Svetlana Tijan¨®vskaya: ¡°Quiz¨¢s sea mi destino morir por la democracia en Bielorrusia¡±
Cuando Sergu¨¦i Tijanovski, su marido, fue detenido por el r¨¦gimen de Lukashenko para evitar que concurriera a las elecciones en su pa¨ªs, dio un paso al frente y se convirti¨® en el s¨ªmbolo de la lucha por la democracia en Bielorrusia. As¨ª lo reconoci¨® el Parlamento Europeo con el Premio S¨¢jarov al movimiento de resistencia bielorruso, que ella recogi¨®.
Es complicada la traducci¨®n al espa?ol de la palabra fearless. Puede significar audaz, intr¨¦pido, temerario, aunque lo que m¨¢s se ajusta a la intenci¨®n que le da Svetlana Tijan¨®vskaya (Mikash¨¦vichi, Bielorrusia, 38 a?os) nos conduce a lo m¨¢s literal: sin miedo. Cuando ella la pronuncia y alza el gesto como un reto y una especie de resurrecci¨®n en los foros internacionales, sin descanso, uno sabe perfectamente lo que significa. Muy probablemente, Alek?sandr Lukashenko tambi¨¦n. Sobre todo cuando la ve y la escucha decir ese vocablo a cada paso de su lucha opositora fuera de Bielorrusia, despu¨¦s de que decidiera salir del pa¨ªs tras ser amenazada por las autoridades, como cuenta en esta entrevista, tras el alzamiento de protesta que provocaron las ¨²ltimas elecciones en su pa¨ªs, el pasado 9 de agosto. La comunidad internacional ¡ªmenos algunos defensores, como Vlad¨ªmir Putin¡ª no acept¨® el resultado de los comicios. Y los ciudadanos salieron cada d¨ªa a manifestarse contra la fuerza de un tirano atrapado en el tiempo de la ruina que fue la Uni¨®n Sovi¨¦tica. De hecho, Lukashenko conserva antiguas instituciones de horrible memoria, como el KGB, con las mismas siglas. Es como si casi nada hubiera ocurrido all¨ª, para ¨¦l, desde hace 30 a?os. Pero sus conciudadanos se empe?an en mostrarle la evidencia de que el siglo XX pas¨® y ya llevamos buena parte del XXI en marcha. Svetlana Tijan¨®vskaya es la primera dispuesta a ense?ar a Lukashenko el reloj con la cuenta atr¨¢s para ¨¦l. Y al resto del mundo, la aspiraci¨®n de un pa¨ªs desconocido en mitad de un agujero del que quiere salir con fuerza acogido a una sola receta: democracia. Ella utiliza el ingl¨¦s para ser entendida en el panorama de una globalidad que ha ignorado hasta el pasado verano el vestigio de un r¨¦gimen s¨¢trapa en Europa. Primero encarcelaron a su marido, Sergu¨¦i Tijanovski, nada m¨¢s anunciar su decisi¨®n de presentarse a las urnas. Entr¨® en prisi¨®n en mayo. Como no pudo concurrir a las elecciones, Svetlana Tijan¨®vskaya tom¨® el relevo. Primero en el pa¨ªs, luego fuera. Hoy reside en Lituania con sus dos hijos. Desde all¨ª alza la voz, viaja constantemente para recabar apoyos y centra la estrategia de una oposici¨®n cuyo objetivo es debilitar al r¨¦gimen desde fuera. El Premio S¨¢jarov, otorgado por el Parlamento Europeo este a?o al movimiento de resistencia bielorruso, ha supuesto un impulso para su lucha. Una vez se celebren elecciones democr¨¢ticas y sus compatriotas puedan decidir su destino con transparencia y sin lugar a dudas, Tijan¨®vskaya dice que desaparecer¨¢ del foco: ¡°No soy pol¨ªtica, estoy aqu¨ª para cumplir una misi¨®n determinada. Cuando la lleve a cabo, deseo volver a mi vida normal porque soy una persona normal¡±, nos cuenta en la entrevista que mantuvimos en la sede del Instituto Elcano en Madrid. Pero est¨¢ por ver hacia d¨®nde la conduce esta jugada del destino, tal como ella lo considera. All¨ª donde sea, Svetlana se dirige a su encuentro con audacia y una nada desde?able actitud intr¨¦pida. Y, desde luego, sin miedo.
Pregunta. Hay algo que produce bastante impacto cuando se la escucha pronunciarlo. La palabra fearless, en ingl¨¦s. ?Qu¨¦ significa para usted? ?Por qu¨¦ la ha convertido en el eje de su discurso?
Respuesta. No puedo asegurarle que no tenga miedo, pese a que signifique lo contrario. Sentimos el miedo que cualquiera en nuestro pa¨ªs siente. Pero lo cierto es que una gran mayor¨ªa luchamos por deshacernos de ese miedo. Quienes salen a manifestarse, por ejemplo, lo demuestran cada d¨ªa. El miedo es algo que ha formado parte de nosotros al levantarnos por la ma?ana. El miedo a este r¨¦gimen, tan experto en utilizar herramientas para amedrentarnos. Pero este a?o, ha cambiado. Todos los d¨ªas me doy cuenta de la uni¨®n que significa nuestra revuelta, en el sentido de que debemos superar ese miedo a cada paso. Por eso debo estar a su lado. Esa es mi obligaci¨®n.
P. Cada vez que la escucho o, m¨¢s bien, la veo pronunciarlo, siento como que lanza un reto hacia Lukashenko. ?Es esa su intenci¨®n?
R. La palabra, lo que nos da, es la fuerza necesaria para superar el miedo. Pero eso no quiere decir que no lo sintamos.
P. S¨ª, s¨ª, pero, ?qu¨¦ me dice de ese reto directo que parece hacerle usted con ese mensaje?
R. No pienso en ¨¦l cuando lo digo. No quiero gastar mi energ¨ªa en ¨¦l. Pienso m¨¢s en todos aquellos que est¨¢n en la c¨¢rcel o en quienes han sufrido palizas, violaciones, torturas, en quienes han experimentado la soledad de no saber qu¨¦ hacer con sus hijos si son detenidos y deben salir del pa¨ªs. En las mujeres que se oponen a ¨¦l y se manifiestan con todo el riesgo que conlleva. Pienso en¡
P. Su marido¡
R. Mi marido, desde luego, much¨ªsimo, pero siento que no tengo derecho a personalizar en ¨¦l toda esta tragedia colectiva. Por supuesto, para m¨ª ¨¦l y mis hijos son lo m¨¢s importante, pero eso no debe prevalecer sobre mi compromiso con todos los dem¨¢s.
P. Desde que usted proclama no padecerlo, ?qu¨¦ es para usted el miedo?
R. Ese miedo, esa conciencia del miedo, es muy reciente. Quiz¨¢s desde que mi marido comenz¨® a involucrarse en su movimiento e inici¨® una gira por todo el pa¨ªs hace m¨¢s de dos a?os. Ah¨ª empec¨¦ a sentir mucho.
P. ?Es reciente su miedo, entonces?
R. Antes de eso, lo experiment¨¢bamos, claro. Lo sent¨ªas por la falta de libertad impuesta y la sensaci¨®n de no tener derechos ni reglas que nos protejan.
P. ?Qu¨¦ le llev¨® a asumir el relevo de su marido en la oposici¨®n tras ser encarcelado?
R. El amor que siento por ¨¦l, para empezar. Ese fue el primer paso. Apoyarlo. Pero despu¨¦s, me sobrevino la responsabilidad de continuar su tarea. La gente necesitaba confiar en que la situaci¨®n empezar¨ªa a cambiar.
P. Y llegaron las elecciones. Un resultado que nadie conoce pero que tampoco le ha hecho a usted autoproclamarse como presidenta electa. ?Por qu¨¦?
R. Todas las pruebas de estas ¨²ltimas elecciones fueron destruidas. Para que te llamen eso, necesitas documentos. Es una palabra importante. No es cuesti¨®n de poner nombre a ning¨²n cargo. Pero la responsabilidad que siento es parecida a la que sentir¨ªa si ostentara el cargo. Tampoco tengo que convencer a los bielorrusos de la legitimidad. Ellos saben lo que han votado y me conceden el honor de representarlos donde vaya.
P. La realidad es que, nada m¨¢s terminar las elecciones, sali¨® del pa¨ªs. ?C¨®mo sucedi¨®?
R. Fui puesta a disposici¨®n de, digamos, unas fuerzas especiales que me llevaron a enfrentarme a una decisi¨®n¡
P. ?Fuerzas especiales?
R. S¨ª¡
P. ?De qu¨¦ tipo?
R. Gente del r¨¦gimen que me amenaz¨®. Y me amedrentaron. Me dijeron: o te vas o te metemos en la c¨¢rcel.
P. ?El d¨ªa despu¨¦s de las elecciones? ?Para no dejarle tiempo a pensar¡? Porque es una decisi¨®n que cambia radicalmente su vida.
R. S¨ª, sin que yo tuviera conocimiento de la situaci¨®n. De cu¨¢nta gente persegu¨ªan o ya hab¨ªa huido del pa¨ªs. El caso es que, entre las cinco de la tarde y las diez de la noche, la tom¨¦.
P. ?Qu¨¦ le dec¨ªan?
R. No puedo ser muy espec¨ªfica porque pondr¨ªa en riesgo a mi marido.
P. Hasta donde sea posible, cu¨¦nteme.
R. Me tuvieron tres horas interrog¨¢ndome. Gente de Lukashenko. Pero para resumir, lo que la gente debe saber es que me lo plantearon as¨ª: la c¨¢rcel o mis hijos. Si iba a prisi¨®n, mis hijos entrar¨ªan en un orfanato, si me iba del pa¨ªs podr¨ªa seguir con ellos. Que era madre y que mi marido ya estaba preso. Adem¨¢s, que hab¨ªa sido una verg¨¹enza para el pa¨ªs, que ya me lo hab¨ªan avisado, que era una traidora¡ No estaba preparada para esa conversaci¨®n. No entend¨ªa por qu¨¦ se ensa?aban conmigo. No sab¨ªa c¨®mo reaccionar. No estaba preparada para esa presi¨®n psicol¨®gica.
P. M¨¢s cuando usted no es pol¨ªtica y ve los riesgos.
R. Podr¨ªa haber sido diferente. Hoy hubiese sido diferente mi reacci¨®n. Estoy m¨¢s preparada, desde luego.
P. ?En qu¨¦ sentido?
R. Conozco mejor a esta gente. Pero entonces, no.
P. ?Sus debilidades?
R. No, mis fortalezas. Hoy podr¨ªa resistir de otra manera. No hubiese cre¨ªdo sus amenazas al pie de la letra. Reaccionar¨ªa diferente.
P. ?Le pegaron o la maltrataron?
R. No, no, eso no.
P. ?C¨®mo se encuentran ahora sus hijos?
R. No hablamos mucho de la situaci¨®n. Son peque?os, no quiero que el problema les afecte m¨¢s de la cuenta. Mi hija peque?a tiene cinco a?os y sufre demasiado. Aunque le diga que su padre est¨¢ de viaje, le hace dibujos y pregunta por ¨¦l. Llora. Le echa mucho de menos. De hecho, el otro d¨ªa me pregunt¨®: ¡°?Pap¨¢ est¨¢ vivo?¡±.
P. Duro¡
R. S¨ª, muy duro.
P. Y su marido, ?c¨®mo est¨¢? ?Ha podido comunicarse con ¨¦l?
R. No. Imposible. Lo hago a trav¨¦s de su abogado, que lo visita dos veces a la semana. Est¨¢ f¨ªsicamente bien. Ahora mejor que cuando estuvo aislado en una celda en la que no ten¨ªa ni una silla para sentarse.
P. Eso, ?no es tortura?
R. S¨ª, pero ahora est¨¢ mejor y esperanzado con nuestra victoria.
P. Bien, hoy que sabemos que usted est¨¢ en el exilio, la oposici¨®n en la c¨¢rcel, su marido no muy bien tratado en su prisi¨®n, ?qu¨¦ m¨¢s necesitan los pa¨ªses occidentales para mostrarse m¨¢s contundentes con el r¨¦gimen de Lukashenko?
R. Para empezar deber¨ªan involucrarse m¨¢s en la situaci¨®n. Yo comprendo que les supone un problema, para empezar de seguridad, que¡
P. Putin tiene all¨ª su ¨¢rea de influencia.
R. Si quiere verlo as¨ª¡ Pero, as¨ª y todo, creo que la comunidad internacional est¨¢ mucho m¨¢s preocupada y se siente m¨¢s comprometida con nuestra situaci¨®n. En eso creo que ha influido que, m¨¢s que denuncias, yo me haya esmerado en trasladar emociones. Hablo de historias personales. Deseo contar el dolor que sentimos. Necesitamos desesperadamente la ayuda de los pa¨ªses democr¨¢ticos. Con abrir un poco los ojos, te das cuenta. Aun as¨ª, decepciona un poco, m¨¢s bien, me extra?a que a¨²n, en Europa, se nos considere en gran medida parte de Rusia. No lo somos. Ya no. Y no nos importar¨¢ mantener con ellos una buena relaci¨®n de amistad en el futuro, como con Occidente. Somos gente que desea un futuro mejor. Ni prorrusos ni proeuropeos.
P. Quiz¨¢s el problema con Bielorrusia sea que la influencia del pasado sovi¨¦tico persiste, no solo en quienes formaron parte de la uni¨®n, tambi¨¦n en el antiguo bloque del Este. Mire qu¨¦ pasa con Hungr¨ªa y Polonia. En el futuro, ?qu¨¦ quieren ser?
R. Ese no es ahora el problema ni en lo que nos debemos centrar. Para nosotros y para empezar, lo que queremos es tener la posibilidad de elegirlo. Y despu¨¦s, veremos. Yo no quiero imponer nada a nadie. Al contrario, solo pretendemos que nos reconozcan el derecho a escoger. Qui¨¦n sabe luego qu¨¦ ocurrir¨¢. Demos el arma democr¨¢tica para que la gente decida lo que quiera bajo su responsabilidad y sus derechos, si volver a formar parte de Rusia, incluso, o integrarnos en Europa.
P. No s¨¦ si esto ¨²ltimo les gustar¨ªa a sus vecinos¡
R. La realidad es que tenemos una sociedad civil muy avanzada por un lado y estructuras antiguas por el otro. Lukashenko es un ejemplo. ?l no conoce las posibilidades que ofrece internet. Sigue anclado en el siglo XX y as¨ª lo ha estado 26 a?os mientras nosotros sobreviv¨ªamos. Unos mejor que otros. Una nueva generaci¨®n se impone ahora, j¨®venes que miramos al extranjero y comprobamos la prosperidad de otros pa¨ªses, donde se respeta a sus ciudadanos. ?Por qu¨¦ hemos llegado a esta situaci¨®n? Lo cierto es que un nuevo empuje es imparable mientras Lukashenko sigue ignorando c¨®mo la nueva era digital cambia la vida de la gente y a ¨¦l solo le interesa lo que aparece en la televisi¨®n. Cree que es eso lo que sigue influyendo sobre la gente. Empe?ado en que vivimos en un kolj¨®s, en una granja colectivizada. ?Por qu¨¦ cree que ha perdido?
P. En ese aspecto, tampoco conf¨ªe en que internet representa la soluci¨®n para todo. Tiene un lado oscuro que precisamente desde Rusia se ha sabido utilizar y no precisamente para bien.
R. Desde luego. Lo s¨¦. Pero me quiero centrar en el caso de Lukashenko.
P. Sin que hayamos hablado todav¨ªa del concepto que tiene de las mujeres.
R. Bueno, para ¨¦l somos una especie de cerdas¡
P. ?Cerdas, dice? ?Literal?
R. Cerdas, s¨ª, que deben ocuparse de sus cerditos.
P. No es casual entonces que, con esa mentalidad, los principales l¨ªderes de la oposici¨®n, Maria Kolesnikova, Veronika Tsepkalo y usted, sean mujeres.
R. Estoy segura de que eso hiere much¨ªsimo su orgullo. Es una aut¨¦ntica humillaci¨®n para ¨¦l. Seguro que jam¨¢s lo concibi¨® y le pone muy nervioso. M¨¢s de lo que de hecho est¨¢, porque empieza a darse cuenta de que su posici¨®n le convierte en alguien t¨®xico en el ¨¢mbito internacional. T¨®xico para la UE, incluso para Putin.
P. ?Es cuesti¨®n de tiempo su final?
R. As¨ª lo creo. No hay quien entienda sus cambios bruscos de posici¨®n. Pas¨® de acusar a mi marido de ser un agente prorruso y denunciar acciones de grupos mercenarios de nuestro pa¨ªs vecino, como el Grupo Wagner, a querer aliarse con ¨¦l cambiando de un d¨ªa para otro el discurso y denunciando que se trataba de agentes occidentales. Ahora busca una salida para s¨ª y pretende hacer parecer que esa salida no se debe en realidad a la presi¨®n interna y mundial, sino a su propia conveniencia. Lukashenko quiere hacernos creer que es lo que realmente le apetece por estar harto y salvar as¨ª la cara.
P. ?Conoce personalmente a Lukashenko?
R. No.
P. ?Qu¨¦ le dir¨ªa si lo tuviera enfrente?
R. No tengo nada que decirle.
P. ?Algunos en esos c¨ªrculos desean que usted muera? ?Se lo plantea?
R. Quiz¨¢s sea mi destino¡
P. ?Su destino?
R. Desde luego. Estoy aqu¨ª porque el destino me ha colocado en esta posici¨®n. Yo nunca he querido ni buscado involucrarme en pol¨ªtica. Pero he hecho promesas en campa?a que debo cumplir, me he comprometido con los ciudadanos de mi pa¨ªs.
P. ?No quiere ni busca ser presidenta de su pa¨ªs en un futuro?
R. No quiero ese poder, no deseo gobernar a la gente. Soy una persona normal y corriente. Quiz¨¢s sea maravilloso hacer pol¨ªtica en pa¨ªses sanos y democr¨¢ticos donde puedes construir proyectos y resolver problemas y ayudar a los ciudadanos. Pero, repito, esto no lo he elegido yo.
P. Y de entre esos pol¨ªticos que est¨¢ conociendo ahora en pa¨ªses, como dice, sanos, ?qui¨¦n le ha causado buena impresi¨®n?
R. Puedo decirle que he conocido muy buena gente en este entorno europeo. Pero, por otra parte, veo que para ellos resulta dif¨ªcil actuar.
P. Josep Borrell, alto representante de la UE para pol¨ªtica exterior y seguridad, ?se porta?
R. S¨ª, tengo hilo directo con ¨¦l y es un gran apoyo.
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