La gloria discreta de un m¨²sico zamorano
David Rivas es uno de los mejores compositores para banda del mundo. As¨ª lo prueban varios premios que ha recibido en California, donde quiz¨¢ se le conozca m¨¢s que en Espa?a.
Hay celebridades locales contra las que no se puede competir. Podr¨ªamos recorrer las calles de Toro, en Zamora, a la vera de Shakira, Rafa Nadal o, puestos a elucubrar, el papa Francisco, pero posiblemente con ninguno de ellos habr¨ªamos de detener tantas veces el camino como cuando nuestro acompa?ante responde al nombre de David Rivas Dom¨ªnguez. Para los mayores es el nieto de Santos y el alumno predilecto de don Jes¨²s de la Sota, el hombre que hizo grande la banda municipal. La chavaler¨ªa lo identifica con el profe de m¨²sica en el instituto Cardenal Pardo Tavera desde hace nueve a?os, ese que les pide ¡°no solo escuchar a Mozart, sino atreverse a componer alguna frasecita musical¡±. Y todos lo admiran como toresano ilustre, un bonach¨®n que combate la timidez con generosas sonrisas cada vez que el paisanaje exclama, a voz en cuello: ¡°?Ey, Rivas!¡±.
Y eso sucede, ya decimos, cada dos pasos. Pero solo en esta cuna del vino, el arte rom¨¢nico y la industria azucarera. M¨¢s all¨¢ de sus lindes, apenas nadie le pone nombre ni cara. Y eso que nuestro cicerone en este domingo fresco y afable de un invierno ya benevolente es uno de los mejores compositores para banda de todo el mundo.
No lo decimos nosotros. Lo certifican las cuatro medallas (dos de plata y dos de bronce) que atesora de los Global Music Awards, un certamen para m¨²sicos emergentes radicado en San Diego (California) y al que concurren m¨¢s de un millar de candidatos. El a?o pasado ya le distinguieron por Delirium tremens, una obra para percusi¨®n y banda inspirada en los estados de ¨¢nimo de enfermos psiqui¨¢tricos. Pero con este 2021 han llegado, en avalancha, otros tres trofeos: por la muy ¨¦pica y cinematogr¨¢fica Los ¨²ltimos d¨ªas de Troya, la m¨¢s espiritual Anam (¡°Alma¡±, en ga¨¦lico) y la pintoresca Suite sayaguesa, que conjuga la escritura cl¨¢sica con el sonido folcl¨®rico y centenario de la flauta de tres agujeros, t¨ªpica en la comarca zamorana de Sayago.
Rivas degusta unos champi?ones con salsa picante en la taberna de su amiga Vero (receta secret¨ªsima: no hubo manera de sonsac¨¢rsela) mientras reflexiona sobre esta gloria internacional sobrevenida para un perfecto desconocido entre el p¨²blico espa?ol. ¡°En este pa¨ªs no hay tradici¨®n de mimar a los creadores¡±, se lamenta con firmeza serena. ¡°Somos tan p¨ªcaros y desconsiderados que ni siquiera se compran las obras originales: una banda de Galicia y otra de Huelva acaban intercambi¨¢ndose las partituras en PDF¡±. El at¨¢vico desprecio hacia el esfuerzo ajeno, ya saben. ¡°Somos muy patriotas con Rafa Nadal o cuando Espa?a gana el Mundial de Sud¨¢frica. Pero el trabajo individual, por triste que parezca, no se valora¡±.
Sobre ese esfuerzo en primera persona, ¨¦l nos puede hablar con sumo conocimiento de causa. En la coqueta buhardilla de su casa, a medio minuto de la imponente Colegiata de Santa Mar¨ªa la Mayor, suma a?os y a?os de enclaustramientos creativos, de cuando confinarse era un verbo que se pod¨ªa conjugar sin resonancias tr¨¢gicas. Ah¨ª, frente al piano de cola y entre docenas de recuerdos entra?ables ¡ªtrofeos, diplomas, carteles de estrenos, una dedicatoria manuscrita de Ainhoa Arteta sobre una pieza que escribi¨® para ella¡ª, han ido naciendo las 142 obras que hasta el momento integran el cat¨¢logo de Rivas. S¨ª, 142: no hay errata. Composiciones para banda, m¨²sica de c¨¢mara, cortometrajes, exposiciones. Y hasta alg¨²n encargo ins¨®lito, como ese Alguna vez so?¨¦ en Liberalia, una suite para viol¨ªn, viola, chelo y corno ingl¨¦s encomendada por una bodega local con el prop¨®sito de ser estrenada al aire libre ante una distinguida audiencia de¡ borriquillos. ¡°Dura casi un cuarto de hora, pero se comportaron muy bien. Quiero pensar que esa era una buena se?al¡±, resume con humor.
Porque David sigue siendo algo retra¨ªdo, pero le pone buena cara a la vida. De ni?o le daba verg¨¹enza que le apuntasen a la banda La Lira, todo un orgullo comarcal con sus 131 a?os de historia. Pero, cuando nadie le ve¨ªa, agarraba dos tapaderas de las cazuelas y desfilaba por el pasillo de sus abuelos como si le hubieran asignado los platillos. Al final, don Jes¨²s, el maestro, acabar¨ªa d¨¢ndole clases particulares en la trastienda de Manualidades Geles, el comercio de su mujer.
¡°Era una fiesta. Te comprabas una bolsa de chuches y echabas las tardes frente al piano y la pizarra pautada¡±, rememora este reci¨¦n incorporado a la cuarta d¨¦cada de existencia. Sin grandes crisis vitales aparentes. ¡°Soy un culo inquieto. Me falta tiempo, as¨ª que vivo intensamente cada d¨ªa. Me despierto ?cantando, a veces incluso canturreo sin ser consciente. La gente, solo con escuchar, ya dice: ¡®Por ah¨ª anda David¡¯. Perd¨®nalos, mi marcha procesional m¨¢s conocida, naci¨® en plena ducha. Agarr¨¦ el albornoz y corr¨ª al piano entre charcos de creatividad por la escalera¡¡±.
Quien se nos acerca ahora en plena colegiata es, cr¨¦anselo, el se?or alcalde. No, no estaba preparado. Ventajas de echar el d¨ªa en una localidad de 8.600 habitantes.
Tom¨¢s del Bien ¡ªde 36 a?os, ojos verdes, pelo ensortijado y bermudas deportivas: toca quemar toxinas¡ª es un historiador del arte de verbo torrencial y amen¨ªsimo. ?l mismo sugiere que nos fotografiemos en el imponente P¨®rtico de la Majestad, del siglo XIV, cuya segunda arquivolta es de tem¨¢tica ¨ªntegramente musical: salterios, violas, f¨ªdulas, panderos, flautas dobles. ¡°La conexi¨®n entre Toro y la m¨²sica siempre fue muy estrecha¡±, presume mientras localiza por tel¨¦fono a sor Mari Cruz y sor Azucena, las monjas dominicas que nos franquear¨¢n la entrada al monasterio de Sancti Spiritus. Justo donde David puls¨® las primeras notas en su bell¨ªsimo ¨®rgano barroco. All¨ª donde, en una esquina del claustro, descansan los restos del director de orquesta Jes¨²s L¨®pez Cobos, orgullo toresano por antonomasia.
¡°Mi padre pon¨ªa siempre la tele cuando dirig¨ªa ¨¦l¡±, se retrata Rivas, que en las verbenas coleccionaba los palos de los cohetes para imitar con ellos el movimiento de la batuta. ¡°Crec¨ª entre discos de Los Rel¨¢mpagos, las colecciones de obras cl¨¢sicas de Caja Zamora y el radiocasete de doble pletina, con el que grababa de AC/DC a Beethoven¡±. ?Influencias plausibles para el compositor que encandil¨® a un jurado de la Costa Oeste? ¡°No lo creo. Pero los m¨²sicos que escribimos para banda solemos ser de mentes abiertas. Menos ?reguet¨®n, creo que me interesa todo¡¡±. Y su sonrisa de hombre t¨ªmido aflora otra vez.
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