Descubriendo tesoros en la Riviera Turca: el turismo que viene
En este rinc¨®n mediterr¨¢neo esperan la animada ciudad de Antalya, el extraordinario yacimiento de Perge, el teatro romano de Aspendos, la encantadora ciudad de Side y, por supuesto, playas
La ciudad turca de Antalya es bisagra entre dos para¨ªsos, no perdidos, en un Mediterr¨¢neo remoto al que ni siquiera alcanza la m¨ªtica canci¨®n de Serrat (que se para en Estambul). Al oeste, Antalya se diluye y desmigaja en lo que llaman las gu¨ªas la Costa Turquesa, jalonada por lugares como Fethiye, Myra, Patara y un monte Olimpo que no habitan los dioses griegos. Hacia el oriente, taponando definitivamente el Mare Nostrum, est¨¢ la que el boca a boca de propios y extra?os ha dado en llamar la Riviera turca. Con todo lo que ese r¨®tulo conlleva de brillo, mundanidad y luminoso goce de la espuma de los d¨ªas. Turqu¨ªa recibe unos 50 millones de turistas al a?o. El 48% de esos viajeros se dirige a este litoral, que ya compite con la Costa del Sol o la Costa Azul francesa.
No debe, pues, extra?ar que fuera en este rinc¨®n mediterr¨¢neo donde se hablara de c¨®mo hacer del turismo algo sostenible, no invasor ni destructivo. Hace solo unas semanas se celebr¨® en Antalya la ¨²ltima GSTC (Global Sustainable Tourism Conference), evento anual que propicia el Global Sustainable Tourism Council; el pasado a?o, esa cumbre se celebr¨® en Sevilla. La conferencia se cre¨® en 2007 por varios organismos de Naciones Unidas. Actualmente, est¨¢n vinculados al proyecto 78 pa¨ªses, siendo Turqu¨ªa uno de los primeros. El Consejo propone un listado de 42 criterios que deben cumplir las empresas tur¨ªsticas que deseen adherirse (hoteles, restaurantes, agencias, locales de ocio, etc¨¦tera). En caso de cumplir esos requisitos, la entidad tur¨ªstica recibe un sello o certificado que, obviamente, puede mejorar la imagen y valoraci¨®n del establecimiento. Puede parecer un prop¨®sito buenista, poco eficaz ¡ªaunque un hotel ahorre energ¨ªa o agua habr¨¢ que ver si luego sus clientes hacen lo mismo¡ª. Pero el dilema del turismo futuro es transitar ese camino¡ o precipitarse al desastre.
Antalya no es una ciudad muy grande (poco m¨¢s del mill¨®n de habitantes), pero da la sensaci¨®n de ser inmensa, ya que playas, hoteles y urbanizaciones se extienden a un lado y otro del que fuera su n¨²cleo inicial, el centro hist¨®rico. Aun as¨ª, el marasmo de edificios y barrios modernos no palian el hecho esencial de estar en uno de los enclaves naturales m¨¢s deslumbrantes del Mediterr¨¢neo. Protegida por el cintur¨®n azul de los montes Taurus, que se diluyen a lo lejos como un fondo de grabado japon¨¦s, la ciudad se posa sobre acantilados bermejos, orillados por un hilo de playas infinitas. El ombligo de tanta belleza parece concentrarse en el puerto viejo, a los pies del Kalei?i o n¨²cleo primigenio.
Ese recinto original estuvo amurallado; en pie siguen algunos retazos de muralla. De las puertas antiguas, una ha llegado a convertirse en icono o logo de la ciudad, la Puerta de Adriano: una entrada monumental de tres arcos, erigida en tiempos del hom¨®nimo emperador romano (siglo II), salvada gracias a quedar embutida y semioculta en muros posteriores. Es el punto de encuentro de ociosos, vendedores ambulantes y turistas, que suelen iniciar aqu¨ª su recorrido rastreando las rodadas de los carros romanos en la calzada.
Siguiendo esa calle o cardo maximus que va hasta el puerto, a un lado y otro van apareciendo los ecos del pasado. No siempre en superficie: el sistema empleado aqu¨ª y en otras ciudades de la regi¨®n consiste en derribar casas otomanas de escaso valor, sacar a la luz las ruinas bajo su planta, cubrirlas con vidrio transparente y edificar encima otra casa de estilo otomano ¡°mejorado¡±. Esto puede apreciarse de manera singular en el hotel RuinAdalia, cuyo subsuelo es un peque?o museo.
Esta v¨ªa crucial desemboca en la Torre Hidirlik, que forma parte de la muralla-acantilado que protege al puerto antiguo (ahora, deportivo). La belleza de este remanso se puede abarcar desde varios miradores p¨²blicos, pero de manera excelsa desde las terrazas del restaurante Arma, un lugar, adem¨¢s, donde probar pescado fresco y platos t¨ªpicos, como la sopa guluklu, los b?rek o pasteles de carne o queso, con el obligado ayran (yogur de oveja).
Adem¨¢s de ruinas romanas, hay en Antalya mezquitas y ba?os hist¨®ricos, una peque?a casa-museo del padre de la Turqu¨ªa moderna, Kemal Atat¨¹rk (quien dijo de la ciudad que era ¡°el lugar m¨¢s bonito del mundo¡±), y un museo arqueol¨®gico fuera de serie, junto al parque donde acaba el centro hist¨®rico y comienzan las playas interminables de Konyaalti y Beldibi. Este museo no es muy grande (se va a ampliar), pero est¨¢ atestado de estatuas y sarc¨®fagos romanos originales, muy bien conservados. Procede la mayor¨ªa de la antigua ciudad de Perge, a unos 18 kil¨®metros de Antalya. Y se han conservado tan bien porque a aquella urbe de la provincia romana de Panfilia le ocurri¨® algo parecido a lo de Pompeya, solo que aqu¨ª no fue un volc¨¢n, sino un terremoto lo que enterr¨® la ciudad, que contin¨²a siendo excavada y restaurada.
Resulta chocante que un yacimiento tan extraordinario como Perge no sea m¨¢s conocido. La Puerta o Arco de Adriano da paso a las termas, el ¨¢gora, varios templos y calles jalonadas por columnas; una de ellas asciende hasta los pies de la acr¨®polis y un ninfeo monumental. Extramuros quedan el teatro y el estadio. Tambi¨¦n se excav¨® recientemente una bas¨ªlica paleocristiana que brinda apoyo a los pasajes de los Hechos de los Ap¨®stoles (cap¨ªtulos 13 y 14) donde se dice que Pablo de Tarso y Bernab¨¦ predicaron en Perge, embarcando all¨ª rumbo a Antioqu¨ªa ¡ªel vecino r¨ªo Cestro era entonces navegable¡ª. El llamado Camino de San Pablo es una ruta senderista de unos 500 kil¨®metros que se dirige a la meseta de Anatolia y Capadocia. Esto nos hace suponer, adem¨¢s, que fuera esta la ruta seguida por la hispana Egeria en el siglo IV, en aquella peregrinaci¨®n a Tierra Santa que fue narrando en breves misivas, convirti¨¦ndose en la primera viajera-escritora espa?ola de que se tiene noticia.
Las agencias de viajes suelen incluir en sus excursiones el teatro romano de Aspendos, a medio camino entre Perge y Side. Y digo el teatro, porque de la ciudad antigua queda muy poco. Pero el teatro, ah, es de los m¨¢s espl¨¦ndidos y mejor conservados del imperio. Tan entero y a punto que se sigue utilizando cada verano como sede de un festival de ¨®pera y ballet.
M¨¢s all¨¢, a unos 80 kil¨®metros al este de Antalya, se alcanza al fin la codiciada Side. Parca en vecinos (apenas tiene 12.000), pero enorme en extensi¨®n y brillo. Para expresarlo de forma gr¨¢fica, viene a ser la Marbella de esta Riviera privilegiada. Solo que aqu¨ª las r¨¢fagas de lujo y modernidad est¨¢n entreveradas en vetas arqueol¨®gicas de primera. Hay un trenecillo que lleva desde el per¨ªmetro del cogollo hist¨®rico hasta el puerto, recorriendo los hitos esenciales: el teatro (del estilo del de Aspendos), el ninfeo o fuente monumental, las calles, el museo, los muros, mosaicos y piedras labradas que afloran por doquier. La estrella es, sin duda, el Templo de Apolo, cuyas columnas y un buen atardecer son imbatibles en Instagram.
En Side no sabe uno bien a qu¨¦ atender, si a los restos que tiene a los pies, bajo un cristal, o al regateo con el tendero de alfombras y kilims que despliega su mercanc¨ªa sobre ese pecio acristalado. La ciudad antigua y los modernos restaurantes y terrazas se abrochan como una cremallera. Solo de noche, con el misterio de los focos, las sombras del pasado parecen adquirir cierta ventaja.
En el puerto y en los embarcaderos de algunas playas, goletas de aspecto berberisco recuerdan que esta fue, en sus a?os dorados (siglos I al III), base naval para el comercio de eslavos, y un bot¨ªn a saquear por parte de piratas sarracenos. Los turistas que aqu¨ª vienen ya saben que en Side, hasta para correrse una juerga a bordo, hay que pagar un tributo a la historia.
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