Bulgaria, un destino a descubrir m¨¢s all¨¢ de Sof¨ªa

Bulgaria est¨¢ de moda entre los viajeros espa?oles. A su atractivo patrimonio hist¨®rico-art¨ªstico, y su variada oferta de playa y monta?a, se une la curiosidad por conocer un pa¨ªs europeo lejano, con el que tuvimos poco contacto en el pasado, que cuenta con el factor ex¨®tico de, por su historia y su ubicaci¨®n geogr¨¢fica, haber sido una de las tradicionales puertas a la cultura oriental. Por otro lado, es un pa¨ªs muy asequible a nuestros bolsillos.

Bulgaria nos ofrece adentrarnos por sus sinuosas carreteras para descubrir rec¨®nditos monasterios y enriscadas fortalezas entre frondosos bosques y monta?as; impresionantes frescos e iconos que cubren las paredes de sus iglesias tenuemente iluminadas por las velas; vestigios de los pueblos que pasaron por estas tierras (tracios, griegos, romanos, godos, bizantinos, eslavos, otomanos¡­), y pintorescas villas con mansiones decimon¨®nicas del estilo Renacimiento Nacional, con fachadas onduladas de madera pintada de vivos colores y decoraciones florales, cuyos propietarios fueron ricos mercaderes que comerciaban entre oriente y occidente. Podemos disfrutar de sus playas del mar Negro y hacer senderismo o esqu¨ª en los montes Balcanes, Pirin, Rila y R¨®dope. Degustar su consistente gastronom¨ªa, que tiene por base los l¨¢cteos ¨Dlos yogures nacieron en estas tierras¨D y sus vinos, como los de Melnik.

En los edificios que conforman el centro de Sof¨ªa, la capital, podemos hacernos una idea de lo que fue su historia. Desde el Monumento a Sof¨ªa, donde hab¨ªa una estatua de Lenin, podemos ver las ruinas de la S¨¦rdica romana junto a la peque?a iglesia medieval de Sveta Petka; la catedral de Sveta Nedelya, cristiana ortodoxa, la religi¨®n mayoritaria del pa¨ªs; la mezquita de Banya Bashi, herencia de los 500 a?os de dominio otomano; la sinagoga sefard¨ª m¨¢s grande del mundo, con un gu¨ªa que habla ladino, s¨ªmbolo de la importante comunidad sefardita que hubo en Bulgaria, y edificios del periodo comunista que hoy ocupan instituciones democr¨¢ticas como el Palacio Presidencial, con un vistoso cambio de guardia cada hora, cuyo patio interior alberga la iglesia m¨¢s antigua de Sof¨ªa, Sveti Georgi, del siglo II.

M¨¢s adelante est¨¢n el antiguo Palacio Real, hoy la Galer¨ªa Nacional, y la bonita iglesia rusa de San Nicol¨¢s, testimonio de las relaciones con aquella Rusia que ayud¨® a Bulgaria a independizarse en 1878. Girando a la izquierda llegamos a la iglesia de Santa Sof¨ªa, una de las primeras grandes bas¨ªlicas romanas, y a la catedral neobizantina Alexander Nevski, sede del patriarca de Bulgaria, m¨¢xima autoridad religiosa. Su interior y los frescos que cubren sus paredes le dan un car¨¢cter majestuoso. Antes de dejar Sof¨ªa, hay que acercarse a las faldas del monte Vytosha que emerge sobre la ciudad. All¨ª se halla una de las joyas de Bulgaria: la peque?a iglesia de Boyana, Patrimonio de la Humanidad. Las 89 escenas y 240 figuras de los frescos que cubren su estrecho interior y ¨¢bside son de los siglos X y XI.

Nos dirigimos al monasterio de Rila, tambi¨¦n Patrimonio de la Humanidad, el m¨¢s grande de los Balcanes y uno de los m¨¢s espectaculares. Su origen se remonta al siglo X, de la mano de san Iv¨¢n de Rila, si bien sus construcciones y los frescos de la iglesia son posteriores. El recinto amurallado, con torre defensiva, est¨¢ enclavado en un profundo valle, rodeado de escarpadas monta?as, bosques de robles y hayas, ermitas, cuevas, lagos glaciares y picos como el Musala, todo un para¨ªso para senderistas. Extramuros, es t¨ªpico tomar un mekitsi ¨Dbollo de yogur con az¨²car glas¨D y trucha a la brasa en los restaurantes de la zona.

Llegamos a Plovdiv, la capital cultural del pa¨ªs. Lo mejor es dejarse llevar por sus laber¨ªnticos y empinados callejones empedrados del casco viejo, disfrutar de su impresionante teatro romano, escenario de obras y conciertos, y descubrir sus iglesias y sus viejas mansiones, hoy convertidas en hoteles y museos. A sus pies se halla el animado barrio de Kapana, lleno de bares y restaurantes, junto a la llamativa mezquita Dzhumaya y parte de las gradas de un circo romano que yace bajo una calle peatonal. En Plovdiv, cada vez que se hacen obras, aflora alg¨²n yacimiento arqueol¨®gico. Para los amantes de los bailes folcl¨®ricos es recomendable el restaurante Megdana, situado en una zona del Plovdiv burgu¨¦s decimon¨®nico.

Dos paradas obligatorias cerca de Plovdiv: el monasterio de Bashkovo, cuyo origen se remonta a 1083, que cuenta en sus iglesias con impresionantes frescos y con un venerado icono de la virgen, de 1310; y Koprivshtitsa, quiz¨¢ el pueblo m¨¢s bonito de Bulgaria, lleno de vistosas mansiones en las que podemos ver c¨®mo viv¨ªan sus moradores. Es un lugar de culto para los b¨²lgaros, ya que en el viejo puente Kalachev se dio el primer disparo de la fallida rebeli¨®n de 1876 que terminar¨ªa dos a?os despu¨¦s en la independencia de los otomanos.

Nos dirigimos al valle de las rosas y de los reyes tracios cuyos t¨²mulos funerarios salpican sus coloridos llanos. Kazanlak destaca por los restos arqueol¨®gicos tracios del museo Iskra y una tumba del siglo IV a.C., Patrimonio de la Humanidad, que conserva sus frescos originales en su interior abovedado. El valle tambi¨¦n es importante por el tradicional cultivo de rosas para elaborar cosm¨¦ticos y perfumes. La mejor ¨¦poca para visitarlo es entre mayo y junio, durante la recolecci¨®n que va acompa?ada de fiestas populares y bailes con atuendos tradicionales.

Camino de Veliko-Tarnovo hay varios lugares con encanto: la iglesia rusa de Shipka, con sus doradas c¨²pulas encebolladas; el pueblo-museo de Etara, que exhibe distintos tipos de casas regionales; Tryavna, otro de los pueblos con m¨¢s encanto de Bulgaria, y los monasterios de Sokolski y Dryanovo.

Veliko-Tarnovo fue la capital medieval. Sus casas y la fortaleza de Tsarevets est¨¢n encaramadas en las laderas de los meandros del r¨ªo Yantra, panor¨¢mica de la que se puede disfrutar desde las terrazas de los bares que miran a la pinacoteca Boris Denev, impresionante cuando est¨¢ rodeada de brumas. Al fondo, la fortaleza luce en todo su esplendor con la iluminaci¨®n nocturna. Est¨¢ coronada por un templo cuyo interior fue decorado en el periodo comunista con murales de escenas b¨ªblicas y del imaginario nacional. El resultado es curioso.

A pocos kil¨®metros, en la compleja carretera camino de Ruse, est¨¢ el monasterio de la Transfiguraci¨®n, de 1360, con espl¨¦ndidos frescos en su iglesia. Tocamos el Danubio en Ruse, ciudad natal del Premio Nobel El¨ªas Canetti, en cuyo centro se aprecia que tuvo un pasado esplendoroso. En sus alrededores est¨¢n las singulares iglesias medievales rupestres de Ivanovo y la tumba tracia de Svechtari con sus paredes esculpidas, ambas Patrimonio de la Humanidad.

Llegamos al mar Negro donde Varna, Burgas, Nesebar y Sozopol se disputan el turismo de playa. Se destaca el casco antiguo de Nesebar, Patrimonio de la Humanidad, en una peque?a pen¨ªnsula fortificada con una veintena de iglesias bizantinas. La m¨¢s valiosa es San Stefano, de los siglos XI y XIII, por la belleza de las casi 250 pinturas de su interior y n¨¢rtex, su iconostasio y sus capiteles. No hay que marcharse del mar Negro sin probar sus pescados a la brasa en restaurantes como el Hemingway de Nesebar, mirando a la bah¨ªa, o Dalyana, en el puerto de Burgas, famosa por sus playas de arena negra.

Terminamos el periplo en Sof¨ªa. Nada mejor que pasar la ¨²ltima noche en la animada avenida peatonal Vytosha, llena de restaurantes y bares, con m¨²sica en vivo en el parque en el que concluye. Una buena manera de despedirse de Bulgaria.

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