A Antonio Machado
Un exceso de pasi¨®n altera los hechos de la historia, pero ¨¦sta permanecer¨¢ siempre limpia y ejemplar en los momentos que fueron verdaderos
Muy estimado don Antonio: Le pido disculpas por la osad¨ªa de escribirle esta carta. Ha habido dos ?circunstancias que me han movido a hacerlo. La primera, la de que usted, junto a Juan Ram¨®n, fue el poeta que me abri¨®, como lector, a la poes¨ªa en mi adolescencia. No era f¨¢cil entonces hacer p¨²blica esa fidelidad. Eran tiempos en los que brotaba con gran necesidad y libertad una nueva poes¨ªa; pero me mantuve a contracorriente, no s¨®lo ante las iron¨ªas que su poes¨ªa sufri¨® por parte de algunos poetas de mi generaci¨®n, sino ante las tonter¨ªas que dijeron de ella algunos de los poetas de la generaci¨®n anterior. Suced¨ªa que no supieron leerle, al debatirse entre el t¨®pico del ¡°poeta rural¡± y el autor ¡°comprometido¡±. Olvidaban la lectura simbolista de su obra, donde brilla el Machado perenne.
Escribo tambi¨¦n para deshacer una confusi¨®n que ha perdurado hasta nuestros d¨ªas; incluso yo mismo la recog¨ª recientemente en mi libro sobre su alumna y amiga Mar¨ªa Zambrano. Hablo de un hecho que, aunque no sea cierto, nos parecer¨¢ ben trovato, pues alude a dos personas tan cercanas y humanas en un momento crucial: a que ustedes y sus familias cruzaron ¡ªal mismo tiempo¡ª el l¨ªmite final de la frontera con Francia. Con ello se cerrar¨ªa un largu¨ªsimo tiempo de entra?able relaci¨®n entre ustedes.
Hace unos d¨ªas, decid¨ª rectificar sobre aquellos momentos tras leer una detallad¨ªsima carta que Joaqu¨ªn Xirau, testigo directo, le escribe el 6 de febrero de 1939 a Manuel Aza?a. Xirau nos demuestra lo que intu¨ªamos: que usted y Zambrano no cruzaron juntos la misma frontera final, porque ambos salen de Espa?a por distintos lugares de esa frontera: usted, por la m¨¢s costera de Port-Bou; Mar¨ªa, por la m¨¢s interior de Le Perthus, tras partir ambos de la misma ciudad, Figueras. Usted, don Antonio, sigue, con otras 20 personas, la ruta Cervi¨¢ de Ter, Orriols, La Escala, Port-Bou y Cerb¨¨re, ya en el campo de concentraci¨®n en Francia. Zambrano sale, por el contrario, en compa?¨ªa de su familia, en el coche oficial del compa?ero de su hermana Araceli; el mismo coche que d¨ªas antes hab¨ªa pasado a Aza?a. Los Zambrano siguen otra ruta: Figueras, La Junquera, Le Perthus, hasta un ¡°hotel¡± de Salses, ya en Francia. Basta contemplar un plano de la zona para comprobar las dos rutas distintas.
De darse ese entra?able encuentro final tuvo que ser en la misma ciudad de Figueras o en la carretera, igualmente llena de fugitivos, de Barcelona a Girona. Los momentos finales no fueron como se contaron y nada importan para lo esencial. S¨ª importan los encuentros que ustedes tuvieron inmediatamente antes en Valencia; o en Barcelona, con las visitas que Mar¨ªa le hace sola o con su padre (que en Barcelona morir¨ªa). O importa la entra?able carta que usted le escribi¨® desde Villa Amparo, en Rocafort, el 22 de diciembre de 1937. Carta que ella me mostr¨® a m¨ª emocionada, ya en su piso de Madrid.
Un exceso de pasi¨®n altera los hechos de la historia, pero ¨¦sta permanecer¨¢ siempre limpia y ejemplar en los momentos que fueron verdaderos. Usted fij¨® la esperanza ¨²ltima ¡ªante la muerte¡ª en un solo verso que remit¨ªa al origen: ¡°Estos d¨ªas azules y este sol de la infancia¡±.
Muy cordialmente.
Antonio Colinas es poeta y novelista, autor de Sobre Mar¨ªa Zambrano (Siruela).
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