En los dominios de Alejandro Magno
Pela, Estagira, D¨ªon¡ Un periplo por la desconocida Macedonia griega hasta el monte Olimpo, guiado por la escritora Mar¨ªa Belmonte

?Qui¨¦n no ha viajado a Grecia? Casi todo el mundo lo ha hecho de ni?o o de adolescente. Primero, a trav¨¦s de los mitos griegos recreados con ilustraciones fant¨¢sticas en los libros; despu¨¦s, siguiendo los pasos de S¨®crates, Plat¨®n y Arist¨®teles en las clases del colegio, o tras el rastro m¨ªtico de Aquiles en la Il¨ªada o de Ulises en la Odisea, y posteriormente, tras las glorias terrenales de Alejandro Magno.
Mientras los dioses del Olimpo son benevolentes y conceden el viaje, han regalado un nuevo testimonio en la voz de Mar¨ªa Belmonte a trav¨¦s de su libro En tierra de Dioniso. Vagabundeos por el norte de Grecia (editorial Acantilado). La historiadora y antrop¨®loga hizo un asomo a esta ruta hace unos a?os con Peregrinos de la belleza. Ahora sirve de gu¨ªa por la Grecia menos conocida, pero en la que hunde sus ra¨ªces parte de su gloria: la regi¨®n de Macedonia, la tierra de Arist¨®teles y de Alejandro Magno. Un relato literario hecho de sensibilidad donde se convoca la historia, el saber, el viaje y la leyenda.

El recorrido oral lo empieza Belmonte con el recuerdo de su primera visita a Grecia: ¡°Era muy joven y viaj¨¦ con un compa?ero de la universidad. No ten¨ªamos mucho dinero y dorm¨ªamos en las playas y en el suelo de las terrazas de las casas. Incluso me recuerdo gimoteando por hambre en Delfos. Fue un viaje maravilloso en el que tuve mi bautismo griego. Sucedi¨® mientras naveg¨¢bamos a bordo de un barco que hac¨ªa la ruta entre las islas de Amorg¨®s y Naxos. Me recuerdo en cubierta, contemplando fijamente c¨®mo se alejaba la isla que acab¨¢bamos de abandonar y aparec¨ªan las siluetas de otras nuevas en el horizonte. Mientras permanec¨ªa inm¨®vil dej¨¦ de ver el paisaje, dej¨¦ de ver islas recortadas entre el cielo y el mar; mi contemplaci¨®n dio paso a una sensaci¨®n indescriptible, como si me hubiera introducido en otro orden de experiencia en el que la vida cobraba, de repente, mayor intensidad y armon¨ªa; una sensaci¨®n que perdura en mi recuerdo y que luego identifiqu¨¦ con mi primer encuentro con el poderoso genius loci de Grecia. Es algo que nunca me ha abandonado y se revela con la misma emoci¨®n en cada viaje¡±.
La acompa?¨® a Macedonia y le sirve de aliado ahora que ella ejerce de gu¨ªa. La estrategia de desplazamiento la tiene clara. ¡°Una opci¨®n muy interesante, si se viaja sin prisas, es tomar el tren en Atenas rumbo a Sal¨®nica (capital de Macedonia). Por el camino vas contemplando y recreando la ruta de todas las invasiones que en ambos sentidos penetraron en Grecia a lo largo de la historia. Se pasa por lugares tan emblem¨¢ticos como las Term¨®pilas y el valle de Tempe, que es precioso¡±.
Sal¨®nica y sus 80 iglesias bizantinas es la primera parada: ¡°Se extiende desde el mar Egeo hasta la monta?a. Al atardecer es muy bonito subir a la ciudad antigua, a lo que fue el barrio otomano, y contemplar la puesta de sol desde la torre de Trigonion. Desde all¨ª se contempla toda la ciudad, la bah¨ªa de Tesal¨®nica y la imponente silueta del monte Olimpo en la lejan¨ªa¡±, describe Belmonte.
Pela, tierra de mito terrenal, sigue en la ruta. All¨ª naci¨® Alejandro Magno en el a?o 356 antes de Cristo. Hijo de Filipo?II, se puede intuir su rastro e imaginar sus conversaciones cuando Arist¨®teles fue su maestro: ¡°Se visita la antigua ciudad en ruinas, que se est¨¢ reconstruyendo, y el museo, que, sin tener demasiadas cosas, es magn¨ªfico¡±.

Estagira aguarda con sus secretos y las semillas del pensamiento que ha modelado el mundo occidental: ¡°La antigua ciudad natal de Arist¨®teles es una bonita pen¨ªnsula. No se paga entrada, no hay gu¨ªas, se siguen los senderos entre bosquecillos de encinas y te vas encontrando lo que queda de la ciudad: la acr¨®polis, las murallas, el ¨¢gora, el templo de Ceres¡±.
D¨ªon no puede faltar. Es la ciudad de Filipo, casi en las faldas del monte Olimpo. All¨ª Alejandro reuni¨® su ej¨¦rcito antes de empezar su camino a la gloria: ¡°D¨ªon fue la ciudad sagrada de los reyes de Macedonia. Situada a los pies del monte Olimpo, es un yacimiento arqueol¨®gico espectacular. All¨ª acud¨ªan, antes de las batallas, los reyes de Macedonia para celebrar una hecatombe o sacrificio de 100 bueyes blancos en honor a Zeus y propiciar su favor. All¨ª acudi¨® tambi¨¦n Alejandro a ofrecer un sacrificio a la diosa Isis antes de emprender la conquista de Asia¡±.
Y al fondo, Tracia
Ascender al monte Olimpo es casi obligado. Una vista de dioses, como la recuerda Mar¨ªa Belmonte. Desde su cima se contempla toda la llanura de Macedonia, el golfo termaico con Sal¨®nica a lo lejos, y el monte Athos y Tracia como tel¨®n de fondo.
En viajes as¨ª, los imprevistos pueden ser regalos. Por ejemplo, en forma de lluvia, como le ocurri¨® a Mar¨ªa Belmonte un oto?o en Macedonia: ¡°Hubo incluso inundaciones, hasta el punto de que un viaje en autob¨²s que deb¨ªa durar una hora dur¨® cinco, y a las cuatro de la tarde ya estaba muy oscuro. Al d¨ªa siguiente, al abrir la ventana de mi habitaci¨®n, se produjo de nuevo el milagro griego: el asombro ante el azul del cielo y la luz del Egeo¡±. Esos azules y sus vivencias se pueden disfrutar en lugares como Olimpiada. Para hacerlos m¨¢s especiales, cuenta Belmonte, pueden ser en el hotel Liotopi, ¡°al borde del mar y llevado por la encantadora se?ora Loulou. Sus desayunos de autor en el jard¨ªn, bajo los ¨¢rboles, son una experiencia inolvidable¡±.
El paisaje, la historia y la leyenda suelen confluir en muchos peque?os bares, posadas y restaurantes de ciudades, o en pueblos a la orilla del camino. Uno de ellos est¨¢ en la zona que rodea el lago Kerkini, con sus peque?os pueblos, pel¨ªcanos, flamencos, b¨²falos. Y un lugar concreto, desvela Mar¨ªa Belmonte, podr¨ªa ser ¡°ir a escuchar m¨²sica reb¨¦tica a la taberna Toumbourlika, en la calle de Lord Byron de Tesal¨®nica. Adem¨¢s de la m¨²sica y el ambiente, la comida es estupenda¡±.
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