Dinamitar los pedestales de la belleza
Lo normativo ya no es algo a lo que aspirar. La fot¨®grafa Camila Falquez sali¨® a las calles de Nueva York en busca de esas bellezas plurales que apuntan a un futuro inclusivo y sin ideales inalcanzables.
Hay algo dif¨ªcil e inc¨®modo en lo bello y m¨¢s a¨²n en la belleza. A la idea de que lo bello es sencillamente reconocible debemos cuestionarle su exagerada simplicidad. La belleza hoy parece tener muy poco de complaciente y s¨ª mucho de lucha y dificultad. Cada d¨ªa menos complaciente y m¨¢s expansiva, la belleza, de tener alguna importancia y funci¨®n, radica en una capacidad que nos permite ver el mundo de modo diferente y comprender las reducciones brutales que en su nombre se han ejecutado. Si queremos pensar que lo bello tiene alg¨²n lugar en el mundo instant¨¢neo que habitamos hoy, tal vez sea mejor reconocerle una cierta condici¨®n ut¨®pica, un algo que nos evade y que adem¨¢s requiere que vayamos en su b¨²squeda reconociendo que no podremos alcanzarlo, y que no siempre debe pertenecer al viejo repertorio que se nos impuso.
Debbie Hardy, una mujer jamaicana que reside en Crown Heights ¡ªen esa zona de Brooklyn que se conoce tambi¨¦n por el nombre de Little Caribbean¡ª, nos recibe en su tienda de ropa con una sonrisa amplia y sincera. Cuando le explicamos que ese d¨ªa hemos salido en busca de la belleza en los barrios de la ciudad, ella entiende que hablamos de una forma particular de viaje. En los barrios de migrantes, viajar es una palabra que tiene un peso que solo el desarraigo otorga. Con un gesto r¨¢pido se?ala una foto en el fondo de la tienda. Debbie nos dice que durante la pandemia aprendi¨® a viajar en las arrugas de su madre y a encontrar en esas arrugas, condenadas por ciertas nociones est¨¦ticas a ser suprimidas, la belleza que no pod¨ªa salir a buscar en el mundo.
IR AL A FOTOGALER?A ¡®BELLEZAS PLURALES¡¯, DE CAMILA FALQUEZ
Mientras le preparan el cabello para las fotos, Lua Arroyo, una afrocolombiana que reside en Nueva York hace casi dos a?os, cree que no merece la pena pasarse la vida tratando de encajar en un concepto de belleza que le parece muy restrictivo. A esa renuncia le sigue, en su opini¨®n, un descubrimiento liberador: un infinito universo de belleza interna que nada tiene que ver con las imposiciones visuales a que estamos acostumbrados. Frente a la idea de que lo bello est¨¢ en el afuera y que nuestra ¨²nica alternativa es adecuarnos a un est¨¢ndar preconcebido, Lua, Jeffrey H. Williams y Queen Jean (otros dos protagonistas de este proyecto) hablan de una belleza que viene de dentro y cambia lo que hay fuera. Lua la llama belleza humana, algo que tiene que ver m¨¢s con la forma como tratamos a nuestros semejantes. Jeffrey la llama belleza disruptiva; la capacidad de no simplemente encajar en lo bello, sino de imponerle nuevos horizontes. Queen, quien habla con el ritmo acompasado de quien canaliza las voces de sus ancestros, cree que la belleza es un poder. Un poder que antes fue utilizado para borrar las diferencias y que hoy reclama para darle nuevos usos. Hay en estas bellezas plurales una cualidad secreta que apunta al futuro m¨²ltiple, que ellas anuncian con su presencia.
¡°No se deje enga?ar por este laberinto. La belleza est¨¢ en nosotros¡±, dice uno de los personajes de la obra de teatro Un sue?o feliz, del cubano Abilio Est¨¦vez. Una invitaci¨®n que recuerda el trabajo que nos impone lo bello. No la exigencia de un afuera can¨®nico que de manera desp¨®tica designa lo que es bello y lo que no lo es, sino una labor ardua que nos compete a todos. Una invitaci¨®n que nos recuerda tambi¨¦n que en lo bello hay algo viejo, algo nuevo y algo de futuro tambi¨¦n. Cuando Camila Falquez puso en marcha este proyecto para El Pa¨ªs Semanal, reflexion¨® junto a su equipo sobre los pedestales que han sido dejados vac¨ªos alrededor del mundo en los ¨²ltimos meses de protestas sociales. La invitaci¨®n que hace el autor Paul B. Preciado en uno de sus textos a ignorar las estatuas de m¨¢rmol y metal para ocupar sus peanas resulta tan inquietante como inspiradora. Al tiempo, la fot¨®grafa se pregunt¨® por todas esas formas m¨²ltiples de belleza o de bellezas, esas dif¨ªciles e inc¨®modas, que no caben a¨²n en ninguna etiqueta y decidi¨® salir a su encuentro, a ras de suelo, por las calles de Nueva York. Hay algo de laberinto en este proyecto, as¨ª como hay algo de invitaci¨®n, de viaje, de reclamo y de bello. De la belleza que est¨¢ en todos.
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