Ram¨®n Baltar, respetable y clandestino
Apariencia tranquila y desaf¨ªo permanente, detr¨¢s del punto rojo de la brasa del pitillo ansioso. ?Qui¨¦n era ese padre de familia?
No te puedo escribir ¡°querido Ram¨®n¡± ni ¡°estimado Ram¨®n¡±, pero tampoco ¡°don Ram¨®n¡±, como te conocieron. Para m¨ª, que no te conoc¨ª cuando estabas vivo, s¨®lo puedes ser Ram¨®n, ¨¦se al que persegu¨ª. Pens¨¦ que ser¨ªa yo, el perseguidor, quien dominase, pero veo que me arrastraste a una trampa que hab¨ªas dejado armada detr¨¢s de ti, esperando a alguien.
Yo no te buscaba. Inicialmente iba a escribir la historia de esa familia tuya tan curiosa y divertida que protegi¨® a Rosal¨ªa de Castro, a la familia Castelao, cirujanos de la escuela alemana, barcos, autom¨®viles, pianos, libros¡Una historia que se expand¨ªa en un Santiago, una Galicia y una Espa?a que se intentaba europea. Hasta que Europa y el siglo estallaron. En esa historia familiar impetuosa y alegre eras una figura apagada.
Y entonces me lleg¨® la foto del funeral por Castelao, muerto en el exilio en 1950. No hab¨ªan pasado tres a?os desde tu detenci¨®n y ya estabas organizando un funeral por ese hombre pac¨ªfico, un ¡°enemigo de la patria¡± entonces.
Ah¨ª te vi por primera vez, en medio de los asistentes pero catalizando y creando un campo de fuerza alrededor de ese perpetuo cigarrillo Chesterfield. Apariencia tranquila y desaf¨ªo permanente, detr¨¢s del punto rojo de la brasa del pitillo ansioso. ?Qui¨¦n era ese padre de familia con auto llamativo? Ya no me pareciste gris en ese funeral de invierno.
Tendr¨ªa que descubrir a ese encubierto. Habr¨ªa que apartar los escombros, el miedo y el silencio ominoso, esa patria de quienes nacimos despu¨¦s. Despu¨¦s de qu¨¦, despu¨¦s del trauma, el desastre, generaciones nacidas en la mentira, infantilizadas e ignorantes de los da?os. Ignorantes de ti, ese var¨®n de dos caras, respetable se?or burgu¨¦s de d¨ªa y clandestino de noche. Marcado pero en pie, arrogante.
Ni ¡°tercera Espa?a¡±, ni ¡°exilio interior¡±, de la red resistente, guerrillera. Defender territorio, hospitales. Los partisanos colgaron a Mussolini, Hitler se mat¨® antes de que lo juzgaran y colgaran como a sus generales, ?qu¨¦ hab¨ªa que hacer con Franco? Mantuviste tu presencia, aunque vencido. Un guerrero rezagado esperando vanamente a los ¡°aliados¡± que nunca llegaron, traicionaron. Esa noticia en una emisora extranjera que nunca lleg¨®.
Ahora eres un Ram¨®n Baltar distinto al cirujano eminente, aunque apartado de la universidad. Sali¨® a la luz el Ram¨®n que se escond¨ªa en los papeles viejos que dejaste, como si esperasen. Porque no contaste lo que sab¨ªas pero tampoco quemaste los papeles. Y cuando iba encontrando pistas, desvel¨¢ndote, era como si tu figura, que estaba esperando, comprimida a la fuerza, liberase un aire en¨¦rgico y c¨¢lido. El lector sumido en su biblioteca, el probo cirujano del hospital de pobres, el hombre tranquilo era un hombre peligroso. Realmente les merec¨ªas m¨¢s da?o a los vencedores del que te hicieron.
?Fui yo quien te escogi¨® o me escogiste t¨² para servirte de m¨ª y manifestarte, ¡°aqu¨ª estoy, soy Ram¨®n Baltar. Exist¨ª¡±? No todo fue derrota y servidumbre, hubo resistentes y una ¨¦tica orgullosa. Tenemos derecho a conocerlo. ?El deber tambi¨¦n?
Suso de Toro es autor de Un se?or elegante (Alianza, que sale a la venta el 25 de febrero).
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