Isla Mujeres, la feminidad integradora en el Caribe mexicano
Personas de todo el mundo llegan aqu¨ª en busca de sus playas coralinas de arena blanca y fina y de su paz. Muchas son mujeres que, solas o acompa?adas, descubren un lugar marcado por la estela de la diosa maya Ixchel
Isla Mujeres es ¡ªy fue¡ª un t¨¦rmino descriptivo. Cuenta la leyenda que en 1517 Francisco Hern¨¢ndez de C¨®rdoba encontr¨® estatuillas femeninas al desembarcar en ella y por eso la bautiz¨® as¨ª, y que las j¨®venes mayas arribaban aqu¨ª en busca de los templos de Ixchel, diosa madre maya, diosa de la gestaci¨®n y la fertilidad. Lo que pocos cuentan es que hay mujeres ¡ªmadres, hijas, abuelas, adolescentes solas y acompa?adas¡ª que hoy llegan a esta isla caribe?a atra¨ªdas por el mismo magnetismo.
En Isla Mujeres ¡ª4,5 kil¨®metros cuadrados, 7 de largo y 650 metros de ancho¡ª muchas mujeres concatenan la salida del sol con el ocaso desplaz¨¢ndose de una playa a otra como el peque?o pr¨ªncipe de Saint-Exup¨¦ry o deciden quedarse a vivir. Situada en pleno Caribe mexicano y colocada en un lugar estrat¨¦gico frente a Canc¨²n ¡ªla tur¨ªstica ciudad queda a una media hora en ferri¡ª, cerca de Estados Unidos y Am¨¦rica Latina, la isla tiene un poder magn¨¦tico y es puerta para un realismo m¨¢gico literario pero conjugado en femenino. Aqu¨ª, dicen, toda mujer podr¨ªa cumplir sus deseos o, al menos, lo tiene m¨¢s f¨¢cil.
¡°Isla Mujeres es un lugar de mujeres para mujeres. Tengo amigas que dicen que aqu¨ª se han curado de la tristeza. Una dice que cuando vio la isla desde el ferri sinti¨® que toda la vida hab¨ªa estado esperando llegar sin saberlo¡±, explica Marguerite, mujer alta de pelo blanco y ojos azules que vive la mitad del a?o en la isla y la otra mitad en Estados Unidos. ¡°La isla cura por lo que te hace sentir. ?C¨®mo? Nos cuidamos entre nosotras. ?Es un lugar muy especial! Tambi¨¦n hay gente que dice que es la energ¨ªa de Ixchel que llena de bendiciones¡±, aclara mientras dirige su mirada sobre finas cuentas azules que enhebra en un collar. Junto a ella, otras Roc¨ªo y Mar¨ªa, que llegaron hace muchas d¨¦cadas desde Yucat¨¢n, tambi¨¦n componen collares, anillos, brazaletes y pendientes que la cooperativa de mujeres Isla Mujeres Women¡¯s Beading Co-op vende aqu¨ª mismo. Ellas forman parte de una red femenina con mujeres americanas e isle?as que se ayuda entre s¨ª. Algunas de ellas danzan cada domingo en el extremo sur de la isla con los primeros rayos de sol a la puerta de uno de los templos femeninos mayas de la isla, y tambi¨¦n hay hombres porque el car¨¢cter femenino es inclusivo.
En Punta Sur, cerca de las grandes casas habitadas en gran parte por una rica y efervescente colonia norteamericana, y por g¨¹eros ¡ªrubios y blancos¡ª mexicanos, las ruinas del templo de la diosa Ixchel se levantan sobre el horizonte del mar esmeralda entre coloridas estatuas modernas. Frente al templo hay un escriba, una mujer con ofrendas y otros personajes m¨ªticos masculinos y femeninos colocadas sobre templetes. Una escalinata y un camino tallados en la piedra zigzaguean junto al acantilado. Despu¨¦s, el mar infinito. Aqu¨ª y all¨ª hay iguanas; unas hacen coreogr¨¢ficas carreras y las otras observan el mar. El riesgo de tanta belleza es caer en lo fant¨¢stico. ¡°Yo creo que un d¨ªa voy a ver sirenas aqu¨ª¡±, confiesa Bella. Ella trabaja en los lavabos de Punta Sur. ¡°Mira si esto es especial que vienen a danzar aqu¨ª¡±, explica sonriente la mujer mientras abre la carpeta de im¨¢genes de su m¨®vil y muestra al hombre del que se enamor¨®, pero que es inalcanzable porque ama a otro hombre. ¡°La gente de la isla es muy abierta, gente buena y acogedora¡±, insiste Bella. Y lo son, esa es la fama y los hechos lo prueban.
Fidel Villanueva Madrid, cronista de la isla por voluntad propia, protege su coraz¨®n hist¨®rico y su memoria con decisi¨®n tenaz. ¡°Soy guardi¨¢n de la memoria¡±, aclara al abrir la puerta y adentrarse en el interior de la Hacienda Mundaca que, cerrada ahora a cal y canto, explica la historia del lugar a golpe de vista. El olor a selva, hierba y Caribe retrotraen a otro tiempo en el interior de la isla; el silencio rodea el templo dedicado a la diosa de la fertilidad maya. ¡°Necesita una buena excavaci¨®n; este sitio es muy importante y tiene que cuidarse¡±, afirma Villanueva al adentrarnos en la casa colonial construida con las piedras del templo por Ferm¨ªn Antonio de Mundaca, pirata espa?ol que puso su impronta aqu¨ª. Su historia es tambi¨¦n leyenda y tiene hero¨ªna isle?a. Cuentan que Mundaca se enamor¨® de la joven a la que dedic¨® la finca. ?l era muy rico y mayor, ella muy joven. La mujer se cas¨® con un isle?o, y el hacendado abandon¨® el lugar. ¡°Las isle?as no se venden por dinero. Tienen car¨¢cter¡±, aclara Villanueva.
El car¨¢cter de las mujeres isle?as, muchas de las cuales son fervorosas de v¨ªrgenes como la de Guadalupe en las que se sincretiza lo femenino del lugar, es famoso. Sin el coraje femenino la isla no ser¨ªa lo que es. El de Hilda, due?a del hotel Bucaneros, es un ejemplo. Ella arrib¨® sola hace m¨¢s de 50 a?os. Aqu¨ª se cas¨®, tuvo tres hijos, enviud¨® y pocos meses despu¨¦s naci¨® su cuarta hija; sac¨® su restaurante y su hotelito adelante, viaj¨® para innovar a cada rato su carta con nuevas recetas. Su men¨² y su negocio crecieron con la familia. Hazel, su hija m¨¢s peque?a, quiso ser dise?adora de lujo en Europa, y lo fue. ¡°En Par¨ªs dec¨ªan que ten¨ªa m¨¢s car¨¢cter por ser isle?a, que no hab¨ªa obst¨¢culos para m¨ª¡±, cuenta Hazel, que tras vivir 11 a?os en la capital francesa decidi¨® dejar todo lo conseguido para regresar a Isla Mujeres en busca del mismo sentido de vida en el que creci¨®. Ahora expone su obra pict¨®rica en una sala del hotel y a veces trabaja en el negocio familiar. ¡°Mi madre nos ense?¨® a salir adelante y a valorarnos¡±, confiesa.
Para hablar del coraje isle?o y de sus recetas otras dos hoteleras se citan a media ma?ana en torno a un suculento desayuno en el hotel Posada del mar, frente a la arena coralina de Playa norte. Se llaman Lupita y Sol, son competencia y amigas, y gozan de una gran memoria gastron¨®mica. ¡°Mi abuela me daba de comer huevos de tortuga. Yo pon¨ªa sal, lim¨®n y or¨¦gano. Com¨ªamos tambi¨¦n bistec de tortuga¡±, recuerda Sol, que est¨¢ sentada frente a una delicia de jugo, unos huevos con tomate sofrito, pl¨¢tano y quesadillas. Ambas saben lo que es hacer fortuna de la nada, y ambas cierran los ojos al hablar de los sabores originales que cuentan la historia de la isla, como son el del pescado Tkix pil o el ceviche de caracol. ¡°Nuestros sabores son diferentes tambi¨¦n porque ven¨ªan por ejemplo quesos de bola rojos de Holanda, y hay platitos cocinados con ese queso. Hay buen marisco, mejores pescados; pero la mayor¨ªa de los ingredientes se traen de la pen¨ªnsula¡±, comentan. ¡°Pese a todo el turismo que llega no hemos perdido el car¨¢cter isle?o¡±, se enorgullecen.
No lo han perdido, aunque los turistas desembarquen cada d¨ªa por cientos, aunque las construcciones crezcan desbocadas, aunque la carretera rompa el equilibrio necesario que las lagunas salinas y manglares necesitan. Isla Mujeres sigue siendo lo que es y lo que hace sentir; esa serena fortaleza que el viajero, pasados los d¨ªas, nota porque eso ¨²nico que tiene la isla y no se ve ya ha entrado en ¨¦l; ya ha hecho su efecto.
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