El silencio, una inercia arraigada en las mujeres
Para proteger al entorno, evitar males mayores o mantener una actitud digna ante la adversidad. Las se?oras callan. En el relato de Roc¨ªo Carrasco es casi un personaje m¨¢s del documental.
Para empezar, les voy a pedir que imaginen una escena que nunca sucedi¨®. Se desarrolla en unas jornadas sobre igualdad de las muchas que se celebran en Espa?a. Entre las ponentes hay acad¨¦micas, pol¨ªticas, activistas y representantes de asociaciones feministas. El p¨²blico es el acostumbrado, personas de toda ¨ªndole comprometidas con el movimiento. Al final de una charla, una espont¨¢nea sube al escenario ¡ªla imagino joven, de entre 30 y 40 a?os¡ª y sin micr¨®fono alza la voz, no le queda paciencia. ¡°Hay que ponerse las pilas, compa?eras¡¡±. Est¨¢ harta de explicar que la violencia machista es una lacra social con un origen estructural, de que los discursos retr¨®grados ganen terreno. El auditorio la escucha. Propone pasar a la acci¨®n, a la guerrilla. ¡°Secuestremos el programa con m¨¢s audiencia del pa¨ªs para que una mujer v¨ªctima de violencia de g¨¦nero cuente su historia sin interrupciones, con tiempo, con pruebas. Pongamos el mayor altavoz posible a disposici¨®n de una de esas miles, millones de voces calladas durante d¨¦cadas. ?Est¨¢is conmigo?¡±. El auditorio aplaude.
Insisto en que esto nunca sucedi¨®. Pero el relato de Roc¨ªo Carrasco en el documental Contar la verdad para seguir viva est¨¢ siendo un generador de conversaciones, despertador de conciencias y expositor de conceptos relacionados con el machismo tan efectivo que parece que hubiera nacido en este contexto.
Ha sido un acontecimiento inesperado. Yo misma formaba parte de un grupo de WhatsApp creado para consumir y comentar el programa ir¨®nicamente, que es lo que hacemos con este tipo de espacios de Telecinco la gente que nos creemos muy listos. En los primeros minutos del documental, las integrantes del grupo nos dimos cuenta de que aquello no dejaba lugar para el sarcasmo. Est¨¢bamos muy sorprendidas. Lo ¨²ltimo que nos esper¨¢bamos era ver a alguien contando la verdad para seguir viva.
En el primer programa, Jorge Javier V¨¢zquez apunt¨® que, en aquellos 20 a?os desde su separaci¨®n, el silencio de Roc¨ªo Carrasco hab¨ªa sido ¡°clamoroso¡±. Estuvo preciso, quir¨²rgico, ah¨ª Jorge Javier se?alando el silencio como uno de los elementos centrales de la historia. A medida que avanza, nos vamos enterando de que, adem¨¢s de clamoroso, aquel silencio fue a ratos prudente, luego sacrificado, despu¨¦s producto del terror, hacia el final el silencio del derrotado, del agotado, del convaleciente. Hay muchas calidades de silencio. Y las mujeres estamos demasiado familiarizadas con todas.
Nuestra socializaci¨®n de g¨¦nero ¡ªese entrenamiento destinado a que las mujeres ocupemos determinados espacios y otros no, voluntariamente o a la fuerza¡ª nos dice que el silencio es un lugar seguro y decoroso. Comportarse como una se?ora est¨¢ asociado al mutismo elegante y estoico. Un hombre que calla es cobarde, una mujer que calla es una se?ora.
¡°Aprendemos que guardar silencio es un modo de no ser se?alada y, por tanto, de sobrevivir en sociedad. Recibimos a trav¨¦s de los medios y la cultura que la mujer que habla ya ha hecho algo malo¡±, explica Ana Bernal Trivi?o, profesora de la Universitat Oberta de Catalunya. Es una de las periodistas que comentan en plat¨® el testimonio de Roc¨ªo Carrasco. Su labor consiste en sacar el relato del mundo de los hechos aislados y meterlo en el marco estructural al que pertenece: el de una sociedad machista.
¡°El relato de las v¨ªctimas de violencia machista no puede entenderse sin entender cu¨¢ndo y por qu¨¦ callaron. Aqu¨ª el silencio no es ausencia de discurso, tiene significado. Es una manera de protegerse y un espacio de reflexi¨®n para reconocer su papel de v¨ªctimas¡±, contin¨²a Bernal. Pero romper el silencio, empezar a llamar a las cosas por su nombre, acarrea culpa.
De la culpa mal colocada, esa que echa ra¨ªces en los lugares equivocados, habla mucho Cris Lizarraga ¨²ltimamente. Decidi¨® hacer p¨²blico su testimonio sobre maltrato psicol¨®gico en una relaci¨®n de pareja y recopilar los de su entorno en el fanzine Qu¨ªtame la culpa, editado por Pikara. La publicaci¨®n, cuyos relatos en primera persona est¨¢n salpicados de memes de Roc¨ªo Quillahuaman y Alejandra G¨®mez (conocida como Culomala), ha generado tal inter¨¦s que incluso ha tenido una gira de presentaciones por Espa?a. Encuentros que se han convertido en improvisadas terapias de grupo. Hay ganas de hablar.
En los testimonios se repite un patr¨®n siniestro, el del reencuentro cordial, distanciado en el tiempo de la ruptura, con la expareja que ha ejercido maltrato psicol¨®gico o incluso f¨ªsico. ¡°De alguna forma hay un esfuerzo extremo por cuidar al entorno com¨²n. No quieres crear incomodidad, lo que hay que entender es que tu pulsi¨®n principal es ser feliz, vivir tranquila y no ser se?alada. Con esa cordialidad forzada no haces m¨¢s que reforzar la comodidad que esa persona ya se ha garantizado¡±, cuenta Lizarraga.
En su fanzine se repite el lugar com¨²n de la exnovia loca; en la serie de Roc¨ªo Carrasco, los de la mujer infiel y la mala madre. Todos clich¨¦s monstruosos, desequilibrados y perfectamente perfilados para que queramos huir de ellos. El silencio se convierte en una manera de alejarnos de estas mujeres que no queremos ser. ¡°Es igual que la presi¨®n sobre nuestro f¨ªsico¡±, dice Lizarraga, ¡°se da una vigilancia sobre nuestra actitud. Debe ser relajada, equilibrada¡±. En el juicio social a las mujeres, estas herramientas facilitan que reaccionar se confunda con enloquecer.
Hablar tiene un alto precio, pero callar tambi¨¦n. Guardar silencio es claustrof¨®bico, y responder, arriesgado. Quiz¨¢ la soluci¨®n pase por entender que no hay elegancia, decoro o seguridad en el silencio de las mujeres, pero que la decisi¨®n de romperlo les pertenece a ellas y nunca es inoportuna. Por el momento es responsabilidad de todos arropar a las que agarran el altavoz.
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