Lim¨®n, el muelle m¨¢s importante del pa¨ªs y en el que desembarc¨® Cristobal Col¨®n mientras exploraba el Nuevo Mundo, son los lugares m¨¢s conocidos y visitados, pero queda mucho por descubrir para quien tenga inter¨¦s y ganas de aventura. Por ejemplo, Selva Bananito, cerca de Puerto Lim¨®n, una de las ofertas de ecoturismo m¨¢s aisladas y deliciosas del pa¨ªs, con observaci¨®n de fauna, exquisitas comidas y c¨®modos palafitos (caba?as sobre el agua) de madera reciclada de estilo caribe?o. Est¨¢ a los pies de un cerro, en los l¨ªmites del parque internacional La Amistad ¡ªel ¨¢rea protegida terrestre m¨¢s grande de Costa Rica y una de las regiones con mayor biodiversidad de especies y ecosistemas¡ª y se dedica desde hace tres d¨¦cadas al turismo sostenible, apostando por la energ¨ªa solar y los productos biodegradables.
Boca Tapada, un destino in¨¦dito entre plantaciones
Si emprendemos camino hacia el norte por el interior, antes de llegar a la frontera con Nicaragua irrumpe la zona conocida como Boca Tapada. Este es un viaje a trav¨¦s de plantaciones de pi?a para descubrir la selva virgen del Refugio Nacional de Vida Silvestre Mixto Maquenque. Es un destino poco tur¨ªstico, ideal para esp¨ªritus aventureros. Los caminos pedregosos y la falta de se?alizaci¨®n pueden obligar a realizar algunos rodeos no deseados, pero la recompensa es un gran espect¨¢culo ecol¨®gico.
En este humedal habitan animales en peligro de extinci¨®n como el guayacamo o lapa verde, especies vulnerables como el manat¨ª y otras relevantes como el jaguar y el pez gaspar. En total, hay catalogadas un total de 139 especies de mam¨ªferos, 135 de reptiles, 80 de anfibios y 424 de aves. Al atravesar campos de pi?as y plantas de embalaje, el viajero se cruza con campesinos y al final de la carretera podr¨¢ disfrutar de un pedazo de exuberante selva tropical, llena de p¨¢jaros ex¨®ticos y el croar de las ranas. Los alojamientos de la zona ofrecen excursiones por el Refugio Nacional de Vida Silvestre Mixto Maquenque.
Observaci¨®n de tortugas en Parismina
Sin abandonar la costa norte que ba?a el Caribe, a medio camino entre las localidades de?Tortuguero y Puerto Lim¨®n, est¨¢ Parismina, una alternativa menos concurrida que el vecino parque nacional Tortuguero, y que cada vez gana m¨¢s adeptos entre los que recorren el pa¨ªs. Esta extensa lengua de arena entre los manglares y el mar cuenta con una infraestructura tur¨ªstica esquel¨¦tica y no demasiada acci¨®n aparte de la conservaci¨®n de tortugas y recorrer en kayak los canales. Algo que permite imaginar c¨®mo era la costa caribe?a de Costa Rica antes de la llegada del turismo. Lo mejor para ello es desembarcar en este adormecido pueblo de pescadores encajonado entre los canales de Tortuguero y el mar. Sin tirolinas, ni resorts, es el t¨ªpico lugar donde encontrar ancianos jugando al domin¨® en los porches y ni?os chapoteando en los charcos.
Para los intr¨¦pidos dispuestos a emprender el viaje, Parismina es, adem¨¢s, un lugar magn¨ªfico para ver tortugas y ayudar a su conservaci¨®n, y sin el gent¨ªo de Tortuguero. Aunque aqu¨ª desovan menos especies y en menor n¨²mero, se pueden observar tortugas la¨²d entre finales de febrero y principios de octubre; y verdes, entre febrero y septiembre. Adem¨¢s, hay un criadero de tortugas en el que voluntarios pueden ayudar a custodiar los huevos. La pesca deportiva es el otro reclamo tradicional para el turismo de la zona.
Malpa¨ªs y Santa Teresa, para¨ªso surfista
Dando un salto a la otra costa tica, la del Pac¨ªfico, en la pen¨ªnsula de Nicoya, la m¨¢s grande del pa¨ªs, se puede combinar la aventura en la naturaleza tropical con los encantos de sus hoteles boutique, exquisitos restaurantes o spas para cuidar y nutrir cuerpo y alma. Y si se busca m¨¢s tranquilidad que emociones fuertes, aqu¨ª los d¨ªas pueden pasar simplemente mecidos por la brisa marina. En el extremo sur de esta pen¨ªnsula asomada al oc¨¦ano se encuentran dos de los destinos preferidos por los surfistas: Malpa¨ªs y Santa Teresa. Hasta hace relativamente poco tiempo estos dos pueblos vecinos eran considerados un rinc¨®n casi secreto y, aunque han dejado de serlo, Santa Teresa es todav¨ªa una maravillosa villa surfera, con muchos sitios donde comer y algo de vida nocturna. Por toda la zona discurre una accidentada carretera litoral que enfila al sur desde Santa Teresa, pasa por la playa Carmen y termina en el pueblecito pesquero de Malpa¨ªs.
La playa Santa Teresa, alargada y espectacular, es famosa por su rompiente veloz y potente. Ofrece buen surf a casi todas horas. Al norte, da paso a playa Hermosa, que hace honor a su nombre: es amplia y llana y cuando baja la marea se ve espectacular. El surf es el principal atractivo del lugar. Casi todos los viajeros no hacen otra cosa, excepto estirar los m¨²sculos y un poco de yoga. Pero existen m¨¢s opciones para aprovechar el entorno: paseos a caballo, excursiones de pesca o circuitos de tirolina.
Costa Ballena: olas, ballenas y buena comida
La costa central del Pac¨ªfico es la salida al mar m¨¢s cercana a San Jos¨¦. Hasta aqu¨ª llegan los habitantes de la capital a pasar el fin de semana y muchos turistas internacionales. Al sur de Quepos, puerta de entrada al parque nacional Manuel Antonio y donde la trillada ruta tur¨ªstica del Pac¨ªfico central da sus ¨²ltimos coletazos, la zona se transforma y evoca la Costa Rica de hace a?os, con playas vac¨ªas, cevicher¨ªas de carreteras¡ y un surf incomparable. Conocido como Costa Ballena, el hermoso tramo entre Dominical y Ojochal (apenas 35 kil¨®metros por carretera en los que se alternan playas y acantilados) destaca por tres cosas: el surf (Dominical), la observaci¨®n de ballenas (Uvita) y la cocina (Ochojal).
Hasta donde se remonta la memoria, Dominical era un pueblecito que atra¨ªa a una variopinta colecci¨®n de surfistas, mochileros y simp¨¢ticos amigos del buen vivir, un lugar donde el viajero pod¨ªa brujulear por las polvorientas calles con la tabla de surf bajo el brazo despu¨¦s de un d¨ªa de intenso oleaje. En 2015 lleg¨® la primera carretera de verdad al pueblo y se comenz¨® a asentar una creciente poblaci¨®n de expatriados y americanos, que trajeron algunos negocios m¨¢s sofisticados. Ahora es un destino popular, pero cuando llegan las lluvias Costa Ballena se vac¨ªa y vuelve a ser la vieja y pl¨¢cida Costa Rica de siempre.
Dominical debe su fama a su costa y a sus espeluznantes rompientes. Es un buen rinc¨®n para iniciarse en este deporte, aunque tampoco la cercana playa Dominicalito es la m¨¢s mansa para los principiantes. La vecina Uvita conserva su pausado ritmo vital durante la temporada baja, pero se ha convertido en un destino muy visitado gracias a su atracci¨®n principal: el parque nacional Marino Ballena, famoso por las migraciones de ballenas jorobadas y sus playas v¨ªrgenes casi sin gente. Tambi¨¦n hay bonitas cataratas en sus cercan¨ªas. En Uvita tienen lugar dos acontecimientos tur¨ªsticos importantes para el pa¨ªs: el festival de ballenas y delfines, que celebra la llegada de las ballenas jorobadas, y la reuni¨®n hippie m¨¢s multitudinaria de Costa Rica, el Envision Festival.
Ojochal, por el contrario, es el epicentro culinario de la zona con influencias desde mediterr¨¢neas hasta indonesias, con una poblaci¨®n multicultural de residentes extranjeros y un ambiente completamente diferente a la surfera Dominical.
Sarapiqu¨ª y la catarata Poza Azul
Los viajeros que fijan su mirada en el norte del pa¨ªs fundamentalmente lo hacen para disfrutar del volc¨¢n Arenal (1.670 metros), su parque nacional y sus muchos lodges en plena naturaleza, con balnearios termales en medio de la lava, caminatas pintorescas y experiencias ¨²nicas al aire libre. Son uno de los puntos fuertes de cualquier recorrido por Costa Rica. Pero aqu¨ª, en los confines norte?os, hay otras zonas menos visitadas. Quienes se aventuren por carreteras secundarias descubrir¨¢n la vertiente m¨¢s rural del pa¨ªs y rincones como el Refugio Nacional de Vida Silvestre Ca?o Negro, con marismas y lagunas que recuerdan a famosos humedales como los Everglades de Florida o el delta del Mekong (en versi¨®n reducida). O el valle de Sarapiqu¨ª, una extensi¨®n de llanuras llena de fincas que en el pasado form¨® parte de las grandes explotaciones de la empresa bananera United Fruit Company, de capital estadounidense. Las aguas del r¨ªo Sarapiqu¨ª no son tan bravas como las del cercano r¨ªo Pacuare, pero cuentan con vigor suficiente para acelerar el pulso de cualquier aficionado al rafting. Adem¨¢s, la frondosa selva que bordea el r¨ªo ofrece la oportunidad de ver fauna desde las balsas que descienden por este generoso caudal de agua en busca de aventuras.
La Virgen, una antigua poblaci¨®n de la ¨¦poca dorada del comercio bananero, se mantiene escondida en la densa vegetaci¨®n salvaje del Sarapiqu¨ª. Durante m¨¢s de una d¨¦cada, fue el principal destino de kayak y rafting en Costa Rica, pero un terremoto cambi¨® el curso del r¨ªo y arrastr¨® su econom¨ªa tur¨ªstica. Hoy solo quedan algunos establecimientos abiertos, pero cada vez hay m¨¢s aficionados al rafting que de forma independiente vuelven para dejarse llevar por los r¨¢pidos o buscar alguna poza transparente donde disfrutar de un relajante ba?o, como la catarata Poza Azul, que para muchos es el mejor salto de agua de todo el pa¨ªs.
La pen¨ªnsula de Osa: los ¨²ltimos rincones v¨ªrgenes
Pese a su extensi¨®n relativamente peque?a, la pen¨ªnsula de Osa, en la costa suroeste del Pac¨ªfico, alberga un gran n¨²mero de h¨¢bitats tropicales: bosques lluviosos, humedales costeros y bosques de monta?a. Incluye, adem¨¢s, algunos de los rincones menos explorados y urbanizados de Costa Rica. Por ejemplo en el parque internacional La Amistad, donde quedan amplias extensiones intactas en las que viven en reservas representantes de las culturas ind¨ªgenas m¨¢s relevantes del pa¨ªs (bribri, cab¨¦car, boruca y ng?be). Tambi¨¦n es el hogar de aves como los quetzales o guacamayos, y de animales como los monos perezosos y los coat¨ªes. Hay solitarias playas, surf y muchos territorios agrestes para viajeros intr¨¦pidos que buscan algo salvaje.
Es aqu¨ª tambi¨¦n donde est¨¢ el principal espacio protegido del pa¨ªs: el parque nacional de Corcovado. Es el ¨²ltimo tramo de la selva tropical original que se conserva en la Centroam¨¦rica del litoral pac¨ªfico. Basti¨®n de biodiversidad, alberga la mitad de las especies de Costa Rica. Hay tres rutas principales abiertas al p¨²blico para quien quiera recorrer a pie el parque y otros muchos senderos a los que conviene ir acompa?ados por un gu¨ªa.
En la pen¨ªnsula est¨¢ tambi¨¦n Bah¨ªa Drake, una peque?a bah¨ªa que se piensa que fue descubierta por el corsario ingl¨¦s Francis Drake en el siglo XVI. Es uno de los destinos m¨¢s remotos del pa¨ªs, un aut¨¦ntico mundo perdido, abrazado por el parque Corcovado. En el dosel de la pluvisilva, los monos aulladores saludan al sol con su cautivador griter¨ªo, mientras que las parejas de guacamayos que vuelan entre las copas de los ¨¢rboles llenan el aire con sus cacof¨®nicos c¨¢nticos. En la bah¨ªa, manadas de delfines surcan las aguas turquesas pr¨®ximas a la bella reserva de la isla del Ca?o, un min¨²sculo territorio de 300 hect¨¢reas a 20 kil¨®metros de Bah¨ªa Drake.
Drake permanece aislada del resto del pa¨ªs, y ah¨ª reside su encanto. Todo gira en torno al humilde pueblo de Agujitas (1.000 habitantes), el eje de transporte de la zona, que atrae a un creciente n¨²mero de mochileros y amantes de la naturaleza. Hay alojamientos baratos y una amplia oferta de submarinismo y de excursiones para observar la rica fauna.
Isla del Coco, el para¨ªso del submarinismo
Es el destino m¨¢s remoto de Costa Rica, una isla a medio millar de kil¨®metros al suroeste de tierra firme. Aunque no pasa de ser una mota verde en medio del Pac¨ªfico infinito, la isla del Coco est¨¢ en la imaginaci¨®n de todos los aventureros: monta?as recortadas e historias de tesoros, un ecosistema virgen y aislado rico en fauna y unas inmejorables condiciones para el submarinismo. Esta es la isla tropical que sobrevuela el helic¨®ptero en el plano inicial de Parque Jur¨¢sico, dirigida por Steven Spielberg en 1993 y basada en el libro hom¨®nimo de Michael Crichton. Tambi¨¦n se cree que La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson era, precisamente, Coco. Pero lo m¨¢s bello no es la isla, sino el mar que la rodea: calificada por la PADI (Asociaci¨®n Profesional de Instructores de Buceo) entre los diez mejores destinos de buceo del mundo, en las aguas de la isla del Coco viven muchas especies pel¨¢gicas (aquellas que viven en aguas medias o cerca de la superficie), entre ellas uno de los m¨¢s grandes bancos de tiburones martillo que se conocen en el planeta.
Antes que los submarinistas, hubo por aqu¨ª piratas, muchos piratas, de quienes se rumorea que escondieron incontables tesoros. El m¨¢s famoso fue el legendario tesoro de Lima, un bot¨ªn millonario que un capit¨¢n brit¨¢nico escondi¨® en 1820. M¨¢s de 400 expediciones se organizaron para dar con este bot¨ªn de lingotes de plata y oro y una imagen de la Virgen de oro macizo. Las riquezas siguen estando bajo sus aguas, pero esta vez en forma de una enorme variedad biol¨®gica. Hay 235 especies de plantas identificadas; 362 de insectos; 85 de aves; 57 de crust¨¢ceos; 118 de moluscos, y m¨¢s de 200 de peces y 18 de corales.
Punta Leona y Playa Herradura, rincones secretos
Punta Leona es un secreto celosamente guardado. M¨¢s all¨¢ de un par de accesos f¨¢ciles de pasar por alto y de largas y sinuosas carreteras de entrada, sus serenas playas (Mantas y Blanca) son las primeras que el viajero puede visitar cuando desciende desde San Jos¨¦ por la costa central del Pac¨ªfico, a solo una hora en coche desde la capital.
En Punta Leona hay un resort enorme, con club de campo, un par de restaurantes y acceso a la playa: el Punta Leona Hotel & Club. La playa Banca es majestuosa, con la marea baja es f¨¢cil cruzar por las lajas del otro extremo de la punta ¡ªcon la pleamar quedan sumergidas pero no es aconsejable atravesarlas a nado¡ª y se puede ir y volver a playa Blanca: el premio al esfuerzo es una inmensa cala con arena blanca, aguas mansas como si fuera un jacuzzi y cocoteros inclinados. Es casi un para¨ªso, frecuentado sobre todo por familias, especialmente en d¨ªas festivos.
Muy cerca est¨¢ playa Herradura, que hace un par de d¨¦cadas no era m¨¢s que una franja de arena oscura, con palmeras y pescadores de la zona. Pero en los a?os noventa salt¨® a la fama como escenario de la pel¨ªcula 1492: la conquista del para¨ªso, de Ridley Scott. El resultado fue un r¨¢pido desarrollo y la construcci¨®n del puerto deportivo Los Sue?os, uno de los m¨¢s lujosos del pa¨ªs. Hoy Herradura representa el posible futuro para la costa central del Pac¨ªfico, con apartamentos sofisticados y hoteles, pero la mitad sur de la playa sigue siendo un tramo t¨ªpicamente local donde los ticos van a comer y a divertirse, con restaurantes informales donde se come con los pies sobre la arena.
Unos d¨ªas en San Jos¨¦, una capital fuera de ruta
La capital de Costa Rica no es precisamente una de las ciudades con m¨¢s encanto del continente, al menos en lo que se refiere a monumentos, museos o barrios con aires coloniales. Pero a cambio, San Jos¨¦ es el verdadero coraz¨®n cultural del pa¨ªs: aqu¨ª est¨¢n los estudiantes universitarios, los intelectuales, los artistas y los pol¨ªticos, y tambi¨¦n el ocio nocturno e incluso el inesperado arte callejero. Los viajeros se quedan siempre poco tiempo en Chepe, como la conocen cari?osamente sus vecinos, pero la ciudad tiene sus encantos y, sobre todo, es parada inevitable, as¨ª que no est¨¢ de mas dedicar unos d¨ªas para disfrutarla como se merece.
El circuito tur¨ªstico imprescindible pasa por el Museo del Oro Precolombino, el Museo del Jade, el Mercado Central o la joya de la ciudad: el Teatro Nacional, el edificio m¨¢s venerado, de finales del siglo XIX, como una bombonera en pleno centro de la ciudad. Visita curiosa es tambi¨¦n el Museo de Arte Costarricense, instalado en un edificio de estilo espa?ol que fue la terminal del aeropuerto de San Jos¨¦ hasta 1955, en el barrio de La Sabana.
Para darse una vuelta por los distritos m¨¢s de moda hay que acercarse a Escalante, epicentro gastron¨®mico de la ciudad, sobre todo en torno a la calle 33, o darse un paseo por el barrio Am¨®n, un agradable e hist¨®rico vecindario con mansiones de cafeteros de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. En los ¨²ltimos a?os muchos de estos edificios hist¨®ricos se han transformado en hoteles, restaurantes y oficinas. Hay de todo, desde casas estilo art d¨¦co a coloristas edificios victorianos tropicales.
Pero los ticos m¨¢s pudientes viven en la periferia, en barrios como Escaz¨² y Santa Ana, con muchos restaurantes y con alojamientos que van desde refinados hoteles boutique hasta aut¨¦nticos resorts en medio de la ciudad.
Si solo vamos a tomar San Jos¨¦ como una escala en el viaje hacia las playas o los parques nacionales, una buena idea es disfrutar de unas minivacaciones en hoteles que son verdaderos oasis. Lugares como el Real InterContinental San Jos¨¦, en Escaz¨², es una isla en medio de la ciudad, con frondosos jardines, piscinas, spa, tiendas y algunos de los mejores restaurantes.
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