Extra?os sobre el asfalto
De para¨ªso l¨²dico a dormitorio. C¨®mo la pandemia ha transformado nuestra relaci¨®n con la ciudad
Todo empez¨® con una historia que podr¨ªa haber salido de un ejercicio de Gianni Rodari. El escritor y pedagogo italiano, autor de Gram¨¢tica de la fantas¨ªa, dec¨ªa que cualquier persona puede crear un argumento fant¨¢stico si completa la frase: ¡°?Qu¨¦ pasar¨ªa si¡?¡±.
En un taller de escritura, alguien podr¨ªa haber formulado la hip¨®tesis: ¡°?Qu¨¦ pasar¨ªa si una pandemia encerrara a toda la humanidad en sus casas y solo se pudiera salir, con restricciones, llevando una mascarilla?¡±. La persona al cargo del curso habr¨ªa comentado algo como: ¡°Esto es una distop¨ªa¡±, o bien: ¡°Podr¨ªa ser un thriller de Robin Cook¡±.
Pero esta hip¨®tesis es nuestra realidad cotidiana desde hace 14 meses, lo cual ha cambiado de forma profunda c¨®mo vivimos, en especial para quienes residen en la ciudad. Veamos c¨®mo ha transformado nuestra relaci¨®n con la ciudad en este momento ins¨®lito de nuestra historia.
De para¨ªso l¨²dico a ciudad dormitorio. Pagar mil euros de alquiler por un piso peque?o en el centro se justificaba por el universo de distracciones que procura la urbe. Tras un mal d¨ªa en la oficina, salir a cenar, a tomar una copa o a un concierto compensaban vivir en una caja de cerillas, expuestos al ruido de coches y vecinos. Con las restricciones de la pandemia, la mayor¨ªa de ciudades se han convertido en lugares donde dormir y trabajar. Esto aumenta la sensaci¨®n de alienamiento y el vac¨ªo existencial que nos genera preguntas como ¡°?qu¨¦ clase de vida es esta?¡±.
Ansiedad y depresi¨®n pand¨¦mica. Buena parte de quienes han conservado sus empleos siguen trabajando desde casa, con la dificultad de conciliar vida laboral y familiar. En la pr¨¢ctica, tenemos la impresi¨®n de vivir en la oficina, aunque vayamos en pijama y zapatillas. Con el miedo al contagio en los transportes p¨²blicos, adem¨¢s, nuestros desplazamientos por la ciudad se limitan a comercios de proximidad y al supermercado. El agobio dentro de casa y el confinamiento en un espacio p¨²blico reducido han disparado la ansiedad y los casos de depresi¨®n entre los urbanitas. El psiquiatra Mazda Adli, profesor de la Universidad Humboldt, antes de la pandemia aportaba estad¨ªsticas de que en la ciudad existe un 40% m¨¢s de riesgo de padecer depresi¨®n que en un emplazamiento natural, y las probabilidades de sufrir esquizofrenia son el doble. En tiempos de covid, un estudio reciente de la Escuela de Medicina Duke-NUS de Singapur revela que uno de cada tres adultos muestra signos de angustia o depresi¨®n relacionados con la pandemia.
Paseos reducidos. Privados de las escapadas que renovaban nuestras ganas de volver a la ciudad, nuestros paseos se han restringido a rutas repetidas por el barrio para cumplir con los 6.000 pasos diarios, o el reto que nos hayamos fijado para preservar la salud. Sin embargo, las plazas est¨¢n abarrotadas y en las calles hay muchas otras personas estirando las piernas. En un experimento llevado a cabo por el doctor Jon Kabat-Zinn, introductor del mindfulness en Occidente, los paseantes en el laboratorio que reproduc¨ªan un paseo urbano, en lugar de relajar el cuerpo y la mente, vieron disparado su estr¨¦s y algunos reportaron haberse sentido cercanos a un ataque de p¨¢nico.
Lo ordinario se vuelve extraordinario. Cosas antes tan habituales como compartir mesa de restaurante con amigos o acudir a un cine se han revestido de aventura. Sentarse en una butaca a ver una pel¨ªcula, con las gafas enteladas a causa de la mascarilla, vuelve a tener la emoci¨®n de las primeras veces. Los aplausos que se viven al final de algunas sesiones son una buena prueba de ello. La pandemia nos ha permitido redescubrir placeres a los que antes no d¨¢bamos especial valor, pero las medidas por la covid reducen su poder relajante.
el agobio en casa y el confinamiento en un espacio p¨²blico reducido han disparado ansiedad y depresi¨®n. en el laboratorio, recrear un paseo en un entorno urbano generaba estr¨¦s
Revalorizaci¨®n del campo. Debido a todos estos inconvenientes, dejar la ciudad para trasladarse al campo ya no es solo un sue?o de idealistas neorrurales. Las restricciones de la vida urbana, sumado a sus altos costes de vivienda y al trabajo a distancia, han empujado a muchas personas a dar el paso. ?Qu¨¦ sentido tiene vivir en un peque?o apartamento cuando por el mismo dinero puedo tener casa, jard¨ªn y naturaleza alrededor para pasear? Muchos profesionales altamente cualificados han respondido a esta pregunta con un cambio radical de vida. Un ejemplo de ello son los interioristas de The Eleven House, que han optado por llevar su sede a Peratallada, un pueblo id¨ªlico del Ampurd¨¢n con menos de 500 habitantes.
Francesc Miralles es escritor y periodista especializado en psicolog¨ªa.
N¨®madas digitales: los nuevos neorrurales
¡ª La migraci¨®n de urbanitas j¨®venes al campo en busca de otra clase de existencia no es algo nuevo. De hecho, desde la d¨¦cada de 1960 empez¨® a cobrar fuerza el movimiento de los neorrurales. A diferencia de las migraciones motivadas por causas econ¨®micas, quienes optaban por este cambio buscaban un ritmo de vida m¨¢s lento, en armon¨ªa con los ciclos de la naturaleza, con la posibilidad de cultivar su propio sustento o incluso de emprender negocios rurales relacionados con la agricultura o el turismo ecol¨®gico. La irrupci¨®n de los n¨®madas digitales, sin embargo, ha abierto el espectro de los neorrurales a trabajadores free-lance cuyo objetivo es vivir en un entorno m¨¢s abierto y saludable. Dise?adores, traductores, arquitectos, expertos en marketing y otros aut¨®nomos que tienen la oficina en su port¨¢til antes buscaban refugio en entornos paradisiacos como Bali. Con las dificultades para viajar, ahora miran con simpat¨ªa emplazamientos rurales donde disponer de una casa m¨¢s grande, espacio verde y un nivel de estr¨¦s propio de otro siglo.
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