Estrasburgo: un crucero fluvial, comer en un ¡®winstubs¡¯ y m¨¢s planes que demuestran que no es una ciudad gris
La capital de la regi¨®n de Alsacia, sede del Parlamento Europeo, es el lugar para comprender el significado de la intraducible palabra 'heimlich': un enclave ¨ªntimo para disfrutar de un modo relajado
Ser la sede del Parlamento europeo podr¨ªa ser sin¨®nimo de ciudad gris y burocr¨¢tica. Pero todo lo contrario: Estrasburgo es una ciudad un poco de cuento de hadas, que disfruta de su particular arte de vivir a la alsaciana. Su situaci¨®n en la frontera franco-alemana le permite disfrutar de lo mejor de los dos pa¨ªses, y resulta un lugar perfecto para recorrer a pie o en bicicleta, parando de vez en cuando en una de sus muchas winstubs (tabernas) o en sus cervecer¨ªas t¨ªpicamente alemanas, para comprender el significado de la intraducible palabra heimlich (una especie de mezcla de ¨ªntimo y relajado).
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Lo primero, como siempre, ser¨¢ situarse. Todo en Estrasburgo gira en torno al Rin, que articula el flujo de su historia y de su vida urbana. En el centro de todo est¨¢ la Petite France, su barrio m¨¢s pintoresco y tur¨ªstico con sus canales, calles empedradas y magn¨ªficas casas con entramado de madera. Muy cerca, a la sombra de la catedral y en torno a la plaza Gutenberg, late el coraz¨®n hist¨®rico de la ciudad, que re¨²ne museos, edificios tradicionales, palacetes, winstubs e inevitables tiendas de souvenirs. En la capital de la regi¨®n de Alsacia encontraremos tambi¨¦n algunas de las calles m¨¢s bonitas, como la Rue Merci¨¨re, donde estaban las mercer¨ªas medievales, o la Des Orf¨¨vres, que hasta principios del siglo XX reuni¨® a los orfebres de la ciudad.
En la vecina zona de Saint-?tienne lo que llama la atenci¨®n son las fachadas cl¨¢sicas, las casas alsacianas, los restaurantes elegantes que flanquean la Place Broglie y el ambiente estudiantil de moda que reina cerca la Place Saint-?tienne. Tambi¨¦n es barrio de estudiantes el cercano Krutenau (Krut), centro de la burgues¨ªa bohemia, con un ambiente relajado, calles peatonales, tiendas de moda y muchos bares y restaurantes. La animaci¨®n sigue en Kl¨¦ber y Halles sobre todo para ir de compras, mientras que lo m¨¢s alternativo y multicultural est¨¢ en torno a la estaci¨®n. Frente a ellos, la elegancia monumental la podremos encontrar en Neustadt, el barrio alem¨¢n, construido cuando Alsacia se uni¨® con Alemania, con amplias avenidas y edificios. En Robertsau encontraremos un poco de campo en la ciudad y un toque internacional con las instituciones europeas.
1. Navegar por el r¨ªo
Navegar por el r¨ªo Ill desde la Petite France hasta las instituciones europeas puede ser una buena idea para hacerse una idea general y descubrir los barrios y la magn¨ªfica arquitectura de la ciudad desde otro punto de vista. Evidentemente es un viaje muy tur¨ªstico, pero resulta relajante dejarse arrullar por el agua al ritmo de las esclusas.
Estrasburgo no se fund¨® junto al Rin, sino que prefiri¨® uno de sus afluentes, el Ill porque el Rin siempre fue bastante imprevisible. Antiguos grabados muestran, en el lado de la ciudad alemana de Kehl, un r¨ªo de varios kil¨®metros de ancho, formado por m¨²ltiples brazos, con prados inundados. Sin embargo, en la Edad Media el Rin se convirti¨® en un eje comercial muy concurrido, fundamental para los intercambios norte-sur. Durante siglos, no se percibi¨® como una frontera, ya que en ambos lados del mismo se hablaban lenguas germ¨¢nicas. Para seguir el r¨ªo est¨¢n las traves¨ªas de los barcos de Batorama, con circuitos guiados, que se toman desde el embarcadero Cath¨¦drale, en la plaza du March¨¦-aux-Poissons. Para surcar el Ill se puede tambi¨¦n alquilar un barco el¨¦ctrico (no requiere permiso) en Captain Bretzel o Marin d¡¯Eau Douce. Otra buena idea es recorrer a pie o en bicicleta sus orillas, un paseo muy agradable, animado por los patos, cisnes, canoas e incluso nutrias. Si partimos de la Petite France se puede llegar hasta las instituciones europeas en unos 4,5 kil¨®metros que se pueden hacer c¨®modamente en dos horas o un poco m¨¢s si nos detenemos a menudo.
2. Ver el Estrasburgo de postal en La Petite France
La Petite France es la Estrasburgo de las postales, ese centro hist¨®rico lleno de encanto, con casas de entramados de madera, calles adoquinadas y canales que aparece en todas las fotos. Al norte, el barrio est¨¢ delimitado por Grand¡¯Rue (Langstross) y sus tiendas, bares y restaurantes, y al sur, por el barrio de Finkwiller, dominado por el H?pital Civil, una especie de ciudad dentro de otra. En la Edad Media esta era la zona de los curtidores y de los molineros. En el siglo XVI se construy¨® un hospicio para cuidar a los enfermos de s¨ªfilis, por entonces conocida como ¡°el mal franc¨¦s¡± y fue el hospital, apodado ¡°Zum Franz?sel¡± (¡°Aux Petits Fran?ais¡±, para los peque?os franceses), el que le dio su nombre al barrio. Hoy, esta es una zona espl¨¦ndida todo el a?o tanto para turistas como para los estrasburgueses.
Su coraz¨®n es la plaza Benjamin Zix, adoquinada y a orillas de un canal. Sus casas con entramado de madera se reflejan en el agua y es esa foto la que nadie se pierde, as¨ª que suele estar bastante concurrida. Entre sus iconos est¨¢n la Maison des Tanneurs (la casa de los curtidores), uno de los mejores ejemplos de las casas de artesanos del siglo XVI, o el puente del Faisan (un puente m¨®vil hidr¨¢ulico). Desde all¨ª, nos asomaremos por la Passerelle des Anciennes-Glaci¨¨res para contemplar los barcos tur¨ªsticos pasando por las esclusas. Esta estructura met¨¢lica, muy pr¨¢ctica para los peatones, conecta con otros muelles. Su nombre viene de la antigua f¨¢brica de hielo de la ciudad, que estaba bajo el actual edificio del lujoso hotel R¨¦gent Petite-France.
3. Hacer una escapada verde a Orangerie, el Barrio Europeo y Robertsau
A unos pasos del centro hist¨®rico, las lujosas calles de la Orangerie est¨¢n llenas de casas magn¨ªficas. Este barrio le debe su nombre al parque que es el pulm¨®n verde de Estrasburgo. Es un verdadero remanso de paz muy querido por los estrasburgueses. Dise?ado en el siglo XVIII, le debe el nombre a la colecci¨®n de naranjos confiscados despu¨¦s de la Revoluci¨®n Francesa al conde Jean-R¨¦gnier III de Hanau-Lichtenberg y donados a la ciudad en 1801. Para proteger los ¨¢rboles, la ciudad decidi¨® construir un naranjal. Se trata del pabell¨®n Jos¨¦phine, que acoge exposiciones y otros eventos. En el siglo XIX el parque se transform¨® en un jard¨ªn ingl¨¦s.
Muy cerca de all¨ª est¨¢n las instituciones europeas. Tras la II Guerra Mundial, esta fue la ciudad elegida para convertirse en el s¨ªmbolo de la reconciliaci¨®n y la paz y, sobre todo, del acercamiento franco-alem¨¢n. El Palacio de Europa fue el primer edificio en levantarse, seguido r¨¢pidamente por el Palacio de los Derechos Humanos y el Parlamento Europeo. Estas instituciones, situadas a orillas del Ill y del canal Marne-Rin, le confieren a la ciudad un enorme prestigio. El Palacio de Europa, sede del Consejo de Europa, es un enorme cuadril¨¢tero que recuerda a una fortaleza. Se inaugur¨® en 1977 y alberga m¨¢s de un millar de oficinas. En la entrada ondean las banderas de los 47 Estados miembros (entre ellos los 27 de la Uni¨®n Europea). Frente al Consejo de Europa, en la orilla opuesta del canal del Marne, se encuentra el Palacio de los Derechos Humanos,creado para garantizar el cumplimiento del Convenio Europeo de Derechos Humanos (libertad de expresi¨®n, pensamiento, religi¨®n y, sobre todo, el derecho a la vida). Pueden recurrir a ¨¦l tanto los Estados como ciudadanos individuales. El edificio fue inaugurado en 1995, y es obra del arquitecto Richard Rogers. Ha envejecido un poco, pero merece valorarse su arquitectura simb¨®lica. Y el tercero de los edificios es el Parlamento Europeo, a orillas del Ill. Su edificio principal de fachada acristalada el¨ªptica alberga las oficinas y el hemiciclo, donde se re¨²nen los 705 que representan a los ciudadanos de la Uni¨®n Europea. Un puente sobre el r¨ªo lo conecta con el edificio de la d¨¦cada de 1980.
Para completar la visita, merece la pena una escapada al cercano bosque de Robertsau, recientemente clasificado como Reserva Natural Nacional. Con el agua omnipresente, este bosque periurbano es un lugar hermoso y salvaje para darse un buen paseo. Ayudan mucho los senderos para peatones y ciclistas y los paneles educativos.
4. D¨ªas de compras, mercados y mercadillos alsacianos
Estrasburgo fue siempre una ciudad comercial en un punto estrat¨¦gico. Y esa tradici¨®n ha continuado en forma de mercados, mercadillos (los de Navidad son c¨¦lebres) y hoy tambi¨¦n en sus calles comerciales.
Cada s¨¢bado, los puestos del Mercado de Productores (en la Rue de la Douane) ofrecen exclusivamente productos del lugar (frutas y verduras, carnes, pescados, quesos, yogures, miel¡), de alta calidad pero bastante caros. Tambi¨¦n se encuentran productos locales (entre otros) en el Mercado de la Marne, el m¨¢s grande de la ciudad, con un ambiente m¨¢s popular y mejores precios. Los mi¨¦rcoles y s¨¢bados se celebra un mercado de antig¨¹edades (en la Place de la Grande Boucherie y plaza de l¡¯?tal) donde se puede ir en busca de vajillas, muebles, plater¨ªa, bisuter¨ªa, joyas, cuadros, juguetes, ropa vintage y art¨ªculos t¨ªpicos alsacianos. El mercado de libros (en la plaza Kl¨¦ber y en la Rue des Hallebardes) re¨²ne los martes, mi¨¦rcoles y s¨¢bados, al aire libre, puestos de todo tipo, como los especializados en alsatiques (obras dedicadas a Alsacia) o para ni?os. Pero la estrella es el mercado navide?o, que se celebra desde finales de noviembre a finales de diciembre. La llegada del gran ¨¢rbol de Navidad a la plaza Kl¨¦ber es todo un acontecimiento, y a partir de ese momento llegan cada a?o miles de turistas a ver este mercado navide?o bastante comercial, incluso kitsch, pero muy m¨¢gico.
Los que prefieran compras m¨¢s modernas y creativas pueden ir a la zona de Krutenau. En el llamado Krut coinciden tanto estudiantes y parejas j¨®venes como familias. La vida en esta zona es tranquila, pero las noches son animadas y un paseo por el largo muelle peatonal descubrir¨¢ comercios creativos y exposiciones de arte contempor¨¢neo. Por ejemplo, en la Place d'Austerlitz, en la espaciosa galer¨ªa de fotograf¨ªa La Chambre, se pueden descubrir j¨®venes talentos, y la peatonal Rue Sainte-Madeleine est¨¢ llena de peque?os comercios (joyas, ropa, tatuajes, etc¨¦tera) y una boutique asociativa, Le G¨¦n¨¦rateur, que vende las creaciones de artistas locales.
Y para asomarnos al arte contempor¨¢neo, en el CEAAC exponen obra de j¨®venes talentos regionales y grandes nombres del arte contempor¨¢neo en una antigua tienda de vajillas art nouveau. Merece la pena el paseo hasta La Chaufferie, la sala de exposiciones de la HEAR (Haute ?cole des Arts du Rin), donde invitan a artistas de renombre a exponer o a crear obra espec¨ªficamente para el lugar.
5. Irse de 'winstubs'
En Espa?a se va de tapas, de ca?as o de vinos¡ En Estrasburgo se van de winstubs. La capital alsaciana es el para¨ªso de los sibaritas y en sus acogedoras tabernas tradicionales se puede disfrutar de sus muchas especialidades regionales, ricas, intensas y sabrosas. La winstub es todo un s¨ªmbolo de la forma de vida alsaciana. Antiguamente se limitaban al vino (winstub significa ¡°sala donde se toma vino¡±), pero hoy son restaurantes donde se sirve comida tradicional (chucrut, presskopf, bibeleskaes o waedele¡) acompa?ada de vino de Alsacia. Con mucha madera, vigas vistas, frescos, grabados, muebles antiguos, hierro forjado, vidrieras y manteles a cuadros, a alguno de estos locales vale la pena entrar solo por la decoraci¨®n. Son locales de mesas grandes, de esas que se van llenando conforme llega la gente, y muchas veces ocupan edificios centenarios.
Tal vez la direcci¨®n m¨¢s conocida para probar la comida alsaciana sea Chez Yvonne. Es tur¨ªstica, pero muy atractiva, con sus peque?os e ¨ªntimos stuben (cuartitos), madera a tope y cocina regional. Pero la preferida por los alsacianos es el winstub Le Clou, familiar, entra?able y t¨ªpicamente alsaciana en todo. Si se busca algo menos c¨¦ntrico, Oberjaegerhof es perfecto, en una antigua casa alsaciana en el bosque en el extremo sur de la ciudad.
Y entre cervezas y vinos, conviene recordar que estamos en la verdadera tierra del foie gras (los del sudoeste de Francia probablemente no est¨¦n de acuerdo). Hacia 1780, Jean-Pierre Clause, el cocinero loren¨¦s del mariscal de Contades (entonces gobernador militar de Estrasburgo), invent¨® el ¡°pat¨¦ de foie gras con corteza¡±. Al mariscal le gust¨® tanto que se lo dio a probar a Luis XVI, que en compensaci¨®n le ofreci¨® un terreno en Picard¨ªa, mientras que a Clause le regal¨® veinte pistolas. Actualmente, varios artesanos c¨¦lebres de Estrasburgo perpet¨²an la tradici¨®n, como es el caso de Georges Bruck en La Boutique du Gourmet, a dos pasos de la catedral. Casa perfectamente con una buena botella de cosecha tard¨ªa o con un gew¨¹rztraminer.
6. ¡o de cervezas
Adem¨¢s de buenos vinos, Alsacia tiene buenas cervezas. M¨¢s que eso: es la principal regi¨®n cervecera de Francia. All¨ª est¨¢n dos gigantes como Heineken y Kronenbourg, y cada vez hay m¨¢s peque?as cerveceras artesanales independientes que resisten entre gigantes.
No se puede visitar Estrasburgo sin pasar por una cervecer¨ªa. Las dos m¨¢s grandes y populares son perfectas para tomarse una cerveza local en un ambiente agradable y, si se tiene hambre, comer algo. La primera es Le Tigre, que en otros tiempos fue propiedad de la familia Hatt (los fundadores de Kronenbourg). Esta hist¨®rica cervecer¨ªa ha sido reabierta despu¨¦s de haber sido mucho tiempo un restaurante universitario. Se puede probar una Tigre Bock elaborada in situ en la zona de bar, comer una excelente tarte flamb¨¦e al fuego de le?a bajo la c¨²pula art d¨¦co del establecimiento y, si el tiempo acompa?a, disfrutar de la inmensa terraza. La segunda opci¨®n es Le Meteor, un bar-restaurante-cervecer¨ªa que da a dos calles. Es la sede estrasburguesa de Meteor, la ¨²ltima cervecera alsaciana independiente. Aqu¨ª todo roza lo superlativo: una barra de 12 metros de largo, m¨¢s de 400 asientos, 4 cubas de 1.000 litros y 15 cervezas de barril, algunas de ellas ediciones especiales. En el s¨®tano hay 250 plazas m¨¢s y 37 pantallas para ver deportes. La gente viene, sobre todo, por la cerveza, pero tambi¨¦n se pueden comer tartes flamb¨¦es o especialidades alsacianas como chucrut o codillo.
7. La Estrasburgo estilo ¡®art nouveau¡¯, en la Neustadt
El barrio de la Neustadt es el barrio del art nouveau (o Jugendstil en alem¨¢n), un estilo que se desarroll¨® a finales del siglo XIX principios del XX en muchas ciudades europeas. Paseando por all¨ª llama la atenci¨®n el Palais des F¨ºtes, actualmente cerrado, pero durante mucho tiempo la ¨²nica sala de conciertos de la ciudad. Fue uno de los primeros ejemplos en Estrasburgo de este estilo decorativo. O la Maison ?gyptienne, construida en 1906 en una mezcla de art nouveau y orientalismo, que luce un fresco en la fachada de Adolf Zilly. Uno de los edificios m¨¢s llamativos es el de los Ba?os Municipales, construidos entre 1904 y 1911 por el arquitecto Fritz Beblo dentro de la pol¨ªtica higienista que la ciudad puso en marcha en la ¨¦poca. Es un sitio lujoso, con m¨¢rmol, cobre, loza, estuco y vidrieras que adornan dos piscinas, duchas y ba?eras, saunas y termas romanas. Conserva casi todos los elementos originales. En el barrio hay otros edificios destacables por sus magn¨ªficos trabajos en forja de hierro y por sus mosaicos y tambi¨¦n hay se pueden encontrar algunos edificios art nouveau en Krutenau y en la Orangerie.
8. Una escapada a Alemania: Kehl
Para los estrasburgueses es algo natural utilizar las dos orillas del Rin. De hecho, Estrasburgo y Kehl, su vecina alemana, a apenas unas estaciones en tranv¨ªa, funcionan como si fueran una sola ciudad. Hay gente que vive en Kehl y trabaja en Estrasburgo, y viceversa. Tambi¨¦n son muchos quienes hacen sus compras en Kehl donde la vida es menos cara. El Jardin des Deux-Rives es el emblema de esta vida transfronteriza y s¨ªmbolo de la amistad francoalemana. Se extiende por ambas orillas del Rin, a un lado y otro de la frontera, y franceses y alemanes se cruzan en la pasarela (reservada a peatones y ciclistas) dise?ada por Marc Mimram. Hay que pararse en la plataforma sobre el r¨ªo para disfrutar de las vistas y luego quedarse en el lado alem¨¢n, donde el parque, que incluye un ¨¢rea recreativa infantil con una zona acu¨¢tica que en verano siempre est¨¢ abarrotada, es m¨¢s agradable y familiar.
Ya en Kehl, la Villa Schmidt es un monumento hist¨®rico: fue construida en 1914 para la familia de industriales Schmidt, actualmente es un restaurante en cuya agradable terraza tambi¨¦n se puede tomar una cerveza. Tambi¨¦n se puede ir a tomar un algo a la Marktplatz y, si se prefiera disfrutar de unas vistas fabulosas, solo hay que subir los 210 escalones de la Wei?tannenturm, una torre panor¨¢mica desde la que se contemplan a un lado los Vosgos, al otro, la Selva Negra y, en medio, una inmensa llanura atravesada por el Rin.
9. Dos museos: un viaje de la tradici¨®n al arte contempor¨¢neo
A quien le guste ir de museos, en Estrasburgo hay dos casi imprescindibles, y de muy diferente orientaci¨®n. El primero es el Mus¨¦e Alsacien, una excepcional muestra de artes y tradiciones populares, que merece la pena por sus colecciones y por los edificios de estilo renacentista que las cobija. Est¨¢ instalado en unas antiguas viviendas conectadas por una serie de escaleras, patios y pasillos de madera. Sus salas y recovecos exhiben mobiliario y objetos testigos de la vida cotidiana en la Alsacia de los siglos XVIII y XIX y en conjunto resulta una visita instructiva y llena de encanto.
La segunda propuesta muse¨ªstica es el Mus¨¦e d¡¯Art Moderne et Contemporain (MAMCS). Su alta silueta de cristal y piedra arenisca rosa a orillas del Ill, en el l¨ªmite del centro hist¨®rico, es visible desde ciertas callejuelas de la Petite France. El recorrido tem¨¢tico a trav¨¦s de una parte de las 18.000 obras de sus fondos resulta un bonito repaso por las grandes corrientes del arte moderno y contempor¨¢neo. Pero lo m¨¢s impresionante sin duda es el edificio: las salas repartidas entre dos plantas alrededor de una inmensa nave acristalada a modo de calle interior. Desde la planta superior, y a¨²n m¨¢s desde la terraza, las vistas del casco antiguo son fabulosas. No hay que perderse la sala de la planta baja, dedicada a las artes decorativas, donde se puede ver la aportaci¨®n de la artesan¨ªa local al nacimiento del art nouveau. La r¨¦plica del sal¨®n de m¨²sica imaginado por Kandinsky en 1931 para la exposici¨®n de arquitectura alemana de Berl¨ªn tambi¨¦n merece un vistazo, al igual que las obras de Sophie Taeuber-Arp y Jean Arp, Rodin, Monet, Gauguin, Braque o Picasso, o de famosos artistas contempor¨¢neos, sin olvidarse de las obras del pintor, dise?ador e ilustrador estrasburgu¨¦s Gustave Dor¨¦ (1832-1883).
10. El arte toma la calle: grafitis en el Barrio de la Estaci¨®n
El Barrio de la Estaci¨®n (Gare-Tribunal) se ha convertido en una galer¨ªa de arte al aire libre. Artistas m¨¢s o menos conocidos han dejado por ¨¦l collages, pegatinas, frescos, grafitis¡. La web StreetArtMap ofrece un plano con todas las obras, un recorrido por esta zona as¨ª como por Krutenau, el barrio europeo y Schiltigheim, e informaci¨®n sobre las manifestaciones ligadas al arte callejero.
La calle principal es la Rue du Jeu-des-Enfants, que ha sufrido un gran cambio en los ¨²ltimos a?os. Peatonalizada y embellecida con plantas, se ha llenado de peque?as tiendas y terrazas, as¨ª como de obras de arte callejero, tanto en el suelo como en las paredes. Es f¨¢cil de reconocer por sus adoquines pintados de colores.
Hay dos lugares imprescindibles para hacer una peque?a pausa durante el paseo: La Graffateria (el restaurante del Hotel Graffalgar), con un ambiente moderno y acogedor y casero, y la Brasserie WOW, decorada por artistas callejeros de renombre y muy activa en la organizaci¨®n de eventos y exposiciones.
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