Creta: playas, fortalezas y un robot de 2.000 a?os
Un circuito de Heracli¨®n, capital de la isla, a Chania pasando por la tranquila Rethymno
Queda muy rom¨¢ntico decir que alquilas un coche y te recorres una isla como Creta, pero de siempre he preferido los tours con un buen gu¨ªa: te explican las cosas, inventas lo justo. A la ciudad de Cnosos puedes ir con la imagen del laberinto, ?caro cayendo en picado o las relaciones rijosas de la mujer de Minos con un toro, pero la realidad es mucho m¨¢s alucinante. Espera un palacio con m¨¢s de mil habitaciones, cuatro entradas, cul-de-sac, aire acondicionado (de la ¨¦poca), sistemas antis¨ªsmicos, ba?eras, zonas de drenaje y almacenamiento de agua, un primer concepto de teatro. El laberinto es el palacio. De ah¨ª a inventarse un minotauro por la causa que sea solo hay un paso.
La antigua Cnosos?fue desenterrada por el arque¨®logo brit¨¢nico Arthur Evans a principios del siglo XX, loable labor a pesar de alguna licencia tipo Disney en la recreaci¨®n. Est¨¢ muy cerca de Heracli¨®n, la capital de la isla griega, por la cual han pasado romanos, bizantinos, otomanos ¡ªPatrick Leigh Fermor, en su libro Roumeli (1966), estableci¨® bien la doble alma de los griegos, formada por la herencia cl¨¢sica y la moderna¡ª. Ahora, Creta est¨¢ ocupada por los alemanes, que ya lo hab¨ªan intentado en 1941 con la primera invasi¨®n paracaidista de la historia, pero que finalmente consideraron mucho m¨¢s eficaz gastar su dinero en jarras de cerveza Alpha y buenos dolmadakia. Lo de bailar en las piscinas a ritmo de reguet¨®n es una de esas cosas que, supongo, prefieren mantener en un discreto aparte.
En Heracli¨®n hay mucho que ver, por supuesto, pero antes se puede optar por una visita a la tumba del escritor Nikos Kazantzakis (1883-1957), en las murallas de Martinengo. El autor, conocido por sus novelas Zorba el griego o La ¨²ltima tentaci¨®n de Cristo, tiene un epitafio eficaz: ¡°No temo nada, no espero nada, soy libre¡±. Desde all¨ª, la ciudad es llevadera y se puede ir a ver la magn¨ªfica Loggia (calle del 25 de Agosto), levantada en 1626 por Francesco Morosini, centro del poder veneciano en la isla. El inexcusable Museo Arqueol¨®gico? queda a apenas cinco minutos de paseo, en Chatzidaki, con la mejor colecci¨®n de arte minoico del mundo; pero hay descubrimientos m¨¢s especiales, como el Museo Kotsanas de tecnolog¨ªa griega antigua. En su interior record¨¦ un fragmento de la Il¨ªada en el que Hefesto cuenta con robots dorados para ayudarle en su trabajo, y siempre me preguntaba de d¨®nde hab¨ªan sacado ese concepto ¡ªlos robots¡ª que no fue inventado hasta siglos despu¨¦s. En el Kotsanas se halla la respuesta: aut¨®matas que serv¨ªan vino, alarmas para las casas, aperturas autom¨¢ticas de puertas¡ Muy muy impresionante el ingenio griego. Igual de sorprendente que su capacidad para las lenguas; dos, tres a la vez, sin despeinarse. Su alma de comerciantes resulta evidente. No se puede abandonar la capital cretense sin visitar la hermos¨ªsima fortaleza de Koules, un basti¨®n del siglo XVI que domina el puerto y se encuentra en excelentes condiciones.
?Les he dicho ya que mi puesto de mando estaba en el pueblo de Amoudara? Desde all¨ª me mov¨ªa a izquierda y derecha, y a punto estuve de ir hacia Vouves, un pueblo donde se halla, dicen, el olivo m¨¢s viejo del mundo: en torno a 4.000 a?os. Pero no hay tiempo para todo y, leyendo la Historia de Venecia, de John Julius Norwich, pudo m¨¢s la intenci¨®n de visitar dos fortalezas venecianas hacia el noroeste de Creta.
Las playas en direcci¨®n a la ciudad de Rethymno son largu¨ªsimas ¡ªalgunas de hasta 12 kil¨®metros¡ª, con un mont¨®n de eucaliptos que las rodean. Y Rethymno en s¨ª es perfecta; ni el foll¨®n de la capital ni la saturaci¨®n de turistas que espera en la ciudad de Chania. Hay equilibrio, restaurantes que cuelgan sobre el mar en la v¨ªa de Kefalogianni, donde tomar una cerveza Mythos, algo de pescado o mojar pan en un buen tzatziki ¡ªsalsa t¨ªpica a base de pepino y yogur¡ª. Un casco antiguo muy recoleto; la hermosa fuente de Rimondi, en la plaza del mismo nombre; la inevitable Loggia ¡ªconectada con el Dogo de la Seren¨ªsima, aunque no tan bonita como la capitalina¡ª, y, sobre todos ellos, mi objetivo: la fortaleza de Fortezza. Es enorme, tanto que en su interior alberga otra ciudad; un dibujo pentagonal que los venecianos levantaron tambi¨¦n en el siglo XVI contra el siempre peligroso turco. Una construcci¨®n que contin¨²a viva, tanto por los festivales de m¨²sica que se celebran en su interior como por las obras de teatro. El panorama desde sus murallas es magn¨ªfico, y al estar leyendo tambi¨¦n Madres e hijos, de Theodor Kallifatides, recuerdo un fragmento que habla del estoicismo, que consiste en que las peque?as alegr¨ªas palien las tristezas enormes. Pues esto mismo sirve, me digo.
Las dos caras de Chania
Contin¨²o el viaje hacia el oeste de Creta. El mar, azul¨ªsimo, siempre nos acompa?a. Y llegamos a Chania, que los nativos pronuncian ¡°hania¡±, con una hache suave y aspirada. La ciudad es como aquel viejo dios romano que ten¨ªa dos rostros en la cabeza: por un lado, el puerto veneciano posiblemente sea uno de los lugares m¨¢s hermosos que se pueden disfrutar; por otro, la l¨ªnea de restaurantes para guiris que lo recorren, con sus due?os intentando conseguir clientes, lo desvirt¨²an.
En fin, centr¨¦monos en la belleza. Siguiendo la v¨ªa de Kountouriotis encontramos la fortaleza de Firka, que no es tan pinturera como las dos anteriores. Acto seguido, el Museo Mar¨ªtimo, con una interesante memorabilia que muestra desde nudos marineros hasta torpedos, y en la misma v¨ªa te encuentras la perspectiva del puerto, fant¨¢stica, con su caracter¨ªstico faro esquinado y, al otro lado, la figura ovoide de la mezquita de Kioutsouk Hasan, que atrapa toda la atenci¨®n por su apariencia marciana. Antes de los restaurantes hay una estupenda librer¨ªa, bien surtida de t¨ªtulos ad hoc: El cuarteto de Alejandr¨ªa, de Lawrence Durrell; La batalla de Creta, de Antony Beevor; el ubicuo Leigh Fermor, una selecci¨®n de autores griegos cl¨¢sicos y contempor¨¢neos¡ En cuanto quedas a tiro de los hosteleros, aunque resulten algo pesados, ciertamente hay oferta para dar y tomar, y finalmente puedes optar por el men¨² que prefieras, porque siempre, cuando termines, te ofrecer¨¢n un frasquito de raki helado y unos vasitos. Viene a ser un orujo anisado que entra solo: con el calor, deber¨ªa estar prohibido, pero en Creta casi siempre hay una brisa reparadora, as¨ª que las cosas prosiguen su camino natural.
Ignacio del Valle es autor de la novela ¡®Cuando giran los muertos¡¯ (editorial Algaida, 2021).
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