Carta al deseo
Eres t¨² el que desmiente a los existencialistas: empujados por ti, hemos descubierto y vivido en propia piel que el para¨ªso est¨¢ en los dem¨¢s
Eres impulso poderoso de vida. Eres t¨² el que nos lleva a sujetarnos a ella desde el primer aliento, dirigi¨¦ndonos a ciegas hacia el pez¨®n del que emana alimento y siguiendo tus dictados descubrimos el primer placer: el del contacto de piel, labios y lengua con la piel de otro ser humano que a¨²n no sabemos que es otro, ni m¨¢s ni menos que el cuerpo madre capaz de satisfacer ese dolor primigenio que es el de la necesidad, la carencia de algo que no sabemos qu¨¦ es. El hambre, la sed, pero tambi¨¦n ser tocados, acariciados, besados, sentirnos sostenidos y amados.
Eres t¨², el deseo, el que nos hace hedonistas innatos: al satisfacerte descubrimos el gozo y luego ya no hay vuelta atr¨¢s. Nos pasamos la vida entera buscando repetir la exultante sensaci¨®n de plenitud, el ¨¦xtasis del que tanto nos han hablado los poetas, un ¨¦xtasis peque?o y cotidiano o en su forma m¨¢s violenta y repentina, totalizador. La manzana prohibida, el conocimiento no era m¨¢s que eso: descubrir el alcance de nuestra capacidad para el placer.
Nacimos para gozar, pero la humanidad ha inventado miles de formas de domesticarte: la represi¨®n, el miedo, la desconfianza. Se han establecido leyes para que no fueras el soberano absoluto de nuestra existencia: un mundo regido ¨²nicamente por ti ser¨ªa un mundo que desatender¨ªa a los enfermos y desvalidos; si solo te hici¨¦ramos caso a ti, nos impulsar¨ªas a alejarnos de todo lo que no fuera placer y no habr¨ªa v¨ªnculos ni familia, ni sociedad, ni paz, ni trabajo. Aunque siendo justos hay que reconocer que eres tambi¨¦n t¨², deseo, lo que nos lleva a hacernos cargo de los dem¨¢s y encontrar satisfacci¨®n en tareas que nos son obligadas. Esa es tambi¨¦n tu complejidad e inteligencia: que te manifiestas en distintas direcciones, que a veces eres contradictorio, que no siempre eres lo que pareces.
Deseo de otro, de consumirlo para la propia satisfacci¨®n, pero tambi¨¦n deseo de fusionarnos, de darnos enteros. Qu¨¦ invento prodigioso eres: capaz de imbricar en un solo tallo el placer propio y el del otro, hacer que la mutua satisfacci¨®n trence dos cuerpos cuyos l¨ªmites llegan a confundirse. Gracias a ti, aunque sea durante un breve instante, dejamos de ser el triste animal que nace solo y muere solo. Eres t¨², el deseo, el que desmiente a los existencialistas: empujados por ti, hemos descubierto y vivido en propia piel que el para¨ªso est¨¢ en los dem¨¢s.
Tu fuerza ha llevado a los humanos a sus mayores creaciones. Sublim¨¢ndote, expres¨¢ndote de las formas m¨¢s elaboradas, algunos te han transformado en arte: poetas, pintores y m¨²sicos virtuosos en todos los campos te han convertido en obras que al ser vistas, le¨ªdas o escuchadas invocan tu presencia en quienes te tienen un poco olvidado. Eres la vida.
Te asustan el dolor, la enfermedad y la muerte, y por eso en estos tiempos a veces te escondes, tiritas y dudas, no sabes si tienes derecho a comparecer. Pero hoy m¨¢s que nunca te necesitamos, deseo, para que, como hicieras al nacer, nos vuelvas a impulsar hacia la vida y nos alejes de la muerte.
La escritora Najat el Hachmi ha ganado el ¨²ltimo Premio Nadal con El lunes nos querr¨¢n.
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