Siete paradas para conocer la sierra de Gata
Una lengua propia, aceite y carne de primera, el mayor casta?ar de Extremadura, un monumento a los contrabandistas y otras sorpresas de estas monta?as al noroeste de C¨¢ceres
Aqu¨ª falan distintu. Aunque tampocu demasiau. Al casco antiguo le dicen cascu antigu; al vencejo, vincillu y al vino, vi?u. Suena a asturiano, todo acabado en u. Pero no lo es. Es la fala, una lengua romance derivada del galaico-portugu¨¦s medieval que solo se habla en tres pueblos de la sierra de Gata, en Extremadura. Encima, cada uno tiene su variante: en San Mart¨ªn de Trevejo hablan ma?egu. En Eljas, lagarteiru. Y en Valverde del Fresno, valverde?u. Aunque acaba en u, retwagyu no es ni ma?egu, ni lagarteiru, ni valverde?u. Es una palabra que se han inventado en un hotel de esta ¨²ltima localidad. Vamos all¨¢ con esta y otras sorpresas que esperan en esta zona del noroeste de C¨¢ceres, cerca ya de Portugal.
Carne de vacas ¡®retwagyu¡¯
Ret viene de retinta extreme?a. Y wagyu, de la raza bovina japonesa famosa por su carne con la que se ha cruzado aquella para obtener las vacas que avanzan con pasitos delicados por la dehesa que rodea H¨¢bitat Cig¨¹e?a Negra, un extraordinario hotel rural en Valdeverde del Fresno con 50 hect¨¢reas de olivar, piscina de horizonte infinito, hammam y restaurante donde la carne de las susodichas acaba pasada por la piedra caliente. Mal lugar para un vegano. Adem¨¢s de esto, que ya es mucho, aqu¨ª hay una almazara ecol¨®gica y un observatorio de aves al borde de una laguna donde la cig¨¹e?a negra que da nombre al alojamiento se concentra en sus pasos migratorios.
(Puedes leer la cr¨ªtica de este hotel de Fernando Gallardo, aqu¨ª).
Visita a una almazara medieval
Otra exquisitez de la sierra de Gata es el aceite de manzanilla cacere?a. Ahora se elabora en relucientes almazaras autom¨¢ticas, como la del hotel H¨¢bitat Cig¨¹e?a Negra, pero antiguamente se hac¨ªa en l¨®bregos molinos hidr¨¢ulicos como el del Medio, en Robledillo de Gata. En esta almazara medieval, en uso hasta 1973 y rehabilitada como Museo del Aceite en 2004, se puede ver desde la caudera por la que entraba la corriente hasta las tinajas donde se separaba por decantaci¨®n el aceite del alpech¨ªn, pasando por la rueda de cazoletas, el alfarje con la piedra de moler y la prensa donde la masa triturada se exprim¨ªa dos veces, una en fr¨ªo y otra ech¨¢ndole agua hirviendo, lo cual saturaba el recinto de un vapor oleoso que manten¨ªa las m¨¢quinas perfectamente engrasadas. As¨ª han durado mil a?os y pueden durar otros tantos. Aprovecharemos la visita al molino para catar dos buenos aceites (se incluye en el precio), para comprarlos (hay tienda) y para pasear por el laberinto en cuesta de pizarra, madera y adobe, salpicado de fuentes y cascadas, que es Robledillo de Gata, villa que forma parte de la Asociaci¨®n de Los Pueblos M¨¢s Bonitos de Espa?a.
San Mart¨ªn de Trevejo y sus ribazos
Tambi¨¦n hay que dedicar unas horas a pasear por San Mart¨ªn de Trevejo, otro de los pueblos m¨¢s bonitos de Espa?a ¡ªse estima que su origen se remonta al siglo IV¡ª. Aqu¨ª veremos c¨®mo el agua brota de numerosas fuentes y corre por las calles (Ciudad, Corredera, Fuente, Hospital¡) formando rumorosos regatos (ribazos, los llaman) entre tradicionales casas de entramado de madera, en cuya planta baja se engordaba anta?o a los cerdos y ahora la amistad, conservando y bebiendo con los amigos el vino de pitarra. Pero ojo, porque si uno se fija mucho en las casas acabar¨¢ metiendo el pie en los ribazos. Adem¨¢s de para hacer bonito, esta agua se usa al salir del pueblo para regar los campos.
El mayor casta?ar de Extremadura
En una de las fuentes de San Mart¨ªn de Trevejo, la del Pil¨®n das Hortas, arranca la calzada romana que lleva en un par de horas al puerto de Santa Clara, paseando cuesta arriba bajo el dosel sombr¨ªo (y nutritivo, en tiempo de casta?as) del mayor casta?ar de Extremadura, el de los Ojestos, o el casta?ar de los O¡¯Soitu como se dice en la fala local. El camino forma parte del sendero PR-CC 184 (Ruta de A Fala), todo bien se?alizado con letreros y marcas de pintura blanca y amarilla.
Reuni¨®n de contrabandistas en Eljas
¡°En memoria de aquelis homis i mulleris de un lau y oitru da Raia que, con sua arrir¨ªa e intercambius ga?orin a vida i a amistai sinceira dus lugaris¡±. As¨ª reza, en lagarteiru, la placa de un monumento que se alza en el Parqui du Castelu, junto al castillo de Eljas. No es un monumento a los arrieros, los camioneros y otros honestos transportistas, sino a los contrabandistas de uno y otro lado de La Raya de Espa?a y Portugal que, hasta bastante despu¨¦s de la posguerra, cruzaban muchas noches la frontera con una mochila cargada con 20 kilos de az¨²car, caf¨¦ o recambios de cami¨®n. Por cada kilo transportado con ¨¦xito recib¨ªan 5 pesetas; o sea, 0,6 euros por un viaje realizado con la mochila a tope. En la plaza de la Constituci¨®n de la localidad se re¨²nen todas las ma?anas varios contrabandistas, ya jubilados, a los que es un placer escuchar contar en lagarteiru sus aventuras y desventuras de hace 60 a?os. En el Picadero San Miguel de Eljas organizan la Ruta du Contrabandu a caballo.
Gata, a vista de ¨¢guila
Da nombre a la sierra y es, con permiso de San Mart¨ªn de Trevejo, la villa con m¨¢s encanto, y, con la de Trevejo, la mejor situada. Las ¨¢guilas reales, los buitres negros y los azores, por mencionar tres de las aves que sobrevuelan esta sierra, no ven Gata mejor que la veremos nosotros si subimos al mirador del Regajo paseando, casi trepando, porque est¨¢ en lo m¨¢s alto y m¨¢s primitivo de la poblaci¨®n, donde las calles son escaleras labradas directamente en la roca madre del monte. Subiendo, se descubrir¨¢ un rinc¨®n de postal: una casa con un pasadizo volado y florido sobre la avenida Virgen del Puerto. Y, al lado, en la calle Fuente Melona, observaremos las marcas (cruces) que delataban a los conversos en el llamado Barrio Jud¨ªo.
Trevejo: un pueblo sin asfalto
He aqu¨ª un lugar donde no han llegado las m¨¢quinas de asfaltar, porque dif¨ªcilmente pueden y porque sus vecinos no quieren. Trevejo (no confundir con San Mart¨ªn de Trevejo) es un pueblecito de casas de roca elemental que se api?a como un castro celta sobre un cerro pedregoso, junto a las ruinas de un castillo hospitalario. Hay que subir al atardecer, cuando el sol dora los muros resquebrajados de la fortaleza, y dejar volar la mirada sobre el valle del J¨¢lama hasta m¨¢s all¨¢ de la frontera con Portugal. Al pie del castillo, la iglesia de San Juan Bautista, con espada?a exenta y tumbas antropomorfas excavadas en el puro granito, acrecienta la sensaci¨®n de que los relojes se pararon aqu¨ª en la Edad Media. Sacar el m¨®vil, aunque sea para ver la hora, es un pecado.
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