Por Berl¨ªn entre huertos urbanos, una manera de conocer el alma de la ciudad
M¨¢s de 200 jardines comunitarios abiertos al p¨²blico han incorporado una explosi¨®n de biodiversidad hasta convertir la capital alemana en un s¨ªmbolo de renaturalizaci¨®n urbana. Los vecinos se benefician de proyectos participativos, la ciudad aumenta sus espacios verdes y el viajero puede adentrarse en fragmentos de naturaleza entre el asfalto
En medio del oc¨¦ano gris de la ciudad brota un fragmento exuberante de naturaleza. La primavera ha reverdecido el jard¨ªn de Moritzplatz de Berl¨ªn, que empieza a llenarse de margaritas y cal¨¦ndulas al otro lado de una valla donde el barrio de Kreuzberg mantiene su monoton¨ªa de cemento y asfalto. Pronto, adem¨¢s, germinar¨¢n los can¨®nigos, las piloselas, los girasoles, los lirios y las amapolas a los pies de los ¨¢rboles frutales.
En la capital alemana hay unos 230 huertos comunitarios o gemeinschaftsgarten cuyo esp¨ªritu participativo y su exuberancia natural han hecho de ellos un s¨ªmbolo de resistencia. El jard¨ªn de Moritzplatz se instal¨® en el a?o 2020 sobre los restos de otro jard¨ªn que despu¨¦s de una d¨¦cada en funcionamiento ¡ªcon una atractiva cafeter¨ªa incluida¡ª cerr¨® sus puertas. ¡°La diferencia con el anterior huerto es que ahora no hay intercambio de dinero, solo vivimos de las donaciones¡±, cuenta Alex Booth, uno de los miembros de Moritzplatz. ¡°Y la segunda diferencia¡±, matiza, ¡°es que m¨¢s del 70% del jard¨ªn es natural y solo plantamos semillas nativas: cuidamos de que crezca de manera natural¡±.
En un paseo por cualquiera de los 12 distritos que conforman Berl¨ªn es f¨¢cil que el viajero se tropiece con estos huertos de gesti¨®n colectiva que unos activistas reunieron en un mapa para ubicarlos. Porque ese es su esp¨ªritu. La comunicaci¨®n entre iniciativas, como el intercambio de conocimientos hort¨ªcolas y de semillas ha creado una red de jardineros urbanos que defienden estos ecosistemas naturales ante los retos del cambio clim¨¢tico, la gesti¨®n del suelo o la ausencia de espacios p¨²blicos. El resultado es la proliferaci¨®n de aut¨¦nticos vergeles, durante las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, sobre antiguos recintos degradados. ¡°Cada a?o hay mayor inter¨¦s entre la gente y el suelo se encuentra mejor¡±, asegura Booth, que destaca la participaci¨®n vecinal y la solidaridad con otros gemeinschaftsgarten. La colaboraci¨®n y la participaci¨®n colectiva en las decisiones, de hecho, son el mayor reflejo de los huertos, que se suelen concentrar en distritos donde la presi¨®n urban¨ªstica es mayor y la ciudad est¨¢ m¨¢s densamente poblada.
El intercambio cultural y la vida comunitaria sostienen estas iniciativas ecol¨®gicas que cuestionan la gesti¨®n del suelo en los espacios en los que se han instalado, desde antiguos aparcamientos a descampados junto a edificios p¨²blicos. La historia de su existencia hunde sus ra¨ªces en Estados Unidos y, especialmente, en los community garden de Nueva York surgidos a finales de los setenta, tras la crisis del petr¨®leo, con el objetivo de autoabastecerse de comida y solidificar los v¨ªnculos sociales. El programa GreenThumb acab¨® apoy¨¢ndoles con el alquiler de terrenos a cambio de materiales y ayuda t¨¦cnica.
En Berl¨ªn hubo intentos de emularlos antes de ca¨ªda del Muro en 1989, cuando se comenz¨® a aprobar una normativa para la recuperaci¨®n de espacios urbanos como la relativa a la ¡°ambientalizaci¨®n de los patios¡± que reverdeci¨® fachadas, azoteas, patios y huertos en urbanizaciones. Pero fue en el cambio de siglo cuando ese inter¨¦s aument¨® y la proliferaci¨®n de huertos urbanos resurgi¨® gracias al impulso de pioneras como Elisabeth Meyer-Renschhausen, cofundadora de varios huertos y autora de Jardiner¨ªa urbana en Berl¨ªn. Moritzplatz est¨¢ gestionado por la asociaci¨®n Common Grounds, a la que el gobierno local cede el espacio en el que se re¨²nen los domingos para planificar las actividades y tratar las din¨¢micas del huerto. ¡°Es algo colectivo¡±, remarca Booth, que participa en asambleas en las que debaten acerca de la protecci¨®n de la naturaleza, la gesti¨®n del agua, los frutales, las semillas, la formaci¨®n del compost o el papel de los polinizadores.
Pero las f¨®rmulas y enfoques de cada uno de los proyectos en los que los vecinos traen a sus hijos, cultivan la tierra o se acercan a leer, es diferente. Todos contribuyen al reverdecimiento de una ciudad de por s¨ª arbolada, pero la gesti¨®n de los gemeinschaftsgarten recae en activistas, instituciones religiosas, colegios, asociaciones de inmigrantes o universidades, aunque la mayor¨ªa han sido creados por asociaciones de vecinos, la mejor f¨®rmula que han encontrado para poder firmar contratos con el Ayuntamiento. Otros, sin embargo, han huido de una estructura formal. Porque hay huertos comunitarios, huertos de barrio, huertos educativos, huertos clim¨¢ticos, huertos interculturales, huertos vecinales o huertos de inquilinos. El Interkultureller Garten, en el distrito de Lichtenberg, est¨¢ formado por refugiados bosnios mientras que M?rchenpark, en el barrio cooperativo de Holzmarkt, junto al r¨ªo Spree, cultiva huertos escolares.
En Laskerwiese, en el barrio de Ostkreuz, hay 35 peque?as parcelas cuidadas por un centenar de jardineros que incluso trabajan en el mantenimiento del parque municipal. Wuhlegarten, donde se celebran tertulias, tambi¨¦n tiene un importante componente intercultural. Fundado hace dos d¨¦cadas en el barrio de Dammvorstadt, fue el primer gran jard¨ªn comunitario intercultural y se asemeja al de Himmelbeet, donde los inmigrantes se mezclan con los vecinos de Mitte para comer platos t¨ªpicos en su cafeter¨ªa de madera y paja. El jard¨ªn Hoffnung (Huerto de la Esperanza), por su parte, fue creado en 2015 por vecinos y refugiados que cultivan la tierra. Netzwerk Urban, Ton Steine, en Kreuzberg o Rote Beete, gestionado por el Centro Franc¨¦s de Berl¨ªn en Wedding, se cuentan entre las decenas de proyectos cuya imaginaci¨®n les ha llevado a lugares insospechados. Y si el KlunkerGarten est¨¢ en la azotea del edificio con ajetreada vida nocturna Klunkerkranich, en Neuk?lln el cementerio del mismo barrio alberga al hist¨®rico Prinzessinnengarten.
Participaci¨®n y biodiversidad
Los huertos urbanos son un elemento m¨¢s en la batalla contra el cambio clim¨¢tico, que en Berl¨ªn se despliega en iniciativas p¨²blicas como la de los ?rboles Cuantificados, con la que sus vecinos adoptan y riegan m¨¢s de medio mill¨®n de ¨¢rboles seg¨²n las necesidades de agua. Pero es el imparable movimiento de colonizaci¨®n natural de la ciudad mediante los huertos el que ha desembocado en Jardines Comunitarios de Berl¨ªn, un programa cuyo objetivo ¡°responde a la necesidad de apoyar el compromiso de la sociedad civil y su compromiso con una ciudad m¨¢s sostenible¡±. Impulsado por el departamento de Medio Ambiente, la Movilidad, el Consumo y la Protecci¨®n del Clima del Ayuntamiento, en ¨¦l han participado horticultores urbanos, cient¨ªficos, funcionarios y asociaciones, por lo que estas pr¨¢cticas de renaturalizaci¨®n cuentan con un amplio respaldo pol¨ªtico.
El documento del programa, por ejemplo, menciona la apropiaci¨®n de los espacios p¨²blicos y la vida de barrio. Algunos de esos sitios tienen contratos con el Ayuntamiento, aunque suelen ser de corta duraci¨®n y eso ha llevado a frecuentes mudanzas: se calcula que uno de cada 10 huertos urbanos ha cambiado de emplazamiento, como el de Rosa Rose, en Friedrichshain, desplazado varias veces. La amenaza de destrucci¨®n de los jardines, emplazados en lugares de alto valor inmobiliario, siempre est¨¢ presente y existen ejemplos de vergeles como el Gartenfl?che f¨¹r Kinder, que se destruy¨® para levantar viviendas. El compromiso comunitario y la ayuda de las instituciones tambi¨¦n ha evitado la desaparici¨®n de otros. Es el caso del Charlottenburger Ziegenhof, donde una construcci¨®n de madera comunitaria sustituy¨® a los planes de levantar un edificio despu¨¦s de la demolici¨®n de unos cobertizos. Los vecinos se organizaron y le dieron un uso educativo con la introducci¨®n de ovejas, cabras y colmenas de abejas.
El mobiliario de los jardines suele ser de materiales renovables o reciclados, otorgando as¨ª una segunda vida (y promoviendo la econom¨ªa circular) a tablas, telas o lonas de pl¨¢stico. Los cultivos suelen estar en camas elevadas o en cajas port¨¢tiles mientras los jardineros urbanos nutren los suelos con materia org¨¢nica y fabrican compost. En Moritzplazt, dice Alex Booth, han conseguido cinco cent¨ªmetros de buen suelo y ya comienzan a aparecer microorganismos, adem¨¢s de surgir indicadores de la biodiversidad como escarabajos, mariposas o salamandras.
El jard¨ªn comunitario m¨¢s importante de Berl¨ªn se llama Allmende-Kontor y se encuentra en el antiguo aeropuerto de Tempelhofer, que cerr¨® tras casi un siglo en funcionamiento. Sus casi 400 hect¨¢reas se fueron convirtiendo en una enorme zona recreativa con huertos urbanos inaugurados en 2011. Entre la mara?a de senderos, carriles bici y prados, en el huerto comunitario (ubicado en el acceso de Oderstra?e Allmende-Kontor) se cultiva media hect¨¢rea de tierra en bancales. La iniciativa comenz¨® en 2011 gracias a una docena de activistas y a Elisabeth Meyer-Renschhausen, quien dedic¨® su libro Los jardineros de la capital a Allmende-Kontor. Durante sus 13 a?os de vida, el jard¨ªn ha ido creciendo hasta propagarse en 250 bancales organizados por colores y n¨²meros gracias a medio millar de voluntarios. Entre otros productos, el huerto produce su propia miel con una imagen del viejo aeropuerto en la etiqueta.
Inter¨¦s natural y cient¨ªfico
A diferencia de los kleingarten o schrebergarten ¡ªcolonias de huertos vecinales con cobertizos a las afueras de las ciudades alemanas¡ª, los gemeinschaftsgarten son abiertos. Ese sistema de jardines que en Berl¨ªn est¨¢ representado por las colonias Rehberge-Volkspark, en Mitte, y Rauhe Berge, en Steglitz-Zehlendorf, se cre¨® a lo largo del siglo XIX y se conoc¨ªan como ¡°huertos para pobres¡±, pero los jardines comunitarios se gestionan colectivamente y no funcionan como peque?os huertos privados. El anonimato se rompe aqu¨ª gracias a las redes de apoyo mutuo.
Los recintos de cultivo no son solo unos fragmentos de naturaleza insertos en la ciudad. Entre sus m¨²ltiples actividades se encuentra el cuidado de abejas, la plantaci¨®n de flores, el cultivo de especies para hacer tintes naturales y regresar a una tradici¨®n perdida, los talleres sobre compost o sobre gesti¨®n del agua. Las agendas se llenan durante los meses templados, al igual que las celebraciones, los conciertos o la transmisi¨®n de conocimientos tradicionales que se comparten mediante visitas guiadas o actividades con escolares.
Pero los gemeinschaftsgarten tambi¨¦n son objeto de estudios cient¨ªficos. Research for Wild Bees, una red de jardines de Berl¨ªn y M¨²nich impulsada por la Universidad T¨¦cnica de M¨²nich, incluye una veintena de huertos comunitarios de la capital alemana. Los investigadores visitan los jardines entre abril y septiembre para identificar los insectos presentes, adem¨¢s de registrar la diversidad de vegetaci¨®n o la interacci¨®n de los polinizadores con las plantas, entre otros par¨¢metros. Gracias a la expansi¨®n de estos jardines, entre los que se encuentran Bl?tterlaube, Burbacher Weg, Spiel/Feld Marzahn, Peace of Land, Neue Gr¨¹nstra?e o la escuela de jardiner¨ªa de Tempelhof-Sch?neberg, se ha registrado especies de abejas gravemente amenazadas, como indica el informe de la Universidad T¨¦cnica de M¨²nich y el Museo de Historia Natural de Berl¨ªn.
Otros proyectos de investigaci¨®n, como el del Instituto Leibniz de Cultivos Hort¨ªcolas y Ornamentales, centrado en el jard¨ªn Wuhlegarten, o The Edible Cities Network, coordinado por la Universidad de Humboldt y que estudia la producci¨®n de comida en dos huertos comunitarios como herramienta de cohesi¨®n social en vecindarios, ahondan en su prop¨®sito comunitario siguiendo la estela de Nueva York o Par¨ªs. Este segundo proyecto, sin embargo, ha permitido ampliar esa ¡°red de ciudades comestibles¡± con Oslo, R¨®terdam, Sant Feliu de Llobregat o La Habana, que produce el 65% de su comida en huertos urbanos. Entre todas ellas, Berl¨ªn se ha convertido en un modelo a seguir, y no extra?a que la ciudad acogiera el primer intercambio del programa, celebrado en 2022, en Prinzessinnengarten.
Berl¨ªn, en definitiva, est¨¢ reverdeciendo sus espacios al tiempo que produce sus propios alimentos. Los diferentes estudios, las tesis doctorales y programas p¨²blicos como la Estrategia de Barrios Comestibles abunda en ese prop¨®sito. Aqu¨ª, dicen, todos ganan: los vecinos se benefician de proyectos participativos mientras la administraci¨®n ve aumentar el n¨²mero de espacios verdes y biodiversidad sin emplear grandes cantidades de recursos. El viajero puede mezclarse as¨ª en estos fragmentos de naturaleza para conocer el alma de una ciudad cuyos habitantes est¨¢n mirando al futuro.
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