Mal Pas, Guguy, La Griega, Sakoneta... Diez playas espa?olas realmente ins¨®litas
Ba?arse junto a enormes huellas de dinosaurios, una cala de colores, senderos junto al mar y otros arenales sorprendentes en Espa?a
De entre las 3.000 playas con que cuenta el litoral espa?ol, las hay curiosas, insospechadas, llamativas o infrecuentes. Todas atraen de igual forma en este verano que ahora comienza. Esta es una selecci¨®n de 10 arenales realmente ins¨®litos para disfrutar m¨¢s all¨¢ de un chapuz¨®n.
1. Cala Pilar (Ciutadella, Menorca)
Describirla y profanarla es todo uno. Y es que su lejana ubicaci¨®n en el cuadrante noroccidental de la isla de Menorca ¨Den la costa de Tramuntana¨D hacen de cala Pilar, en el municipio de Ciutadella, un escenario ¨²nico de la costa espa?ola. Solo puede accederse a pie a este desmayo de carm¨ªn, casi sangu¨ªneo por efecto de una falla geol¨®gica, que se combina con el azul del Mediterr¨¢neo. Todo resulta subyugante: el ocre de la arena, la fronda de encinas cerca de las olas, la presencia de pinar y sabinar.
Para llegar, en el kil¨®metro 34 de la carretera ME-1, entre Ferreries y Ciutadella, tomamos el carril de deceleraci¨®n al Cam¨ª del Pilar. Tras 1,8 kil¨®metros, aparcamos en la finca de Alfur¨ª de Dalt, de titularidad p¨²blica. Al emprender la marcha, entre un bosque de encimas centenarias, veremos el cartel que informa sobre una de ellas, catalogada como ¨¢rbol singular de las islas Baleares, con m¨¢s de 400 a?os, nueve metros de altura y un di¨¢metro troncal de 4,6 metros. Desde el primer momento pisamos arena de playa transportada por la feroz tramontana, y eso que restan todav¨ªa 2,5 kil¨®metros (unos 40 minutos a pie) entre un marcado car¨¢cter forestal sobrevolado por colonias consolidadas de cormoranes, halcones y alguna ¨¢guila pescadora.
A cala Pilar la se?ala uno de los ocho sistemas dunares de Menorca, que, impulsado por los vendavales, remonta por la ladera hasta llegar a las cuevas. Para la bajada final contamos con una escalera de madera colocada para evitar que los ba?istas da?en el terreno. Los hay que se embadurnan con arcilla, erosionando el acantilado, con el peligro de desprendimientos que ello conlleva.
Lo grandioso del escenario no nos debe bajar la guardia con este mar de Norte, es decir, de respeto, con mucho oleaje en cuanto sopla la tramontana, zona trufada de corrientes y naufragios, p¨¦sima para el fondeo de embarcaciones. La nota tenebrosa la pone el c¨®nico pe?¨®n que la domina: la monta?a Mala, tambi¨¦n llamada ?el Anticristo!
2. Mal Pas (Benidorm, Alicante)
Mucho se habla y se conocen de Benidorm las playas de Levante y Poniente, pero muy poco se promociona la caleta que las separa, la del Mal Pas, enclave anta?o muy comprometido, en el que se recuerda el derrumbe de la casa del almadrabero por un temporal. Hasta que, en 1929, el nuevo espig¨®n del puerto alter¨® la din¨¢mica litoral, ejerciendo de efecto barrera y colmatando este sector de costa pedregosa, dando carta de naturaleza a estos 75 metros de arena dorada. En los a?os ochenta del pasado siglo, esta calita sirvi¨® de banco de pruebas para elementos que luego se usaron en el resto de arenales de la ciudad alicantina.
Mal Pas est¨¢ ubicada delante del casco hist¨®rico, junto a la estaci¨®n n¨¢utica, al costado de la punta Canfali, donde refulge el vidriado azul de la iglesia de San Jaime y Santa Ana. La balaustrada del c¨¦lebre Balc¨®n del Mediterr¨¢neo se prolonga por la parte trasera de Mal Pas, abrazando la plaza de la Senyoria. Familiar y de aguas limpias, este arenal se disfruta mejor en fechas primaverales; ello porque en verano se revela demasiado calurosa al verse cerrada por altos paredones hormigonados, gunitados en prevenci¨®n de derrumbes, y bajo los que se extiende una alineaci¨®n de palmeras. Los primeros 15 metros de la cala se respetan para los paseantes, sin que molesten hamacas y sombrillas. El 27 de agosto, la cala servir¨¢ de meta a la traves¨ªa a nado desde la isla de Benidorm: 3,6 kil¨®metros en total.
Su aporte culinario referido a arroces caldosos es excepcional en el Bar Mal Pas (965 85 80 86), aunque tambi¨¦n podemos contar con La Posada del Mar.
3. La Griega (Colunga, Asturias)
La Griega, en Colunga, ser¨ªa, por su fisonom¨ªa, una playa m¨¢s en este para¨ªso natural que es la costa asturiana. Y lo ser¨ªa de no ser por las huellas de saur¨®podos que se conservan en este arenal, las m¨¢s grandes del mundo en lo que a dinosaurios del periodo jur¨¢sico se refiere, llegando a medir una de ellas 125 cent¨ªmetros. De ninguno de estos monsters se ha hallado resto alguno. Si us¨¢ramos una m¨¢quina del tiempo, el paisaje ser¨ªa irreconocible. ¡°Hace 152 millones de a?os esta era la orilla de un mar interior en el que no se sent¨ªa la influencia de las mareas. La sierra del Sueve ni siquiera se hab¨ªa formado¡±, aclara Laura Pi?uela, ge¨®loga del Museo del Jur¨¢sico de Asturias (MUJA), situado muy cerca del yacimiento.
Al conjunto de icnitas se llega en marea baja caminando 600 metros desde el camping Costa Verde, mientras que, con marea alta, una vereda litoral evita que uno se moje los pies. Otro aliciente de esta playa familiar, no especialmente peligrosa pese a su trazado rectil¨ªneo abierto al Atl¨¢ntico, es el eucaliptal que la respalda. La Griega se debe a los aportes del r¨ªo Libard¨®n, que desemboca a su vera y que en marea baja permite a los ni?os chapotear en sus lagunillas. En temporada alta, quien no madrugue tendr¨¢ que pagar 3,5 euros en alguno de los tres aparcamientos privados.
Irse de La Griega sin probar el arroz con bogavante o el rollo de bonito del restaurante Vista Alegre ser¨ªa un grave error.
4. Guguy (Gran Canaria)
Guguy, la playa m¨¢s rec¨®ndita de Espa?a ¨Dmagna, salvaje y perdida en el suroeste de Gran Canaria¨D, est¨¢ en tr¨¢mites de ser declarada, con su fauna y sus cedros de repoblaci¨®n, parque nacional. Lo malo ¨Do bueno, seg¨²n se mire¨D es la dura marcha monta?era de dos horas y media (un cuarto de hora m¨¢s para la vuelta) que hay que cubrir para llegar, dejando el coche en Tasartico (La Aldea de San Nicol¨¢s) y no saliendo m¨¢s tarde de las ocho de la ma?ana, con al menos dos litros de agua por caminante. No salirse del camino es condici¨®n necesaria. Durante el trayecto, no se?alizado, habr¨¢ que fijarse en el sendero para no perderse al regreso.
El paraje lleva con dignidad el ep¨ªteto de id¨ªlico. Nada m¨¢s verla uno cae en la cuenta de esta toponimia aborigen ¨DGuguy¨D, que significa lugar de acantilados. Se desdobla en dos playas: el barranco Grande muestra en su desembocadura viviendas dispersas, habitadas espor¨¢dicamente, y tiene la nada desde?able particularidad de contar con un manantial. Durante la marea baja se pasa a Guguy Chico, playa, por cierto, m¨¢s espaciosa que la Grande, encerrada majestuosamente por riscos afilados. En este paso a Guguy Chico hay que observar la tabla de mareas para no quedarse atrapados durante horas, puesto que resulta peligroso rodear a nado el roquedo separador.
La sensaci¨®n de aislamiento es indescriptible, lo que no debe impedir bajar la guardia por sus corrientes los d¨ªas con mar de fondo. Despu¨¦s de la aventura monta?era la mejor idea es reponer fuerzas en el restaurante Grill Luis, en la playa de La Aldea, y descansar en el hotel La Aldea Suites.
5. Cala de Enmedio (N¨ªjar, Almer¨ªa)
La falta de acceso rodado ha permitido a la virginal cala de Enmedio, enclavada al sur de Agua Amarga, conservarse tal cual, inalterada, sirviendo de icono al parque natural Cabo de Gata-N¨ªjar. La manera m¨¢s sencilla de llegar pasa por salir de la cala del Plomo, 20 minutos de agradable caminata, bordeando cerca de una construcci¨®n inconclusa, conocida por el Cortijo de Polansky, claro antecedente del hotel Algarrobico. En esta excursi¨®n es esencial portar agua abundante. Su l¨ªnea de costa, de arena fina, asombra en su extremo por las peculiares erosiones e¨®licas y marinas en la piedra arenisca. Algunos creen ver chimeneas de brujas, qui¨¦n sabe si formas arborescentes o perfiles g¨®ticos. Y qu¨¦ decir de este Mediterr¨¢neo transparente, alejado de industrias y vertidos.
Para descansar tenemos cerca La Almendra y el Gitano, una casa rural que transmite exclusividad con su piscina, sus cuatro habitaciones dobles con terraza ¨Dla mitad con jacuzzi¨D y sus cuatro suites con terraza, tres con jacuzzi. El condumio se puede hacer en la casa o portando una completa cesta de p¨ªcnic.
6. Sakoneta (Deba, Gipuzcoa)
El flysch es una especie de milhojas en el que se intercalan capas duras y blandas formadas por sedimentos y f¨®siles acumulados en fondos marinos; son las p¨¢ginas de un libro que permite leer, geol¨®gicamente y sin interrupci¨®n, 60 millones de a?os. Sakoneta, incluida en el geoparque de la Costa Vasca, es posiblemente el mejor lugar de todo el Cant¨¢brico para observar la extensa plataforma de abrasi¨®n, huella que dejan los acantilados cuando se erosionan y retroceden, y que se abre misteriosamente a la vista en horario de bajamar.
A medio camino entre las localidades de Deba y Zumaia est¨¢ el desv¨ªo se?alizado a Sakoneta. Desde el merendero nos acercaremos a pie hasta encaramarnos al verde acantilado, de donde pende una soga para auxilio de surfistas locales experimentados, vistos los peligros que entra?an los fondos rocosos. Hay que seguir hacia poniente y bajar a la espectacular superficie rallada del flysch, siempre con calzado que sujete el tobillo.
Seg¨²n Asier Hilario, director cient¨ªfico del geoparque: ¡°Esta plataforma continua unos 10 kil¨®metros mar adentro con peque?os escalones que representan antiguos niveles de acantilados, de cuando el nivel del mar estaba m¨¢s bajo que en la actualidad¡±. En las acanaladuras y el verd¨ªn prospera un biotopo donde est¨¢n catalogados casi todos los invertebrados del Cant¨¢brico. Queda cruzar la desembocadura del riachuelo y doblar la punta de Sakoneta, como cortada a cuchillo en forma de tri¨¢ngulo. Aqu¨ª todo es aislamiento. Los estratos originalmente horizontales del flysch dejan sentir su presencia en posici¨®n vertical. Cuando se desarrollan mareas vivas, el geoparque organiza estupendas visitas guiadas (edad m¨ªnima, 10 a?os).
7. Cobijeru (Llanes, Asturias)
Cobijeru es al este de Llanes lo que Gulpiyuri al oeste del concejo llanisco: una caleta de interior, declarada monumento natural; de singular orograf¨ªa y atractivo, que demanda 10 minutos de sabroso paseo desde la aldea de Buelna. El acceso final, por un sendero angosto y en pendiente, no es apto para personas con movilidad reducida. Estamos en un delicioso marco de encinas y acacias custodiando apenas 30 metros de arena, donde no se distingue el Cant¨¢brico, aunque se hace patente su flujo y reflujo por medio de una galer¨ªa rocosa cercana al ruinoso molino de mareas.
En marea alta se convierte en una coqueta laguna. No hay que olvidar ascender antes o despu¨¦s el acantilado calizo bell¨ªsimamente erosionado y pasear sobre Puente Caballo, un estiloso arco bajo el que irrumpen, brutales, las olas con mar gruesa, y que las personas que padecen v¨¦rtigo no deber¨ªan cruzar.
De regreso, nos aprovisionaremos en una casa de Buelna del famoso queso de Vidiago, antes de subir a fotografiar ¡ªimprescindible buen calzado¡ª, a siete kil¨®metros, el ¨ªdolo de Pe?a T¨², algo que deber¨ªa hacerse al menos una vez en la vida. El gu¨ªa no acude a explicar el ¨ªdolo los lunes y martes. El resturante El Paso, por ¨²ltimo, es un cl¨¢sico bar de pueblo donde se come estupendamente fabada y arroz con almejas.
8. Bramant (Llan?¨¤, Girona)
La cala de Bramant, tan diminuta como seductora, encierra constantes sorpresas, no solo por su orograf¨ªa troquelada por la erosi¨®n cin¨¦tica de las olas, sino tambi¨¦n por su personal¨ªsima ac¨²stica, ese murmullo sordo de rompiente que reverbera con un efecto sedante dif¨ªcil de olvidar. Una belleza de car¨¢cter primigenio que seduce y hechiza al mismo tiempo, y de ah¨ª, tal vez, el apelativo de cala de los Enamorados, aunque tambi¨¦n, por su topograf¨ªa, se la conozca en la comarca gerundense por la cala de la Olla. Para llegar, hay que dejar el coche en las calles cercanas a la playa de Canyelles y costear 10 minutos por el Cap Ras.
Arenilla gris oscuro y guijarros tapizan esta secreta cala de bolsillo, a la que descender siempre result¨®, como m¨ªnimo, inc¨®modo. Sombr¨ªa a media tarde, no hay nada comparable al hecho de ver despertar el d¨ªa desde este circo troglod¨ªtico de apenas 35 metros en el que resaltan cuevas en los extremos y un agua limpia, profunda y transparente. No cabe mayor protecci¨®n contra la tramontana. El exterior a duras penas hace presagiar su existencia: un bosquecillo de pitas con sus caracter¨ªsticos ped¨²nculos de apariencia arb¨®rea se entremezcla con pinos pi?oneros y pinaster.
A pie, siguiendo la costa, se llega al extremo del Cap Ras y a la playa del Borr¨®. Dos estrellas Michelin nos esperan despu¨¦s en el restaurante Miramar, de Paco P¨¦rez, con dos men¨²s degustaci¨®n: Memoria, Territorio y Cultura (200 euros), en el que el arroz del mediod¨ªa se sustituye por la noche con un tartar de wagyu, y el de Degustaci¨®n (225 euros). En ambos men¨²s se incluye el iva y se excluyen las bebidas.
9. Covachos (Santa Cruz de Bezana, Cantabria)
Hay pocas playas de la Costa Quebrada tan bellas y tan indicadas para un p¨²blico joven como la de Covachos. Bella por la magn¨ªfica formaci¨®n tomb¨®lica que se desvela con el oleaje en retirada (consultar la tabla de mareas), cuya visi¨®n desde la cima del acantilado merece el desplazamiento, a¨²n sin llegar a pisar la arena. Decimos que es juvenil por el acceso, cada vez m¨¢s endemoniado (abandonado para preservar su naturaleza salvaje), que exige estar en perfecta forma f¨ªsica. Primero se baja por lo que en tiempos fue un camino (hoy tiene m¨¢s de torrentera), seguido de una escalera de hormig¨®n, resbaladiza bajo la lluvia, cuyo ¨²ltimo pelda?o queda a unos tres metros de la arena, altura que se salva sujet¨¢ndose de una cuerda fija en la roca. Tiene mucho de reto.
La entrada al mar es paulatina y, para mayor encadenamiento de sensaciones, no se aprecian edificaciones agresivas. Quienes acaricien la posibilidad de encaramarse al islote de El Castro deber¨ªan informarse y memorizar bien el horario de mareas y as¨ª no tener que ser rescatados con cuerdas por los socorristas. No ser¨ªan los primeros ni ser¨¢n los ¨²ltimos. Todos se conocen en Covachos y todos la cuidan, como solo el p¨²blico naturista sabe mimar estos enclaves de privilegio.
Para seguir disfrutando de inmejorables vistas tenemos cerca la terraza del restaurante El Cazurro, elevado junto a la Arn¨ªa, otro hermos¨ªsimo salvapantallas en forma de playa.
10. Toralla (Vigo, Pontevedra)
Los islotes, aun los que sustentan un feo bloque de apartamentos, como este de Toralla, a menudo deparan sorpresas. Muchos reculan creyendo que el puente de 400 metros es privado. Cierto es que solo los due?os y sus invitados pueden hacer uso del acceso para veh¨ªculos, pero al resto de los ba?istas no se les impide pasar a pie, hollando as¨ª las calas Esquerda (izquierda) y Dereita (derecha), que, bien miradas, son el mismo arenal pero sajado en su centro por la valla de seguridad. Ambos sectores se benefician de la misma arena ¨Dblanca y muy sutil¨D, la misma que tapiza las islas C¨ªes, que despuntan a lo lejos. La entrada al mar es paulatina.
Grupos de amigos y familias se citan en la playa de la Derecha de Toralla, m¨¢s abierta y resultona, con vistas a la r¨ªa de Vigo, mejor ventilada que la otra cuando aprieta el calor, aunque, como contrapartida, las sombras se imponen por la tarde antes que en el sector de la Izquierda, donde los ba?istas tienden a amontonarse.
Como curiosidad literaria, en su torre de 70 metros de altura ambient¨® el malogrado escritor vigu¨¦s Domingo Villar el asesinato con el que arranca su novela policiaca Ojos de agua (Siruela, 2006). No se entiende disfrutar de la isla de Toralla sin hacerlo a la vez del complejo dunar mejor conservado del litoral continental vigu¨¦s, el que significa la playa de O Bao. Acabamos en la playa de Canido, m¨¢s concretamente en el bar el Puerto (La Mona), c¨¦lebre en todas las R¨ªas Baixas por su pulpo.
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