Agroturismo en Albania: una ruta entre alojamientos rurales, granjas y bodegas sostenibles
M¨¢s all¨¢ de sus aguas cristalinas, pueblos milenarios y una capital en pleno apogeo que emergi¨® entre cenizas comunistas, el pa¨ªs balc¨¢nico llama a un viaje lento a trav¨¦s de una red de alojamientos y restaurantes que pone en valor su patrimonio culinario
En 2021, Albania recibi¨® 5,6 millones de turistas internacionales, seducidos por sus playas de postal ba?adas por el mar J¨®nico, la naturaleza abrupta de los Alpes albaneses y un patrimonio hist¨®rico inabarcable. Aunque la aglomeraci¨®n de viajeros aqu¨ª a¨²n no ha llegado, cada a?o cuesta m¨¢s al pa¨ªs mantener su fama de ser el mejor secreto guardado de los Balcanes, una alternativa sosegada y econ¨®mica al litoral Mediterr¨¢neo que ofrecen Espa?a, Italia o Grecia, saturados desde tiempos prepand¨¦micos.
Pero a¨²n queda mucha Albania virgen por explorar, m¨¢s all¨¢ de los resorts noventeros y las playas atestadas de artilugios acu¨¢ticos que definen los 400 kil¨®metros de su costa en el encuentro entre los mares J¨®nico y Adri¨¢tico. Una manera diferente y que entronca con su rico patrimonio es recorrer el pa¨ªs a trav¨¦s de la dilatada red de espacios certificados como establecimientos de agroturismo que ofrece a lo largo y ancho de su geograf¨ªa.
Tras la desaparici¨®n de buena parte de las cooperativas agr¨ªcolas que trajo la ca¨ªda del r¨¦gimen comunista a principios de los a?os noventa del siglo pasado, las granjas vieron mermada su producci¨®n hasta datos de subsistencia, que fueron retomando a lo largo de la siguiente d¨¦cada. Longevas en la producci¨®n de trigo, ma¨ªz, tabaco, carne y derivados l¨¢cteos, muchas de ellas han recuperado ahora su esplendor de anta?o, avivado por j¨®venes generaciones que se marcharon al extranjero, muchas, en concreto, a las cocinas italianas, para aprender a procesar los alimentos locales y definir una historia propia en su pa¨ªs natal. Un prometedor presente para nuevos negocios que trasladan el pasado agr¨ªcola alban¨¦s a alojamientos rurales, tabernas y bodegas sostenibles en los que probar el recetario tradicional con un giro contempor¨¢neo, una estimulante propuesta vin¨ªcola entre paredes de dise?o o despertarse en un paraje sin igual a precios m¨¢s que competitivos.
En esta ruta que arranca a escasos kil¨®metros de su capital, Tirana (el principal aeropuerto internacional opera en esta ciudad, con compa?¨ªas como Wizz Air que ofrecen vuelos directos desde Madrid y Barcelona), las historias personales se agolpan nada m¨¢s cruzar el umbral de cada lugar. La primera nos lleva a tan solo 20 minutos de coche por la carretera SH52, en direcci¨®n a Preza, llanura que enmarcan las monta?as de Kruja y Dajti y un pueblo muy visitado por su castillo medieval que sirvi¨® de estrat¨¦gico basti¨®n para el h¨¦roe nacional Skanderbeg. A pocos metros de la plaza principal aguarda Kantina Enol, una granja y bodega que invita a compartir sus productos locales por su boscoso jard¨ªn, caldeado por manteles de cuadros rojos, ramos de flores silvestres y el horno de ladrillo instalado al aire libre. Eni y Olsi, los hijos de su fundador Qemal Alushi, pusieron nombre en forma de acr¨®nimo al negocio de su padre, que un d¨ªa decidi¨® seguir su pasi¨®n por el vino y cumplir un viejo sue?o de juventud de producir el suyo propio.
Las primeras vi?as de la colina que comparten olivos, ciruelos y otros ¨¢rboles frutales fueron plantadas en 2002 y procesadas en su primera a?ada siete a?os despu¨¦s. Con una producci¨®n actual que alcanza las 10.000 botellas al a?o, sus vinos carnosos mezclan notas de cabernet, sangiovese y merlot, y pueden degustarse frente a la mesa de madera que domina su bodega seguidas de las palabras que Olsi, maestro vin¨ªcola, vierte con entusiasmo sobre su cultivo. Pero el culto a los espirituosos no termina aqu¨ª. Tambi¨¦n realizan catas de algunas variedades de raki, un licor anisado muy popular en Albania con notas a miel, canela y clavo. Eni asume la parte gastron¨®mica del negocio junto a su madre, con una carta trabajada a partir de productos artesanales como mermeladas, mantequilla, queso y yogur elaborados con la leche recolectada en aldeas cercanas. Vaya con tiempo para probar su shtepise, un contundente antipasti con el que abrir boca, o el cabrito asado con espet¨®n.
Cerca de aqu¨ª, en el camino que conduce a D¨¹rres, la costa adri¨¢tica m¨¢s concurrida del pa¨ªs y su principal puerto mar¨ªtimo, se juntan varias direcciones a tener en cuenta. Por un lado Gjepali, accesible solo en coche atravesando un camino de v¨ªas estrechas entre campos y circuitos fluviales que vuelven loco a Google Maps (mejor seguir los carteles de ¡°Gjepale 2¡å que encontramos a nuestro paso). La historia de esta complejo rural arranc¨® hace 23 a?os, cuando su fundador Fundim Gjepali emigr¨® hasta Italia en busca de un destino mejor. Tras convertirse en un chef de renombre en ciudades como Roma y Tirana (en esta ¨²ltima tiene un restaurante de alta cocina), cre¨® en paralelo esta mas¨ªa de estilo toscano, con una cocina que deleita a amantes de lo org¨¢nico. Una casa de hu¨¦spedes alzada sobre baldosas de terracota y decorada con obras de pintores albaneses en la que probar especialidades locales como byrek me qumesht, un pastel preparado con productos l¨¢cteos, y su selecci¨®n de vinos italianos. Para los que decidan pernoctar all¨ª (habitaciones disponibles a partir de 30 euros), el desayuno no defraudar¨¢ con una contundente propuesta de panes artesanales, hortalizas y frutas tra¨ªdas de su propia huerta.
Junto a un alojamiento vanguardista en forma de caba?as de madera con vistas a un bonito lago, el fest¨ªn gastron¨®mico que ofrece Huqi (a partir de 50 euros por noche la habitaci¨®n doble) de camino a Gjiri i Lalzit, a cuatro kil¨®metros de Maminasi en Rade, se ameniza con paseos en bote y jornadas de pesca, adem¨¢s del disfrute que genera su jard¨ªn poblado por gallinas, patos y conejos. Frente a este id¨ªlico lienzo con vistas al Adri¨¢tico, se encarama un granja y restaurante regentados por un antiguo oficial del Ej¨¦rcito, que quiso construir en la tierra de sus antepasados un proyecto autosostenible que homenajeara a la naturaleza que lo circunda. Cuando llega el verano, y los comensales se sientan a la mesa, un aperitivo en forma de moras y frambuesas recolectadas en su campo precede a una larga lista de platos tradicionales como el lakror, un pastel de hojaldre relleno de tomate y cebolla, espinacas o yogur, quesos de cabra o su famoso cabrito madurado en le?a dentro de un pozo seco, a tres metros de profundidad.
Los grandes secretos de la Albania septentrional
Ascender de camino al norte, al encuentro del lago Shkodra que act¨²a como frontera natural con Montenegro con sus peque?as bah¨ªas donde ba?arse, depara grandes joyas de agroturismo en las que ralentizar el viaje. Merece la pena patearse a fondo la peque?a ciudad de Kruja. Aqu¨ª naci¨® el militar y noble alban¨¦s Skanderbeg, que orquest¨® la oposici¨®n a la conquista otomana presente en toda su morfolog¨ªa, visible desde lo alto de la colina que domina el castillo principal. Abajo aguarda su hist¨®rico bazar por el que perderse entre sus calles adoquinadas, con puestos que alternan souvenirs de dudosa calidad con muestras de artesan¨ªa local como manteles de ganchillo, alfombras, pinturas o antig¨¹edades.
Tras la parada hist¨®rica, un merecido descanso depara en el hotel y restaurante de monta?a Shkreli, a 45 minutos desde Kruja por la carretera SH38. Se ubica en el coraz¨®n del parque nacional de Qafshtame, conocido por sus aguas manantiales que abastec¨ªan a la familia real albanesa durante sus vacaciones en los a?os treinta. Elevado a 1.300 metros entre pinares, peque?os lagos y caminos ventosos que conectan los municipios de Burrel y Dib?r, este resort con sauna y spa, inspirado en las tradicionales casas de piedra conocidas como kulla que sol¨ªan servir de refugio, cuenta con sencillas habitaciones de madera en medio de la nada (a partir de 60 euros/noche). Aunque solo disponen de un peque?o huerto y terrenos cercanos nutridos de bayas silvestres y ¨¢rboles frutales, su restaurante es fiel a una cocina de cercan¨ªa abastecida por proveedores locales de las aldeas de Cudhi y Kruja. Lo que s¨ª sustenta fama es la miel arom¨¢tica que se teje en sus colmenas, que el visitante podr¨¢ conocer de primera mano junto a otras actividades al aire libre como rutas de senderismo, excursiones en quad o paseos con raquetas de nieve durante los meses de invierno.
En ruta hacia Shkodra nos toparemos con dos paradas de gran inter¨¦s. La primera conduce hasta Bujtina Dini, palabra que en alban¨¦s significa albergue ¡ªuna alternativa econ¨®mica para atravesar el pa¨ªs¡ª. Sin acceso directo en transporte p¨²blico, esta casa de hu¨¦spedes que regenta la familia de Kol Marku, a cinco kil¨®metros de la ciudad norte?a de Rubik, naci¨® tras el periplo de este exminero por Creta y Grecia, que regres¨® para cumplir su sue?o de reutilizar la piedra de la casa de sus antepasados en un alojamiento rural. Con una planta baja dedicada al restaurante, los dos pisos superiores acogen seis habitaciones con vistas del valle (a partir de 30 euros/noche). Un peque?o establo para cabras y gallinas, unido al sendero en el que cultivan tomates, frijoles, cerezas o calabazas, adem¨¢s de melocotoneros e higueras, da lugar a su apetitosa despensa que ejecuta en un men¨² diario su mujer, la chef Hale Marku. Durante los mese de calor, nada mejor que sentarse en el peque?o jard¨ªn trasero y relajarse con su bebida refrescante de yogur conocida como dhall?, preparada con leche de cabra. Una merienda redonda si se a?ade la torta casera que elaboran con mermelada y galleta.
A tan solo 30 kil¨®metros de Shkodra depara una de las granjas autosuficientes m¨¢s famosas de todo el pa¨ªs, Mrizi i Zanave. En su cocina que nunca duerme no se dispensan refrescos enlatados ni carnes procesadas, el concepto de org¨¢nico cobra pleno significado. Este proyecto, liderado por el chef Altin Prenga y su hermano Anton, es el final feliz de una historia dedicada plenamente al trabajo que comenz¨® en 1998, cuando emigr¨® de adolescente a Italia para lavar platos. All¨ª se formar¨ªa m¨¢s tarde como cocinero siguiendo los pasos de su padre, chef de una antigua mensa, como se conoc¨ªan a las viejas cafeter¨ªas en la ¨¦poca comunista que serv¨ªan comida tradicional. A su regreso decidi¨® abrir su propio restaurante inspirado en la obra del poeta nacional Gjergj Fishta y su escondite de hadas (Mrizi i Zanave, en alban¨¦s).
Cada a?o despachan entre su amplio sal¨®n y el patio cubierto m¨¢s de 100.000 comandas, con un men¨² que seduce tanto al est¨®mago como a la vista y var¨ªa seg¨²n la ¨¦poca del a?o, a partir de ingredientes procedentes de su granja y de la de 400 familias cercanas. Un paseo por la finca permite conocer algunos de los talleres alimentarios que alberga la antigua prisi¨®n que Altin transform¨® en 2018, donde procesan tomates secos, mermeladas, verduras en escabeche, quesos caseros o la harina de su antiguo molino, adem¨¢s del jugo de cereza con el que dan la bienvenida a sus comensales. Como colof¨®n, una bodega de ¨²ltima generaci¨®n en la que maceran las uvas kallmet procedentes de su vi?edo. A pesar de su tama?o, se recomienda reservar con anticipaci¨®n, incluso en los almuerzos servidos entre semana. Lo mismo ocurre con la casa de hu¨¦spedes que ocupa la antigua mas¨ªa de piedra que perteneci¨® al abuelo de Altin. Reconvertida ahora en un refugio de modernidad con nueve habitaciones econ¨®micas (a partir de 40 euros/noche), seduce por los amplios ventanales de cristal que atraviesan la vivienda en dos con irrepetibles vistas a los huertos y olivares.
Hacia el sur: cantinas rec¨®nditas y vinos de autor
Declarada patrimonio mundial la Unesco en 2005, Berat atrae a una buena parte del turismo del pa¨ªs por su sobrenombre de ¡°La ciudad de las mil ventanas¡±, ya sea de forma aislada o bien como antesala de las playas cristalinas que aguardan en el sur. Sin embargo, alrededor de su condado se extiende otra realidad menos transitada pero tan estimulante como su longevo castillo, las iglesias bizantinas o las calles ascendentes que pueblan sus famosas casas de estilo otomano.
A unos 20 minutos de la ciudad en coche depara un destino clave para los amantes del vino, Nurellari. Esta bodega perteneciente a la familia del mismo nombre es la gran atracci¨®n de la peque?a localidad de Fushe-Peshtan, construida al sureste de Berat sobre una llanura bordeada por el r¨ªo Osum. Fatos y Libonike Nurellari, ingenieros agr¨®nomos y fundadores del espacio, decidieron revitalizar una antigua finca del pueblo plantando vi?as alrededor para producir vino. Las primeras botellas llegaron en 1995, y desde entonces, junto a sus hijos formados como sumilleres en Suiza, Francia e Italia, han expandido con ¨¦xito el negocio dentro y fuera del pa¨ªs. Un antiguo almac¨¦n comunista es ahora la sede de su bodega, que llama la atenci¨®n por su impresionante planta de piedra, columnas talladas y suelos de m¨¢rmol, decorada con muebles de artesanales locales de Berat. Aqu¨ª producen cada a?o 30.000 botellas que abastecen a numerosos restaurantes de la regi¨®n, entre uvas aut¨®ctonas y otras internacionales como montepulciano, merlot y cabernet sauvignon. Abierta a visitas, catas privadas y excursiones durante su cosecha, cuenta con una tienda en la que abastecerse de vinos y otros productos que elaboran ellos mismos como aceite de oliva o el raki de uva con aroma a nueces llamado Arrabon. Si queremos prologar la estancia, disponen de seis habitaciones (a partir de 45 euros por noche).
La oferta del condado de Berat contin¨²a. Al noreste aguarda Kantina Alpeta, rodeada por olivares y huertos en el peque?o pueblo de Roshnik, hogar de apenas 120 familias. Aislado del resto del mundo, es un lugar id¨ªlico en el que contemplar una puesta de sol sobre el majestuoso monte de Tomorr. Para llegar hasta el destino, es preciso tomar la carretera que surca el pueblo hasta el final. Tras pasar la mezquita encontraremos este complejo dirigido por Alfred y Petrit Fiska que alberga una bodega, restaurante y casa de hu¨¦spedes con dormitorios compartidos y habitaciones privadas (a partir de 10 euros/noche). Ambos hermanos continuan el legado de su padre, agr¨®nomo durante la ¨¦poca comunista que plant¨® sus primeras vi?as en 1992. Con la apertura democr¨¢tica de Albania, el negocio prosper¨® gracias a nuevas tierras y la producci¨®n de 50.0000 botellas anuales, conocido en todo el pa¨ªs por sus especialidades como el coupage de merlot y cabernet o un raki de uva blanca con notas de madera. Pasear por sus vi?edos intercalados por higueras o catar su cosecha junto a aceitunas, nueces y quesos locales es un deleite para los sentidos, antes de ahondar en la cocina r¨²stica de su restaurante con platos como la carne cabra que pasta por laderas cercanas a Tomorr.
El deleite carn¨ªvoro no termina aqu¨ª. Un peque?o desv¨ªo por la carretera SH72 en sentido norte premiar¨¢ a los devotos de la buena carne con una parada en el complejo K?shtjella. En plena plaza del pueblo de Poshnj?, naci¨® como una panader¨ªa a cargo de los hermanos Ismailaj durante la ca¨ªda del r¨¦gimen comunista en 1990. De producir su propia harina ampliaron el negocio hacia la ganader¨ªa y otras pr¨¢cticas agr¨ªcolas, incluida la plantaci¨®n de vi?as para producir raki y vino. En paralelo perfilaron el nuevo rostro de K?shtjella con un restaurante que recuerda a la planta de un castillo y habitaciones en la parte trasera del edificio. Nunca est¨¢ de m¨¢s reservar para dormir a pierna suelta tras saciarse con su carta tradicional de verduras locales y carnes asadas procedentes de su propio establo.
Tener el est¨®mago contento es la mejor manera de afrontar la hora de viaje que separa esta finca de las ruinas de Apolonia, una maravilla arqueol¨®gica en el coraz¨®n de Albania que muchos equiparan a una peque?a Atenas. Los restos de esta ciudad fundada en el siglo VI a.C. dan buena cuenta de la gloria y esplendor que goz¨® la antigua civilizaci¨®n de Iliria sobre gran parte de la pen¨ªnsula balc¨¢nica. Tras dejar la costa de Vlor? a nuestra derecha, llegamos hasta Bujtina Had?r Xhebro, cerca de Nivica. De acceso casi reservado para veh¨ªculos todoterreno (es importante seguir las direcciones que marcan sus anfitriones o bien cerrar con ellos un transporte privado), merece la pena surcar la lejan¨ªa que protege el lugar si buscamos la desconexi¨®n absoluta en alguna de sus acogedoras habitaciones, con capacidad para cinco personas (a partir de 20 euros por persona y noche, desayuno incluido).
Esta casa de hu¨¦spedes anclada en la ladera de la monta?a Kendrevica, uno de los paisajes m¨¢s espectaculares al sur de Albania por sus ca?ones y acantilados, cuenta con una lecher¨ªa tradicional en la que pastores de la zona entregan su leche como anta?o, a caballo o en mula, para procesarla. Esta pintoresca estampa se mantiene intacta ante la nueva etapa que atraviesa este hogar creado por Hader Xhebro, en manos ahora de sus hijos Arjola y Jaho, que a?adieron al negocio familiar un lugar muy especial en el que alojarse. En sus instalaciones se produce todo el a?o mantequilla, el queso com¨²n parecido al feta conocido como djath i bardhe o salce kosi, similar a la crema agria. En las comidas caseras que sirven a diario no faltan sus productos l¨¢cteos ni tampoco las carnes que surcan las monta?as aleda?as, como el cordero macerado en su horno holand¨¦s. Ojo a su versi¨®n del tradicional lakror, un pastel de hojaldre con capas delgadas de verdura o carne, y a sus postres caseros como revani, un bizcocho esponjoso que acompa?an con mermelada de cereza.
Ya en pleno sur, la llamada Riviera Albanesa atrae a millones de turistas por sus calas y aguas turquesas a orillas del mar J¨®nico. Contenida por el parque nacional de Butrinto y sus ruinas de civilizaciones tan diversas como la griega, romana o bizantina (los restos m¨¢s antiguos se remontan a la Edad de Bronce), el pueblo de Ksamil parece buscar un nuevo rumbo los ¨²ltimos a?os, m¨¢s all¨¢ del desorden hotelero que aflora entre el exceso de apartamentos tur¨ªsticos, construidos sin ning¨²n sentido est¨¦tico ni talante medioambiental, chiringuitos con m¨²sica atronadora y restaurantes de comida internacional. En ese nicho destacan las modernas villas del hotel Arameras, un resort abierto desde el a?o pasado con playa semiprivada, construido con madera y piedra locales bajo el respeto del selv¨¢tico paisaje que lo circunda y la atenta mirada de la isla de Corf¨² en frente.
Tras este alto a la cara mas paradis¨ªaca de Albania, la ¨²ltima parada anima a cerrar esta ruta en su punto m¨¢s rec¨®ndito, Farma Sotira (accesible en minibus p¨²blico desde la ciudad de Gjirokastra). Esta granja perdida entre los bosques casi v¨ªrgenes del parque G?rmenj-Shelegur hacia el interior del pa¨ªs en sentido sureste, es un ed¨¦n para los aficionados a la comida org¨¢nica. Situada a m¨¢s de 1.000 metros de altitud cerca de la frontera griega, vecinos habituales como osos, lobos y venados dejan su impronta en senderos entre pinares y lagos donde hacer un improvisado p¨ªcnic. En su despensa el kil¨®metro 0 se cumple a rajatabla, bien por su producci¨®n ganadera o la propia huerta que abastece de mermeladas, ensaladas y frutas. Todo comenz¨® como una piscifactor¨ªa con la trucha como pescado estrella, a la que a?adieron un peque?o restaurante local donde ofrecer su pescado fresco. M¨¢s tarde incorporaron una granja de ovejas, patos, gansos y gallinas que pasean a sus anchas por las 20 hect¨¢reas de su propiedad. Paseos a caballo por el monte y los vi?edos o rutas en bici de monta?a en las que observar la reserva de ¨¢guilas completan una experiencia para llenarse de aire fresco y descansar en el fin del mundo, ya sea en su zona de camping o en los bungalows que ofrecen con ba?os privados y muebles fabricados por los propios due?os de la finca (a partir de 30 euros/noche). Un final dif¨ªcil de repetir por el patrimonio alban¨¦s, la tierra legendaria que Skanderbeg quiso defender a capa y espada siglos atr¨¢s.
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