De j¨®venes descerebrados y mayores quejicas
Todos tenemos responsabilidad, en fin, y todos podemos tener tambi¨¦n excusas. Pero m¨¢s vale que empecemos a remar
Las pir¨¢mides de Egipto tienen pintadas de hace 4.000 a?os en las que adultos refunfu?ones de la ¨¦poca se quejaban de las nuevas generaciones: ¡°Los j¨®venes ya no respetan a sus mayores y no tienen sentido del deber ni del sacrificio¡±. Y hace 2.500 a?os S¨®crates dec¨ªa: ¡°La juventud de hoy ama el lujo. Es maleducada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores y parlotea en vez de trabajar¡±. Se ve que lo de no respetar a los mayores es una fijaci¨®n mental de dichos mayores. No hay t¨®pico m¨¢s grande (y quiz¨¢ m¨¢s inevitable: S¨®crates era un genio y tambi¨¦n cay¨®) que el de criticar a la juventud, siendo uno a?oso, y sostener que las nuevas generaciones son una decepci¨®n y que van de cabeza a la cat¨¢strofe. Cosa que el tiempo ha demostrado que es falso, porque, si hubi¨¦ramos ido decayendo sin parar desde hace 4.000 a?os, a estas alturas ser¨ªamos amebas. En cualquier caso, no hemos desembocado en un gran cataclismo, sino en esa habitual sucesi¨®n de desastres que viene siendo el zarrapastroso destino de los humanos.
As¨ª que no, cada generaci¨®n no es peor que la anterior.
Cosa dif¨ªcil de aceptar, lo comprendo, tras el alucinante espect¨¢culo ofrecido por esos cientos de estudiantes descerebrados, contagiados, atrapados y amotinados en Mallorca. Por esa ¡°ego¨ªsta panda de mezquinos¡±, como los llama la profesora y escritora Marta Marco Alario, jefa de estudios de uno de los cuatro institutos implicados, y autora de la famosa carta sobre el tema que se hizo viral. Si no la han le¨ªdo, b¨²squenla: explica muy bien el agotamiento del profesorado, su esfuerzo casi sobrehumano por seguir dando clase en condiciones de seguridad, sin medios suficientes y en mitad de la pandemia, para que luego lleguen estos irresponsables y lo tiren todo por la borda. S¨ª, los estudiantes (y algunos padres) quedan muy mal en la carta de Marta Marco.
Es cierto que la nueva generaci¨®n de ¡°nativos digitales¡± tiene, por primera vez en la historia (o al menos en la historia que controlamos), un coeficiente intelectual m¨¢s bajo que el de sus padres. Eso cuenta el neurocient¨ªfico Michel Desmurget en su reciente libro La f¨¢brica de cretinos digitales. Sus datos resultan aterradores y concuerdan con otros estudios que demuestran el impacto de las nuevas tecnolog¨ªas sobre el cerebro. La ¨²nica parte buena de todo esto es que ahora los viejos podemos arremeter contra las nuevas generaciones contando por fin con cierta base cient¨ªfica. Aunque, pens¨¢ndolo bien, como la tecnolog¨ªa tambi¨¦n nos est¨¢ fosfatinando la cabeza a los mayores, seguimos manteniendo con los m¨¢s j¨®venes la misma ratio de entontecimiento. No, no creo que sean peores que nosotros.
El problema es que, aunque el cerebro deja de crecer entre los 11 y los 14 a?os de edad, tarda mucho m¨¢s en madurar. Por ejemplo, la corteza cerebral prefrontal no madura hasta los 24, y es una zona esencial porque regula el ¨¢nimo, la atenci¨®n, el control de los impulsos y el pensamiento abstracto, el cual, entre otras cosas, te permite anticipar las consecuencias de tus actos. Por eso hasta alcanzar esa edad las personas cometen (y hemos cometido) tant¨ªsimas inconmensurables estupideces.
La diferencia es que antes los adultos eran m¨¢s restrictivos y en general las familias ejerc¨ªan un mayor control sobre los adolescentes inmaduros, lo cual ten¨ªa partes buenas y partes muy malas. Nada que objetar a esos padres que respetan a sus hijos y los educan en la responsabilidad personal; mucho que lamentar en esas familias en las que el adolescente carece de l¨ªmites, bien porque es mimado hasta el reblandecimiento mental o porque es ignorado y dejado a su aire. Y aqu¨ª hay padres que dir¨¢n: trabajo tantas horas, estoy tan agotado que no tengo tiempo; y familias monoparentales que se quejar¨¢n a¨²n m¨¢s, y probablemente con raz¨®n; y llegar¨¢n los profesores, como Marta, y dir¨¢n que no dan abasto y que no pueden hacer milagros ante la desidia de algunos padres; y vendr¨¢n los expertos y explicar¨¢n que las redes amplifican los ¡°malos ejemplos¡± y que el contagio de las necedades se multiplica. Todos tenemos responsabilidad, en fin, y todos podemos tener tambi¨¦n excusas. Pero m¨¢s vale que empecemos a remar, porque no podemos permitirnos que la cansina queja de los viejos contra los j¨®venes termine siendo cierta.
@BrunaHusky www.facebook.com/escritorarosamontero www.rosamontero.es
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