Aitana Casta?o & Alfonso Zapico: Memoria ilustrada del carb¨®n
Comparten origen y prop¨®sito, y ni la distancia ni la rivalidad futbolera han podido con la coalici¨®n ¡ª?como lo llama ella¡ª entre Aitana Casta?o y Alfonso Zapico. Llevan la cuenca minera asturiana en la memoria y en el habla, y con las palabras de ella y las ilustraciones de ¨¦l reivindican su historia.
¡°Vamos a ver exactamente a qu¨¦ distancia vivimos¡±, dice Casta?o. Su m¨®vil tiene la respuesta: entre Langreo, donde reside ella, y Angulema, la ciudad francesa en la que vive ¨¦l, hay 728 kil¨®metros por carretera. Despu¨¦s de ocho meses sin verse, est¨¢n juntos en Bilbao, donde presentan su ¨²ltimo trabajo, Carboneras, que recupera la figura de las mujeres que trabajaron y lucharon con la hulla metida en los pulmones.
¡°Yo siempre ando ojo avizor a ver lo que ¨¦l hace, porque pone en los bares escudos del Oviedo¡¡±, cuenta Casta?o, que es, claro, del Sporting de Gij¨®n. Ambos nacieron en territorio minero. Ella, en Langreo, en 1980. ?l, en Blimea, un a?o despu¨¦s. Uno viene de tradici¨®n socialista, y la otra, comunista. ¡°Yo solo tengo un carn¨¦ y es de CC OO. Este se?or tiene un carn¨¦ y es de UGT¡±, a?ade entre risas. ¡°Somos diferentes, pero nos acoplamos muy bien. Somos muy militantes de la causa, ponemos por encima de todo mandar el mensaje¡±, comenta el ilustrador e historietista, premio Nacional de C¨®mic en 2012, que aborda la revoluci¨®n asturiana de 1934 en La balada del norte.
A pocos metros est¨¢ la r¨ªa, y Casta?o recuerda que por ella llegaba el mineral para los hornos. En la mesa, dos chacol¨ªs. ¡°Yo estaba de pr¨¢cticas en el peri¨®dico La Nueva Espa?a y un d¨ªa entr¨® por la puerta un chaval¨ªn, delgad¨ªn, con una carpeta en la mano llena de dibujos. Y yo fui detr¨¢s para cotillear a ver qu¨¦ era¡±, cuenta Casta?o sobre c¨®mo se conocieron. ¡°Hace casi 20 a?os ya¡¡±, a?ade ¨¦l.
Los dos crecieron en los ochenta, cuando el polvo del carb¨®n manchaba la lluvia, y las toallas de la empresa minera Hunosa plagaban piscinas y playas. Pasaron la adolescencia y juventud entre huelgas y cierres de explotaciones, y ahora, con los 40 cumplidos, ven una Asturias en la que ya no se trabaja en las minas. ¡°Hay muchas historias que contar y yo creo que, m¨¢s que ganas de hacer libros, Aitana siente que tiene una especie de obligaci¨®n moral. Y yo tambi¨¦n¡±, asevera Zapico.
La periodista ejerce de capataza a la hora de plantear las ilustraciones que acompa?ar¨¢n los relatos. ¡°Y luego Alfonso hace un poco lo que le da la gana, tambi¨¦n te digo¡±, apunta. ¡°A veces yo creo que lo aturullo porque le digo como mil cosas¡±. Van a diferentes revoluciones, pero la m¨¢quina funciona. ¡°Ye [es, en asturiano] como la polea grande y la polea peque?a. Siendo yo la polea peque?a, que doy muchas vueltas, y Alfonso la grande¡±.
Su ¡°coalici¨®n¡± trabaja, sobre todo, para los que est¨¢n all¨ª ¡°enchufados a una bombona de ox¨ªgeno¡±. Que la entrevista a dos nietos y sobrinos de mineros como ellos se publique en estas p¨¢ginas, dicen, es una victoria y orgullo colectivos. Al fin y al cabo, ellos no han hecho callo en la mina. Ya lo dijo Fredo, un barrenista de Samu?o, en la faja de la sexta edici¨®n de Los ni?os de humo, su anterior trabajo: ¡°Pa no haber picao carb¨®n en su puta vida ninguno de los dos, les sali¨® un libro bien guapo¡±.
La disciplina de quien se la jugaba bajo tierra la llevan a rajatabla. ¡°Estamos como en la mina. Yo a dar tira y ella a picar¡±, dice Zapico. Casta?o asegura que no hay espacio para las desavenencias: ¡°Dentro de la mina no se discute, se discute fuera. Y a poder ser, con un chacol¨ª¡±.
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