San Juan de Puerto Rico: 500 a?os de alma borinque?a
Un paseo entre casas coloniales de todos los colores, viejos fortines que vigilan el mar, plazuelas con sabor espa?ol y calientes noches de m¨²sica en las calles. La segunda ciudad m¨¢s antigua de Am¨¦rica celebra sus primeros cinco siglos de historia, un buen motivo para perderse por el Viejo San Juan
A Puerto Rico hay que ir al menos una vez en la vida. Aunque hoy es un Estado Libre Asociado de los Estados Unidos, la isla caribe?a fue una de las ¨²ltimas colonias de aquel imperio espa?ol en el que no se pon¨ªa el sol. Sus a?os de historia compartida hacen que aqu¨ª los espa?oles se sientan muy en casa, sobre todo en el Viejo San Juan, una de las primeras ciudades espa?olas en el Nuevo Mundo, donde se disfruta del callejeo tranquilo, tomando algo en sus calles o dej¨¢ndose llevar por la m¨²sica que asoma por muchas de sus puertas y ventanas. Fuera de la isleta del Viejo San Juan, m¨¢s de un siglo de control estadounidense tambi¨¦n ha dejado su huella.
Fue en noviembre de 1493 cuando Crist¨®bal Col¨®n arribaba a la isla hoy conocida como Puerto Rico. En realidad, ¨¦l la bautiz¨® como isla de San Juan Bautista, aunque sus habitantes nativos, los ta¨ªnos, la llamaban Boriqu¨¦n. Y as¨ª se qued¨® la cosa hasta que en 1514 los espa?oles, con Juan Ponce de Le¨®n al frente, fundaron Villa Caparra, en una amplia bah¨ªa que quedaba bastante lejos del muelle al que llegaban los barcos de Espa?a y que resultaba poco salubre para aquellos primeros colonos. Por eso, en 1522 se traslad¨® la ciudad a una isleta cercana y as¨ª naci¨® la actual San Juan, quedando la isla con el nombre de Puerto Rico.
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Hace cinco siglos de aquella fundaci¨®n de la ciudad (la segunda m¨¢s antigua del nuevo continente, tras Santo Domingo). La Puerta de San Juan, por la que se acced¨ªa a la ciudad amurallada, es la ¨²nica que hoy queda de la ¨¦poca colonial.
Este a?o 2022 San Juan est¨¢ celebrando por todo lo alto sus 500 a?os de existencia, y se muestra alegre, ordenada y llena de vitalidad. Un momento ¨²nico para perderse por sus calles hist¨®ricas y descubrir tambi¨¦n por d¨®nde se mueven ahora sus habitantes, orgullosos de vivir en una de las ciudades coloniales m¨¢s bellas del mundo.
San Juan en realidad es mucho m¨¢s que el Viejo San Juan y trasciende su papel de ciudad museo gracias a barrios en constante evoluci¨®n como Santurce, y a un incre¨ªble ambiente nocturno en sus calles. A ello se a?aden las playas del norte de la ciudad, desde el elegante barrio de Condado hasta la vacacional Isla Verde, y una bah¨ªa y un puerto bien protegido que resultan todo un descubrimiento, sobre todo si se contemplan desde el mar.
Dar un paseo por calles de colores con cinco siglos de historia
Desde el Atl¨¢ntico, al norte, las rectas calles de San Justo, Cruz o San Jos¨¦ descienden hasta la bah¨ªa de San Juan, al sur. Es f¨¢cil seguirlas, entre edificios de una o dos plantas, limpios, ordenados, como listos para revista. Algunos lucen letreros que nos hacen viajar en el tiempo, como el del restaurante La Mallorquina, fundado en 1848. Otros remiten a comercios centenarios. Los turistas deambulan por estas calles que son casi como un museo vivo, cuyo atractivo es precisamente ese: la sensaci¨®n de viajar atr¨¢s en el tiempo.
Esta resulta probablemente una de las ciudades m¨¢s espa?olas de Am¨¦rica, a pesar de la fuerte influencia norteamericana tanto en el estilo de vida como en el urbanismo de los nuevos barrios. Y es que Puerto Rico fue una de las ¨²ltimas colonias espa?olas, hasta finales del siglo XIX, cuando el Tratado de Par¨ªs oblig¨® a Espa?a a ceder a los norteamericanos Puerto Rico, Cuba, Filipinas y las ¨²ltimas islas del Pac¨ªfico. La famosa crisis del 98. De ah¨ª que todo guarde un cierto aire familiar, al menos en el Viejo San Juan, donde por momentos uno puede sentirse en cualquier rinc¨®n de Andaluc¨ªa que hubiera cambiado el encalado de sus calles por una animada paleta de colores caribe?os que van del azul a?il al amarillo lim¨®n, pasando por el naranja intenso o un rojo sin concesiones, adornado con ribetes blancos.
Pasear por el Viejo San Juan es como asomarse a un colorido caleidoscopio de vida, m¨²sica y leyendas. A sus calles se asoman m¨¢s de 400 edificios hist¨®ricos catalogados, a los que los colores azules, rojos, amarillos, naranjas, verdes¡ dan un aire festivo, quit¨¢ndoles la rigidez que podr¨ªan suponer los cinco siglos que tienen algunos de ellos. Y todo ordenado en un damero de calles rectas que se cruzan y dejan ver en ocasiones unas impresionantes vistas al mar, y que se abren de vez en cuando en plazas y plazuelas con un genuino sabor espa?ol, como de ciudad sure?a, con sus bancos, sus sombras bien dispuestas y generalmente en torno a un convento o a una iglesia. San Juan tiene, en definitiva, un cierto aire sensual y se muestra tranquila al amanecer, l¨¢nguida al calor tropical del mediod¨ªa, rom¨¢ntica al anochecer y exuberante y divertida ya entrada la noche.
Una vuelta por el puerto contemplando sus fortines
Los espa?oles se debieron de quedar fascinados ante la bah¨ªa de San Juan, un abrigo perfecto para sus barcos en la costa norte de aquella isla reci¨¦n descubierta. Todav¨ªa hoy sorprende su amplitud y belleza. No tardaron en proteger aquella joya construyendo potentes fortines y murallas sobre sus promontorios, el m¨¢s llamativo de todos el castillo de San Felipe del Morro, que sobresale casi agresivamente en el extremo m¨¢s occidental de la isleta. Se tardaron casi 200 a?os en completar aquella fortaleza que cumpli¨® fielmente, siglo tras siglo, su papel de rechazar los ataques a la isla por parte de ingleses, holandeses y, m¨¢s tarde, estadounidenses. Un faro gris almenado en lo alto con cierto aire morisco ha estado en funcionamiento desde mediados del siglo XIX y puede presumir de ser el faro m¨¢s antiguo de la isla en uso hasta la fecha.
Pero lo mejor del Morro son sus vistas, fant¨¢sticas, hasta el punto de convertir esta severa ciudadela en una de las principales atracciones tur¨ªsticas de la ciudad y un lugar de esparcimiento para sus vecinos. La gente viene a pasar el d¨ªa en la amplia explanada verde que la rodea, el Campo del Morro, a jugar al beisbol, a hacer un p¨ªcnic, tomarse una picadera y unos jugos de sus quioscos o simplemente a pasear contemplando el mar.
Siguiendo la l¨ªnea de costa, cerca de la zona llamada Puerta de Tierra que da acceso a la isleta sobre la que se asienta el Viejo San Juan, se encuentra otro fuerte singular: el castillo de San Crist¨®bal. A diferencia del Morro que miraba hacia el mar, San Crist¨®bal se construy¨® para defender la ciudad de los ataques por tierra y aunque la fortaleza no es muy grande las vistas desde esta parte de la ciudad son impresionantes.
Una de las mejores formas de admirar lo impresionante que resulta esta ciudadela fortificada que fue el Viejo San Juan es hacerlo desde el mar: desde el puerto hay diversas empresas que ofrecen tours en lanchas desde las que se tiene una fabulosa perspectiva del puerto y sus fortines.
Otro paseo m¨¢s que recomendable es el que sigue el rom¨¢ntico paseo de la Princesa, que bordea el Viejo San Juan y llega por el sur hasta el castillo del Morro. Las vistas son igualmente interesantes y resulta una agradable caminata entre edificios hist¨®ricos, farolas antiguas, bancos de aire melanc¨®lico, carros de vendedores callejeros, una refrescante vegetaci¨®n y unas vistas estupendas al mar. Una parada obligada es La Fortaleza, construida entre 1533 y 1550 y actual residencia del Gobernador de Puerto Rico.
Los abanicos de la alcaldesa
Aunque no siempre son lo m¨¢s interesante de un viaje, nunca est¨¢ de m¨¢s entrar a los museos de cualquier ciudad. Algunos pueden esconder sorpresas y dar una visi¨®n muy completa del lugar. Es lo que pasa en el Museo de las Am¨¦ricas, instalado en el antiguo cuartel de Ballaj¨¢, muy cerca del castillo del Morro. Este museo ofrece un completo panorama de la historia del pa¨ªs, desde los pueblos ind¨ªgenas hasta la cultura europea o las influencias africanas. Cuatro exposiciones permanentes que integran arte, historia e instalaciones impactantes como la recreaci¨®n de un viaje en un barco de esclavos. Los primeros domingos de cada mes acoge, adem¨¢s, un mercado de artesan¨ªa donde artistas locales exhiben y venden sus obras.
Otras visitas interesantes son el Museo de Arte de Puerto de Rico, en uno de los edificios del antiguo Hospital Municipal, o la casa museo Felisa Rinc¨®n de Gautier, con recuerdos de la primera mujer alcaldesa de San Juan, entre ellos su gran colecci¨®n de abanicos. Una muestra curiosa y diferente.
De San Juan a San Jos¨¦
Como en cualquier ciudad colonial espa?ola, aqu¨ª abundan los edificios religiosos, como El Convento, convertido en hotel de lujo, o la la catedral bas¨ªlica menor de San Juan Bautista en la calle del Cristo, donde est¨¢ la tumba de Juan Ponce de Le¨®n, primer gobernador de Puerto Rico y descubridor de la Florida. Elegante y sencilla, fue fundada en 1521, destruida por un hurac¨¢n en 1529 y reconstruida en 1540. Durante siglos ha ido evolucionado hasta el monumento de inspiraci¨®n neocl¨¢sica que es hoy.
La misma sencillez es la nota com¨²n en otras iglesias que salpican el casco hist¨®rico, como la de San Jos¨¦, la segunda iglesia m¨¢s antigua de Am¨¦rica, despu¨¦s de la catedral de Santo Domingo, en la Rep¨²blica Dominicana. Fue levantada en 1532 por los dominicos y conserva todav¨ªa sus techos g¨®ticos con el escudo de armas de Juan Ponce de Le¨®n. Una de las capillas alberga la cripta de los gobernadores, donde descansan los restos de los dirigentes de la colonia en los siglos XVI, XVII y XVIII. Y un misterio: el techo de esa capilla tiene unos sorprendentes frescos de sirenas.
Todav¨ªa m¨¢s sencilla es la capilla del Santo Cristo de la Salud, un oratorio barroco junto al parque de las Palomas. No suele estar abierta: desde una verja de hierro se puede ver su ornamentado altar de oro y plata y su Cristo con fama de milagrero.
Plazas, placitas y plazuelas
Y entre tanto fort¨ªn, fortalezas, iglesias, oratorios, casas humildes y mansiones coloniales aparecen, como un remanso para el descanso, todo tipo de plazas, placitas y plazuelas, de todos los tama?os y casi todas con un sosegado aire de ciudad de provincias.
La plaza de Armas, del siglo XVI, fue construida a imagen y semejanza de las plazas mayores espa?olas, y, al igual que en estas, la preside Ayuntamiento, del siglo XIX. Ha servido como lugar de entrenamiento militar, como mercado de verduras y como centro de la actividad social. No faltan la sombra de los ¨¢rboles, ni las hileras de bancos, una fuente y un par de quioscos de m¨²sica que le dan un toque retro. Su ritmo tranquilo y provinciano cambia por la noche animada por el ritmo de la bomba, la danza t¨ªpica de origen africano, con sus tambores, y por otros ritmos latinos, sobre todo los fines de semana. Muy cerca, la plaza de las Monjas es un peque?o y agradable parque frente a la catedral, con bancos de forja y ¨¢rboles de sombra.
Cerca de all¨ª est¨¢ la plazuela de la Rogativa, con hermosas vistas de la bah¨ªa y una escultura de bronce que recuerda un hecho hist¨®rico: la noche del 17 de abril de 1797 el obispo y los habitantes de San Juan salieron en procesi¨®n (rogativa) portando antorchas, cantando y tocando campanas. As¨ª enga?aron al teniente general Abercromby, que se preparaba para sitiar la ciudad con una flota de m¨¢s de 50 barcos y 8.000 soldados. Temerosos de ser superados en n¨²mero, los brit¨¢nicos se retiraron.
Otra plaza emblem¨¢tica es la de Col¨®n, dominada por la estatua del explorador. Est¨¢ en un extremo del Viejo San Juan, all¨ª donde la muralla de la ciudad fue derribada a finales del siglo XIX junto con la puerta de Santiago. Y diferente a todas ellas es la moderna plaza del Quinto Centenario, construida en 1992 para celebrar los 500 a?os del primer viaje de Col¨®n.
Arte urbano y ¡®gastronetas¡¯ en la placita de Santurce
Y mientras el Viejo San Juan saca todo el partido posible a la belleza y tradici¨®n que le dan sus 500 a?os de historia, la ciudad se transforma a toda velocidad en otros barrios, como ocurre en el de Santurce. En los a?os cuarenta y cincuenta del pasado siglo este fue un centro financiero y un elegante barrio residencial. Luego comenz¨® el declive y la actividad se fue dirigiendo a otras zonas m¨¢s modernas, pero en las ¨²ltimas d¨¦cadas han surgido aqu¨ª galer¨ªas de arte, teatros, clubs de moda y algunos de los bares, caf¨¦s y restaurante m¨¢s populares de la ciudad. La vida gira en torno a la plaza de Santurce, ocupada por el mercado hom¨®nimo.
Todo est¨¢ aqu¨ª lleno de vida. Para comprobarlo solo hay que acercarse a comer a su zona de camiones de comida Lote 23, en la avenida Ponce de Le¨®n, un parque gastron¨®mico formado por camionetas instaladas en un aparcamiento cerrado en la calle principal, con un mont¨®n de variedades gastron¨®micas, mesas de p¨ªcnic, escenarios para espect¨¢culos y celebraciones al aire libre, y todo con un aire informal.
Santurce es tambi¨¦n la zona donde las paredes hablan: el arte urbano trepa por sus muros en forma de grafitis espectaculares. El festival internacional de arte urbano Los Muros Hablan (The Walls Speak) ha llenado de pinturas el barrio. A partir de la placita de Santurce, estos murales ofrecen una idea de la cultura portorrique?a: de un indio ta¨ªno recostado que contempla la naturaleza a una gran iguana que se agazapa a lo largo de un edificio o un grupo de cangrejos que se asoman curiosos alrededor de una pantalla de ordenador. Hay incluso recorridos guiados para saber m¨¢s de la cultura puertorrique?a a partir de sus grafitis.
¡®Picaderas¡¯ para no pasar hambre y otras propuestas gurm¨¦s
En Puerto Rico se come bien¡ ?y se come mucho! Las raciones son siempre generosas, alejadas del minimalismo de algunas cocinas contempor¨¢neas. All¨ª triunfan los zumos de tama?o XL y las picaderas, entremeses de dimensiones monumentales con manjares tan contundentes (y casi siempre fritos) como el mofongo (hecho con pl¨¢tanos fritos machacados, ajo, aceite de oliva y chicarrones o tocino), las alcapurrias (fritura en forma de croqueta grande, hecha de yaut¨ªa o pl¨¢tano rallados, rellena de carne) o los piononos (pl¨¢tanos que envuelven carne o queso y que se fr¨ªen hasta que quedan dorados). Los nombres son sonoros y llamativos; los platos realmente contundentes. Dominan los fritos y, en realidad, con unos pocos podr¨ªamos darnos por comidos. Pero a¨²n quedan por llegar los primeros y segundos platos y los postres, que tampoco son precisamente ligths: hay muchos arroces, camarones de todo tipo, carnes guisadas, cerdo preparado de mil formas¡
?Y d¨®nde probar todo esto? En sus versiones menos sofisticadas, en merenderos, colmados, chiringuitos junto a las playas y en cualquier restaurante de comida popular. Tambi¨¦n encuentran su hueco en las furgonetas gastron¨®micas, entre hamburguesas, bandejas de sushi y otras especialidades de todo el mundo. Sus versiones m¨¢s sofisticadas las hallamos en restaurantes como el exquisito local de Jos¨¦ Santaella en la calle Canals, una de las arterias m¨¢s marchosas de Santurce. Su restaurante, siempre lleno de comensales, es sofisticado y popular a la vez. Un lugar magn¨ªfico para probar lo mejor de la gastronom¨ªa puertorrique?a.
Chocolate y ron para golosos
Hay dos productos con protagonismo propio en la gastronom¨ªa de San Juan. Por un lado, el chocolate, protagonista absoluto de un lugar ¨²nico: el Chocobar Cort¨¦s, parada imprescindible en cualquier recorrido por las calles del Viejo San Juan. No es una pasteler¨ªa, ni una chocolater¨ªa al uso, sino un espacio de innovaci¨®n gastron¨®mica en el que una familia de origen espa?ol, los Cort¨¦s, lleva cuatro generaciones fabricando un exquisito chocolate y experimentando continuamente. Hoy presumen de sus m¨¢s de cincuenta variedades de productos de cacao, con todo tipo de sabores y tama?os, que incluyen algunas mezclas inesperadas de resultado sorprendente. Pero a simple vista, lo realmente irresistible es el mostrador repleto de bollos, pasteles y bombones. Y tampoco faltan los churros.
Otro producto t¨ªpico de la isla es el ron, con una tradici¨®n que les une con otros pa¨ªses del Caribe como Cuba. La f¨¢brica de Bacard¨ª est¨¢ abierta a visitas y a catas especiales que muestran la complejidad de un producto con el que se hacen las bebidas caribe?as m¨¢s t¨ªpicas, como la pi?a colada. El ron es tambi¨¦n la esencia de otro de los restaurantes m¨¢s elegantes y prestigiosos de San Juan, donde no resulta f¨¢cil reservar mesa. Se trata de La Central por Mario Pag¨¢n, la cita gastron¨®mica por excelencia de Distrito T-Mobile, un centro comercial y recreativo a lo grande, espect¨¢culos en directo, tiendas y muchos bares y restaurantes. Aqu¨ª es donde el chef Pag¨¢n aporta estilo y creatividad a los sabores y platos locales, y rinde homenaje tanto en el men¨² como en la decoraci¨®n al ron, incorporando ca?a de az¨²car y este licor en la mayor¨ªa de los platos. Los cortes de carne, pescados y mariscos frescos se preparan al carb¨®n en una cocina abierta, mientras que los c¨®cteles (que all¨ª se suelen tomar acompa?ando la comida) se sirven en una llamativa barra que tiene su propio alambique de cobre en el centro.
El balneario El Escambr¨®n y otras playas urbanas
Las playas est¨¢n ah¨ª, y aunque no sean las mejores de la isla, s¨ª est¨¢n entre las m¨¢s populares y pintorescas: Condado, Ocean Park y El Escambr¨®n. El Balneario El Escambr¨®n est¨¢ junto al parque del Tercer Milenio. Aqu¨ª es posible sumergirse entre corales y otras especies marinas y no hace falta ser un experto buceador: se puede hacer tambi¨¦n esn¨®rquel desde la orilla. Playa Condado tiene un estilo muy particular, situada entre grandes hoteles, tiendas y restaurantes.
En cuesti¨®n de arenales, uno de los mayores tesoros escondidos de San Juan es playa Pe?a, justo enfrente del edificio del Capitolio. Es de las m¨¢s bonitas, tranquilas y con mejores vistas. No tiene mucha profundidad y por eso es perfecta para nadar seguros o simplemente flotar y relajarse en plena ciudad. Y si se prefiere m¨¢s animaci¨®n, hay que ir a la playa ?ltimo Trolley, popularmente conocida como Ocean Park.
Noches con marcha caribe?a en las calles
En San Juan de Puerto Rico la m¨²sica est¨¢ por todas partes y la noche es segura, divertida y ruidosa. Aunque hay que ir a Santurce o a Loiza para encontrar los locales de moda, el Viejo San Juan tiene tambi¨¦n su marcha nocturna, m¨¢s rom¨¢ntica y tranquila que en otros barrios. Los bares, caf¨¦s y clubs se asoman a las v¨ªas principales, como la calle Luna, la del Cristo, San Sebasti¨¢n, la calle Tanca¡
Una zona para no equivocarnos al elegir d¨®nde ir por la noche es la calle Loiza, una larga avenida en la parte moderna de San Juan. Pero la marcha de la ciudad est¨¢ sobre todo en Santurce. Su ic¨®nica plaza es un mercado de d¨ªa que se convierte en un escenario de fiesta por la noche, con m¨²sica en directo y conciertos de todo tipo, desde rap hasta rock o heavy metal, pasando por los ritmos m¨¢s latinos. Hay terrazas y espacios abiertos, como los que se suceden, uno tras otro, en la calle Canals, muy cerca de la placita. Aqu¨ª los fines de semana los sonidos de unos y otros se mezclan en un ambiente no apto para amantes de las noches tranquilas.
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