Viaje en busca de la inspiraci¨®n gastron¨®mica
Viajar es explorar otras culturas, y explorarse a uno mismo. Es en ese camino donde afloran las mejores ideas, tambi¨¦n las culinarias. Incluso cuando no todo sale bien.

Hace alg¨²n tiempo amanec¨ª en Maraj¨® (Brasil), entre el sonido de p¨¢jaros extra?os y el zumbido de insectos, tambi¨¦n extra?os. En la epidemia de la gripe espa?ola de 1918 esta isla del tama?o de Suiza fue de las pocas zonas pobladas donde no se registr¨® ning¨²n caso. All¨ª todo es familiar, esa es su riqueza. Lo abrumador lo ponen el paisaje y la simpat¨ªa de la gente. El tiempo en este emplazamiento de la desembocadura del Amazonas tiene sus propias reglas, no hay prisas. La vida transcurre entre el deseo de poner orden e impulsos est¨¦riles que tratan de compensar ese deseo ut¨®pico. La fazenda S?o Jer?nimo es como la casa de unos familiares lejanos, reconocibles y cari?osos, pero tambi¨¦n ex¨®ticos. Me recuerda a la casa que mis padres ten¨ªan en Fitero, un lugar sencillo, siempre lleno de gente, con las puertas y las voluntades abiertas. La visit¨¦ por primera vez hace 15 a?os, y 10 despu¨¦s segu¨ªa con las mismas sillas y mesas de madera, tan vividas como sus moradores, que marchan al vaiv¨¦n de la vida cotidiana.
De igual forma, aquella ma?ana en S?o Jer?nimo las hamacas se mec¨ªan junto a las habitaciones, los espectaculares manglares, la interminable playa desocupada, su mar de agua dulce ligeramente sazonada, y las cocineras nativas con las arrugas de su rostro rivalizando con las humeantes ollas de aluminio con las que trajinaban en una cocina abierta a la foresta. Este lugar es el para¨ªso o el infierno, seg¨²n lo inmune que se sea a la espontaneidad, lo diferente e inesperado; y, por supuesto, al calor, la humedad y la presencia de insectos. Es uno de esos lugares donde se asimila que lo admirable no tiene que ser ostentoso. Porque admirable es lo aut¨¦ntico, lo que no se cubre con demasiados filtros.
Y en ese peque?o mundo enorme, las reglas que protegen la convivencia est¨¢n marcadas por su holgura. As¨ª, la experiencia se vive desde dentro, involucr¨¢ndose, porque no te permite ser un mero observador. Siempre pens¨¦ que viajar era explorar otras culturas, pero sobre todo explorarse a uno mismo atendiendo a los sentimientos e ideas que afloran cuando los acontecimientos rebotan en el ¨¢nimo.
Y all¨ª estaba, pensando en esto, en un claro abierto entre ¨¢rboles escuchando a la bell¨ªsima soprano Gabriela Geluda cantar descalza acompa?ada por un pianista. Es tan inusual contemplar un recital oper¨ªstico en un bosque de ¨¢rboles retorcidos sobre el agua como ser parte de un p¨²blico mayoritariamente formado por campesinos y chicas j¨®venes amamantando a sus peque?os. La propuesta promet¨ªa por ins¨®lita y audaz. Me convocaron a participar como p¨²blico a ese evento junto a las inmensas praderas salpicadas de b¨²falos y ceb¨²es. Los organizadores contaban con el soporte de media docena de cantantes de ¨®pera, el coro y la orquesta de c¨¢mara de la Fundaci¨®n Carlos Gomes, y un reputado chef que firmaba una cena servida en una de esas caracter¨ªsticas playas de la isla fluvial m¨¢s grande del mundo. Pese a lo cual, todo lo que pod¨ªa salir mal sali¨® mal.
La primera jornada, un chaparr¨®n retras¨® la salida por el curso de un igapor¨¦ ¡ªcamino del agua en tupi¡ª, y al abrirse el arroyo en una confluencia con el cauce de un r¨ªo mayor, las canoas fueron impulsadas contra la orilla, ocupada por una espesura llena de espinas. El agua encharc¨® los senderos por donde se repart¨ªan varios recitales embarrando el humor y el calzado de algunos asistentes arreglados para ir al Bolsh¨®i de Mosc¨². El chef que deb¨ªa dar la cena nunca se present¨®, y el concierto en la playa se tuvo que suspender. La consideraci¨®n general de aquella aventura consagrada a fundir los latidos del coraz¨®n con el placer que da la contemplaci¨®n de tanta belleza fue de estropicio. Esencialmente porque a la naturaleza no le perturban nuestros sue?os o valores morales.
Pese a ello, recuerdo aquel episodio como algo asombroso que brot¨® en un lugar extraordinario. Lo poco que sali¨® bien compens¨® lo dem¨¢s. Tal vez porque, como dijo hace a?os el c¨¦lebre escritor ingl¨¦s John Ruskin, desterrar la imperfecci¨®n es destruir la expresi¨®n, oponerse al esfuerzo y paralizar la vitalidad. O quiz¨¢ porque mi b¨²squeda de nuevos claros en la espesura de las verdades culinarias es una ruta saciada de equ¨ªvocos vibrantes.
¡®Succade¡¯ de lim¨®n y hierbas

Ingredientes
Para 4 personas
La piel de lim¨®n
- 5 limones peque?os
- 20 gramos de cal
- 1 litro de agua
- 1 kilo de az¨²car
- 1 litro de agua
La crema de lim¨®n
- 400 gramos de leche
- 70 gramos de nata 35%
- 63 gramos de leche en polvo
- 80 gramos de az¨²car
- 250 gramos de zumo de lim¨®n
El acabado
- Las c¨¢scaras de lim¨®n
- Crema helada de lim¨®n
- Hinojo
- Hierbaluisa
Instrucciones
1. La piel de lim¨®n
Cortar los limones en diagonal y vaciar la pulpa con una cuchara teniendo el máximo cuidado de no romper la piel.
Poner un litro de agua en un recipiente, agregar la cal y mezclar hasta disolver. Añadir los limones y mantenerlos inmersos durante 3 horas. Remover el conjunto de vez en cuando, pues la cal tiende a reposarse y no actúa bien de esta manera. Retirar las cáscaras del baño y lavarlas bien con agua fría. Mezclar el otro litro de agua con el azúcar y cocinar a fuego suave hasta conseguir un jarabe. Introducir en el almíbar resultante los limones pasados por cal y cocer 120 minutos a fuego muy suave. Limpiar el limón con mucho cuidado, retirando el albedo (la parte blanca bajo la corteza) hasta dejar únicamente la piel traslúcida. Congelar.
3. La crema de lim¨®n
Mezclar la leche y la nata. Mientras agitamos con una varilla, agregar en forma de lluvia la leche en polvo. Triturar todo con un brazo eléctrico para que no queden grumos. Calentar la mezcla hasta 40 grados, añadir el azúcar, llevar la mezcla hasta 85 grados y luego enfriar rápidamente hasta alcanzar los 4 grados. Triturar y colar. Incorporar 250 gramos de zumo de limón y congelar.
4. Acabado y presentaci¨®n
Triturar en un robot de cocina a máxima velocidad la crema helada para que tenga una textura untosa. Sobre un plato, colocar la piel de limón congelada. Sobre esta, una porción de crema de limón y aplanarla ligeramente para que quede bien repartida. Colocar las hierbas encima y comer con la mano.
Aporte nutricional
El lim¨®n aporta unas 22 kilocalor¨ªas por cada 100 gramos de porci¨®n comestible. Es una gran fuente de calcio, magnesio y vitamina C: proporciona 30 miligramos de ella por cada 100 gramos de esta fruta.
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Sobre la firma
