Rozana Montiel: ¡°Me obsesiona c¨®mo generar abundancia a partir de la escasez¡±
La arquitecta mexicana es due?a de una singular carrera en la que viviendas y espacios sociales conviven con casas burguesas que actualizan la tradici¨®n moderna. Con materiales y t¨¦cnicas ancestrales, defiende la idea de que la belleza es un derecho b¨¢sico e independiente de la renta.
E n el Colegio de San Ildefonso, que fundaran los jesuitas junto al Z¨®calo de la capital mexicana, Rozana Montiel (Ciudad de M¨¦xico, 49 a?os) muestra sus trabajos en tres estancias no lejos del retrato de Hern¨¢n Cort¨¦s y La Malinche que pintara Jos¨¦ Clemente Orozco. En las viviendas de Montiel hay privilegios y tambi¨¦n falta de medios. Hay artes pl¨¢sticas y arquitectura. Por eso en su exposici¨®n conviven proyectos de bajo coste, parques lineales y casas burguesas que buscan actualizar la tradici¨®n moderna adapt¨¢ndola al lugar donde se han levantado. En¨¦rgica y dispuesta, Montiel trabaja sola con un equipo que var¨ªa entre las dos y las ocho personas. Da clases en la Universidad de Cornell (Nueva York) y se ha labrado fama de solvente, imaginativa y comprometida.
?Por qu¨¦ le interesa dise?ar para una poblaci¨®n tan mayoritaria como olvidada por la arquitectura?
Como arquitectos tenemos una responsabilidad social. M¨¢s en M¨¦xico. Aqu¨ª las diferencias son abismales. Crec¨ª en la parte oeste, la zona rica de la ciudad, donde est¨¢ el bosque de Chapultepec, hay m¨¢s agua y vegetaci¨®n. El este, la parte pobre, es una zona ¨¢rida con poca vegetaci¨®n y asentamientos informales. Sin embargo, hemos visto c¨®mo colonias que comenzaron siendo autoconstrucci¨®n se han transformado en barrios consolidados. Sucedi¨® en Neza (Ciudad Nezahualc¨®yotl), que ahora tiene hasta una ret¨ªcula urbana.
?Qu¨¦ le hizo pensar que podr¨ªa mejorar la vida de quienes viven de una manera muy distinta a la suya?
Una inquietud personal. Comenz¨® cuando estudiaba arquitectura, no porque nos ense?aran a prestar atenci¨®n a c¨®mo vive la mayor¨ªa de la gente, sino porque la Universidad Iberoamericana donde estudi¨¦ se construy¨® en Santa Fe, que era un vertedero, despu¨¦s de que el terremoto de 1985 da?ara la sede original. Eran terrenos de muy bajo coste que nadie quer¨ªa. Y cuando yo iba a clase, el olor a basura era impresionante. El contraste entre lo que estaba aprendiendo en la universidad, que adem¨¢s es un centro privado, y la realidad que la rodeaba me despert¨®. Hoy es costos¨ªsimo vivir en esa zona, convertida en una ciudad superpoblada, mal pensada y sin espacios p¨²blicos. En 20 a?os he visto un cambio dr¨¢stico que no es lo que quiero hacer como arquitecta.
?C¨®mo dio el salto a otra manera de trabajar?
Es muy dif¨ªcil vivir de la arquitectura y los trabajos socia - les que buscan mejorar las viviendas o los barrios infor - males los hago con becas o probono. Requieren tiempo porque son experimentales y precisan reparaciones y adecuaciones hasta que el prototipo funciona bien. En la universidad eso no se estudiaba. All¨ª te preparaban para hacer centros comerciales, rascacielos o aeropuertos, pero no viviendas para la gente que ten¨ªa poco dinero
Como si los barrios informales no fueran una realidad urbana.
Sigue as¨ª. Piden a los alumnos hacer hoteles boutique antes que proyectos sociales. Por eso, cuando me gradu¨¦ con ese vac¨ªo para atender otras realidades, me fui a Barcelona a estudiar en la UPC. Al regresar quise hacer algo por mi pa¨ªs estudiando zonas de pobreza para tratar de convertirlas en barrios m¨¢s sostenibles.
?Qu¨¦ le indic¨® un camino?
Mi padre, que era qu¨ªmico pero apasionado de la arquitectura, le encarg¨® una casa en la playa a Diego Villase?or, que trabajaba con palapas: techos tejidos con hoja de palma. M¨¢s all¨¢ de esa tradici¨®n, la casa est¨¢ llena de detalles que demuestran que quien la dise?¨® entend¨ªa el contexto. Eso me marc¨®. Diego se volvi¨® famoso haciendo esas casas. No hac¨ªa arquitectura social, hac¨ªa arquitectura del lugar.
?Por qu¨¦ es mejor una palapa que una cubierta de teja?
Son la tradici¨®n actualizada: natural, barata, local disponible, un material que se mimetiza con el paisaje y funciona con la lluvia. Diego Villase?or llev¨® las palapas a las casas de gente con dinero. Eso me hizo pensar en otros materiales de bajo coste, sustentables y de r¨¢pido crecimiento como el bamb¨². Hay que saber leer el lugar para entenderlo, y eso es lo que muchas veces los arquitectos no hacen.
?Las viviendas manifiesto del siglo XX eran proyectos egoc¨¦ntricos?
Igual fueron ego¨ªstas, pero abrieron muchas puertas. Lo que me interesa es eso, la apertura. Respondieron con los medios, la creatividad y los anhelos de una ¨¦poca. Yo he partido a veces de la limpieza de Mies van der Rohe y he intentado darle calidez. Con ese conocimiento y con el de la arquitectura popular podremos encontrar otras respuestas. No puede ser que al mirar arquitectura te plantees en qu¨¦ momento nos olvidamos de las tradiciones y materiales que funcionan.
?Los proyectos sociales le cuestan dinero?
Ahora estamos haciendo un parque lineal pagado por el Gobierno. Las viviendas, algunas son probono y otras las trabaj¨¦ con la INFONAVIT [la empresa nacional de la vivienda]. Pedimos becas de investigaci¨®n porque no podr¨ªamos vivir haciendo solo arquitectura social.
?Qu¨¦ ha aprendido?
Estamos haciendo un proyecto llamado Construye tu casa que propone utilizar materiales como el bamb¨², que es sostenible y funciona. El Gobierno, sin embargo, no est¨¢ listo todav¨ªa para aprobar su uso. Solo aceptan lo que conocen, hormig¨®n u otros materiales industriales, para evitar problemas que nosotros ya hemos investigado c¨®mo resolver.
Utiliz¨® bamb¨² para construir Un Cuarto M¨¢s en Temixco, al oeste del pa¨ªs. ?Ha vuelto a verlo?
S¨ª
?Y funciona?
En el primer prototipo fall¨® la chapa de aluminio reci - clado de la cubierta. No estaba bien sellada y nos la cambiaron. Aprovechamos para mejorar el dise?o. Ahora funciona. Cost¨® 5.000 euros.
Hace arquitectura social y viviendas burguesas. ?Su enfoque cambia de una a otra?
La social es m¨¢s exigente. Hay menos medios. No puede fallar. Pero una contagia a la otra.
?Ha vivido siempre en casas?
Salvo cuando me independic¨¦. Fui a la Colonia Condesa y disfrut¨¦ caminando y yendo en bicicleta al trabajo. Luego tuve a mi hija Jana, quisimos darle una relaci¨®n con la naturaleza y nos trasladamos a la casa de mi marido.
Que tambi¨¦n es arquitecto, Mauricio G¨®mez de Tuddo. Pero trabajan separados.
Cada uno mantiene su despacho.
De ni?a vivi¨® en El Pedregal, la urbanizaci¨®n que inici¨® Luis Barrag¨¢n, ganador del Premio Pritzker.
Es un lugar construido a partir de la piedra volc¨¢nica. Mi casa era una de las 12 que rodeaban una alberca a la que llegabas saltando entre esas piedras. Las piedras eran nuestro campo de juegos.
Creci¨® arraigada al paisaje, pero aislada del mundo. El Pedregal es una urbanizaci¨®n de lujo, casi un gueto en M¨¦xico.
As¨ª es. Nosotros us¨¢bamos el auto para salir. Viv¨ª all¨ª 25 a?os. Luego, tras estudiar en Barcelona, cuando me independic¨¦, pens¨¦ que ten¨ªa que habitar la ciudad caminando, cruzando el parque, sin auto y en un departamento en el que viv¨ª nueve a?os. Creo en esa idea de barrio.
?Ahora d¨®nde vive?
En una casa con jard¨ªn en la zona de Las Lomas donde viv¨ªa mi esposo. Siempre he vivido entre jardines y libros.
?C¨®mo mantiene el contacto con la realidad viviendo alejada de ella?
Mantengo el estudio en la Colonia Roma, un barrio de clase media.
?Qu¨¦ cuesta poco dinero y mejora una casa?
Nosotros le hemos dado la vuelta a construir techumbres baratas en las que hay belleza. La belleza es un derecho b¨¢sico y debe ser para todos.
?C¨®mo mejorar la iluminaci¨®n?
Sabiendo que nunca sobra la natural y suele sobrar la artificial. Un espacio de penumbra puede acoger m¨¢s que un exceso de bombillas encendidas.
?Qu¨¦ hacer con poco espacio?
?Qu¨¦ hacer con poco espacio? Nuestra obsesi¨®n es c¨®mo generar abundancia a partir de la escasez. En la Universidad de Cornell imparto junto a Sana Frini un taller. Creemos que la escasez es una herramienta creativa.
?C¨®mo explicar eso a quien no tiene suficiente?
La escasez es un filtro que permite distinguir entre lo necesario y lo prescindible. Cuando tienes poco necesitas acertar m¨¢s en tus decisiones.
?Qu¨¦ debe plantearse quien quiere hacerse una casa?
En las grandes el problema habitual es el m¨¢s. La gente quiere m¨¢s espacio. ?M¨¢s metros para qu¨¦? Existen opciones mejores que agrandar. El m¨¢s no siempre suma. Los umbrales o la conexi¨®n entre el interior y el exterior de una vivienda cambian la vida en ella.
?En las viviendas sociales se cuestiona menos la tradici¨®n?
Se actualiza, pero desde la escasez. La tradici¨®n ha dado con formas sabias de vivir, como la casa p¨®rtico. En el proyecto Del Territorio al Habitante actualizamos esa tipolog¨ªa, pero le a?adimos bajo la cubierta un segundo piso. Con pocos o muchos medios, mi objetivo es siempre el mismo: dar m¨¢s de lo que nos piden. Es lo que podemos hacer como arquitectos: mejorar lo que han imaginado.
?Qu¨¦ la llev¨® a trabajar as¨ª?
He trabajado siempre con mujeres y parto de algo que ha sido tradicionalmente femenino: la escucha y el cuidado. Hemos hecho muchas acciones urbanas l¨²dicas que establecen una relaci¨®n entre quien hace la ciudad y quien la usa. Eso genera ilusi¨®n y confianza. Se trata de darse tiempo para hacer las cosas. Aunque no haya tiempo.
Otra de sus caracter¨ªsticas es trabajar conect¨¢ndolo todo, vivienda, naturaleza, espacio p¨²blico y ciudad.
Eso es la idea de un tejido. Las mujeres siempre hemos sido tejedoras. De ropa, de relaciones y tambi¨¦n del contexto urbano. Hacemos conexiones que crean relaciones.
?Sus casas la retratan a usted o a los usuarios?
Ser¨ªa un fracaso si no estuvi¨¦ramos los dos. En la Casa Ocuilan, Reina, que es madre soltera como tantas en M¨¦xico, ten¨ªa un lote muy peque?o sin ba?o y sin ventanas. La falta de espacio genera muchas veces violencia intrafamiliar. Como resultado del terremoto de 2017 se construyeron muchas viviendas para madres solteras. Y nosotros partimos de lo que ella ten¨ªa: un solar muy peque?o. Pero le dimos altura y construimos el cuarto de sus hijos Caleb y Edgar. Parece nada, pero cambiar una bombilla blanca por una c¨¢lida marca la diferencia en una casa. Les regalamos una l¨¢mpara de papel que costaba 10 euros y la vivienda era otra. El resultado de cuidar los detalles es que los usuarios luego cuidan la casa. Caleb se quita los zapatos cuando entra en su casa. Y le pide a su madre que lo haga. Est¨¢ orgulloso de donde vive. Para m¨ª la arquitectura sirve para eso. Para ayudar a crecer mejor.
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