Diez bosques espa?oles que miran a la costa norte para disfrutar en su m¨¢ximo esplendor oto?al
Del art¨ªstico bosque de Oma, en Bizkaia, a las secuoyas gigantes del Monte Cabez¨®n, en Cantabria, pasando por el hayedo asturiano de la Biescona o la isla gallega de Cortegada. Excursiones y paseos que no se olvidan de la gastronom¨ªa local
Un sue?o de ocres, rojos y amarillos dan colorido al oto?o, cuando los bosques se ponen su mejor traje y los aficionados a la naturaleza forestal retiran la mantita, apagan el ordenador y se disponen a emprender viaje en busca de h¨¢bitats fascinantes de silencio y de paz.
Las 10 masas arb¨®reas que proponemos aqu¨ª, presentes en la costa norte espa?ola, entre Pontevedra y Gipuzkoa, invitan a la contemplaci¨®n, dando rienda suelta al senderismo entre hayas, robles, arces, tejos, encinas e incluso secuoyas, tanto naturales como fruto de plantaciones comerciales. Nada tan inexplicablemente m¨¢gico como descubrirlos entre la niebla. La humedad marina, adem¨¢s, favorece el crecimiento y la pululaci¨®n de helechos, musgos y l¨ªquenes.
La instalaci¨®n migrante de Ibarrola
Los troncos del bosque de Oma, en Kortezubi (Bizkaia), fueron acabados de pintar por Agust¨ªn Ibarrola (recientemente fallecido a los 93 a?os) en 1985, convirti¨¦ndose en una de las obras m¨¢s iconogr¨¢ficas del denominado land art, el paisaje como soporte para el artista, en este caso inspir¨¢ndose en la reserva de la biosfera de Urdaibai. El escultor y pintor decidi¨® plasmar en un pinar pr¨®ximo a su casa de Oma su particular di¨¢logo con la naturaleza pintando un arco iris, una torsi¨®n de l¨ªneas blancas, ojos que escudri?an, perfiles humanos que corren y huyen conforme avanza el espectador. A cada conjunto de pinturas corresponde un punto estrat¨¦gico, como una clave de b¨®veda, donde cobra un sentido el juego de perspectivas y colores, m¨¢s n¨ªtidamente las geom¨¦tricas.
Pero la obra de arte fue v¨ªctima de la peste del pino ¡ªel hongo llamado banda marr¨®n¡ª, raz¨®n por la que la Diputaci¨®n Foral de Bizkaia decidi¨® pintar una versi¨®n renovada de la obra de Ibarrola en 800 pinos situados en frente del bosque infectado, con las medidas y caracter¨ªsticas exactas de las pinturas, aprovechando para plasmar conjuntos previamente perdidos y contando con el benepl¨¢cito de la familia Ibarrola y la ayuda de arquitectos, especialistas forestales y restauradores.
El nuevo Oma fue inaugurado el pasado 28 de octubre, y hoy ya puede uno asombrarse con los 34 conjuntos, a los cuales cada visitante puede a?adir los suyos. Este paseo ser¨¢, debido a la reciente muerte de Ibarrola, el mejor tributo a un genial artista luchador y comprometido. Una buena idea es fotografiar las composiciones dos veces: una dislocadas, y, luego, ensambladas en la retina. La explosi¨®n de color se justifica por el filtro neblinoso, tan habitual en oto?o. Oma se puede visitar, siempre previa reserva, libre y gratuitamente, mientras que la visita guiada (10 euros) se realiza todos los s¨¢bados del a?o, m¨¢s puentes y fechas se?aladas, con un recorrido total de 2,8 kil¨®metros en 50 minutos.
Es buena idea reservar, de paso, la entrada a la cueva de Santimami?e, situada cerca del aparcamiento de Santimami?e. Este se suele llenar las fechas m¨¢s tur¨ªsticas, por lo que se aconseja esas jornadas usar el bus-lanzadera gratuito que comunica con Gernika-Lumo.
A la hora de comer no puede faltar el restaurante Lezika, espacioso, bien atendido y situado junto al aparcamiento. Una alternativa, de r¨²stico encanto, es el restaurante Aboitiz, situado en el puebl¨ªn de Nabarniz. Para pernoctar, dos sugerencias nos llevan a Gautegiz Arteaga: la acogedora casa rural Ozollo y, para quien se lo pueda permitir, el Castillo de Arteaga, distinguido con el sello Relais & Ch?teaux.
El embrujo natural de las ¡®fragas¡¯
A tan solo tres kil¨®metros de estuario del r¨ªo Eume, cerca de Pontedeume (A Coru?a), crece uno de los bosques atl¨¢nticos de ribera mejor preservados de Europa, antesala del encantador monasterio rom¨¢nico de Caaveiro. Las exuberantes fragas (bosques aut¨®ctonos) que acompa?an el cauce del Eume forman una selva caducifolia y heterog¨¦nea de robles, casta?os, abedules, fresnos, tejos, arces, avellanos, y helechos de una veintena de especies.
Como la carretera de acceso, de ocho kil¨®metros, desde el Centro de Interpretaci¨®n del Parque Natural de As Fragas del Eume ha sido muy castigada por los temporales, puede que sea transitable solo a pie (16 kilometros, ida y vuela), raz¨®n por la cual se aconseja consultar el acceso antes por tel¨¦fono a dicho centro, o bien a la Taberna de Caaveiro, situada a la sombra del monasterio. Si solo se puede acceder a pie se conseja hacerlo desde la antigua central hidroel¨¦ctrica de Ventureira (A Capela), puesto que solo la separan tres kil¨®metros del mosteiro por un precioso sendero circular apto para familias.
Antes del alcanzar los restos del monasterio de San Xo¨¢n de Caaveiro habr¨¢ que negociar un fuerte repecho, cuyas piedras colocadas de canto recrean el pavimento original. Esta subida y el resto de la intervenci¨®n del entorno del cenobio les hicieron acreedores a los arquitectos Isabel Aguirre de ?rcola y Celestino Garc¨ªa Bra?a al Premio Europeo de Intervenci¨®n en el Patrimonio Arquitect¨®nico. Fundado por ermita?os trogloditas, al viajero no deja de sorprenderle la remota localizaci¨®n de este monasterio fundado en el siglo XI en un promontorio elevado sobre un meandro rodeado de una belleza monta?osa y una vegetaci¨®n abrumadora. Hay que fijarse en los contrafuertes que hubo que levantar para conseguir la nivelaci¨®n del templo y su estupendo ¨¢bside. Nada m¨¢s llegar deberemos apuntarnos a la visita guiada y gratuita.
Es inhabitual que estos parajes tan remotos como muy frecuentados sean merecedores de recomendaciones gastron¨®micas. Y sin embargo ah¨ª est¨¢ la hosteler¨ªa heroica de la Taberna de Caaveiro, que ocupa la antigua Casa do Forno y cuyos bocadillos y torrijas, elaborados por Carmen Blanco y su hijo Mart¨ªn Cisneros, han superado las fronteras gallegas. ?Qui¨¦n puede resistirse al bocadillo de tortilla con pisto y pesto, finalista en el congreso Madrid Fusi¨®n de 2019? De la frescura de los alimentos no cabe duda: el local carece de almac¨¦n. No se aceptan tarjetas de cr¨¦dito, pero s¨ª Bizum.
Nadie puede rechazar el sendero que nos remonta a tiempos erem¨ªticos, que conduce de la iglesia al antiguo molino del monasterio y al puente de piedra sobre el r¨ªo Ses¨ªn, un arrebatador escenario que aparece en la pel¨ªcula El bosque animado (1987), de Jos¨¦ Luis Cuerda. Cruzando el puente bajaremos despu¨¦s a la confluencia de los r¨ªos Ses¨ªn y Eume, para desembocar despu¨¦s en el puente de Santa Cristina.
Sin salir de la comarca, Alberto Molares lleva 23 a?os al frente de la Casa do Castelo de Andrade, en un bonito entorno de bosques y prados y compuesta de tres acogedores edificios pertenecientes a la antigua granja del castillo de Andrade.
El hayedo a menor cota de Espa?a
Al requerir ecosistemas en altura, es inhabitual toparse con hayedos maduros pr¨®ximos al oc¨¦ano, a¨²n m¨¢s si la intervenci¨®n humana ha sido inexistente. Tal acontece en la sierra del Sueve, en el Oriente asturiano, con el hayedo de la Biescona, el de m¨¢s baja cota sobre el nivel del mar en Espa?a, donde las hayas crecen a partir de 180 metros de altitud. ?nico hayedo, por tanto, donde la cota de los robles nace por encima de la de las hayas, ya que lo normal es que estas nazcan a 900 y 1.100 metros de altitud, en tanto que los robles lo hagan entre 200 y 500 metros sobre el nivel del mar. La mole del Sueve ejerce de barrera a la brisa marina condens¨¢ndose las nieblas ¡ªborrinas, las llaman los aut¨®ctonos¡ª en su cara norte.
La Biescona re¨²ne todo cuanto exige una excursi¨®n monta?era. El coche habr¨¢ que dejarlo en Pie de Potru, en el kil¨®metro 14,4 de la carretera AS-260 de subida al puerto de El Fito, a la altura de dos edificios de color rojizo. As¨ª afrontaremos un desnivel de 450 metros en unas dos horas de caminata. Por lo embarrado del terreno ¡ªen oto?o e invierno el suelo no se seca nunca¡ª, se impone calzar botas de monta?a y portar bastones de senderismo para remontar el arroyo de la Toya y la mina de hierro, activa hasta 1895. ¡°Al colorido rojo y amarillo se une la ca¨ªda de la hoja de las especies arbor¨ªcolas caducifolias, que permite el avistamiento de aves como el camachuelo com¨²n o el trepador azul introduciendo frutos en los troncos viejos¡±, observa el bi¨®logo Juancho Aspra. ¡°Tambi¨¦n se puede sorprender a las ardillas llenando sus despensas de hayucos con vistas al invierno¡±, a?ade. Entre semana, sin tr¨¢nsito de caminantes, no es extra?o cruzarse con gamos, zorros y, con suerte, alg¨²n tej¨®n, o al menos sus se?ales y huellas.
Al comienzo de la ruta por la Biescona las hayas son altas, esbeltas, compitiendo apretujadas por la luz, mientras que al final los ejemplares, al disfrutar del sol sin rivalidades, presentan mayores grosores. Abundan los musgos y los helechos: tal es la humedad imperante. Poco antes de acabarse el bosque, a unos 3,5 kil¨®metros del comienzo, a mano derecha, se yergue La Fayona, cuyo per¨ªmetro del tronco supera los 5,3 metros, entre sus ramas crece un acebo, una de las muchas simbiosis que veremos en este h¨¢bitat de naturaleza desbordante.
Una alternativa m¨¢s c¨®moda (es decir, cuesta abajo) pasa por dejar el coche en Pie de Potru y subir en taxi hasta el alto de El Fito, desde donde crestear 3,350 kil¨®metros por el sendero PR-AS71, hasta bajar por la cara que da al mar, unos 150 metros antes de la majada del Bustacu. Esta ruta a la Biescona por El Fito la programa el Centro de Interpretaci¨®n de la Sierra del Sueve, situado en Gobiendes (Colunga), donde se experimenta una visita de 360 grados del mirador de El Fito mediante gafas de realidad virtual.
A la hora de comer, hay opciones en sendas vertientes de El Fito. En la costera contamos con los arroces de grano carnaroli ¡ªde gran absorci¨®n de sabores¡ª que guisan en el restaurante El Mirador, en Lastres. Del interior, es obligado resaltar, en La Salgar (Arriondas, Parres), la alta cocina asturiana de Casa Marcial, distinguida con dos estrellas Michelin, el restaurante que vio nacer gastron¨®micamente a Nacho Manzano. Este oto?o brilla en la carta su Consom¨¦ de Bosque, elaborado con casta?as y trufa negra (men¨²s degustaci¨®n, sin bebidas: 120, 165 y 220 euros. Cierra del 19 de diciembre al 15 de marzo).
El encinar en su isla mediterr¨¢nea
El monte Buciero, aleda?o a Santo?a (Cantabria), constituye uno de los grandes santuarios de la naturaleza forestal del Cant¨¢brico, guardi¨¢n del mejor encinar costero de Espa?a, plet¨®rico de floresta y que manifiesta un excelente grado de conservaci¨®n. Se trata de un bosque relicto, superviviente de ¨¦pocas clim¨¢ticas favorables entre glaciaciones, que crece en una pen¨ªnsula donde se recrean las condiciones del clima mediterr¨¢neo en un entorno atl¨¢ntico.
¡°La presencia de encinas, cornicabras, laureles y madro?os ¡ªtodas especies propias del Mediterr¨¢neo¡ª solo se explica por la roca caliza del Buciero, disuelta por la lluvia, que se filtra sin encharcarse generando como un queso Gruy¨¨re cuya sequedad enga?a a las especies a pesar de las abundantes precipitaciones que registra el Cant¨¢brico¡±, afina Luis Torralbo, coordinador del Centro de Interpretaci¨®n del Parque Natural de las Marismas de Santo?a, Victoria y Joyel, que habr¨¢ que conocer apenas se llegue al puerto de Santo?a.
Al comienzo de la ruta se bordea los fuertes de San Mart¨ªn y San Carlos (para Napole¨®n, el Buciero fue un enclave estrat¨¦gico), para verse enseguida rodeado por una naturaleza pr¨ªstina de mar y monta?a. Desde el mirador de la Pe?a del Fraile se contempla la costa c¨¢ntabra hasta el cabo Machichaco (Bizkaia), en un ecosistema donde cohabitan aves terrestres y mar¨ªtimas: halcones peregrinos con cormoranes mo?udos; gaviotas sombr¨ªas con alimoches.
Una vez en Cuatro Caminos, cuyo poste direccional suele desaparecer, tiraremos hacia la derecha para bajar al faro del Caballo, donde el monte Buciero se torna en altos acantilados de una atractivo natural sin l¨ªmite. Los que se atrevan, puesto que la agotadora bajada exige cubrir 768 escalones, siempre con buen calzado. Quien no se vea con fuerzas, mejor que fotograf¨ªe el antiguo faro desde la bater¨ªa de San Felipe, cuidando de no precipitarse al vac¨ªo.
De nuevo en Cuatro Caminos enfilamos hacia el interior por la Ruta Ecosistemas del Bosque, la vereda que enlazaba la bater¨ªa de San Felipe con el fuerte del Mazo. La vegetaci¨®n vuelve a recuperar volumen, densidad vegetal. Troncos finos y de gran altura para ser los primeros en alcanzar la luz en feroz competencia con el resto de especies. Desde un claro se divisan a gusto las dos cumbres del Buciero: a la izquierda, el pico Ganzo (378 metros de altitud) y, a la derecha, el pico Buciero (364 metros de altitud), visible desde el casco urbano de Santo?a. Esta ruta circular suma en total ocho kil¨®metros, con una duraci¨®n aproximada de tres horas, sin contar la bajada al faro del Caballo. En Naturea Cantabria programan visitas guiadas por el monte Buciero sin incluir dicha bajada.
De radical importancia es irse de Santo?a habiendo comprado sus c¨¦lebres anchoas de marcas como Arlequ¨ªn, Don Bocarte y el Capricho, y en tiendas como Conservas Emilia, todo un cl¨¢sico, o Don Bocarte. Para acabar repos¨¢ndolo todo en la Terraza Nuevo Mundo.
Un bosque flotante en la r¨ªa de Arousa
En el fondo de la r¨ªa de Arousa y a tiro de piedra de la costa de Carril (Vilagarc¨ªa de Arousa), la densa boscosidad de la isla pontevedresa de Cortegada avisa de su excepcionalidad forestal en una superficie de 38 hect¨¢reas. A ella se puede acceder en bajamar con el agua hasta la cintura, si bien, para evitar quedar atrapados en la isla por la subida de la marea, lo suyo es apuntarse a las visitas guiadas, de dos horas y media de duraci¨®n, que organiza Corticata, empresa fundada en 2007, el mismo a?o en que la isla se integr¨® en el parque nacional de las Islas Atl¨¢nticas de Galicia.
En estos recorridos guiados se espera a la pleamar para desplazarse en barca y conocer as¨ª los vestigios de la aldea habitada hasta 1910, la ermita remozada, as¨ª como una conjunci¨®n mixta de ¨¢rboles: roble, casta?o, pino pi?onero, espino blanco y salgueiro (sauce) en la zona interior. Hay dos rutas para realizar por libre, ambas llanas: una principal de 2,1 kil¨®metros de extensi¨®n y otra perimetral, de tres kil¨®metros.
¡°Para el deslinde de fincas gallegas era tradicional plantar laureles debido a su r¨¢pido crecimiento y el poder darle forma de seto; gracias a ello se conserva, en la parte oeste de la isla, el mayor bosque de laurel en la Europa Occidental¡±, afirma el alma de Corticata, Luis ?ngel G¨®mez. De fuste delgado, desarrollan gran altura y proyectan una densa sombra puesto que compiten en un corto espacio por la luz que ilumina las R¨ªas Baixas. Durante el paseo se facilitan lupas para escrutar los l¨ªquenes y se hace hincapi¨¦ en la presencia de 800 especies de setas y hongos.
Como complemento a Cortegada, una visita a los huertos de la afamada almeja de Carril, en la desembocadura del r¨ªo Ulla. Se llevan a cabo obviamente en bajamar, y pueden realizarse a traves de la asociaci¨®n de mariscadoras AmarCarril. Ellas explican los viveros de almejas atendidos por parquistas, mayoritariamente mujeres; dirigen un taller de marisqueo y acompa?an a la lonja y a alguno de los restaurantes de la localidad. En verano se suma a estas actividades la visita a la isla por el antiguo camino de carros. Conviene incorporar a esta excursi¨®n el nuevo y espectacular mirador abierto en la cima del monte Xiabre.
El Bar Caramuxos, en Carril, cumple ampliamente las espectativas a la hora de degustar almejas, entre otras raciones. Buena relaci¨®n calidad precio mantiene tambi¨¦n el restaurante A Castelara, fundado en la antigua aduana del puerto carrile?o y en el que no se puede pasar por alto las habas con bogavante. Muy a mano queda A Esmorga-Posada del Mar, ¨ªntima y cercana al hotel Carril, dotado con modernas instalaciones.
Frondas en plena ciudad
Si por algo tildan a Gij¨®n de Perla Verde es, en buena medida, por su Jard¨ªn Bot¨¢nico Atl¨¢ntico, tematizado en el mundo vegetal de ambas orillas de Atl¨¢ntico (la europea y la americana), donde se representan, entre otros ecosistemas, las masas forestales caracter¨ªsticas del clima cant¨¢brico rodeadas por la expansi¨®n urban¨ªstica gijonesa. Una joya hermosa y singular. En el trayecto por su 20 hect¨¢reas escogeremos, tras un kil¨®metro de caminata desde la entrada, La Ruta de los Bosques Naturales, un recorrido ¡°de monta?a¡± indicado con hitos de piedra a trav¨¦s de cuatros bosques caracter¨ªsticos de la Europa templada. De vez en cuando se realizan visitas guiadas por La Ruta de los Bosques Naturales (consultar la agenda en la web del jard¨ªn), bien entendido que al jard¨ªn se accede tambi¨¦n con la Visit Gij¨®n Card. En apenas un kil¨®metro de circuito circular contemplaremos una de las alisedas ribere?as mejor conservada de la Cornisa cant¨¢brica, la que acompa?a al r¨ªo Pe?afrancia. ?rbol que muere en la aliseda, tronco que se queda para generar humus forestal y ser pasto de larvas de insectos, hongos, bacterias y otros organismos descomponedores. Alisedas quedan pocas, al ocupar terrenos ricos en nutrientes (muy demandados por los labradores).
La Carbayera de El Tragam¨®n es un lugar repleto de belleza, declarado monumento natural por sus 300 Quercus robur de porte majestuoso y con hasta 400 a?os de edad. Este tipo de roble, que se extiende m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites del jard¨ªn bot¨¢nico, cubr¨ªa anta?o las zonas bajas de las costas cant¨¢bricas. Comprobaremos el contraste entre los robles silvestres y los sujetos a actividades humanas, como la producci¨®n de carb¨®n vegetal a partir de las podas. Le sigue en la ruta un bosque mixto, una selva del mundo templado por donde vuelan zorzales, mirlos, herrerillos, carboneros. Como mandan los c¨¢nones en oto?o, el amarillo lo pintan las hayas y el tono rojizo, los robledales. Podemos ajustar el tiempo que reste disfrutando del lago y los canalillos del rom¨¢ntico Jard¨ªn de la Isla, de finales del siglo XIX, con su colecci¨®n de cedros y 50 tipos de camelias, las plantas encargadas de dar colorido a los jardines durante los meses fr¨ªos.
El barrio que rodea el jard¨ªn est¨¢ repleto de merenderos, entre los que se puede citar Casa Yoli, de reputadas tortillas y platos de cuchara. Por su parte, La Casona de Cefontes destaca por el mimo que imprime Cristina Sanz en cada una de las dependencias del hotel.
Un coloso de nombre Av¨®
California tiene secuoyas; Galicia, formidables eucaliptos, pese a la mala prensa que tiene esta mirt¨¢cea dedicada a la producci¨®n papelera. Hubo tres periodos, entre 1880 y 1912, en los que se plantaron los eucaliptos de Chav¨ªn buscando la productividad forestal gracias a la fertilidad del terreno y al clima benigno que determina la proximidad de la r¨ªa de Viveiro. Algunos de los 583 ejemplares repartidos en 1,8 hect¨¢reas constituyen hoy los eucaliptos m¨¢s altos y de mayor envergadura de Europa.
Para fotografiar los del Souto da Retorta, en la aldea de Chav¨ªn, situada en el municipio de Viveiro (Lugo), solo hace falta seguir un kil¨®metro el camino, bien acondicionado, apto para familias y flanqueado por la ribeira del r¨ªo Landro y un canal de derivaci¨®n. Es f¨¢cil reconocer los cinco troncos como casas, puesto que el eucaliptal fue clareado en derredor y se colocaron bancos. Este monumento natural de copas c¨®nicas tiene como principal representante al Av¨® (Abuelo), de medidas superlativas y estampa ins¨®lita, plantado con semillas australianas entre 1880 y 1886: 61 metros de alzada (y eso que ha decrecido estos ¨²ltimos a?os), un di¨¢metro de 2,5 metros, algo m¨¢s de 11 metros de per¨ªmetro, lanzando la sombra formidable de sus enramadas de 76 metros c¨²bicos de volumen. Su verticalidad empeque?ece y obliga a forzar la nuca. Para impedir que ni?os y mayores lo abracen y compacten el terreno, asfixiando sus ra¨ªces, se ha colocado una cerca perimetral de madera que no impide recrearse en las dimensiones del tronco. Los eucaliptos colindantes se elevan algo m¨¢s que el Av¨®, pero a costa de perder envergadura.
Conviene seguir despu¨¦s el camino hasta la central el¨¦ctrica de principios del siglo XX, a trav¨¦s del bosque atl¨¢ntico que ha acompa?ado desde el comienzo. Hay que calcular una hora y media de paseo. Despu¨¦s recobraremos fuerzas con los chuletones del Mes¨®n Pumari?o. Dentro del centro hist¨®rico de Viveiro es tradicional pedir los huevos rotos con pulpo y la ensalada de bonito en el mes¨®n O¡¯Recuncho.
El arboreto mundial
Coqueto, de amplia riqueza bot¨¢nica y situado al pie de la carretera nacional 634, el Arboreto de Liendo (Cantabria) ha conseguido, en tan solo 1,5 hect¨¢reas, ser objeto de incontables miradas curiosas por sus ¨¢rboles procedentes de los cinco continentes, que se suman a los restos del antiguo robledal, con espec¨ªmenes centenarios y bicentenarios. Unos 80 ¨¢rboles muestran placa identificativa; son ejemplares j¨®venes, plantados en los a?os noventa del siglo pasado. Entre ellos, acacias negras, cedros del Atlas y del Himalaya, arces tridentes o guayabos de Brasil, por citar algunos. Con la llegada del oto?o el arboreto se transforma y ciertas especies muestran sus mejores galas. ¡°Es el caso del tul¨ªpero de Virginia o ¨¢rbol de los tulipanes, que torna sus verdes hojas en llamativos tonos amarillos, o del liquid¨¢mbar americano o el japon¨¦s arce palmeado, cuyo follaje adquiere un intenso color rojo que destaca entre el verdor del arboreto¡±, describe el bi¨®logo Clemente Rasines, presidente y fundador de la Asociaci¨®n Cultural Bosques de Cantabria, entidad que gestiona el Centro de Interpretaci¨®n del Bosque, que ocupa la ermita de San Roque, anta?o hospital de peregrinos.
En verano, desde el centro de interpretaci¨®n se realizan a diario visitas guiadas para el p¨²blico en general, mientras que el resto del a?o se organizan solo para grupos. En el barrio de Haza se encuentra la linajuda Posada La Torre de la Quintana, integrada en el Club de Calidad Cantabria Infinita.
Quien suba al cercano monte Cerredo (Castro Urdiales) podr¨¢ conocer cerca de la cumbre el bosque de hayas c¨¢ntabro m¨¢s cercano al mar.
El tejo, ¨¢rbol singular de Gipuzkoa
El car¨¢cter arbolado y monta?oso del parque natural de Pagoeta, en Aia (Gipuzkoa), viene de alguna forma a paliar la humanizaci¨®n de la costa guipuzcoana, puesto que se halla tan solo a unos siete kil¨®metros del mar, as¨ª como de la autopista AP-8. Primero acudiremos al caser¨ªo de Iturraran, sede del Centro de Interpretaci¨®n del Parque Natural de Pagoeta. Todo el caser¨ªo se ve rodeado por un espacioso y denso jard¨ªn bot¨¢nico que se puede recorrer tranquilamente a la vuelta: el d¨ªa 8 de diciembre es la ¨²ltima oportunidad del a?o para asistir a la puesta en marcha del conjunto ferromolinero de Agorregi, que retomar¨¢ su actividad el 3 de marzo de 2024.
Alcanzada la parta alta del pueblo de Aia embocamos la Ruta de los Tejos de Pagoeta (SL-Gi 4003), de trazo circular, cuyos siete kil¨®metros, muy llevaderos, salvan un desnivel de 350 metros en unas dos horas y media de marcha. Nos internamos as¨ª en una de las zonas con mayor presencia de tejos del Cant¨¢brico, que se regenera estupendamente por la ausencia de ganado. El tejo es una con¨ªfera asociada al misticismo y al culto pagano, presente al lado de muchas iglesias, especie her¨¢ldica por excelencia en Gipuzkoa y peligrosa por las sustancias t¨®xicas que contiene; en los tejos hembras germinan los arilos, unas bolitas rojas como bayas.
Atravesaremos algunas plantaciones realizadas a partir de 1956 en la vertiente de Laurgain, de las que la Diputaci¨®n Foral de Gipuzkoa compr¨® 500 hect¨¢reas. Del mirador de Burnigurutze, con sus encinas, atravesaremos la falla de Azcorte ¡ªun minica?¨®n en el que se ve c¨®mo se ha descolgado la roca caliza¡ª, para despu¨¦s, siempre rodeados de tejos j¨®venes, bordear el nevero vallado de Sagastizabal. ¡°Impresi¨®n¡± es la palabra m¨¢gica que enseguida traslada al monta?ero la visi¨®n del tejo de Behorbarruti, declarado ¨¢rbol singular de Gipuzkoa, por sus 14 metros de altura y unos 350 a?os de edad. Queda despu¨¦s las centenarias ¡°Hayas bravas¡± (salvajes, sin trasmochar) de Elutsaundi, que necesitan tres personas para abrazar sus troncos. Y tras diversos ejemplares de alerce y abeto, desembarcaremos en el bar Iturriozena, de Aia, picando y tomando txikitos (chatos de vino).
Los gigantes de Cantabria
Aunque t¨¦cnicamente es una plantaci¨®n industrial en el municipio c¨¢ntabro de Cabez¨®n de la Sal, lo aceptamos como bosque, aparte de por sus posibilidades senderistas y fotogr¨¢ficas por el hecho de estar protegidos sus 848 ejemplares bajo la figura de monumento natural de las Secuoyas del Monte Cabez¨®n. Todo naci¨® en los a?os cuarenta del siglo pasado, cuando la autarqu¨ªa ped¨ªa a gritos ser autosuficientes, tambi¨¦n en el sector maderero, de todo lo cual resultaron estas plantaciones con fines comerciales de abetos, pinos, eucaliptos y, en menor medida, secuoyas sempervirens, los ¨¢rboles m¨¢s altos del mundo, que se alargan, lineales, esbeltos, la copa piramidal hacia el cielo ¡ªlos alt¨ªsimos se?ores del paisaje, que dir¨ªa el poeta Jos¨¦ Bergam¨ªn¡ª. Su rugosa corteza, ign¨ªfuga y antibacteriana, fue muy usada para la elaboraci¨®n de muebles y traviesas de ferrocarril, por no hablar de las casas construidas en California durante la fiebre del oro. Su desarrollo los primeros a?os es vertiginoso, entre los primeros 4-10 a?os de vida crecen a raz¨®n unos 1,80 metros anualmente.
En esta masa forestal de 2,5 hect¨¢reas no hay un itinerario marcado (ni papeleras); es por ello esencial bajarse el folleto de Turismo de Cabez¨®n de la Sal. Existen dos aparcamientos, uno en la CA-135, el m¨¢s utilizado, y otro, sin se?alizar, el de la Tejeda, en la CN-634. Si aparcamos al borde de la CA-135, se deber¨¢ caminar unos 200 metros por una senda peatonal hasta la entrada principal. Acto seguido se ve la pasarela de madera adaptada para personas con limitaci¨®n de movimientos. Una vez en el coraz¨®n del bosque bajaremos, entre cipreses, por unos pelda?os naturalizados (resbaladizos bajo la lluvia) que dejan en la zona m¨¢s hundida del monobosque, donde los ejemplares de secuoya m¨¢s voluminosos levantan al cielo sus troncos de color rojizo; durante estas fechas, al caer las hojas de los cercanos robles americanos, la luz atraviesa la fronda ayudando a crecer a estos gigantes.
Por lo umbroso del terreno, apenas hay sotobosque y resulta escasa la fauna, como no sea alguna ardilla o alg¨²n sonoro p¨¢jaro carpintero. Son secuoyas beb¨¦s que miden solo de 35 a 45 metros de alto, con un per¨ªmetro medio de los troncos de dos metros, y que tienen solo 80 a?os, casi nada, un instante apenas, en una especie con una esperanza de vida de entre mil y dos mil a?os. Existen varias sendas adyacentes a las secuoyas para ver acebos, eucaliptos, abetos, robles y casta?os. Calcular una hora de paseo a lo largo de un par de kil¨®metros.
Una vez de regreso a la entrada es buena idea tomar el vial que lleva al mirador del bosque en su conjunto. Naturea Cantabria organiza visitas guiadas gratuitas a la parcela de secuoyas (la pr¨®xima, el 9 de diciembre).
La excursi¨®n acaba, esta vez con el coche, tomando en el pueblo de La Hayuela la pista forestal que nos encarama a la ermita de San Esteban, situada en la cima del Monte Corona y que sirvi¨® tradicionalmente de faro a los pescadores. La rodea un bosque aut¨®ctono y cuenta con un ¨¢rea recreativa y un mirador de privilegio en el que est¨¢n marcados sobre la piedra los hitos costeros, como quien observa un gr¨¢fico.
En el pueblo de Caviedes, cerca de las secuoyas por autov¨ªa, atraen las alubias y el cocido monta?¨¦s de Casa Cofi?o (ir solo con reserva). Perfectas para reponerse del paseo y del fr¨ªo.
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